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¡Qué bella eres, oh amada mía!¡Qué bella eres! Tus ojos son como de palomas mirando a través de tu velo. Tus cabellos son como manada de cabritos que se deslizan por las laderas de Galaad.
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Tus dientes son como rebaños de ovejas trasquiladas que suben del lavadero: que todas tienen mellizos, y ninguna hay sin cría.
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Tus labios son como hilo de grana y tu boca es bella. Tus mejillas parecen mitades de granada a través de tu velo.
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Tu cuello es como la torre de David edificada para armería: Mil escudos están colgados en ella, todos escudos de valientes.
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Tus dos pechos son como dos venaditos, mellizos de gacela, que se apacientan entre lirios.
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Me iré al monte de la mirra y a la colina del incienso, hasta que raye el alba y huyan las sombras.
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Eres toda bella, oh amada mía, y en ti no hay defecto.
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¡Ven conmigo del Líbano! ¡Oh novia mía, ven del Líbano! Desciende de las cumbres del Amana, desde las cumbres del Senir y del Hermón, desde las guaridas de los leones y desde los montes de los leopardos.
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¡Prendiste mi corazón, oh hermana y novia mía! Prendiste mi corazón con un solo gesto de tus ojos, con una sola cuenta de tus collares.
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