Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 17:30-58 verso por verso
Se apartó de él hacia otro y preguntó lo mismo. Y la gente le respondió igual que antes.
Las palabras que David había dicho fueron oídas y le fueron referidas a Saúl, quien lo hizo venir.
Y David dijo a Saúl: — No desmaye el corazón de nadie a causa de él. Tu siervo irá y luchará contra ese filisteo.
Saúl dijo a David: — Tú no podrás ir contra ese filisteo para luchar contra él; porque tú eres un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud.
David respondió a Saúl: — Tu siervo ha sido pastor de las ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del rebaño,
yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba.
Fuera león o fuera oso, tu siervo lo mataba. Ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente.
— Y David añadió — : ¡El SEÑOR, quien me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él me librará de la mano de ese filisteo! Y Saúl dijo a David: — ¡Ve, y que el SEÑOR sea contigo!
Saúl vistió a David con su propia armadura. Le puso un casco de bronce sobre su cabeza y lo vistió con una cota de malla.
Luego David se ciñó la espada de él sobre su ropa e intentó andar, porque no estaba acostumbrado. Entonces David dijo a Saúl: — Yo no puedo andar con esto, porque no estoy acostumbrado. David se quitó de encima aquellas cosas.
Entonces tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue hacia el filisteo.
El filisteo venía acercándose a David, precedido de su escudero.
Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de hermoso semblante.
Y el filisteo preguntó a David: — ¿Acaso soy yo un perro para que vengas contra mí con palos? El filisteo maldijo a David por sus dioses.
También el filisteo dijo a David: — ¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo!
Entonces David dijo al filisteo: — Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.
El SEÑOR te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel!
También todos estos congregados sabrán que el SEÑOR no libra con espada ni con lanza. ¡Del SEÑOR es la batalla! ¡Y él te entregará en nuestra mano!
Aconteció que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David, este se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo.
Entonces David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y este cayó de bruces en tierra.
Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su mano.
Entonces David corrió, se puso sobre el filisteo, y tomando la espada de este, la sacó de su vaina y lo mató cortándole la cabeza con ella. Cuando los filisteos vieron muerto a su héroe, huyeron.
Entonces los hombres de Israel y de Judá se levantaron gritando, y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat, y hasta las puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos yacían por el camino de Saraim hasta Gat y Ecrón.
Cuando los hijos de Israel volvieron de perseguir a los filisteos, les saquearon su campamento.
Luego David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero puso sus armas en su morada.
Cuando Saúl vio a David que salía para encontrarse con el filisteo, preguntó a Abner, el jefe del ejército: — Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Abner respondió:
— ¡Vive tu alma, oh rey, que no lo sé! El rey dijo: — Pregunta, pues, de quién es hijo ese joven.
Cuando David volvía de matar al filisteo, teniendo la cabeza del filisteo en su mano, Abner lo tomó y lo llevó a Saúl.
Saúl le preguntó: — Joven, ¿de quién eres hijo? David respondió: — Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén.