Ahora se acercaba la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua.

Para la exposición, ( véanse las notas en Marco 14:1 ; Marco 14:10 , con las Observaciones correspondientes al final de esa sección ).

Ahora hemos llegado, en el progreso de la historia terrenal del Redentor, al quinto día de su última semana, el jueves, en el que se hicieron los preparativos que ahora se describen. Aquí surge una cuestión de extrema dificultad, una cuestión discutida muy temprano en la Iglesia, una cuestión que ha dividido y hasta el día de hoy divide a los críticos más hábiles: '¿Comió nuestro Señor la Pascua con Sus discípulos? y si lo hizo, ¿fue el mismo día en que fue comido por los demás judíos, o fue un día antes? Si solo tuviéramos el testimonio de los tres primeros evangelistas, no habría duda de que Él comió la Pascua y que la comió en la noche reglamentaria habitual, el día catorce del mes de Nisán; porque su testimonio a este efecto es concurrente y decisivo ( con el que la totalidad de, etc., aunque menos explícitos, acuerdos).

Pero, por otro lado, si solo tuviéramos el testimonio del Cuarto Evangelista, no estaríamos perfectamente seguros de que nuestro Señor comió la cena pascual en absoluto; o si pareciera lo suficientemente claro, aunque no se declara explícitamente que el "súper" de ( Juan 13:1 ) no era otro que la Pascua, ciertamente se habría podido concluir, de algunas expresiones en ese Evangelio, que hasta la mañana del viernes, cuando nuestro Señor estaba ante los tribunales eclesiásticos y civiles para juicios, los judíos no habían comido su Pascua, y en consecuencia, que Jesús y sus discípulos, si la comieron, debieron haberla comido un día antes del tiempo apropiado.

Se puede hacer aquí una observación general sobre esta cuestión: que por la naturaleza del caso, era difícilmente posible un error en tal punto por parte de los tres primeros evangelistas, cuyos relatos coinciden y sin embargo se muestran como narraciones independientes; y en cuanto al Cuarto Evangelista, quien estuvo tan involucrado en toda la transacción, y cuyo Evangelio, escrito después de que los otros tres hubieran estado en circulación durante mucho tiempo, da evidencia de haber sido redactado para complementar a los otros, no es concebible que debería haber habido algún error de su parte.

Y como no hay rastro en su Evangelio de ningún designio para corregir un error sobre este tema en los otros tres, uno se ve obligado a concluir, aparte por completo de la autoridad divina de los Evangelios, que los tres primeros evangelistas y el cuarto deben estar de acuerdo en este importante punto. Ahora bien, puesto que el testimonio de los tres primeros es explícito y no puede ser anulado, mientras que el del cuarto es general y presuntivo, la conclusión a la que nos sentimos encerrados es que la Pascua la comieron nuestro Señor y sus apóstoles en la velada habitual.

Las expresiones en el Cuarto Evangelio, que parecen implicar lo contrario, pero que, como pensamos, pueden interpretarse de manera consistente con el punto de vista que hemos expuesto, serán retomadas en los lugares donde ocurren.

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