1 Corintios 11:1-34
1 Sean ustedes imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo.
2 Los alabo porque en todo se acuerdan de mí y retienen las enseñanzas transmitidas tal como yo se las entregué.
3 Pero quiero que sepan que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo.
4 Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.
5 Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza no cubierta, afrenta su cabeza, porque da lo mismo que si se hubiese rapado.
6 Porque si la mujer no se cubre, que se corte todo el cabello; y si le es vergonzoso cortarse el cabello o raparse, que se cubra.
7 El hombre no ha de cubrir su cabeza, porque él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre.
8 Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre.
9 Además, el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre.
10 Por lo cual, la mujer debe tener una señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los ángeles.
11 No obstante, en el Señor ni el hombre existe aparte de la mujer ni la mujer existe aparte del hombre.
12 Porque así como la mujer proviene del hombre, así también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios.
13 Juzguen por ustedes mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios con la cabeza no cubierta?
14 ¿Acaso no les enseña la naturaleza misma que le es deshonroso al hombre dejarse crecer el cabello,
15 mientras que a la mujer le es honroso dejarse crecer el cabello? Porque le ha sido dado el cabello en lugar de velo.
16 Con todo, si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios.
17 Pero al encargarles lo siguiente no los alabo; pues no se reúnen para lo mejor, sino para lo peor.
18 Primeramente, porque cuando se reúnen como iglesia, oigo que hay entre ustedes disensiones, y en parte lo creo;
19 porque es preciso que haya entre ustedes hasta partidismos, para que se manifiesten entre ustedes los que son aprobados.
20 Porque cuando se reúnen en uno, eso no es para comer la Cena del Señor,
21 pues cada cual se adelanta a comer su propia cena; y mientras uno tiene hambre, otro se halla embriagado.
22 ¿Acaso no tienen casas en donde comer y beber? ¿O menosprecian la iglesia de Dios y avergüenzan a los que no tienen? ¿Qué les diré? ¿Los alabaré? ¡En esto no los alabo!
23 Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan;
24 y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: “Tomen, coman. Esto es mi cuerpo que por ustedes es partido. Hagan esto en memoria de mí”.
25 Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Hagan esto todas las veces que la beban en memoria de mí”.
26 Todas las veces que coman este pan y beban esta copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que él venga.
27 De modo que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor de manera indigna, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor.
28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa.
29 Porque el que come y bebe, no discerniendo el cuerpo, juicio come y bebe para sí.
30 Por eso hay entre ustedes muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen.
31 Pero si nos examináramos bien a nosotros mismos, no se nos juzgaría.
32 Pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros.
34 Si alguien tiene hambre, coma en su casa, para que no se reúnan para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando llegue.
CAPITULO 11
CENSURA DE LOS DESORDENES EN LAS ASAMBLEAS: LAS MUJERES SIN VELO, Y LOS ABUSOS EN LOS AGAPES.
1. Este versículo pertenece al fin del capítulo anterior más bien que a éste. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo—Quien no se agradó a sí mismo (Romanos 15:3), sino que se dió, haciendo a un lado su divina gloria y muriendo como hombre por nosotros (Efesios 5:2; Filipenses 2:4). Hemos de seguir a Cristo primero, y a los maestros terrenales sólo en cuanto ellos sigan a Cristo.
2. Aquí debiera de principiar el capítulo. en todo os acordáis de mí—En vuestra práctica general, aunque en los casos particulares siguientes faltáis. y retenéis las instrucciones mías—griego: “tradiciones,” o sea, enseñanzas apostólicas dadas verbalmente o por escrito (v. 23; cap. 15:3; 2 Tesalonicenses 2:15). La referencia aquí es principalmente a las ceremonias; porque en el v. 23, en cuanto a la cena del Señor, que no es una mera ceremonia, no dice meramente: “Os he enseñado,” sino también: “Yo recibí del Señor.” Aquí dice solamente “os entregué,” o “enseñé.” Los romanistas arguyen por tanto a favor de la tradición oral. Pero lo difícil es saber cuál es la tradición apostólica auténtica que debió ser transmitida para todas las edades. Cualquiera que se compruebe que es auténtica debe ser aceptada; aquella cuya autenticidad no pueda comprobarse, debe ser rechazada (Apocalipsis 22:18). Las que están conservadas en la palabra escrita son las únicas que pueden ser así comprobadas.
