INTRODUCCIÓN

Que el Segundo Evangelio fue escrito por Marcos es un hecho universalmente aceptado, aunque no por qué Marcos. La gran mayoría de los críticos toman al escritor como "Juan, cuyo apellido era Marcos", de quien leemos en los Hechos, y que era "hijo de la hermana de Bernabé" (se asigna cualquier razón para esta opinión, para la cual la tradición, aunque antigua, no es uniforme; y uno no puede sino preguntarse cómo es tan fácilmente dado por sentado por WETSTEIN, HUG, MEYER, EBRARD, LANGE, ELLICOTT, DAVIDSON, TREGELLES, etc.).

ALFORD llega a decir que "se ha creído universalmente que era la misma persona que el Juan Marcos de los Evangelios. Pero GROTIUS pensaba de otra manera, y también lo hicieron SCHLEIERMACHER, CAMPBELL, BURTON, y DA COSTA; y los motivos por los que se concluye que eran dos personas diferentes nos parecen bastante incontestables. "De Juan, apellidado Marcos", dice CAMPBELL, en su Prefacio a este Evangelio, "una de las primeras cosas que aprendemos es que asistió a Pablo y Bernabé en sus viajes apostólicos, cuando estos dos viajaban juntos ( surgió una disputa entre ellos acerca de él, de tal manera que se separaron, Marcos acompañó a su tío Bernabé, y Silas asistió a Pablo. Cuando Pablo se reconcilió con Marcos, lo que probablemente ocurrió poco después, encontramos que Pablo volvió a emplear la ayuda de Marcos, recomendándole y dándole un testimonio muy honorable ( Pero no oímos ni una sílaba de que asistiera a Pedro como su ministro, o que le ayudara en alguna capacidad. Y, sin embargo, como veremos más adelante, ninguna tradición es más antigua, más uniforme y está mejor sustentada por pruebas internas que la de que Marcos, en su Evangelio, no fue sino "el intérprete de Pedro", quien, al final de su primera epístola, habla de él como "Marco, mi hijo" (en el Evangelio), convertido a Cristo por su mediación.

Y cuando consideramos lo poco que los apóstoles Pedro y Pablo estuvieron juntos, lo poco que se encontraron, lo diferentes que eran sus tendencias y lo separadas que estaban sus esferas de trabajo, ¿no hay, en ausencia de toda evidencia del hecho, algo que se acerca a la violencia en la suposición de que el mismo Marcos fue el íntimo asociado de ambos? "En resumen", añade CAMPBELL, "los relatos del ayudante de Pablo y los del intérprete de Pedro no coinciden más que en el nombre, Marcos o Marco; una circunstancia demasiado insignificante para concluir que la persona era la misma, especialmente si tenemos en cuenta lo común que era el nombre en Roma y lo habitual que era para los judíos de aquella época asumir algún nombre romano cuando iban allí".

Del evangelista Marcos, pues, como otro compañero de viaje de Pablo, lo único que sabemos de su historia personal es que fue un converso, como hemos visto, del apóstol Pedro. Pero en cuanto a su Evangelio, la tradición acerca de la mano de Pedro en él es tan antigua, tan uniforme y tan notablemente confirmada por la evidencia interna, que debemos considerarla como un hecho establecido. "Marcos", dice PAPIAS (según el testimonio de EUSEBIUS, [" Ecclesiastical History, 3. 39]), "convirtiéndose en el intérprete de Pedro, escribió con precisión, aunque no en orden, todo lo que recordaba de lo dicho o hecho por Cristo; porque no era oidor del Señor ni seguidor de Él, pero después, como dije, [él era un seguidor] de Pedro, quien dispuso los discursos para su uso, pero no según el orden en que fueron pronunciados por el Señor". En el mismo sentido IRENEO [" Contra las Herejías, 3,1]: "Mateo publicó un Evangelio mientras Pedro y Pablo predicaban y fundaban la Iglesia en Roma; y después de su partida (o fallecimiento), Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, también nos dio a conocer por escrito las cosas que fueron predicadas por Pedro.

Y CLEMENTE DE ALEJANDRÍA es aún más específico, en un pasaje que nos ha conservado EUSEBIO [ Historia Eclesiástica, 6.14]: "Habiendo Pedro predicado públicamente la palabra en Roma, y ​​anunciado el Evangelio por el Espíritu, muchos de los presentes exhortaban , como habiendo sido seguidor suyo durante mucho tiempo, y recordando lo que había dicho, para escribir lo que se había dicho; y que habiendo preparado el Evangelio, lo entregó a los que se lo habían pedido; lo cual, cuando Pedro llegó a saberlo, ni lo prohibió ni lo animó decididamente.

El propio testimonio de EUSEBIO, sin embargo, de otros relatos, es bastante diferente: que los oyentes de Pedro estaban tan penetrados por su predicación que no dieron descanso a Marcos, por ser un seguidor de Pedro, hasta que consintió en escribir su Evangelio, como un memorial, de su enseñanza oral; y "que el apóstol, cuando supo por la revelación del Espíritu lo que se había hecho, se alegró del celo de aquellos hombres, y sancionó la lectura de la escritura (es decir, de este Evangelio de Marcos ) en las iglesias" [ Historia Eclesiástica, 2.15].

Y dando en otra de sus obras una declaración similar, dice que "Pedro, por exceso de humildad, no se creyó capacitado para escribir el Evangelio; pero Marcos, su conocido y discípulo, se dice que registró sus relaciones de las actuaciones de Jesús. Y Pedro da testimonio de sí mismo de estas cosas, porque todo lo que Marcos relata se dice que son memorias de los discursos de Pedro. Es innecesario ir más lejos, a ORIGEN, quien dice que Marcos compuso su Evangelio “como Pedro lo guió” o “lo dirigió, quien, en su Epístola católica, lo llama su hijo”, y a JEROME, que se hace eco de EUSEBIUS.

Esta, ciertamente, es una notable cadena de testimonios; lo cual, confirmado como está por tan sorprendente evidencia interna, puede considerarse que establece el hecho de que el Segundo Evangelio fue redactado principalmente a partir de materiales proporcionados por Pedro. En Los Cuatro Testigos de DA COSTA el lector encontrará detalladamente esta evidencia interna, aunque no todos los ejemplos son igualmente convincentes. Pero si el lector se remite a nuestros comentarios sobreevidencia de una mano petrina en este evangelio.

Sólo queda advertir, en una palabra o dos, a los lectores para quienes fue diseñado este Evangelio, en primera instancia, y la fecha del mismo. Que no era para judíos sino para gentiles, es evidente por la gran cantidad de explicaciones de usos, opiniones y lugares judíos, que para un judío en ese momento habrían sido superfluas, pero que eran muy necesarias para un gentil.

Podemos aquí referirnos a la fecha de este Evangelio, del que nada se sabe con certeza, si se puede confiar en la tradición relatada por IRENEO de que fue escrito en Roma, "después de la partida de Pedro y Pablo", y si por esa palabra "partida" hemos de entender su muerte, podemos datarla entre los años 64 y 68; pero con toda probabilidad esto es demasiado tarde. Probablemente esté más cerca de la verdad fecharlo ocho o diez años antes.

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