Al hombre a quien Dios ha dado riquezas, hacienda y honra, de modo que nada le falta para su alma de todo lo que desea, mas Dios no le da poder para comer de ello, sino que el extraño lo come: esto es vanidad, y es es una enfermedad maligna.

No le falta nada para su alma, es decir, para su disfrute.

Sin embargo, Dios no le da poder para comer, por la avaricia que lo cautiva. Esto lo distingue del hombre "rico" en. "Dios ha dado" lo distingue también del hombre que obtuvo su riqueza por "opresión".

Pero un extraño lo come, aquellos que no son parientes, es más, incluso hostiles a él. Parece tener en su "poder" hacer lo que quiera con su riqueza, pero un poder invisible lo entrega a su propia avaricia. Dios quiere que trabaje por "un extraño", que ha hallado gracia ante los ojos de Dios.

Una enfermedad maligna, tan fatal para la felicidad del alma como una enfermedad grave lo es para la tranquilidad del cuerpo.

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