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Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto, y oí a mi amado que tocaba a la puerta y llamaba: “Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía; porque mi cabeza está llena de rocío y mis cabellos están mojados con las gotas de la noche”.
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Ya me había desvestido; ¿cómo me iba a volver a vestir? Había lavado mis pies; ¿cómo iba a volverlos a ensuciar?
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