Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Reyes 20:23-43 verso por verso
Los servidores del rey de Siria le dijeron: — Sus dioses son dioses de las montañas; por eso fueron más fuertes que nosotros. Pero si combatimos contra ellos en la llanura, sin duda seremos más fuertes que ellos.
Haz, pues, así: Saca a cada uno de los reyes de su puesto, y pon gobernadores en su lugar.
Y tú, organiza otro ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo y carro por carro. Luego combatiremos contra ellos en la llanura, y sin duda seremos más fuertes que ellos. Él les prestó atención, y lo hizo así.
Y aconteció, al año siguiente, que Ben-hadad pasó revista a los sirios y fue a Afec para combatir contra Israel.
También se pasó revista a los hijos de Israel, y tomando provisiones les salieron al encuentro. Los hijos de Israel acamparon frente a ellos y eran como dos pequeños rebaños de cabras, mientras que los sirios llenaban el campo.
Entonces el hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le habló diciendo: — Así ha dicho el SEÑOR: “Porque los sirios han dicho: ‘El SEÑOR es un dios de las montañas; no es un dios de los valles’, yo entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, para que reconozcas que yo soy el SEÑOR”.
Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros. Y sucedió que al séptimo día se dio la batalla. Entonces los hijos de Israel mataron en un día a cien mil hombres de infantería de los sirios.
Los demás huyeron a la ciudad de Afec, pero el muro cayó encima de veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-hadad fue huyendo a la ciudad y se escondía de cuarto en cuarto.
Sus servidores dijeron a Ben-hadad: — He aquí, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes. Pongamos, pues, cilicio sobre nuestras espaldas y sogas a nuestros cuellos, y salgamos al rey de Israel; quizás nos perdone la vida.
Entonces se ciñeron sus lomos con cilicio y pusieron sogas a sus cuellos, y fueron al rey de Israel y dijeron: — Tu siervo Ben-hadad dice: “Por favor, perdóname la vida”. Y él respondió: — ¿Todavía vive? ¡Es mi hermano!
Aquellos hombres tomaron esto como buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo: — ¡Tu hermano es Ben-hadad! Él dijo: — Vayan y tráiganlo. Ben-hadad se presentó ante Acab, quien lo hizo subir en su carro.
Luego le dijo Ben-hadad: — Yo restituiré las ciudades que mi padre tomó a tu padre. Tú también podrás establecer centros comerciales en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. — Entonces con este convenio yo te dejaré ir libre. Hizo, pues, un convenio con él y lo dejó ir.
Entonces un hombre de los hijos de los profetas dijo a su compañero, por mandato del SEÑOR: — ¡Golpéame, por favor! Pero el hombre rehusó golpearlo.
Y él le dijo: — Porque no has obedecido la voz del SEÑOR, he aquí que cuando te apartes de mí, te matará un león. Cuando se apartó de él, lo encontró un león y lo mató.
Luego se encontró con otro hombre y le dijo: — ¡Golpéame, por favor! El hombre le dio un golpe y le ocasionó una herida.
Entonces el profeta se fue y se puso de pie delante del rey en el camino, disfrazándose con una venda sobre los ojos.
Sucedió que cuando el rey pasaba, aquel gritó al rey y dijo: — ¡Tu siervo estuvo en medio de la batalla, y he aquí que uno se apartó trayéndome a un hombre y me dijo: “Guarda a este hombre, porque si llega a escapar, tu vida responderá por la suya o pagarás treinta y tres kilos de plata”.
Pero sucedió que mientras tu siervo estaba ocupado en una y otra cosa, él desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: — ¡Esa será tu sentencia! ¡Tú mismo la has pronunciado!
Entonces se quitó apresuradamente la venda de sus ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas.
Y este dijo al rey: — Así ha dicho el SEÑOR: “¡Por cuanto soltaste de la mano al hombre que yo había designado como anatema, tu vida responderá por la suya, y tu pueblo por el suyo!”.
El rey de Israel se fue a su casa decaído y enfadado, y llegó a Samaria.