1 Pedro 1:1-25
1 Pedro, apóstol de Jesucristo; a los expatriados de la dispersión en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
2 elegidos conforme al previo conocimiento de Dios Padre por la santificación del Espíritu para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: Gracia y paz les sean multiplicadas.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos;
4 para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable reservada en los cielos para ustedes,
5 que son guardados por el poder de Dios mediante la fe para la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final.
6 En esto se alegran, a pesar de que por ahora, si es necesario, estén afligidos momentáneamente por diversas pruebas,
7 para que la prueba de su fe — más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego — sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo.
8 A él lo aman sin haberlo visto. En él creen y, aunque no lo vean ahora, creyendo en él se alegran con gozo inefable y glorioso,
9 obteniendo así el fin de su fe: la salvación de su vida.
10 Acerca de esta salvación han inquirido e investigado diligentemente los profetas que profetizaron de la gracia que fue destinada para ustedes.
11 Ellos escudriñaban para ver qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, quien predijo las aflicciones que habían de venir a Cristo y las glorias después de ellas.
12 A ellos les fue revelado que, no para sí mismos sino para ustedes, administraban las cosas que ahora les han sido anunciadas por los que les han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas que hasta los ángeles anhelan contemplar.
13 Por eso, con la mente preparada para actuar y siendo sobrios, pongan su esperanza completamente en la gracia que les es traída en la revelación de Jesucristo.
14 Como hijos obedientes, no se conformen a las pasiones que antes tenían estando en su ignorancia.
15 Antes bien, así como aquel que los ha llamado es santo, también sean santos ustedes en todo aspecto de su manera de vivir
16 porque escrito está: Sean santos porque yo soy santo.
17 Y si invocan como Padre a aquel que juzga según la obra de cada uno sin hacer distinción de personas, condúzcanse en temor todo el tiempo de su peregrinación.
18 Tengan presente que han sido rescatados de su vana manera de vivir, la cual heredaron de sus padres, no con cosas corruptibles como oro o plata
19 sino con la sangre preciosa de Cristo como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
20 Él, a la verdad, fue destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por causa de ustedes.
21 Por medio de él creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y le ha dado gloria de modo que su fe y esperanza estén en Dios.
22 Habiendo purificado la vida de ustedes en obediencia a la verdad para un amor fraternal no fingido, ámense los unos a los otros ardientemente y de corazón puro;
23 pues han nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece.
24 Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae;
25 pero la palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la palabra del evangelio que les ha sido anunciada.
CAPITULO 1
HOMILIA SOBRE LA DIVINIDAD: GRATITUD POR LA ESPERANZA VIVA PARA LA CUAL SOMOS ENGENDRADOS, LO QUE PRODUCE GOZO EN MEDIO DE PADECIMIENTOS: ESTA SALVACION, OBJETO DEL MAS PROFUNDO INTERES DE PARTE DE PROFETAS Y ANGELES: SU COSTO TAN ALTO, MOTIVO PARA LA SANTIDAD Y EL AMOR, COMO HEMOS NACIDO DE NUEVO DE LA PALABRA DE DIOS QUE PERMANECE PARA SIEMPRE.
