Explicación, estudio y comentario bíblico de 2 Timoteo 2:8-55 verso por verso
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, de la descendencia de David, conforme a mi evangelio.
Por él soporto sufrimientos hasta prisiones, como si fuera malhechor. ¡Pero la palabra de Dios no está presa!
Por tanto, todo lo sufro a favor de los escogidos para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús, con gloria eterna.
Fiel es esta palabra: Si morimos con él, también viviremos con él.
Si perseveramos, también reinaremos con él. Si lo negamos, él también nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Recuérdales esto, requiriéndoles delante de Dios que no contiendan sobre palabras, que para nada aprovecha sino que lleva a la ruina a los que oyen.
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.
Pero evita las profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.
Y la palabra de ellos carcomerá como gangrena. Entre ellos se cuentan Himeneo y Fileto,
quienes se extraviaron con respecto a la verdad sosteniendo que la resurrección ya ha ocurrido, y trastornaron la fe de algunos.
A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos y “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor”.
Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata sino también de madera y de barro. Además, unos tienen fines especiales y otros tienen fines comunes.
Así que, si alguno se limpia de estas cosas será un vaso para honra, consagrado y útil para el Señor, preparado para toda buena obra.
Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor.
Pero evita las discusiones necias e ignorantes sabiendo que engendran contiendas.
Pues el siervo del Señor no debe ser contencioso sino amable para con todos, apto para enseñar y sufrido;
corrigiendo con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para comprender la verdad
y se escapen de la trampa del diablo, quien los tiene cautivos a su voluntad.