3. Las mujeres corintias, basándose en la abolición de la distinción de los sexos, y excediéndose a los límites del decoro, se adelantaban a orar y a profetizar sin llevar el velo acostumbrado. El Evangelio, fuera de duda, elevó a la mujer de la degradación en que se veía sumida, especialmente en el Oriente. Sin embargo, aunque se hallaban en el mismo nivel con los varones en lo que se refiere al plan de salvación (Gálatas 3:28), se había de mantener la sujeción de ellas en cuanto al orden, la modestia, y el decoro. Pablo aquí reprueba la conducta indecorosa de ellas tocante al modo de vestir y en el cap. 14:34, se refiere a la modestia que les convenía en público. El apóstol basa su reproche en la sujeción de la mujer al hombre según el orden de la creación. Cristo es la cabeza—Expresión apropiada, cuando está por tratar el asunto del adorno apropiado de la mujer en público. de todo varón—(Efesios 5:23) y el varón es la cabeza de la mujer—(v. 8; Génesis 3:16; 1 Timoteo 2:11; 1 Pedro 3:1, 1 Pedro 3:5.) y Dios la cabeza de Cristo—(Cap. 3:23; 15:27, 28; Lucas 3:22, Lucas 3:38; Juan 14:18; Juan 20:17; Efesios 3:9.) Jesús, pues, debe ser de la misma esencia de Dios; porque, dado que el varón es la cabeza de la mujer y la cabeza es la misma esencia que el cuerpo, y que Dios es la cabeza del Hijo, se deduce que el Hijo es de la misma esencia que el Padre.” [Crisóstomo.] “La mujer fué hecha de la esencia del varón, y no hecha por el varón; así, también, el Hijo no es hecho por el Padre, sino de la esencia del Padre.” [Teodoreto, t. 3, pág. 171.]
4. todo varón que ora—en público (v. 17). o profetiza—predicando con el Espíritu (cap. 12:10). cubierta la cabeza—Caso supuesto para ilustrar lo impropio del caso de la mujer. Era la costumbre griega (y así también la de Corinto) que el hombre en el culto estuviese descubierto, mientras que los judíos llevaban el Talith, o velo, para demostrar su reverencia delante de Dios y su indignidad de mirarle a él (Isaías 6:2); sin embargo, Maimónides (Mishna) exceptúa los casos donde (como en Grecia) era distinta la costumbre del lugar. afrenta su cabeza—no “a Cristo” (v. 3), como opina Alford, sino literalmente, del modo que se usa el término “cabeza” en la frase precedente. Deshonra su cabeza (la parte principal del cuerpo) llevando un velo que sea señal de sujeción (o que le haga mirar hacia abajo en vez de hacerlo mirar hacia arriba) a su Cabeza espirítual, Cristo, a quien solo debe someterse. ¿Por qué, entonces, no debe el varón llevar un velo en señal de sujeción a Cristo, como la mujer lo lleva en señal de sujeción al varón? “Cristo es invisible; el varón es visible. Así, el velo del que está bajo Cristo no se ve; pero el velo de la que está bajo el varón, sí se ve.” [Bengel.] (comp. v. 7.)
5. toda mujer que ora o profetiza—Este ejemplo de mujeres que hablaban en culto público era un caso extraordinario, y se justificaba sólo por los dones milagrosos que servían a tales mujeres de credenciales; por ejemplo, Ana la profetisa y Priscila (así se relata en Hechos 2:18). La regla ordinaria para las mujeres cristianas era el silencio en público (cap. 14:34, 35; 1 Timoteo 2:11). La receptividad y la actividad mentales en la vida familiar se reconocen en el cristianismo como las actitudes más concordantes con el destino de la mujer. Este pasaje no necesariamente sanciona el que las mujeres hablen en público, aun cuando posean los dones milagrosos; sino que sencillamente hace constar lo que tuvo lugar en Corinto, sin expresar una opinión sobre el particular, reservando la censura de ello hasta el cap. 14:34, 35. Aun las mismas mujeres que tenían el don de la profecía, habían de ejercer su don, a otra hora y en otro lugar, antes que en la congregación pública. no cubierta su cabeza, afrenta su cabeza—por cuanto obra contrariamente a la ordenación divina y al decoro que le corresponde. Al hacer a un lado el velo, hace a un lado la señal de su sujeción al varón, que es su verdadera “honra:” porque por él ella tiene relación con Cristo, la cabeza del hombre. Además, como el velo era el emblema de la modestia virginal, ante el varón (Génesis 24:65), y de la castidad conyugal (Génesis 20:16). así, tener la cabeza no cubierta indicaba que ya no quería estar bajo el poder del marido, de ahí que a la mujer sospechada le descubría la cabeza el sacerdote (Números 5:18). Alford entiende que “su cabeza” de ella sería el varón, su cabeza simbólica, no la literal; pero como es literal en la frase anterior, debe serlo en la posterior. lo mismo es que si se rayese—Ya que el cabello de la mujer le es dado por naturaleza como velo (v. 15), el cortárselo, como el varón, sería indecoroso: por tanto, quitarse el velo también, como el varón, sería asimismo indecoroso. A ella le es natural criar cabellos en lugar de velo; y debe, por tanto, agregar lo otro (llevar el velo sobre su cabeza) para dar a conocer que ella hace de voluntad propia lo que la naturaleza misma enseña que debe hacer, en señal de su sujeción a su marido.
6. Si es deshonesto a la mujer trasquilarse … cúbrase—A la mujer no le gustaría ser trasquilada, ni (lo que es peor) ser afeitada; pero si ella escoge estar sin velo, estése también sin cabello, esto es “trasquilada.” (comp. vv. 13-15.) De modo que es “deshonesto” que sean afeitadas las monjas.
7-9. Aquí hallamos otro argumento que aclara la relación más inmediata del varón con respecto a Dios, y la relación de la mujer con respecto al varón. el varón … es imagen y gloria de Dios—al haber sido creado en la “imagen” de Dios, primera y directamente; la mujer, subsecuente, e indirectamente, lo es por la mediación del varón. El hombre es el representante de la “gloria” de Dios (este ideal del hombre fué realizado más plenamente en el Hijo del hombre: Salmo 8:4; comp. 2 Corintios 8:23). Se declara en la Escritura que el hombre fué creado a la “imagen” y “semejanza de Dios” (comp. Santiago 3:9). Pero la “imagen” se aplica solamente al Hijo de Dios (Colosenses 1:15; comp. Hebreos 1:3). “La imagen misma” el griego: las características de Dios. El divino Hijo no es meramente “como” Dios, él es Dios, “siendo de una substancia (esencia) con el Padre.” [Credo de Nicea.] la mujer es gloria del varón—No dice: “La mujer fué hecha a la imagen del varón”, porque los sexos difieren. Además, la mujer fué creada a la imagen de Dios, tanto como el varón (Génesis 1:26). Pero como la luna en relación con el sol (Génesis 37:9), así la mujer brilla no tanto con la luz directa de Dios, como con la luz derivada del varón, esto es, en su orden de creación; no que ella no entre en la gracia, individualmente, en directa comunión con Dios; sino que mucho de su conocimiento le es dado inmediatamente por intervención del varón, del que es naturalmente dependiente.
8. el varón no es de la mujer—el varón, no tomó su ser de la mujer: con referencia a la creación original de la mujer, quien fué “tomada del varón” (véase Génesis 2:23). La mujer fué hecha por Dios por medio del varón, el que fué un velo o medio colocado entre ella y Dios, y por tanto, la mujer debe llevar el velo en el culto público, en reconocimiento de esta subordinación al hombre en el orden de la creación. Como el varón fué hecho inmediatamente por Dios como su gloria, es decir sin alguien que mediara entre ellos, no tiene que usar un velo entre sí y Dios. [Faber Stapulensis en Bengel.]
9. tampoco el varón fué criado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón—Otro argumento: El varón es el objeto inmediato de la creación de la mujer (Génesis 2:18, Génesis 2:21). La iglesia, o sea la novia, es hecha para Cristo; y con todo, en la creación natural así como en la espiritual, la novia, si bien hecha para el novio, en el cumplimiento de dicha finalidad alcanza la propia “gloria” suya, y trae sobre sí la “vergüenza” o la “deshonra” si se aparta de la virtud (vv. 4, 6).
