Explicación, estudio y comentario bíblico de 2 Reyes 10:1-27 verso por verso
Acab tenía setenta hijos en Samaria. Y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de la ciudadc, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Acab, diciendo:
Ahora, cuando esta carta llegue a ustedes, puesto que tienen con ustedes a los hijos de su señor, y tienen con ustedes los carros, los caballos, una ciudad fortificada y las armas,
miren cuál es el mejor y más apto de los hijos de su señor, y pónganlo en el trono de su padre, y combatan por la casa de su señor.
Pero ellos tuvieron mucho temor y se dijeron: “He aquí que dos reyes no pudieron resistirlo; ¿cómo podremos resistir nosotros?”.
Entonces el administrador del palacio, el alcalde de la ciudad, los ancianos y los tutores enviaron a decir a Jehú: “Nosotros somos tus siervos y haremos todo lo que nos digas. No pondremos a ninguno como rey; haz lo que te parezca bien”.
Entonces les escribió una segunda carta diciendo: Si están de mi parte y obedecen mi voz, tomen las cabezas de los hijos varones de su señor y vengan a mí mañana a estas horas a Jezreel. Los hijos del rey, setenta hijos varones, estaban allí con los principales de la ciudad que los criaban.
Y sucedió que cuando les llegó la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta hijos varones. Luego pusieron sus cabezas en canastas y las enviaron a Jehú a Jezreel.
Entonces llegó el mensajero y le informó diciendo: — Han traído las cabezas de los hijos del rey. Y él dijo: — Pónganlas en dos montones a la entrada de la puerta de la ciudad, hasta mañana.
Cuando llegó la mañana, Jehú salió, se puso de pie y dijo a todo el pueblo: — Ustedes son inocentes. He aquí, yo soy el que ha conspirado contra mi señor y lo he matado. Pero, ¿quién ha matado a todos estos?
Sepan, por tanto, que de la palabra del SEÑOR, de lo que ha hablado el SEÑOR contra la casa de Acab, nada caerá a tierra; y que el SEÑOR ha hecho lo que había dicho por medio de su siervo Elías.
Así Jehú mató a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus principales, a sus amigos íntimos y a sus sacerdotes, hasta no dejarle ningún sobreviviente.
Jehú partió y se dirigió a Samaria, y en el camino llegó a Bet-equed de los pastores.
Y Jehú encontró allí a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: — ¿Quiénes son ustedes? Ellos respondieron: — Somos hermanos de Ocozías y hemos descendido para saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre.
Entonces él dijo: — ¡Préndanlos vivos! Y después que los prendieron vivos, degollaron junto al pozo de Bet-equed a cuarenta y dos hombres, sin dejar con vida a ninguno de ellos.
Jehú partió de allí y encontró a Jonadab hijo de Recab, que venía a su encuentro. Y después de saludarlo le preguntó: — ¿Es recto tu corazón, como mi corazón es recto con tu corazón? Jonadab respondió: — Sí, lo es. Entonces Jehú dijo: — Si lo es, ¡dame la mano! Y le dio la mano. Luego lo hizo subir con él al carro,
y dijo: — Ven conmigo y verás mi celo por el SEÑOR. Y lo hizo subir a su carro.
Entonces, cuando Jehú llegó a Samaria, mató a todos los de Acab que habían quedado allí, hasta exterminarlos, conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado a Elías.
Entonces Jehú reunió a todo el pueblo y les dijo: — Acab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá mucho.
Ahora pues, convóquenme a todos los profetas de Baal, a todos sus siervos y a todos sus sacerdotes, sin que falte ni uno; porque voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Cualquiera que falte no vivirá. Jehú hacía esto con astucia, para destruir a los que rendían culto a Baal.
Entonces dijo Jehú: — ¡Consagren una asamblea festiva para Baal! Y ellos la convocaron.
Entonces Jehú envió mensajeros por todo Israel, y todos los siervos de Baal llegaron, sin que nadie dejara de venir. Y entraron en el templo de Baal, el cual se llenó de extremo a extremo.
Entonces Jehú dijo al que estaba a cargo del vestuario: — Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. Y él sacó las vestimentas para ellos.
Luego entró Jehú con Jonadab hijo de Recab en el templo de Baal, y dijo a los siervos de Baal: — Busquen y vean que no haya aquí entre ustedes ninguno de los siervos del SEÑOR, sino solo los siervos de Baal.
Cuando entraron para ofrecer los sacrificios y los holocaustos, Jehú colocó afuera ochenta hombres diciéndoles: — ¡Cualquiera que deje escapar a alguno de los hombres que yo he puesto en sus manos, su vida responderá por la de él!
Y sucedió que cuando ellos acabaron de hacer el holocausto, Jehú dijo a los de su escolta y a los comandantes: — ¡Entren y mátenlos; que no salga ninguno! Los de la escolta y los comandantes los mataron a filo de espada y los echaron fuera. Avanzaron hasta el interior del templo de Baal,
sacaron el árbol ritual del templo de Baal y lo quemaron.
Destrozaron la piedra ritual de Baal, destrozaron el templo y lo convirtieron en letrina hasta el día de hoy.