Porque ni sus hermanos creían en él.

Porque ni sus hermanos creían en él. Pero como encontramos a estos "hermanos" del Señor en el "aposento alto" entre los 120 discípulos que esperaban la venida del Espíritu después de la ascensión del Señor, parece que se les quitaron sus prejuicios, quizás después de Su resurrección. De hecho, aquí su lenguaje es más de fuerte prejuicio y sospecha -como los parientes cercanos, incluso los mejores, muestran con demasiada frecuencia en tales casos- que de incredulidad formada. También había, probablemente, una tintura de vanidad en ello. 'Tú tienes muchos discípulos en Judea; aquí en Galilea se están acabando rápidamente; no es propio de uno que hace valer las pretensiones que tú haces, quedarse tanto tiempo aquí, lejos de la ciudad de nuestras solemnidades, donde seguramente "el reino de nuestro padre David" ha de ser establecido: "buscando", como tú lo haces, " para ser conocido abiertamente", esos milagros tuyos no deben estar confinados a este rincón distante, sino sometidos en la sede a la inspección del mundo. Al escuchar tal discurso, uno podría suponer que Él va a Su Padre y dice: "He llegado a ser un extraño para mis hermanos, un extraño para los hijos de mi madre"! Este discurso, dicho sea de paso, ¿no tiende a confirmar la opinión que hemos tomado del número de Pascuas que ocurrieron durante el ministerio público de nuestro Señor, y que implican Su ausencia de Jerusalén por un tiempo que parecía inexplicablemente largo? Durante aproximadamente un año y medio, según nuestros cálculos. Él no había estado allí. Esto parece increíblemente largo para muchos. Pero parecería como si hubiera sido lo suficientemente largo como para parecerle a Sus "hermanos" inconsistente con Sus afirmaciones.

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