1. Pedro—forma griega de Cefas, hombre de piedra. apostol de Jesucristo—El que predica de otra manera que no sea como mensajero de Cristo, no debiera ser escuchado; si como tal predica, entonces es lo mismo que si oyeses a Cristo hablando en tu presencia. extranjeros esparcidos—lit., “peregrinos de la dispersión”; ocurre sólo en Juan 7:35 y aquí en el Nuevo Testamento y en el Salmo 147:2 (Versión de los Setenta). “los echados de Israel”; la designación peculiar dada a los judíos en su condición de dispersos por todo el mundo siempre desde el cautiverio babilónico. A éstos se dirige Pedro, como apóstol de la circuncisión, en primer orden; pero no en el limitado sentido temporal solamente; considera su condición temporal como una sombra de su vocación celestial para ser extranjeros y peregrinos sobre la tierra, que esperan a la Jerusalén celestial por hogar propio. Así los cristianos gentiles, como el Israel espiritual, son incluídos secundariamente, teniendo la misma vocación. Alude claramente a los cristianos gentiles (Salmo 1:14; Salmo 2:10; Salmo 4:3; comp. el 1:17; 2:11). Los cristianos, si consideran debidamente su vocación, nunca deben establecerse aquí, sino sentirse como transeúntes. Como los judíos en su dispersión difundieron por las naciones el conocimiento del Dios único, preparatorio para el primer advenimiento de Cristo, así los cristianos dispersos entre los inconversos, difunden el conocimiento de Cristo en preparación para su segunda venida. “Los hijos de Dios esparcidos por doquier” constituyen un todo en Cristo, que “los junta con amor en uno”, ahora parcialmente y en el Espíritu, después, más perfecta y visiblemente. “Elegidos”, en el orden griego, precede a “extranjeros”, electos en relación con el cielo, extranjeros en referencia a la tierra. La elección aquí es la de individuos a la vida eterna por la soberana gracia de Dios, como lo siguiente lo demuestra. “Mientras que cada uno está seguro de su propia elección por el Espíritu, no recibe seguridad alguna tocante a otros, ni hemos de ser demasiado curiosos (Juan 21:21); Pedro los enumera entre los elegidos, puesto que llevan la apariencia de haber sido “regenerados” [Calvino]. Llama a toda la Iglesia por el término que estrictamente pertenece sólo a la mejor porción de ellos [Calvino]. La elección a oír y la elección a vida eterna son distintas. Ser consciente de la elección es un fuerte motivo para la santidad. El ministro invita a todos, y con todo no disimula la verdad de que en ningunos, salvo los elegidos, efectuará la predicación la bendición eterna. Como el principal fruto de la exhortación, y aun de las amonestaciones, redunda para “los elegidos”, por tal razón, principía por dirigirse Pedro a los tales. Steiger traduce: A “los electos peregrinos que forman la dispersión en Ponto …” El orden de las provincias es que serían miradas por uno que escribiese desde el oriente, desde Babilonia (Juan 5:13); del nordeste hacia el sur a Galacia, del sudeste hacia Capadocia, luego hacia Asia y de vuelta hacia Bitinia, al oeste de Ponto. Contrástese el orden en Hechos 2:9. Ahora está sirviendo a los mismos a quienes había predicado en Pentecostés: “Partos, Medos, Elamitas, habitantes de Mesopotamia y de Judea”—es decir, judíos que estaban ahora sujetos a los partos, cuya capital era Babilonia, donde Pedro trabajó en persona—de Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Bitinia”, la dispersión asiática derivada de Babilonia, a los cuales ministra por carta.
2. presciencia—el amor preordinante (Hechos 1:20), inseparable de la presciencia de Dios, el origen de la elección y el molde al cual se conforma. Hechos 2:23 y Romanos 11:2 prueban que “presciencia” es preordinación. La presciencia de Dios no es la percepción en base alguna a acción ajena a él mismo; con todo en ella se comprende la libertad, y se excluye toda coartación absoluta. [Anselmo en Steiger]. Porque el Hijo de Dios fue “antes conocido” (así el griego en el 1:20: “ordenado antes …”) para ser el Cordero sacrificial, no contra su voluntad ni con ella, sino con su voluntad reposada en la voluntad del Padre. Esto incluye la acción consciente; y más, hasta la aquiescencia gozosa. “Conocer” en el hebreo