10. la mujer debe tener señal de potestad sobre su cabeza—Debe usar un pañuelo: en francés “couvrechef.” pañuelo para la cabeza, el emblema de la “potestad sobre su cabeza:” la señal de estar ella bajo la potestad del varón, y de ejercer bajo él la autoridad delegada. San Pablo tenía en la mente la conexión radical entre los términos hebraicos traducidos “velo” (Radid),, y “sujeción” (Radad). por causa de los ángeles—que están presentes en nuestras asambleas cristianas (comp. Salmo 138:1, “dioses,” esto es, ángeles), los cuales se deleitan en la subordinación decorosa de las varias clases de adoradores de Dios en sus respectivos lugares, siendo el porte y el vestido externo de ellos indicativos de aquella humildad interna que los ángeles saben que es lo más agradable a su común Señor (cap. 4:9; Efesios 3:10; Eclesiastés 5:6). Hammond cita a Crisóstomo: “Tú estás de pie con los ángeles; con ellos entonas cantos e himnos; y con todo ¿estás riéndote?” Bengel explica: “Los ángeles están en la misma relación con Dios, como la mujer lo está en relación con el varón. El rostro de Dios está sin cubrir; los ángeles en su presencia están cubiertos (Isaías 6:2). El rostro del varón no se cubre; la mujer en presencia de él ha de estar cubierta. Porque la que no lo hiciera, ofendería, por lo indecoroso que es, a los ángeles (Mateo 18:10, Mateo 18:31). Ella, por su flaqueza, necesita especialmente de la ministración de ellos; y por tanto, debiera ser tanto más cuidadosa para no ofenderlos.”
11. Con todo, ningún sexo está aislado e in dependiente del otro en la vida cristiana. [Alford.] El uno necesita del otro en la relación sexual; y con respecto a Cristo (“en el Señor”), el hombre y la mujer juntos (porque los dos son indispensables) realizan el ideal de la humanidad redimida representada por la novia, la iglesia.
12. Así como la mujer fué formada del hombre, así también el varón nace de la mujer; pero todas las cosas, inclusive el varón y la mujer, tienen su origen en Dios. (Romanos 11:36; 2 Corintios 5:18). Dependen mutuamente el uno de la otra, y ambos de Dios.
13. Aquí el apóstol apela al propio sentido de decoro de ellos. ¿es honesto orar la mujer a Dios no cubierta?—Al rechazar el emblema de sujeción (el velo), ella puede de un salto, en la oración pública, superar al hombre y a los ángeles. [Bengel.]
14. El hecho de que la naturaleza ha provisto a la mujer, no al varón. de cabellos largos, prueba que estaba destinado que el varón estuviera con la cabeza descubierta y la mujer con la cabeza cubierta. El nazarita, sin embargo, criaba cabellos lícitamente por ser ellos parte del voto sancionado por Dios (Números 6:5). Compárese también el caso de Absalom (2 Samuel 14:26; y Hechos 18:18).
15. en lugar de velo le es dado el cabello—Esto no significa que ella no necesite de algo más, sino que su cabello le indica que debe cubrir su cabeza cuanto más le sea posible. La voluntad debe concordar con la naturaleza. [Bengel.]
16. En resumen Pablo termina su argumento apelando a la costumbre universal de las iglesias. si alguno parece ser contencioso—Mejor, como el griego: “si alguno piensa” (comp Mateo 3:9). Es decir, “si alguno opta, aun después de escuchar mi argumento, por ser contencioso. O más bien, si alguno es contencioso, y cree tener razón en serlo. El apóstol aquí reprende la arrogancia y el espíritu contencioso de los corintios (cap. 1:20). nosotros—los apóstoles: o bien, nosotros los de la nación judía, de los que habéis recibido el evangelio, y cuyas prácticas, en todo lo que sea bueno, debierais observar. [Estio.] La explicación anterior es la mejor, ya que a los judíos no se hace referencia en el contexto; pero sí se refiere a menudo a sí mismo y a los apóstoles con la expresión “nosotros” (cap. 4:9, 10; 5:6). no tenemos tal costumbre—La de que la mujer ore sin velo. No como Crisóstomo: “la de ser contenciosos”. El término griego indica un uso, más bien que un hábito mental (Juan 18:39). Las prácticas de las verdaderas “iglesias” (plural: no como Roma lo emplea, “la iglesia,” como entidad abstracta; sino que “las iglesias,” como un número de testigos independientes) de Dios” (las iglesias que Dios mismo reconoce), son un argumento válido en el caso de los ritos externos, especialmente, en un sentido negativo, por ejemplo: Tales ritos no fueron recibidos entre ellas; por tanto, no deben ser admitidos entre nosotros. Pero en cuestiones de doctrina o de cosas esenciales del culto, el argumento no es válido [Sclater.] (cap. 7:17; 14:33). ni las iglesias de Dios—El uso católico (general) no es prueba infalible de la verdad, pero lo es, en general, de la decencia.
