Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 15:1-28 verso por verso
Samuel dijo a Saúl: — El SEÑOR me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha, pues, ahora las palabras del SEÑOR.
Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: “Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, porque se le opuso en el camino cuando subía de Egipto.
Ve ahora y ataca a Amalec; destruye completamente todo lo que le pertenece. No le tengas compasión; mata a hombres y mujeres, a niños y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos”.
Saúl convocó a la gente y les pasó revista en Telaim: doscientos mil de infantería más diez mil hombres de Judá.
Saúl fue a la ciudad de Amalec y puso una emboscada en el arroyo.
Entonces Saúl dijo a los queneos: — Váyanse, apártense y salgan de en medio de los amalequitas, no sea que yo los destruya juntamente con ellos; porque ustedes tuvieron misericordia de todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Entonces los queneos se apartaron de en medio de los amalequitas.
Y Saúl derrotó a los amalequitas desde Havila hasta las inmediaciones de Shur, al este de Egipto.
Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y destruyó a filo de espada a todo el pueblo.
Sin embargo, Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag, a lo mejor de las ovejas y de las vacas, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, lo cual no quisieron destruir. Pero destruyeron todo lo despreciable y sin valor.
Entonces el SEÑOR habló a Samuel diciendo:
— Me pesa haber puesto a Saúl como rey, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras. Samuel se apesadumbró y clamó al SEÑOR toda aquella noche.
Samuel madrugó para ir a encontrarse con Saúl por la mañana, y le avisaron a Samuel diciendo: — Saúl se fue a Carmel, y he aquí que se erigió un monumento. Cuando volvió, prosiguió y descendió a Gilgal.
Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: — ¡El SEÑOR te bendiga! He cumplido la palabra del SEÑOR.
Samuel preguntó: — Entonces, ¿qué es ese balido de ovejas en mis oídos y el mugido de vacas que oigo?
Saúl respondió: — Las han traído de Amalec. El pueblo perdonó la vida a lo mejor de las ovejas y de las vacas, para ofrecerlas en sacrificio al SEÑOR tu Dios. Pero lo demás lo destruimos.
Entonces Samuel dijo a Saúl: — Déjame declararte lo que el SEÑOR me dijo anoche: Saúl le dijo: — Decláralo.
Samuel dijo: — Aunque eras insignificante ante tus propios ojos, ¿no fuiste hecho cabeza de las tribus de Israel? ¿No te ha ungido el SEÑOR como rey sobre Israel?
El SEÑOR te ha encomendado una misión y te ha dicho: “Ve y destruye completamente a esos pecadores de Amalec. Hazles la guerra hasta que los extermines”.
¿Por qué, pues, no has obedecido la voz del SEÑOR? ¿Por qué te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR?
Saúl respondió a Samuel: — He obedecido la voz del SEÑOR y fui a la misión que el SEÑOR me encomendó. He traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido completamente a los amalequitas.
Pero el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor del anatema, para sacrificarlas al SEÑOR tu Dios en Gilgal.
Entonces Samuel preguntó: — ¿Se complace tanto el SEÑOR en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra del SEÑOR sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros.
Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra del SEÑOR, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey.
Entonces Saúl dijo a Samuel: — Yo he pecado; porque he quebrantado el mandamiento del SEÑOR y tus palabras, temiendo al pueblo y accediendo a su voz. Perdona, pues, mi pecado,
y vuelve conmigo para que yo adore al SEÑOR.
Pero Samuel respondió a Saúl: — No volveré contigo, porque has desechado la palabra del SEÑOR, y el SEÑOR te ha desechado a ti, para que no seas rey sobre Israel.
Cuando Samuel se volvió para irse, Saúl se agarró del extremo de su manto, el cual se rasgó.
Samuel le dijo: — El SEÑOR ha rasgado hoy de ti el reino de Israel y lo ha dado a tu prójimo, que es mejor que tú.