Os digo que no; sino que, a menos que os arrepintáis, todos pereceréis igualmente.

Os digo que no; sino que, a menos que os arrepintáis, todos pereceréis igualmente. Estos hombres no son ejemplos señalados de la venganza divina, como suponéis; pero todo pecador impenitente, ustedes mismos, a menos que se arrepientan, serán como monumentos del juicio del Cielo, y en un sentido más terrible. La referencia aquí a la destrucción inminente de Jerusalén está lejos de agotar las palabras de peso de nuestro Señor; manifiestamente apuntan a una "perdición" de un tipo más terrible: futuro, personal, sin remedio.

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