Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Corintios 15:20-58 verso por verso
Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron.
Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y poder.
Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies.
El último enemigo que será destruido es la muerte.
Porque ha sujetado todas las cosas debajo de sus pies. Pero cuando dice: “Todas las cosas están sujetas a él”, claramente está exceptuando a aquel que le sujetó todas las cosas.
Pero cuando aquel le ponga en sujeción todas las cosas, entonces el Hijo mismo también será sujeto al que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos.
Por otro lado, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si los muertos de ninguna manera resucitan, ¿por qué, pues, se bautizan por ellos?
¿Y por qué, pues, nos arriesgamos nosotros a toda hora?
Sí, hermanos, cada día muero; lo aseguro por lo orgulloso que estoy de ustedes en Cristo Jesús nuestro Señor.
Si como hombre batallé en Éfeso contra las fieras, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, ¡comamos y bebamos, que mañana moriremos!.
No se dejen engañar: “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”.
Vuelvan a la sobriedad, como es justo, y no pequen más, porque algunos tienen ignorancia de Dios. Para vergüenza de ustedes lo digo.
Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vienen?
Necio, lo que tú siembras no llega a tener vida a menos que muera.
Y lo que siembras, no es el cuerpo que ha de salir, sino el mero grano, ya sea de trigo o de otra cosa.
Pero Dios le da un cuerpo como quiere, a cada semilla su propio cuerpo.
No toda carne es la misma carne; sino que una es la carne de los hombres, otra la carne de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces.
También hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales. Pero de una clase es la gloria de los celestiales; y de otra, la de los terrenales.
Una es la gloria del sol, otra es la gloria de la luna y otra la gloria de las estrellas; porque una estrella es diferente de otra en gloria.
Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; se resucita en incorrupción.
Se siembra en deshonra; se resucita con gloria. Se siembra en debilidad; se resucita con poder.
Se siembra cuerpo natural; se resucita cuerpo espiritual. Hay cuerpo natural; también hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: el primer hombre Adán llegó a ser un alma viviente; y el postrer Adán, espíritu vivificante.
Pero lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual.
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es celestial.
Como es el terrenal, así son también los terrenales; y como es el celestial, así son también los celestiales.
Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.
Y esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción.
He aquí, les digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria!
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?.
Pues el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.
Pero gracias a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Así que, hermanos míos amados, estén firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su arduo trabajo en el Señor no es en vano.