Explicación, estudio y comentario bíblico de 2 Samuel 16:1-14 verso por verso
Cuando David pasó un poco más allá de la cumbre del monte, he aquí que Siba, criado de Mefiboset, salió a recibirlo con un par de asnos aparejados, llevando doscientos panes, cien tortas de pasas, cien frutas de verano y una tinaja de vino.
El rey preguntó a Siba: — ¿Para qué traes esto? Siba respondió: — Los asnos son para que monte la familia del rey; los panes y la fruta, para que coman los jóvenes; y el vino es para que beban los que se cansen en el desierto.
El rey preguntó: — ¿Dónde está el hijo de tu señor? Siba respondió al rey: — He aquí que él se ha quedado en Jerusalén, porque ha dicho: “Hoy la casa de Israel me devolverá el reino de mi padre”.
Entonces el rey dijo a Siba: — ¡He aquí que es tuyo todo lo que pertenece a Mefiboset! Siba respondió: — Ante ti me postro; halle yo gracia ante tus ojos, oh mi señor el rey.
Al llegar el rey David a Bajurim, he aquí que salió de allí un hombre de la familia de la casa de Saúl, que se llamaba Simei hijo de Gera. Mientras salía, iba maldiciendo
y arrojando piedras a David y a todos los servidores del rey David; pero todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda.
Simei decía maldiciéndolo: — ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y hombre perverso!
El SEÑOR ha hecho recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, en cuyo lugar has reinado. Pero el SEÑOR ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón, y he aquí que estás en desgracia, porque eres un hombre sanguinario.
Entonces Abisai, hijo de Sarvia, preguntó al rey: — ¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? ¡Por favor, déjame pasar, y le cortaré la cabeza!
Pero el rey respondió: — ¿Qué tengo yo con ustedes, hijos de Sarvia? Que maldiga; porque si el SEÑOR le ha dicho: “Maldice a David”, ¿quién le dirá: “¿Por qué haces esto?”.
Entonces David dijo a Abisai y a todos sus servidores: — He aquí, mi hijo, que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida. ¡Cuánto más ahora uno de Benjamín! Déjenlo que maldiga, porque el SEÑOR se lo ha dicho.
Quizás el SEÑOR mirará mi aflicción, y me concederá el SEÑOR bienestar a cambio de sus maldiciones del día de hoy.
Mientras David y los suyos iban por el camino, Simei iba por la ladera del monte y paralelo a él, maldiciéndolo, arrojando piedras frente a él y esparciendo polvo.
El rey y todo el pueblo que estaba con él llegaron fatigados, y descansaron allí.