Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 26:6-20 verso por verso
David preguntó a Ajimelec el heteo y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo: — ¿Quién descenderá conmigo al campamento, a Saúl? Y Abisai dijo: — Yo descenderé contigo.
Entonces David y Abisai fueron de noche a la gente de guerra, y he aquí que Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento, con su lanza clavada en la tierra, a su cabecera. Abner y el pueblo estaban acostados alrededor de él.
Entonces Abisai dijo a David: — ¡Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano! Ahora pues, déjame que lo hiera con la lanza. Lo clavaré en la tierra de un solo golpe, y no tendré que darle un segundo.
David respondió a Abisai: — No lo mates, porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido del SEÑOR y quedará sin culpa?
— Dijo además David — : Vive el SEÑOR, que el SEÑOR mismo lo herirá; o le llegará su día, y morirá; o irá a la guerra, y perecerá.
Pero el SEÑOR me libre de extender mi mano contra el ungido del SEÑOR. Ahora pues, por favor, toma la lanza que está a su cabecera y la cantimplora de agua, y vámonos.
David tomó la lanza y la cantimplora de agua de la cabecera de Saúl, y ellos se fueron. No hubo nadie que viera ni nadie que se diera cuenta ni nadie que se despertara. Todos dormían, porque había caído sobre ellos un profundo sueño de parte del SEÑOR. z
David pasó al otro lado y se detuvo a lo lejos, sobre la cumbre de la colina. Había una considerable distancia entre ellos.
Y David gritó al pueblo y a Abner hijo de Ner, diciendo: — ¿No respondes, Abner? Abner respondió y dijo: — ¿Quién eres tú, que gritas al rey?
David preguntó a Abner: — ¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has protegido al rey, tu señor? Porque uno del pueblo entró para destruir al rey, tu señor.
Esto que has hecho no está bien. ¡Vive el SEÑOR, que son dignos de muerte, porque no han guardado a su señor, el ungido del SEÑOR! Ahora, mira dónde está la lanza del rey y la cantimplora de agua que estaba a su cabecera.
Saúl reconoció la voz de David y preguntó: — ¿No es esa tu voz, David, hijo mío? David respondió: — ¡Sí, es mi voz, oh mi señor el rey!
— Y añadió — : ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué maldad hay en mi mano?
Ahora, por favor, escuche mi señor el rey las palabras de su siervo. Si el SEÑOR te ha incitado contra mí, que él acepte una ofrenda. Pero si han sido hombres, sean ellos malditos delante del SEÑOR, porque hoy me han expulsado para que yo no tenga parte en la heredad del SEÑOR, diciendo: “¡Ve y sirve a otros dioses!”.
Ahora pues, no caiga mi sangre en tierra lejos de la presencia del SEÑOR, porque el rey de Israel ha salido para buscar una pulga, como quien persigue una perdiz por los montes.