Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 1:3-23 verso por verso
Aquel hombre subía año tras año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al SEÑOR de los Ejércitos en Silo. Allí estaban los dos hijos de Elí: Ofni y Fineas, sacerdotes del SEÑOR.
Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas.
Y aunque a Ana le daba una sola porción, él la amaba, a pesar de que el SEÑOR había cerrado su matriz.
Pero su rival la irritaba continuamente para humillarla, porque el SEÑOR había cerrado su matriz.
Así hacía cada año, cuando subía a la casa del SEÑOR; ella la irritaba, por lo cual Ana lloraba y no comía.
Y Elcana su marido le dijo: — Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué está afligido tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?
Después de haber comido y bebido en Silo, Ana se levantó; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto al poste de la puerta del templo del SEÑOR,
ella oró al SEÑOR con amargura de alma y lloró mucho.
E hizo un voto diciendo: — Oh SEÑOR de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré al SEÑOR por todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
Sucedió que mientras ella oraba largamente delante del SEÑOR, Elí observaba la boca de ella.
Ana hablaba en su corazón; solo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí creyó que ella estaba ebria.
Y le preguntó Elí: — ¿Hasta cuándo vas a estar ebria? ¡Aparta de ti el vino!
Ana respondió y dijo: — No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu. No he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante del SEÑOR.
No pienses que tu sierva es una mujer impía. Es por mi gran congoja y por mi aflicción que he hablado hasta ahora.
Elí respondió y le dijo: — Ve en paz, y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho.
Ella dijo: — Que tu sierva halle gracia ante tus ojos. La mujer siguió su camino. Después comió y no estuvo más triste.
Se levantaron de madrugada y adoraron delante del SEÑOR. Y volviéndose, llegaron a su casa en Ramá. Elcana conoció a Ana su mujer, y el SEÑOR se acordó de ella.
Y sucedió que a su debido tiempo, Ana concibió y dio a luz un hijo. Y le puso por nombre Samuel, diciendo: “Porque se lo pedí al SEÑOR”.
Después aquel hombre, Elcana, subió con toda su familia, para ofrecer al SEÑOR el sacrificio anual y cumplir su voto.
Pero Ana no fue, sino que dijo a su marido: — Tan pronto como el niño sea destetado, lo llevaré para que sea presentado ante el SEÑOR y se quede allí para siempre.
Y Elcana su marido le respondió: — Haz lo que te parezca bien; quédate hasta que lo destetes. ¡Solo que el SEÑOR cumpla la palabra que sale de tu boca!. Así que la mujer se quedó y amamantó a su hijo hasta que lo destetó.