para que no os corrompáis y os hagáis escultura, imagen de figura alguna, semejanza de varón o hembra,

Para que no os corrompáis y os hagáis una imagen. Aquí se especifican las cosas de las que Dios prohibió que se hiciera cualquier imagen o representación con fines de culto; y, por la variedad de detalles que se introducen, puede formarse una idea de la amplia prevalencia de la idolatría en aquella época. Sea cual sea la forma en que se originó la idolatría, ya sea por la intención de adorar al verdadero Dios a través de aquellas cosas que parecían ofrecer las más fuertes evidencias de su poder, o si se suponía que un principio divino residía en las cosas mismas, apenas había un elemento u objeto de la naturaleza que no fuera divinizado.

Este era el caso, en particular, de los cananeos y los egipcios, contra cuyas prácticas supersticiosas, sin duda, se dirigía principalmente la precaución. Los primeros adoraban a Baal y Astarté, los segundos a Osiris e Isis, bajo la figura de un macho y una hembra.

Fue en Egipto donde más prevaleció el culto a los animales; porque los nativos de ese país deificaban, entre las bestias, al buey, la novilla, la oveja y la cabra, el perro, el gato y el mono; entre las aves, al ibis, el halcón y la grulla; entre los reptiles, al cocodrilo, la rana y el escarabajo; entre los peces, a todos los peces del Nilo. Algunas de estas deidades, como Osiris e Isis, eran adoradas en todo Egipto, las otras sólo en provincias particulares; además de que abarcaban la superstición zabia, la adoración de los egipcios, en común con la de muchos otros pueblos, se extendía a toda la hueste estelar. Los detalles muy circunstanciales que aquí se dan de la idolatría cananea y egipcia se debían a la familiaridad pasada y futura de los israelitas con ella en todas estas formas.

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