Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Reyes 22:1-38 verso por verso
Tres años pasaron sin que hubiera guerra entre Siria e Israel.
Y aconteció al tercer año que Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel.
Entonces el rey de Israel dijo a sus servidores: — ¿Saben que Ramot de Galaad nos pertenece? ¡Y nosotros no hemos hecho nada para tomarla de mano del rey de Siria!
Luego preguntó a Josafat: — ¿Irás conmigo a la guerra a Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: — Yo soy como eres tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos.
Además, Josafat dijo al rey de Israel: — Por favor, consulta hoy la palabra del SEÑOR.
Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les preguntó: — ¿Iré a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré? Ellos respondieron: — Sube, porque el Señor la entregará en mano del rey.
Entonces preguntó Josafat: — ¿No hay aquí todavía algún profeta del SEÑOR, para que consultemos por medio de él?
El rey de Israel respondió a Josafat: — Todavía hay un hombre por medio del cual podríamos consultar al SEÑOR; pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Micaías hijo de Imla. Josafat respondió: — No hable así el rey.
Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: — Trae pronto a Micaías hijo de Imla.
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados, cada uno en su trono, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos.
Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro y decía: — Así ha dicho el SEÑOR: “¡Con estos embestirás a los sirios, hasta acabar con ellos!”.
Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: — Sube a Ramot de Galaad y triunfa, porque el SEÑOR la entregará en mano del rey.
El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló diciendo: — He aquí, las palabras de los profetas unánimamente anuncian el bien al rey. Sea, pues, tu palabra como la de uno de ellos, y anuncia el bien.
Pero Micaías respondió: — ¡Vive el SEÑOR, que lo que el SEÑOR me diga, eso hablaré!
Llegó al rey, y el rey le preguntó: — Micaías, ¿iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiremos? Él respondió: — Sube y triunfa, porque el SEÑOR la entregará en mano del rey.
El rey le dijo: — ¿Cuántas veces tengo que hacerte jurar que no me digas sino la verdad en el nombre del SEÑOR?
Entonces respondió: — He visto a todo Israel dispersado por los montes como ovejas que no tienen pastor. Y el SEÑOR dijo: “Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz”.
Entonces el rey de Israel dijo a Josafat: — ¿No te dije que no profetizaría acerca de mí el bien, sino el mal?
Luego dijo Micaías: — Escucha, pues, la palabra del SEÑOR: Yo he visto al SEÑOR sentado en su trono; y todo el ejército de los cielos estaba de pie junto a él, a su derecha y a su izquierda.
Entonces el SEÑOR preguntó: “¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?”. Y uno respondía de una manera, y otro respondía de otra manera.
Entonces salió un espíritu, se puso delante del SEÑOR y dijo: “Yo lo induciré”. El SEÑOR le preguntó: “¿De qué manera?”.
Y él le respondió: “Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas”. Y el SEÑOR dijo: “Tú lo inducirás, y también prevalecerás. Sal y hazlo así”.
Ahora pues, he aquí que el SEÑOR ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos tus profetas, porque el SEÑOR ha decretado el mal con respecto a ti.
Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciéndole: — ¿Por qué camino se apartó de mí el Espíritu del SEÑOR, para hablarte a ti?
Y Micaías respondió: — ¡He aquí, tú lo verás aquel día, cuando te metas de cuarto en cuarto para esconderte!
Entonces dijo el rey de Israel: — Toma a Micaías y hazlo volver a Amón, alcalde de la ciudad, y a Joás, hijo del rey.
Y di: “El rey ha dicho así: ‘Pongan a este en la cárcel y manténganlo con una escasa ración de pan y de agua, hasta que yo llegue en paz’”.
Y Micaías dijo: — Si logras volver en paz, el SEÑOR no ha hablado por medio de mí. — Y añadió — : ¡Óiganlo, pueblos todos!
El rey de Israel subió con Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad.
El rey de Israel dijo a Josafat: — Yo me disfrazaré y entraré en la batalla; pero tú, vístete con tus vestiduras. Entonces el rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla.
Ahora bien, el rey de Siria había mandado a sus treinta y dos jefes de los carros que tenía, diciendo: “No luchen contra chico ni contra grande, sino solo contra el rey de Israel”.
Y sucedió que cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: — ¡Ciertamente este es el rey de Israel! Entonces se dirigieron hacia él para atacarlo pero Josafat gritó.
Y sucedió que al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él.
Entonces un hombre tiró con su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura y la coraza. Y él dijo al que guiaba su carro: — ¡Da la vuelta y sácame de la batalla, porque he sido herido!
La batalla arreció aquel día, y el rey fue sostenido en pie en el carro, frente a los sirios. Y murió al atardecer. La sangre de la herida corría hasta el fondo del carro.
A la puesta del sol salió una proclama por todo el campamento, diciendo: — ¡Cada uno a su ciudad! ¡Cada uno a su tierra!
Murió, pues, el rey y fue llevado a Samaria; luego sepultaron al rey en Samaria.
Lavaron el carro junto al estanque de Samaria (donde las prostitutas se lavaban), mientras los perros lamían su sangre, conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado.