Pero yo os castigaré según el fruto de vuestras obras, dice Jehová; y encenderé fuego en su bosque, y consumirá todo lo que está alrededor de él.

Os castigaré según el fruto de vuestras obrasIsaías 3:10 ).

Bosque de ella - es decir, de vuestra ciudad, tomada del Líbano. "Bosque" se refiere a la densa masa de casas construidas de cedro, etc., procedentes del Líbano, y "quemadas con fuego" por Nabuzaradán en la toma de la ciudad.

Observaciones:

(1) En tiempos de calamidad, los impíos acuden con gusto a los siervos de Dios, como hizo Sedequías a Jeremías, para que les aconsejen y recen por ellos, aunque en tiempos de prosperidad habían descuidado y despreciado a los piadosos. Lo que realmente buscan es escapar del castigo, no la liberación del pecado. La conciencia de Sedequías le decía que el profeta tenía razón, pero él era demasiado débil y vacilante, frente a la decidida oposición de sus nobles, para actuar de acuerdo con sus convicciones. Hay multitudes como él, que conocen la verdad intelectualmente, pero que carecen del valor moral para hacer lo que saben. Demasiado tarde -como las cinco vírgenes insensatas- solicitarán de los piadosos una parte de esa gracia que ha de obtenerse por la aplicación directa, en arrepentimiento y fe, sólo a Dios; y eso a su debido tiempo, no cuando la lámpara de la vida está casi apagada.

(2) No hay ninguna promesa del "Dios de Israel" disponible para aquellos que perseveran en la impenitencia y (2) No hay ninguna promesa del "Dios de Israel" disponible para aquellos que perseveran en la impenitencia y la desobediencia. Sus promesas pertenecen sólo al verdadero Israel de Dios. El brazo omnipotente de Dios, que está comprometido para ser extendido en defensa de su pueblo, está "extendido en ira, furor y enojo" contra los profesantes huecos que presumen de sus privilegios externos. Sus confidencias terrenales, las armas en que confían, se volverán contra los pecadores mismos.

(3) Si los grandes y nobles, como el rey Sedequías, no escuchan el mensaje de Dios, éste debe dirigirse a las masas del pueblo, a los pobres y humildes. El pecador debe hacer una entrega incondicional y sin reservas de sí mismo, cuerpo, alma y espíritu, a la voluntad de Dios, si quiere vivir espiritual y eternamente: debe aceptar la salvación en términos que corten de raíz todo orgullo; "su vida le será por presa". Su peligro es inminente; su fuga debe ser una fuga por su vida -una fuga estrecha- en la que sea despojado de todo trapo de mérito imaginario, y reciba la vida como un mero acto de gracia. Al mismo tiempo, debe estar dispuesto en adelante a "hacer juicio", es decir, a "dar frutos dignos de arrepentimiento". Por otra parte está la terrible alternativa, "la muerte" para el pecador no humillado, el necesario "fruto de sus propias obras". Que a cada lector y oyente del mensaje de Dios se le conceda la gracia de "elegir la vida" y su "camino", en lugar de la "muerte" y su "camino", para que así pueda vivir eternamente.

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