como en el griego incluye como propios de uno la aprobación y el reconocimiento. El hebreo señala la unidad de amar y escoger con tener una palabra para expresar los dos conceptos, bachar (heiretizo, V. de los Setenta). Pedro desciende de la eterna “elección” de Dios por el nuevo nacimiento, a la “santificación” del creyente, para que de ésta pueda elevarlos de nuevo por la consideración de su nuevo nacimiento, a la “viva esperanza” de la “herencia” celestial. [Heidegger]. Las tres Personas divinas las introduce en sus respectivas funciones en la redención. en santificación—El elemento en que son elegidos. La elección de Dios se realizó y se manifestó “en” la santificación de ellos. Los creyentes son “santificados por la ofrenda de Cristo una vez por todas” (Hebreos 10:10). “Tú debes creer que eres santo; pero no por tu propia piedad, sino por la sangre de Cristo” [Lutero]. Esta es la verdadera santificación del Espíritu, obedecer el evangelio, confiar en Cristo. [Bullinger].—La separación por el Espíritu del creyente como consagrado a Dios. La ejecución de la elección de Dios (Gálatas 1:4). Dios el Padre nos da la salvación por la elección gratuita; el Hijo la compra con el derramamiento de su sangre; el Espíritu Santo aplica el merecimiento del Hijo al alma por la palabra evangélica [Calvino]. Comp. Números 6:24, la triple bendición del Antiguo Testamento. para obedecer—El Gr., “para obediencia”, el resultado y la finalidad de Dios con respecto a nosotros: la obediencia, que consiste en la fe y en lo que mana de la fe; “obedeciendo a la verdad por el Espíritu” (Números 1:22). Romanos 1:5, “obediencia a la fe”, y obediencia fruto de la fe. ser rociados—el Gr. “para obediencia y rociamiento de sangre …” No en la justificación mediante la expiación hecha una vez por todas, expresada en las frases anteriores, sino (como el orden indica) en ser diariamente rociados con la sangre de Cristo, y así limpiados de todo pecado, lo que es el privilegio de todo justificado que “camina en la luz”. gracia—la fuente de la “paz”. sea multiplicada—aun más que hasta ahora. Daniel 4:1. “Ya tenéis la paz y la gracia, mas no todavía en la perfección; por tanto, debéis seguir creciendo, hasta que el viejo Adán esté muerto” [Lutero].
3. Empieza, como Pablo, al principiar sus epístolas, dando gracias a Dios por la grandeza de la salvación; en esto (1) anticipa el futuro (Daniel 1:3) y (2) vuelve sobre lo pasado. [Alford]. Bendito—vocablo griego (eulogetos, “bendito sea”) que se aplica a Dios, distinto del que se usa (eulogemenos, bendecido), con respecto al hombre. Padre—Esta Epístola entera concuerda con el “Padre nuestro”: “Padre”,Daniel 1:3, Daniel 1:14, Daniel 1:17, Daniel 1:23; Daniel 2:2; “nuestro”,Daniel 1:4; “en los cielos”,Daniel 1:4; Sea santificado tu nombre”,Daniel 1:15; Daniel 3:15; “venga tu reino”,Daniel 2:9; “sea hecha tu voluntad”2 Samuel 2:15; 2 Samuel 3:17; 2 Samuel 4:2, 2 Samuel 4:19; “pan diario”,2 Samuel 5:7; “perdón de pecados”,2 Samuel 4:8, 2 Samuel 4:1; “tentación” 4:12; “liberación”, 4:18 [Bengel]; comp. el 3:7 y 4:7, alusiones a la oración. Barak en el hebreo, “bendice”, lit., arrodillarse. Dios, la fuente de bendiciones debe ser bendito por todas sus obras. grande misericordia—Que la “misericordia” de Dios alcanzara hasta nosotros, culpables y enemigos, es prueba de que es grande y plena. nos ha regenerado—del Espíritu por la palabra (1:23); aunque éramos por naturaleza hijos de la ira, y muertos en pecados. en—Gr. eis, “para”; para esperanza, para que la tengamos. viva—o “viviente”. Tiene vida en sí, da vida, y espera vida objetivamente [De Wette]. Viviente es una expresión favorita de Pedro (1:23; 2:4, 5). Se deleita en contemplar la vida venciendo la muerte en el creyente. La fe y el amor siguen a la esperanza (1:8, 21, 22). “(Para) una esperanza viva” es explicada aun más por “(para) una herencia incorruptible … que … no marchitase …” y “para (alcanzar la) salud (salvación) … aparejada para ser revelada en el postrimero tiempo”. Yo prefiero, con Bengel y Steiger, unir como en el griego: “para una esperanza viva (que posee vida y vitalidad) mediante la resurrección de Jesucristo”. La fe, el medio subjetivo de la resurrección espiritual del alma, es obrada por el mismo poder por el cual Cristo fue resucitado de los muertos. El bautismo es el medio objetivo (3:21). [Nota del Traductor: El bautismo, se puede decir que es el medio simbólico, figurativo, de la resurrección a novedad de vida. El Espíritu obra independientemente de medios.] Su fruto moral es una vida nueva. La relación de nuestra filiación con la resurrección aparece también en Lucas 20:36; Hechos 13:33. La resurrección de Cristo es la causa de la nuestra, (1) como causa eficiente (1 Corintios 15:22); (2) como causa ejemplar, estando todos los santos por resucitar a similitud de la resurrección de él. Nuestra “esperanza” es de que Cristo, resucitado de los muertos, ha ordenado el poder, y ha venido a ser el modelo de la resurrección del creyente. El alma, renacida de su estado natural para la vida de la gracia, nace luego otra vez para la vida de gloria. Mateo 19:28 : “Regeneración, cuando se sentará el Hijo del hombre en el trono de su gloria”; la resurrección de nuestros cuerpos es una salida como si fuera de la matriz de la tierra y la entrada a la inmortalidad, una natividad para otra vida. [El Obispo Pearson.] Las cuatro causas de nuestra salvación son: (1) la causa primaria, la misericordia de Dios; (2) la causa inmediata, la muerte y resurrección de Cristo; (3) la causa formal, nuestra regeneración; (4) la causa final, nuestra dicha eterna. Como Juan es el discípulo del amor, así Pablo es el de la fe, y Pedro el de la esperanza. De ahí que Pedro, más que los demás apóstoles, subraya la resurrección de Cristo; una coincidencia entre la historia y la Epístola, y una prueba de su genuinidad. La resurrección de Cristo fue la ocasión de la restauración de Pedro mismo, por Cristo, después de su caída.
4. Para una herencia—el objeto de nuestra esperanza (v. 3), que por tanto no es una esperanza muerta, sino viva. La herencia es del creyente ya, por título, estándole acreditada en efecto; la entrada para poseerla es futura, y es esperada como cosa cierta. Siendo “engendrado” de nuevo como “hijo”, es “heredero”, así como los padres terrenales engendran hijos que heredarán los bienes de ellos. La herencia es la salvación (vv. 5, 9): “la gracia … presentada en la revelación (aparición) de Cristo” (v. 13); “una corona de gloria que es inmarcesible.” incorruptible—que no tiene en sí los gérmenes de la muerte. Las negaciones de las imperfecciones con que nos encontramos en esta vida son los principales medios de llevar a nuestras mentes un concepto de las cosas celestiales que todavía “no han subido al corazón del hombre”, y que aun no tenemos las facultades capaces de conocer plenamente. Pedro, temerario, impulsivo, y muy susceptible a las impresiones externas, era tanto más apto para sentir con dolor la corrupción arraigada, que, acechando bajo el esplendor de las cosas más hermosas de la tierra, las condena a pronta podredumbre y muerte. no puede contaminarse—“herencia … incontaminable” (Gr. amianton); no manchada por el pecado como los bienes terrenos, ni en la adquisición, ni en el uso de ellos; no susceptibles de mancha alguna. “El rico o es hombre fraudulento, o es heredero de fraudulento.” [Jerónimo.] Aun la herencia de Israel estaba contaminada por el pecado del pueblo. La contaminación se insinúa de intrusa hasta en nuestras cosas santas de ahora, mientras que el servicio de Dios debe de ser puro. ni marchitarse—Comp. al v. 24 en contraste. Aun la parte más delicada de la herencia celestial sigue siendo inmarcesible. “En sustancia incorruptible; en pureza incontaminable; en hermosura inmarcesible” [Alford]. reservada—guardada (Colosenses 1:5; 2 Timoteo 4:8); el pretérito perfecto, que expresa un estado fijo y permanente, “que ha sido y está guardada”. La herencia está en seguridad, sin riesgo, fuera del alcance de Satanás, aunque nosotros, los herederos, estamos aún en medio de peligros. Con todo, si somos creyentes, nosotros también, así como la herencia, somos “guardados” (el mismo griego, Juan 17:12) en seguridad por Jesús (v. 5). en los cielos—donde no puede ser ni destruída ni robada. No se sigue que, por cuanto está guardada en los cielos, no haya de estar después en la tierra también.
