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¡Oh, agasájenme con pasas, refrésquenme con manzanas, porque estoy enferma de amor!
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Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza y su derecho me abraza.
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¡Júrenme, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y por las gacelas del campo, que no despertarán ni provocarán el amor hasta que quiera!
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¡La voz de mi amado! Él viene saltando sobre los montes, brincando sobre las colinas.
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Mi amado es como un venado o un cervatillo. ¡Miren! Está detrás de nuestra cerca mirando por las ventanas, atisbando por las celosías.
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Mi amado habló y me dijo: “¡Levántate, oh amada mía! ¡Oh hermosa mía, sal!
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Ya ha pasado el invierno, la estación de la lluvia se ha ido.
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Han brotado las flores en la tierra. El tiempo de la canción ha llegado, y de nuevo se escucha la tórtola en nuestra tierra.
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La higuera ha echado higos y despiden fragancia las vides en flor. ¡Levántate, oh amada mía! ¡Oh hermosa mía, ven!”.
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Palomita mía que te escondes en las hendijas de la peña y en los sitios secretos de las terrazas: Déjame ver tu figura; hazme oír tu voz. Porque dulce es tu voz y preciosa tu figura.
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Atrápennos las zorras, las zorras pequeñas que echan a perder las viñas, pues nuestras viñas están en flor.
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¡Mi amado es mío, y yo soy suya! Él apacienta entre los lirios
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hasta que raye el alba y huyan las sombras. ¡Vuelve, oh amado mío! Sé semejante al venado o al cervatillo sobre los montes de las especias.