Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Reyes 8:33-66 verso por verso
“Cuando tu pueblo Israel sea derrotado delante del enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelvan a ti y confiesen tu nombre, y oren y te supliquen en este templo,
entonces escucha tú en los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel y hazlos volver a la tierra que diste a sus padres.
“Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia, por haber ellos pecado contra ti; si oran hacia este lugar, confiesan tu nombre y se vuelven de su pecado cuando los aflijas,
entonces escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel. Sí, enséñales el buen camino por el que deben andar y dales lluvia sobre tu tierra, la cual has dado a tu pueblo por heredad.
“Cuando en la tierra haya hambre; cuando haya peste; cuando haya tizón, hongo, langosta o pulgón, o cuando su enemigo lo asedie en la tierra de sus ciudades (cualquiera que sea la plaga o la enfermedad),
cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel (cada uno reconociendo la plaga de su corazón y extendiendo sus manos hacia este templo),
entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada, perdona y actúa. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque solo tú conoces el corazón de todo hombre);
a fin de que te teman todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que tú has dado a nuestros padres.
“Asimismo, cuando el extranjero que no sea de tu pueblo Israel venga de una tierra lejana a causa de tu nombre
(porque oirán de tu gran nombre, de tu poderosa mano y de tu brazo extendido), y venga a orar a este templo,
entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada. Haz conforme a todo aquello por lo cual el extranjero clame a ti, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman como tu pueblo Israel y sepan que este templo que he edificado es llamado por tu nombre.
“Si tu pueblo sale a la batalla contra su enemigo por el camino que los envíes, y ellos oran al SEÑOR en dirección a la ciudad que tú has elegido y a la casa que he edificado a tu nombre,
entonces escucha en los cielos su oración y su plegaria, y ampara su causa.
“Si pecan contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojas contra ellos y los entregas ante el enemigo, y estos los llevan como cautivos suyos a la tierra del enemigo, lejana o cercana;
si ellos vuelven en sí en la tierra a donde hayan sido llevados cautivos, y se vuelven y te suplican en la tierra de los que los llevaron cautivos, diciendo: ‘Hemos pecado; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente’;
si en la tierra de sus enemigos, a donde los hayan llevado cautivos, ellos se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, y oran a ti en dirección a la tierra que diste a sus padres, a la ciudad que has elegido y al templo que he edificado a tu nombre,
entonces escucha en los cielos, el lugar de tu morada, su oración y su plegaria, y ampara su causa.
Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti, y todas las transgresiones que han cometido contra ti, y hazlos objeto de misericordia ante los que los han llevado cautivos, para que tengan misericordia de ellos.
Porque ellos son tu pueblo y tu heredad que sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro.
“Estén abiertos tus ojos a la plegaria de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo Israel para escucharlos en todo aquello que te invoquen.
Porque tú, oh SEÑOR, los has separado para ti como tu heredad de entre todos los pueblos de la tierra, como lo dijiste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto”.
Y sucedió que cuando Salomón terminó de hacer toda esta oración y plegaria al SEÑOR, se levantó de estar de rodillas delante del altar del SEÑOR, con sus manos extendidas al cielo.
Entonces se puso de pie y bendijo en alta voz a toda la congregación de Israel, diciendo:
“¡Bendito sea el SEÑOR, que ha dado descanso a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había prometido! No ha fallado ninguna palabra de todas sus buenas promesas que expresó por medio de su siervo Moisés.
El SEÑOR nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros padres; no nos desampare ni nos deje.
Incline él nuestro corazón hacia sí, para que andemos en todos sus caminos y guardemos sus mandamientos, sus leyes y sus decretos, que mandó a nuestros padres.
Que estas palabras mías, con que he suplicado delante del SEÑOR, estén cerca del SEÑOR nuestro Dios, de día y de noche, para que él ampare la causa de su siervo y la de su pueblo Israel, según la necesidad de cada día;
a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan que el SEÑOR es Dios y que no hay otro.
Sea, pues, íntegro el corazón de ustedes para con el SEÑOR nuestro Dios, a fin de andar en sus leyes y guardar sus mandamientos, como en este día”.
Entonces el rey y todo Israel con él ofrecieron sacrificios delante del SEÑOR.
Salomón ofreció al SEÑOR, como sacrificios de paz, veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas. Así el rey y todos los hijos de Israel dedicaron la casa del SEÑOR.
Aquel mismo día el rey consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa del SEÑOR, pues allí ofreció los holocaustos, las ofrendas vegetales y el sebo de los sacrificios de paz. Porque el altar de bronce que estaba delante del SEÑOR era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas vegetales y el sebo de los sacrificios de paz.
En aquella ocasión Salomón y todo Israel con él, una gran congregación desde Lebo-hamat hasta el arroyo de Egipto, hicieron fiesta delante del SEÑOR nuestro Dios durante siete días, y otros siete días más, es decir, durante catorce días.
Al octavo día despidió al pueblo. Ellos bendijeron al rey y se fueron a sus moradas, alegres y con el corazón gozoso por toda la bondad que el SEÑOR había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel.