Explicación, estudio y comentario bíblico de 2 Crónicas 24:1-23 verso por verso
Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre era Sibia, de Beerseba.
Joás hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, todo el tiempo del sacerdote Joyada.
Joyada tomó para el rey dos mujeres, y este engendró hijos e hijas.
Aconteció después de esto que Joás decidió reparar la casa del SEÑOR.
Entonces reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: — Recorran las ciudades de Judá y reúnan de todo Israel el dinero para reparar de año en año la casa de su Dios. Pongan diligencia en este asunto. Pero los levitas no pusieron diligencia.
Entonces el rey llamó a Joyada, el sumo sacerdote, y le dijo: — ¿Por qué no has requerido de los levitas que traigan de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del SEÑOR, y la congregación de Israel establecieron para el tabernáculo del testimonio?
Pues los hijos de la malvada Atalía habían arruinado la casa de Dios, y también habían empleado para los Baales todas las cosas sagradas de la casa del SEÑOR.
Entonces el rey dijo que hicieran un cofre, que pusieron fuera, junto a la puerta de la casa del SEÑOR.
Luego hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que trajeran al SEÑOR la contribución que Moisés, siervo de Dios, había establecido para Israel en el desierto.
Entonces se regocijaron todos los jefes y todo el pueblo, y traían sus contribuciones y las echaban en el cofre, hasta llenarlo.
Y sucedía que cuando llegaba el tiempo para llevar el cofre al oficial del rey por medio de los levitas, y cuando veían que había mucho dinero, el escriba del rey y el oficial del sumo sacerdote iban y vaciaban el cofre, y lo tomaban y lo volvían a poner en su lugar. Así lo hacían a diario, y recogían mucho dinero.
Luego el rey y Joyada lo entregaban a los que hacían la obra de reparación de la casa del SEÑOR. Así contrataban canteros y carpinteros para que restauraran la casa del SEÑOR; igualmente trabajadores en hierro y en bronce, para que repararan la casa del SEÑOR.
Los obreros trabajaban, y la obra de restauración progresó en sus manos. Restauraron la casa de Dios a su primer estado y la reforzaron.
Cuando acabaron, llevaron al rey y a Joyada lo que quedó del dinero, y con él hicieron utensilios para la casa del SEÑOR: utensilios para el servicio y para ofrecer holocaustos, cucharas y utensilios de oro y de plata. Continuamente ofrecían holocaustos en la casa del SEÑOR, todos los días de Joyada.
Entonces Joyada envejeció y murió lleno de años. Tenía ciento treinta años cuando murió,
y lo sepultaron en la Ciudad de David, junto con los reyes, porque había hecho bien en Israel para con Dios y su casa.
Después de la muerte de Joyada vinieron los jefes de Judá y se postraron ante el rey, y el rey los escuchó.
Entonces abandonaron la casa del SEÑOR, Dios de sus padres, y rindieron culto a los árboles rituales de Asera y a los ídolos. Y la ira de Dios vino contra Judá y contra Jerusalén, a causa de esta culpa suya.
Sin embargo, les envió profetas para que los hicieran volver al SEÑOR; y estos los amonestaron, pero ellos no escucharon.
Entonces el Espíritu de Dios invistió a Zacarías, hijo del sacerdote Joyada, quien se puso de pie donde estaba más alto que el pueblo y les dijo: — Así ha dicho Dios: “¿Por qué quebrantan los mandamientos del SEÑOR? No prosperarán; porque por haber abandonado al SEÑOR, él también los abandonará”.
Pero ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey lo apedrearon en el atrio de la casa del SEÑOR.
El rey Joás no se acordó de la bondad que Joyada, padre de Zacarías, había mostrado con él. Más bien, mató a su hijo, quien dijo al morir: “¡El SEÑOR lo vea y lo demande!”.
Aconteció que al año siguiente subió contra él el ejército de Siria. Vinieron a Judá y a Jerusalén, destruyeron de entre la población a todos los magistrados del pueblo y enviaron todo su botín al rey en Damasco.