17. Esto—que sigue. os denuncio—Más bien: “os ordeno,” como se entiende siempre este término en griego. Los manuscritos más antiguos leen: “Esto (os) denuncio no alabando (os)”. que—por cuanto no por mejor … Aquí califica su alabanza (v. 2). “Os dije que os alababa por haber guardado las tradiciones que os fueron entregadas; pero ahora debo amonestaros en el nombre del Señor en cuanto a un asunto en que no os alabo, a saber, tocante a la cena del Señor” (v. 23; cap. 14:37). que no por mejor—No a fin de progresar hacia lo mejor. sino por peor os juntáis—A fin de retroceder hacia lo peor. El resultado de semejante forma de reunión debe ser la “condenación” (v. 34).
18. lo primero—Es decir, en primer lugar. Las “disensiones,” o “divisiones” (griego: “cismas”), no son meramente causadas por las diferentes opiniones (cap. 1:10), sino por actos abiertos en las fiestas de amor que practicaban los cristianos (ágapes, v. 21). El no sigue luego con lo que correspondería al “en segundo lugar.” No obstante, un segundo abuso estaba en su mente cuando dijo: “en primer lugar,” a saber, el abuso de los dones espirituales, el que también motivó desórdenes en las asambleas [Alford] (cap. 12:1, etc.; 14:23, 26, 33, 40). en la iglesia, oigo, que hay entre vosotros disensiones—No se refiere aquí al lugar de culto; porque Isidoro de Pelusio niega que hubiese tales lugares especialmente destinados para el culto en el tiempo de los apóstoles (Epístola 246:2); sino “en la asamblea” o “congregación:” en convocación para el culto, donde debían de predominar el amor, el orden y la armonía. La misma ordenanza instituída para la unificación de los creyentes en un cuerpo, fué hecha la ocasión de “divisiones.” y en parte la creo—Así exceptúa a los inocentes. “No quiero creer todo lo que oigo decir, pero algo de ello no puedo hacer otra cosa sino creerlo” [Alford]; pero mi amor no es afectado por ello. [Bengel.]
19. preciso es que haya … herejías—No meramente “cismas” o “divisiones” (v. 18). como resultado de las “recientes disensiones de la congregación por las diferencias de opinión” [Agustín, citado por “French Synonyms, New Testament”], sino también “herejías,” esto es, “cismas que se han inveterado.” “Sectas” [Campbell, vol. 2, Pág. 126, 127] como en Hechos 5:17; Hechos 15:5, traducción del mismo griego. Había en efecto disensiones en las fiestas de amor; pero San Pablo, recordando las palabras de Jesús (Mateo 18:7; Mateo 24:10, Mateo 24:12; Lucas 17:1), prevé que “ha de haber también” separaciones maduradas y partidos establecidos en secesión, como separatistas. Este “preciso es” se debe al pecado en los cristianos profesos que por fuerza lleva sus frutos naturales: éstos son contrarrestados por Dios para probar el carácter de los piadosos así como de los impíos, y para la disciplina de los primeros para gloria. El término “herejías” aún no tenía su acepción técnica eclesiástica, que se refiere a errores doctrinarios: significa cismas confirmados. La regla de San Agustín es una regla de oro respecto a cuestiones relacionadas con la herejía y la catolicidad: “En cuestiones dudosas, debe haber libertad; en las esenciales, unidad; en todas, caridad.” para que los que son probados se manifiesten—Por la desaprobación (reprobación) los heréticos son manifestados (Lucas 2:35; 1 Juan 2:19, Joel 2:19).
20. Cuando pues os juntáis—Aquí se reasume el hilo de discurso desde el v. 18. esto no es comer la cena del Señor—Más bien: “no hay tal cosa como comer la cena del Señor.” No es posible que ésta se celebre donde cada uno ávidamente se pone a comer “su propia cena,” y algunos quedan excluídos del todo al no habérseles esperado; donde algunos están “embriagados,” y otros están con “hambre” (v. 21). El ágape comúnmente precedía a la cena del Señor (como la Pascua fué seguida por la cena del Señor la primera vez que fué celebrada). Era una fiesta social, donde cada uno llevaba su porción, y los ricos llevaban porciones adicionales para los pobres. De esta fiesta se sacaba el pan y el vino para la cena conmemorativa; y era en ésta donde tuvieron lugar los excesos que hacían imposible la verdadera celebración de la cena del Señor, con el verdadero discernimiento de su solemnidad.
21. cada uno toma antes—Los ricos “antes que” los pobres, que no tenían nada de suyo, en lugar de “esperarse” unos a otros (v. 33); de ahí el precepto del cap. 12:21, 25. su propia cena—“Su propio vientre es su dios” (Filipenses 3:19); “la cena del Señor,” la fiesta espiritual, nunca ocupa su mente. el uno tiene hambre, y el otro está embriagado—El uno tiene más de lo que le conviene; el otro carece de medios. [Bengel.]
22. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?—(Comp. v. 34)”. Allí es donde se debe saciar el hambre, no en la asamblea de los hermanos. [Alford.] ¿o menospreciáis la iglesia de Dios?—Es decir, despreciáis la congregación que está compuesta mayormente de pobres, “elegidos por Dios” (Santiago 2:5). Compárese la frase “de Dios” aquí, que señala el verdadero honor de la iglesia. avergonzáis a los que no tienen—casas en donde comer y beber, los que debían, pues, recibir su porción en los ágapes de parte de sus hermanos pudientes. En esto no os alabo—Reasumiendo las palabras del v. 17.
23. El propósito del apóstol es enseñar lo indigna que era tal conducta en vista de la dignidad de la santa cena. yo—Enfáticamente en el griego. Queriendo decir que no era una invención suya. sino una institución del Señor. Recibí del Señor—por revelación inmediata (Gálatas 1:12; comp. Hechos 22:17; 2 Corintios 12:1). El haber sido reprobada la institución de la cena del Señor, mediante una revelación especial hecha a Pablo, encarece su solemnidad. La similitud entre el relato de San Lucas y el de San Pablo de dicha institución, favorece la suposición de que el primero recibió su información del apóstol, de quien era compañero de viaje. Así, esta coincidencia impensada es una prueba de la autenticidad de esta ordenanza. Que el Señor Jesús, la noche—La hora fijada para la pascua (Éxodo 12:6): aunque el tiempo para la cena del Señor no está fijo. que fué entregado—Estando el traidor a la mesa, y su muerte tan cercana, Jesús dejó este mandamiento como su último don a nosotros para conmemorar su muerte. Aunque estaba a punto de recibir tan grande daño de parte del hombre, no obstante le dió una prenda de su admirable amor hacia él.
24. tomó pan … lo partió y dijo—El partimiento del pan envuelve la repartición del mismo, y reprueba la práctica de los corintios, en la fiesta de amor, de “tomar cada uno, antes que los demás, su propia cena.” esto es mi cuerpo que por vosotros es partido—“Dado” (Lucas 22:19) por vosotros (griego: en vuestro favor) y “partido” para ser distribuído entre vosotros. Los manuscritos más antiguos omiten “partido,” dejando que sea suplido por el término “partió”. Dos versiones antiguas, copiando a Lucas, leen “dado.” El cuerpo literal no podía ser el sentido de esta frase, pues Cristo estaba presente palpablemente entre sus discípulos cuando dijo: “Esto es mi cuerpo.” Ellos solamente podían entenderle en sentido simbólico y analógico: Como este pan es para el bien de vuestra salud física, así es mi cuerpo para la salud espiritual de cada creyente que participa. Las palabras, “tomad, comed,” no están en los manuscritos más antiguos.
25. tomó también la copa después de haber cenado—El griego: “después de comida la cena”, es decir, la cena pascual que había precedido a la cena del Señor, así como el ágape, o fiesta de amor, más tarde. Por tanto, vosotros corintios, debiérais hacer una separación entre las comidas ordinarias y la cena del Señor. [Bengel.] diciendo: Esta copa es el nuevo pacto—o “convenio.” La copa viene a ser, simbólicamente, el pergamino donde está escrito mi nuevo convenio, o testamento, firmado y sellado, que os traspasa a vosotros toda bendición ahora y para siempre. en mi sangre—Es decir, ratificado por mi sangre, mi muerte: “no por la sangre de machos cabríos ni de becerros” (Hebreos 9:12). haced esto todas las veces que bebiereis—Lo que insinúa que se había de celebrar a menudo. en memoria de mí—Esto lo expresa Lucas, lo cual es entendido por Mateo y Marcos. Pablo lo repite la segunda vez, por cuanto convenía a sus propósitos. Los antiguos sacrificios continuamente traían los pecados a la memoria (Hebreos 10:1, Hebreos 10:3). La cena del Señor conmemora a Cristo y su sacrificio hecho una vez por todas para la plena y final remisión de pecados.
26. Porque—Como una prueba de que la cena del Señor es “en conmemoración de él.” la muerte del Señor anunciáis—públicamente. El griego no significa representar dramáticamente, sino “profesar públicamente que el Señor ha muerto por mí.” [Wahl.] La palabra “anunciáis”, así como el “es”, en el acto de instituir la cena (vv. 24, 25), denota no la presencia literal, sino una realización vívida de Cristo en la cena del Señor, como persona viviente, no un mero dogma abstracto, sino “hueso de nuestro hueso, y carne de nuestra carne” (Efesios 5:30; véase Génesis 2:23), y de nosotros mismos como “miembros de su cuerpo, de su carne, y de sus huesos,” “nuestros cuerpos pecaminosos hechos limpios por su cuerpo (una vez por todas ofrecido), y nuestras almas lavadas por su preciosísima sangre.” [Libro de Oración de la Iglesia Anglicana.] “Anunciar” es una expresión aplicable a cosas nuevas; véase en cuanto a la pascua, Éxodo 13:8. Así pues, la muerte del Señor debe siempre estar fresca en nuestra memoria. Compárese Apocalipsis 5:6. El que la cena del Señor se celebre en conmemoracíón de él, da a entender que él está corporalmente ausente, aunque presente espiritualmente, porque no se puede decir que conmemoremos a uno que esté ausente. El hecho de que no solamente anunciamos la muerte del Señor en la cena, sino que también comemos y bebemos los símbolos de ella, sólo podían entenderlo los judíos, acostumbrados a tales fiestas después de los sacrificios expiatorios, como significando la apropiación personal de los beneficios de aquella muerte. hasta que venga—Cuando ya no haya más necesidad de símbolos que representen su cuerpo, estando manifiesto el cuerpo mismo. El griego expresa la certeza de su venida. Roma enseña que comemos a Cristo que está presente corporalmente, “hasta que él venga” corporalmente; una contradicción de términos. Los panes de la proposición (lit., de la presencia) quedaban en el santuario, mas no en el lugar santísimo (Hebreos 9:1); así la cena del Señor en el cielo, que está representado por el lugar santísimo, será sustituída por la misma presencia corporal de Crísto; entonces el vino será bebido “nuevo” en el reino del Padre, por Cristo y su pueblo juntos, banquete celestial, del cual la cena del Señor es una gozosa anticipación espiritual (Mateo 26:29). Entre tanto que él viene, pues, así como los panes de la proposición eran colocados nuevos cada sábado sobre la mesa delante del Señor (Levítico 24:5), así la muerte del Señor era anunciada de nuevo, en la mesa del Señor, el primer día de cada semana en la iglesia primitiva. Somos ahora “sacerdotes para Dios” en la dispensación de la presencia espiritual de Cristo, que era representada por el Lugar Santo. La dispensación perfecta y eterna, que será hasta que Cristo venga, era representada por el Lugar Santísimo. y a esta dispensación sólo Cristo, nuestro Sumo sacerdote, ha entrado en carne hasta ahora (Hebreos 9:6); en la cual empero. en su venida, nosotros los creyentes también entraremos (Apocalipsis 7:15; Apocalipsis 21:22). La cena enlaza los dos períodos concluyentes de las dispensaciones antigua y nueva. Las venidas primera y segunda se consideran como una venida; de ahí la expresión “venida” y no “retorno” (véase con todo, Juan 14:3).
27. cualquiera que comiere … o bebiere indignamente, etc.—Así leen tres de los cuatro manuscritos más antiguos, la Vulgata y Cipriano (Sólo un manuscrito lee: “comiere y bebiere”). Los romanistas citan esta lección para favorecer la comunión usando un solo elemento. Este no es el significado. El apóstol dice que: Quienquiera que es culpable de conducta indigna al comer el pan o al beber la copa, es culpable del cuerpo y de la sangre de Cristo. La impropiedad en uno de los dos elementos corrompe la comunión en los dos. Por tanto, enseguida el apóstol no dice que será “culpado del cuerpo o de la sangre,” sino “del cuerpo y de la sangre.” Todo el que toma el pan sin el vino, o el vino sin el pan, “indignamente” participa, y así “es culpado” del cuerpo y de la sangre de Cristo: porque desobedece al mandamiento expreso de Cristo de participar de ambos. Si no participamos del símbolo de la muerte del Señor dignamente, participamos de la culpa de aquella muerte. (Véase “crucificar de nuevo para sí al Hijo de Dios,” Hebreos 6:6.) La indignidad en la persona no es lo que debiera excluir a nadie, sino la participación indigna. Por indignos que fuésemos, si nos examinamos de modo de comprobar que aun siendo penitentes creemos en el Evangelio de Cristo, podemos participar dignamente.
28. pruébese cada uno—Examine su propio estado mental respecto a la muerte de Cristo, y a su capacidad para “discernir el cuerpo del Señor” (vv. 29, 31). No es necesaria la confesión auricular ante un sacerdote, sino la autoexaminación. y coma así—Esto es, después del debido examen de sí mismo. de aquel pan, y beba de aquella copa—En el v. 27, donde el recibir fué indignamente, la expresión fué “comiere este pan … bebiere esta copa” sin la preposición “de.” Aquí el “de” sugiere la debida circunspección al participar en la santa cena. [Bengel.] el que come y bebe—Su autoexamen no es con el fin de poder ausentarse de la mesa, sino con el fin de poder participar.
29. juicio come y bebe—Un juicio temporal (vv. 30-32). no discerniendo el cuerpo del Señor—No juzgando debidamente, no distinguiendo en juicio (así el griego): el pecado y su castigo señalados como correspondiendo el uno al otro entre la comida común y los elementos que simbolizan el cuerpo del Señor. La mayoría de los manuscritos más antiguos omiten “del Señor.” Omitiendo también “indignamente,” como lo omite la mayor parte de los manuscritos más antiguos, debemos traducir: “El que come y bebe, juicio come y bebe para sí, si no discierne el cuerpo” (Hebreos 10:29). La iglesia es “el cuerpo de Cristo” (cap. 12:27): el cuerpo del Señor es su cuerpo literal apreciado y discernido por el alma en la recepción fiel del mismo, pero no está presente en los elementos mismos.
30. hay muchos enfermos y debilitados entre nosotros—Los primeros que naturalmente están sin fuerzas, y los segundos, que han perdido las fuerzas por la enfermedad. [Titm. Sinónimos.] y muchos duermen—Están adormecidos al acercarse la muerte: no una muerte violenta, sino una a consecuenia de la enfermedad enviada como castigo del Señor, para que el individuo obtenga la salvación al enderezar su actitud mental en su lecho de enfermo (v. 31).
31. Que si nos examinásemos … no seríamos juzgados—“Si nos juzgáramos debidamente, no seríamos (o hubiéramos sido) juzgados,” esto es, evitaríamos (o hubiéramos evitado) nuestros castigos actuales. A fin de poder juzgar debidamente o “discernir (apreciar) el cuerpo del Señor,” debemos “juzgarnos debidamente a nosotros mismos.” Esta es una advertencia presciente en contra del dogma de la absolución sacerdotal, después de haberse confesado plenamente ante el sacerdote, como una práctica necesaria antes de recibir la cena del Señor.
32. somos castigados—(Apocalipsis 3:19.) para que no seamos condenados con el mundo—Los que, siendo bastardos y no hijos, no reciben el castigo (purificador) (Hebreos 12:8).
33. cuando os juntáis a comer, esperaos—En contraste con el v. 21. La expresión no significa que “se den una porción los unos a los otros,” porque todas las viandas eran propiedad común, y por tanto, debían de “esperarse” mutuamente hasta que todos estuviesen reunidos para participar juntos de la común fiesta de confraternidad. [Teofilacto.] (v. 22).
34. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa—El que no pueda “esperar a otros,” que satisfaga su hambre en casa [Alford.] (v. 22). Las demás cosas ordenaré cuando llegare—Es decir, “las demás cuestiones de vuestra carta con respecto a la celebración debida de la cena del Señor.” No otras cuestiones en general, porque en efecto “ordena” otras cuestiones generales después en esta epístola.