Explicación, estudio y comentario bíblico de Abdías 1:1-14 verso por verso
La visión de Abdías: Así ha dicho el SEÑOR Dios acerca de Edom (hemos escuchado de parte del SEÑOR la noticia de que ha sido enviado un mensajero a las naciones diciendo: “¡Levántense! ¡Levantémonos contra él en batalla!”):
“He aquí, te empequeñeceré entre las naciones; serás muy menospreciado.
La soberbia de tu corazón te ha engañado a ti que habitas en las hendiduras de la peña, en tu morada elevada; a ti que decías en tu corazón: ‘¿Quién me hará caer a tierra?’.
Aunque remontes vuelo como águila y entre las estrellas pongas tu nido, de allí te haré descender, dice el SEÑOR.
Si hubieran venido a ti ladrones o asaltantes de noche, ¿no te habrían robado lo que les bastase? Si hubieran venido a ti vendimiadores, ¿no habrían dejado siquiera rebuscos? Pero, ¡cómo has sido arrasado!
¡Cómo fue saqueado Esaú; sus tesoros escondidos fueron saqueados!
Hasta la frontera te arrojaron tus propios aliados. Te defraudaron y pudieron más que tus confidentes. Los que comían de tu pan te han puesto trampa. ¡No hay en él discernimiento!
“¿No haré que perezcan en aquel día los sabios de Edom y el discernimiento de la región montañosa de Esaú?, dice el SEÑOR.
Tus valientes, oh Temán, serán destrozados, para que todo hombre sea destruido por la masacre en los montes de Esaú.
“Por la violencia hecha a tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza y serás destruido para siempre.
En el día cuando te pusiste firme del lado contrario, en el día cuando su poderío fue llevado cautivo por los extraños, y los extranjeros llegaron hasta sus puertas y echaron suertes por Jerusalén, tú también te comportaste como uno de ellos.
No debiste haberte quedado mirando a tu hermano en su día trágico, en el día de su desgracia. No debiste alegrarte de los hijos de Judá en el día de su ruina. No debiste extralimitarte con tu boca en el día de la angustia.
No debiste entrar por la puerta de mi pueblo en el día de su ruina. Tampoco debiste mirar su miseria en el día de su ruina. No debiste echar mano de sus bienes en el día de su ruina.
Tampoco debiste ponerte en las encrucijadas de los caminos para aniquilar a sus fugitivos. No debiste haber entregado a sus sobrevivientes en el día de la desgracia.