5. para nosotros—El Gr., “para vosotros”, como en el v. 6. Está segura, no sólo en sí a salvo de toda desgracia, sino también de toda enajenación, de modo que nadie la puede recibir en nuestro lugar. Había dicho “nosotros” en el v. 3; ahora se dirige a los elegidos, a fin de animarlos y de exhortarlos. somos guardados—El Gr. “Para vosotros los … los guardados,” “los que estáis siendo guardados.” Refuta la objeción: “¿De qué provecho es dicha salvación que nos está reservada en el cielo, como en puerto tranquilo y seguro, cuando nosotros somos arrojados en el mundo sobre turbulento mar en medio de mil naufragios?” [Calvino]. Como la herencia está guardada (v. 4) en seguro para los lejanos “herederos”, así deben ellos ser guardados en sus personas para así estar seguros de alcanzarla. Ni carecerán ellos de ella, ni ella de ellos, “Nosotros estamos guardados en el mundo, así como nuestra herencia está guardada en el cielo”. Esto define el “vosotros” (“nosotros” en nuestra versión). La herencia, sabed, pertenece sólo a los que “perseveran hasta el fin”, siendo “guardados por (o en) la virtud de Dios por fe”. Comp. Lucas 8:13 en contraste. Dios mismo es nuestro solo poder guardador. “Es su poder el que nos guarda de nuestros enemigos. Es su longanimidad lo que nos salva de nosotros mismos” [Bengel], Judas 1:1: “conservados en Jesucristo”; Filipenses 1:6; Filipenses 4:7; “guardará”, el mismo verbo en el griego como aquí. Este guardar se efectúa, de parte de Dios, por su “poder”, la causa eficiente; de parte del hombre, por medio de la fe, el medio efectivo. en la virtud—El creyente vive espiritualmente en Dios, y en virtud de su poder, y Dios vive en él. “En” denota que la causa es inherente en los medios, u obra orgánicamente por ellos, los cuales existen también en la causa. El poder de Dios que guarda al creyente no es ninguna fuerza externa que obre sobre él desde afuera con necesidad mecánica, sino el poder espiritual de Dios, en el cual vive, y de cuyo Espíritu está vestido. Baja éste sobre él, y luego mora en él, así como está en él. [Steiger]. Que na die se jacte de que está guardado por el poder de Dios para salvación, si no está caminando por la fe. Ni el conocimiento especulativo y la razón, ni las obras de aparente caridad, tendrán valor, aparte de la fe Es por la fe que la salvación se recibe y también está guardada. para (alcanzar la) salud salud—El Gr. “para salvación”. “La salvación” no es meramente operada para nosotros en título por Cristo, escriturada a nuestro nombre cuando creemos, sino en efecto manifestada, y para ser finalmente perfeccionada. aparejada, etc.—Cuando Cristo se manifieste, ella será manifestada. Los preparativos para ello están ahora haciéndose, y comenzaron cuando Cristo vino: “Todas las cosas están ya aparejadas”; la salvación está ya hecha, y sólo espera el tiempo del Señor para ser manifestada: él está preparado “para juzgar”. postrimero tiempo—el último día, que termina el día de la gracia: el día de juicio, de redención, de la restitución de todas las cosas, y de la perdición de los impíos.
6. En lo cual—en la cual esperanza de la salvación final. os alegráis—“con exultación”, “os regocijáis con exhuberancia”. La salvación se realiza por la fe (v. 9), como cosa tan efectivamente presente como para causar exultación a pesar de las tribulaciones existentes. si es necesario—“Si es la voluntad de Dios que así sea”, [Alford], porque no todos los creyentes están atribulados. Uno no debe pedir ni imponerse una cruz, sino sólo “alzar” la cruz que Dios le impone (“su cruz”). No se debe forzar demasiado el texto de 2 Timoteo 3:12. No todo creyente, ni todo pecador, es probado con aflicciones [Theophylact]. Algunos piensan erróneamente que no obstante nuestro perdón en Cristo, hace falta alguna suerte de propiciación o expiación por el pecado. afligidos—El Gr. “entristecidos”. La “tristeza” ya se considera pasada, o al menos temporaria; el “gozo exultante”, presente y continuo. Es porque el gozo realizado, de la salvación venidera, hace que la presente tristeza parezca cosa del pasado. Al primer golpe de la aflicción os entristecisteis, pero ahora en anticipación os alegráis, pareciéndoos pasada la presente aflicción. tentaciones—o sea, pruebas de vuestra fe.
