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No se fijen en que soy morena, pues el sol me bronceó. Los hijos de mi madre se enojaron contra mí y me pusieron a cuidar viñas. ¡Y mi propia viña no cuidé!
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Hazme saber, oh amado de mi alma, dónde pastorearás; dónde harás recostar el rebaño al mediodía, para que yo no ande errante tras los rebaños de tus compañeros.
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Si no lo sabes, oh la más hermosa de las mujeres, sigue las huellas del rebaño y apacienta tus cabritas cerca de las cabañas de los pastores.
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A mi yegua, entre los carros del faraón, te he comparado, oh amada mía.
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¡Qué bellas son tus mejillas entre tus aretes y tu cuello entre los collares!
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Te haremos aretes de oro con engastes de plata.
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