Y ella le respondió: No, hermano mío, no me fuerces; porque tal cosa no debe hacerse en Israel: no hagas esta locura.

No me obligues. Las protestas y los argumentos de Tamar eran tan conmovedores y tan fuertes, que si Amnón no hubiera sido violentamente incitado por la pasión lujuriosa de la que se había convertido en esclavo, habrían convencido de que desistiera de su infame propósito.

Sin embargo, al pedirle que "hable con el rey, porque él no me negará de ti", es probable que ella haya insistido en esto como su último recurso, diciendo cualquier cosa que pensara que lo complacería, con el fin de escapar por el momento de sus manos.

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