Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Reyes 18:29-45 verso por verso
Y sucedió que cuando pasó el mediodía, ellos seguían profetizando frenéticamente hasta la hora de ofrecer la ofrenda vegetal, y no había voz ni quien respondiera ni escuchara.
Entonces Elías dijo a todo el pueblo: — ¡Acérquense a mí! Todo el pueblo se acercó a él. Luego él reparó el altar del SEÑOR que estaba arruinado.
Elías tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien le vino palabra del SEÑOR diciendo: “Israel será tu nombre”.
Y edificó con las piedras un altar en el nombre del SEÑOR. Después hizo una zanja alrededor del altar, en la cual pudieran caber quince litros de agua.
Luego arregló la leña, cortó el toro en pedazos y los puso sobre la leña.
Entonces dijo: — Llenen cuatro cántaros de agua y derrámenla sobre el holocausto y sobre la leña. Luego dijo: — Háganlo por segunda vez. Y lo hicieron por segunda vez. Dijo aún: — Háganlo por tercera vez. Y lo hicieron por tercera vez,
de modo que el agua corría alrededor del altar y llenó también la zanja.
Cuando llegó la hora de presentar la ofrenda vegetal, se acercó el profeta Elías y dijo: — ¡Oh SEÑOR, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; y que por tu palabra he hecho todas estas cosas!
Respóndeme, oh SEÑOR; respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, oh SEÑOR, eres Dios, y que tú haces volver el corazón de ellos.
Entonces cayó fuego del SEÑOR, que consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo; y lamió el agua que estaba en la zanja.
Al verlo toda la gente, se postraron sobre sus rostros y dijeron: — ¡El SEÑOR es Dios! ¡El SEÑOR es Dios!
Entonces Elías les dijo: — ¡Prendan a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno de ellos! Los prendieron, y Elías los hizo descender al arroyo de Quisón, y allí los degolló.
Entonces Elías dijo a Acab: — Sube, come y bebe; porque se oye el ruido de una fuerte lluvia.
Acab subió para comer y beber. Entonces Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra puso su rostro entre sus rodillas.
Luego dijo a su criado: — Sube, por favor, y mira hacia el mar. Él subió, miró y dijo: — No hay nada. Él le volvió a decir: — Vuelve siete veces.
A la séptima vez dijo: — He aquí, veo una pequeña nube, como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Entonces él dijo: — Ve y di a Acab: “Unce tu carro y desciende, no sea que te detenga la lluvia”.
Y aconteció que mientras tanto los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y cayó una fuerte lluvia. Acab subió al carro y fue a Jezreel;