Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 25:14-38 verso por verso
Pero uno de los criados avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo: — He aquí que David envió unos mensajeros desde el desierto para que saludaran a nuestro amo, y él los ha despreciado,
a pesar de que esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos han hecho daño ni nos ha faltado nada mientras hemos andado con ellos cuando estábamos en el campo.
Nos han servido como muro de día y de noche, todos los días que hemos estado apacentando las ovejas entre ellos.
Ahora pues, mira y reconoce lo que has de hacer, porque el mal está decidido contra nuestro amo y contra toda su casa, pues él es un hombre de tan mal carácter que no hay quien pueda hablarle.
Entonces Abigaíl se apresuró y tomó doscientos panes, dos tinajas de vino, cinco ovejas ya preparadas, cuarenta kilos de grano tostado, cien tortas de pasas y doscientos panes de higos secos, y los cargó sobre unos asnos.
Luego dijo a sus criados: — Vayan delante de mí, y he aquí que yo voy tras ustedes. Pero nada reveló a su marido Nabal.
Y sucedió que cuando ella, montada sobre un asno, descendía por la parte opuesta de la colina, he aquí que David y sus hombres venían en dirección contraria. Y ella fue a encontrarlos.
David había dicho:“Ciertamente en vano he guardado todo lo que este tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto le pertenece. Él me ha devuelto mal por bien.
¡Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, si antes de la mañana dejo vivo a un solo hombre de todos los que le pertenecen!”.
Cuando Abigaíl vio a David, se apresuró y bajó del asno; y cayendo delante de David sobre su rostro, se postró en tierra.
Se echó a sus pies y le dijo: — ¡Señor mío, sea la culpa sobre mí!. Pero permite que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva.
Por favor, no haga caso mi señor de este hombre de mal carácter, Nabal. Porque como su nombre, así es él: Su nombre es Nabal, y la insensatez está con él. Pero yo, tu sierva, no vi a los jóvenes de mi señor, a los cuales enviaste.
Ahora pues, señor mío, vive el SEÑOR y vive tu alma, que el SEÑOR ha impedido que llegaras a derramar sangre y a vengarte por tu propia mano. Ahora, sean como Nabal tus enemigos y los que procuran el mal contra mi señor.
Pero ahora, dese a los jóvenes que siguen a mi señor este regalo que tu sierva ha traído a mi señor.
Te ruego que perdones la ofensa de tu sierva, pues de cierto el SEÑOR edificará una casa firme a mi señor, porque mi señor está dirigiendo las batallas del SEÑOR. Que no sea hallado mal en ti en toda tu vida.
Aunque alguien se levante para perseguirte y atentar contra tu vida, de todos modos la vida de mi señor estará incluida en la bolsa de los que viven con el SEÑOR tu Dios. Y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio del hueco de una honda.
Acontecerá que cuando el SEÑOR haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti y te haya designado como soberano de Israel,
entonces, señor mío, no será para ti motivo de remordimiento ni estorbo para la conciencia el haber derramado sangre en vano ni el que mi señor se haya vengado por sí mismo. Y cuando el SEÑOR haga el bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.
David dijo a Abigaíl: — ¡Bendito sea el SEÑOR Dios de Israel, que te envió hoy a mi encuentro!
Bendito sea tu buen juicio, y bendita seas tú, que hoy me has impedido ir a derramar sangre y a vengarme por mi propia mano.
No obstante, vive el SEÑOR Dios de Israel que me ha impedido hacerte daño; pues si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, antes del amanecer no le habría quedado a Nabal ni un solo hombre con vida.
David recibió de su mano lo que ella le había traído y le dijo: — Vuelve a tu casa en paz. Mira que he escuchado tu voz y que te he tratado con respeto.
Abigaíl regresó a Nabal. Y he aquí que él tenía un banquete en su casa, como el banquete de un rey, y el corazón de Nabal estaba eufórico. Él estaba muy ebrio, por lo cual ella no le reveló nada del asunto hasta el día siguiente.
Pero por la mañana, cuando a Nabal se le había pasado el efecto del vino, su mujer le contó estas cosas. Entonces se le paralizó el corazón, y se quedó como una piedra.
Y sucedió, después de unos diez días, que el SEÑOR hirió a Nabal, y él murió.