Explicación, estudio y comentario bíblico de 1 Samuel 31:2-13 verso por verso
Los filisteos siguieron de cerca a Saúl y a sus hijos; y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.
La batalla arreció contra Saúl, y los hombres que tiran con el arco lo encontraron; y fue herido gravemente por los arqueros.
Entonces Saúl dijo a su escudero: “Saca tu espada y atraviésame con ella, no sea que vengan esos incircuncisos y me atraviesen, y hagan mofa de mí”. Pero su escudero no quiso, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella.
Al ver su escudero que Saúl estaba muerto, él también se dejó caer sobre su espada y murió junto con él.
Así murieron aquel día Saúl, sus tres hijos, su escudero y también todos sus hombres junto con él.
Y al ver los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle, y los del otro lado del Jordán, que los de Israel habían huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron las ciudades y huyeron. Entonces los filisteos fueron y habitaron en ellas.
Aconteció que al día siguiente, cuando los filisteos fueron para despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus tres hijos caídos en el monte Gilboa.
Ellos le cortaron la cabeza y lo despojaron de sus armas, y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos para dar la buena noticia en el templo de sus ídolos y al pueblo.
Después pusieron sus armas en el templo de Astarte, y clavaron su cadáver contra el muro de Bet-seán.
Cuando todos los habitantes de Jabes, en Galaad, oyeron lo que los filisteos habían hecho con Saúl,
todos los hombres valientes se levantaron, caminaron toda aquella noche y tomaron del muro de Bet-seán el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos. Cuando llegaron a Jabes, los incineraron allí.
Luego tomaron sus restos y los sepultaron debajo del tamarisco en Jabes, y ayunaron siete días.