Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Corintios 15:39-58 verso por verso
No toda carne es la misma carne; sino que una es la carne de los hombres, otra la carne de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces.
También hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales. Pero de una clase es la gloria de los celestiales; y de otra, la de los terrenales.
Una es la gloria del sol, otra es la gloria de la luna y otra la gloria de las estrellas; porque una estrella es diferente de otra en gloria.
Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; se resucita en incorrupción.
Se siembra en deshonra; se resucita con gloria. Se siembra en debilidad; se resucita con poder.
Se siembra cuerpo natural; se resucita cuerpo espiritual. Hay cuerpo natural; también hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: el primer hombre Adán llegó a ser un alma viviente; y el postrer Adán, espíritu vivificante.
Pero lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual.
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es celestial.
Como es el terrenal, así son también los terrenales; y como es el celestial, así son también los celestiales.
Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.
Y esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción.
He aquí, les digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria!
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?.
Pues el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.
Pero gracias a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Así que, hermanos míos amados, estén firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su arduo trabajo en el Señor no es en vano.