Entonces dijo al hombre: Extiende tu mano. Y lo extendió; y fue restaurada entera, como la otra.

Entonces dijo al hombre: Extiende tu mano. Y lo extendió : El poder de obedecer iba junto con la palabra de mando.

Y quedó sano como el otro. El pobre hombre, confiando en este maravilloso Sanador -lo cual, sin duda, la escena en su conjunto contribuyó singularmente a fortalecer-, ignoró a los orgullosos y venenosos fariseos, y así los puso gloriosamente en vergüenza.

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