Explicación, estudio y comentario bíblico de 2 Reyes 25:8-30 verso por verso
El séptimo día del mes quinto del año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, servidor del rey de Babilonia.
Incendió la casa del SEÑOR, la casa del rey y todas las casas de Jerusalén; incendió todo edificio grande.
Todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la guardia demolió los muros alrededor de Jerusalén.
Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo llevar cautivo al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la gente.
Sin embargo, el capitán de la guardia hizo quedar una parte de la gente más pobre de la tierra, como viñadores y labradores.
Los caldeos destrozaron las columnas de bronce que estaban en la casa del SEÑOR, así como las bases de las pilas móviles y la fuente de bronce que estaban en la casa del SEÑOR; y se llevaron el bronce a Babilonia.
También se llevaron las ollas, las palas, las despabiladeras, los cucharones y todos los utensilios de bronce con que servían.
El capitán de la guardia se llevó también los incensarios y los tazones para la aspersión, tanto los de oro como los de plata.
En cuanto a las dos columnas, la fuente y las bases de las pilas móviles que Salomón había hecho para la casa del SEÑOR, no hubo manera de pesar el bronce de todos estos objetos.
La altura de cada columna era de ocho metros. Encima tenían un capitel de bronce de un metro y medio de alto y alrededor, sobre el capitel, había una red y granadas, todo de bronce. La segunda columna tenía una labor igual, con la red.
El capitán de la guardia tomó también a Seraías, el sacerdote principal; a Sofonías, el segundo sacerdote; y a tres guardias de la puerta.
Y de la ciudad tomó a un funcionario que estaba encargado de los hombres de guerra; a cinco hombres de los más íntimos del rey que se hallaban en la ciudad y al escriba principal de la milicia, quien reclutaba al pueblo de la tierra, y a sesenta hombres del pueblo de la tierra que se hallaban en la ciudad.
Nabuzaradán, capitán de la guardia, los tomó y los llevó ante el rey de Babilonia, en Ribla.
El rey de Babilonia los hirió y los mató en Ribla, en la tierra de Hamat. Así fue llevado cautivo Judá lejos de su tierra.
Sobre la gente que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dejado en la tierra de Judá, el rey puso a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán.
Todos los jefes de los soldados, ellos y sus hombres (Ismael hijo de Netanías, Johanán hijo de Carea, Seraías hijo de Tanjumet, de Netofa, y Jazanías hijo de cierto hombre de Maaca) se enteraron de que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Gedalías. Ellos y sus hombres fueron a él en Mizpa.
Entonces Gedalías les juró a ellos y a sus hombres, diciéndoles: “No tengan temor a los servidores de los caldeos. Habiten en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y les irá bien”.
Pero aconteció en el mes séptimo que Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la descendencia real, fue con diez hombres, e hirieron y dieron muerte a Gedalías y a los judíos y caldeos que estaban con él en Mizpa.
Entonces todo el pueblo se levantó, desde el menor hasta el mayor, con los jefes de los soldados, y se fueron a Egipto, porque tenían temor a los caldeos.
Aconteció el veintisiete del mes duodécimo del año treinta y siete de la cautividad de Joaquín, rey de Judá, que Evil-merodac, rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, indultó a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel.
Habló con Joaquín amigablemente y puso su sitial más alto que los sitiales de los reyes que estaban con él en Babilonia.
Cambió su ropa de prisión, y Joaquín comía en la presencia del rey siempre, todos los días de su vida.
En cuanto a su ración, le fue dada una ración continua de parte del rey, cada cosa en su día, todos los días de su vida.