Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 13:5-30 verso por verso
También los filisteos se reunieron para combatir contra Israel, movilizando tres milcarros, seis mil jinetes y gente tan numerosa como la arena de la orilla del mar. Ellos subieron y acamparon en Micmas, al este de Bet-avén.
Cuando los hombres de Israel se vieron en aprietos, porque el pueblo fue puesto en apuros, se escondieron en cuevas, grietas, peñascos, fosas y cisternas.
Y algunos de los hebreos cruzaron el Jordán hacia la tierra de Gad y de Galaad.
Él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había señalado. Pero como Samuel no venía a Gilgal y el pueblo se le dispersaba,
Saúl dijo: — Tráiganme el holocausto y los sacrificios de paz. Él ofreció el holocausto.
Y sucedió que al acabar de ofrecer el holocausto, he aquí que venía Samuel. Saúl le salió al encuentro para saludarlo
y Samuel le preguntó: — ¿Qué has hecho? Saúl respondió: — Cuando vi que el pueblo se me dispersaba, que tú no venías en el plazo señalado y que los filisteos estaban reuniéndose en Micmas,
entonces pensé: “Los filisteos descenderán ahora a Gilgal contra mí, y yo no he implorado el favor de SEÑOR”. Por eso me vi forzado y ofrecí el holocausto.
Entonces Samuel dijo a Saúl: — Has actuado torpemente. No guardaste el mandamiento que el SEÑOR tu Dios te dio. ¡Pues ahora el SEÑOR hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre!
Pero ahora tu reino no será duradero. El SEÑOR se ha buscado un hombre según su corazón, a quien el SEÑOR ha designado como el soberano de su pueblo, porque tú no has guardado lo que el SEÑOR te mandó.
Entonces Samuel se levantó y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín.
Entonces Saúl, su hijo Jonatán y la gente que se hallaba con ellos se quedaron en Gabaa de Benjamín. Los filisteos habían acampado en Micmas,
y de su campamento salieron los destructores en tres escuadrones. Un escuadrón se dirigió por el camino de Ofra hacia la tierra de Sual.
Otro escuadrón se dirigió hacia Bet-jorón, y el tercer escuadrón se dirigió hacia la región que mira al valle de Zeboím, hacia el desierto.
En toda la tierra de Israel no había un solo herrero, porque los filisteos habían dicho: “No sea que los hebreos se hagan espadas o lanzas”.
Todos los israelitas iban a los filisteos para afilar cada uno su reja de arado, su azadón, su hacha o su hoz.
El afilado costaba siete gramos de plata, tanto para las rejas de arado, como para los azadones, los tridentes, las hachas o para afinar las aguijadas.
Sucedió, pues, que en el día de la batalla no había ni una espada ni una lanza en poder de ninguno de los que estaban con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y su hijo Jonatán, que sí las tenían.
Después el destacamento de los filisteos se dirigió al paso de Micmas.