Explicación, estudio y comentario bíblico de 2 Crónicas 12:5-14 verso por verso
Entonces el profeta Semaías fue a Roboam y a los gobernadores de Judá, que estaban reunidos en Jerusalén por causa de Sisac, y les dijo: — Así ha dicho el SEÑOR: “Ustedes me han abandonado; por tanto, yo también los he abandonado en mano de Sisac”.
Los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: — Justo es el SEÑOR.
Cuando el SEÑOR vio que se habían humillado, vino la palabra del SEÑOR a Semaías, diciendo: — Se han humillado; no los destruiré. Les daré alguna liberación, y mi ira no se derramará sobre Jerusalén por medio de Sisac.
No obstante, serán sus siervos, para que sepan distinguir entre servirme a mí y servir a los reinos de otras tierras.
Entonces Sisac, rey de Egipto, subió contra Jerusalén y tomó los tesoros de la casa del SEÑOR y los tesoros de la casa del rey; todo lo tomó. También tomó los escudos de oro que había hecho Salomón.
En lugar de ellos, el rey Roboam hizo escudos de bronce y los entregó a la custodia de los jefes de la escolta, que guardaban la entrada de la casa del rey.
Y sucedía que cuantas veces el rey entraba en la casa del SEÑOR, los de la escolta venían y los llevaban, y después los volvían a poner en la cámara de los de la escolta.
Como Roboam se había humillado, la ira del SEÑOR se apartó de él para no destruirlo del todo. Además, en Judá las cosas marchaban bien.
El rey Roboam se hizo fuerte en Jerusalén y reinó. Roboam tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el SEÑOR había elegido de entre todas las tribus de Israel para poner allí su nombre. El nombre de su madre era Naama la amonita.
Roboam hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar al SEÑOR.