Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Reyes 20:1-11 verso por verso
Entonces Ben-hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército. Estaban con él treinta y dos reyes, con caballos y carros. Luego subió, sitió Samaria y combatió contra ella.
Después envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciendo:
“Así ha dicho Ben-hadad: ‘Tu plata y tu oro son míos; tus mujeres y los mejores de tus hijos son míos’”.
El rey de Israel respondió diciendo: “Como tú dices, oh mi señor el rey, yo soy tuyo con todo lo que tengo”.
Volvieron otra vez los mensajeros y dijeron: “Así dice Ben-hadad: ‘Por cierto, te envié a decir que me dieras tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.
Mañana a estas horas te enviaré mis servidores, los cuales registrarán tu casa y las casas de tus servidores. Y sucederá que tomarán con sus manos y se llevarán todo lo precioso que tengas’”.
El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país y les dijo: — Sepan, pues, y vean cómo este no busca sino el mal; porque ha enviado por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y mi oro; y yo no se lo he negado.
Y todos los ancianos y todo el pueblo respondieron: — No lo escuches ni accedas.
Entonces Acab respondió a los mensajeros de Ben-hadad: — Díganle a mi señor el rey: “Haré todo lo que enviaste a exigir a tu siervo al principio, pero esto no lo puedo hacer”. Los mensajeros fueron y le dieron la respuesta,
y Ben-hadad envió a decirle: “Así me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria basta para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue”.
El rey de Israel respondió y dijo: “Díganle: ‘No se jacte tanto el que se ciñe como el que se desciñe’”.