7. La finalidad de la tentación, o prueba, es la comprobación. prueba—el examen, aprobación. Para que vuestra fe así probada “sea hallada (el aoristo: una vez por todas, como resultado del examen en el día del juicio) para (resultando en) alabanza …” es decir, la alabanza que imparte el Juez. el cual perece—El oro perece, y con todo es probado con fuego. Si el oro perecedero es examinado con fuego para quitarle la escoria y estimar su genuinidad, ¿cuánto más necesita vuestra fe, que nunca perece, pasar por la prueba ardiente para quitarle todo lo defectuoso y probar su pleno valor? gloria—“Honra” no es tan fuerte como “gloria”. Como la “alabanza” está en palabras, así la “honra” es de hechos: la recompensa honoraria. cuando … manifestado—El Griego., “en la revelación …” Así en el v. 13. A la revelación (Griego., apokalipsis) de Cristo, también tendrá lugar la revelación, o manifestación, de los hijos de Dios (Romanos 8:19). Comp. 1 Juan 3:2, Joel 3:2, en el griego.
8. Al cual, no habiendo visto, le amáis—aunque en otros casos es el conocimiento de la persona lo que produce el amor hacia ella. Son más “bienaventurados los que no vieron y con todo creyeron”, que los que creyeron porque vieron. Sobre el amor de Pedro mismo a Jesús, véase Juan 21:15. Aunque los apóstoles lo habían visto, dejaron ya de conocerlo meramente según la carne. en el cual creyendo—lo que produce un regocijo exultante. al presente—la presente condición en contraste con la futura, cuando los creyentes “verán su rostro”. inefable—Comp. 1 Corintios 2:9. glorificado—Un gozo que está ya rodeado de gloria. La “gloria” es en parte una posesión presente por la presencia de Cristo, “el Señor de la gloria”, en el alma; en parte, la anticipación asegurada. “El gozo del cristiano está ligado con el amor a Jesús; su base es la fe: no es pues ni egoísta ni arrogante” [Steiger].
9. obteniendo—en asegurada anticipación; “el fin de la fe (vuestra”), o sea su consumación triunfante, la “salvación” finalmente cumplida (Pedro aquí confirma la enseñanza de Pablo sobre la justificación por la fe): obteniendo también ahora el título de propiedad y las primicias de ella. En el siguiente v. 10, la salvación se trata como ya presente, mientras que “los profetas” no la tenían aún presente. Debe pues referirse en el v. 9 al presente: la liberación ahora de un estado de ira: los creyentes ahora mismo “obtienen la salvación,” aun cuando su plena “revelación” es futura. de (vuestras) almas—El alma inmortal era lo que estaba perdido, así que “la salvación” concierne en primer lugar al alma; el cuerpo participará de la redención más adelante; el alma del creyente está salva ya: prueba adicional de que el “obtener la salvación” es cosa del tiempo presente.
10. La magnitud de esta “salvación” está probada por el ardor con que “los profetas”, y aun “los ángeles”, la escudriñaron. Aun desde el principio del mundo esta salvación ha sido testimoniada por el Espíritu Santo. los profetas—término general que incluía a todos los autores inspirados del Antiguo Testamento. han inquirido—con perseverancia: así el griego. Mucho más se nos revela a nosotros que lo que alcanzaron con diligente investigación los profetas. Con todo no se dice que ellos la buscaran, sino que inquirieron y buscaron “acerca de” ella (así el griego) Ellos ya estaban seguros acerca de la redención que estaba por venir. No vieron plenamente, como nosotros, pero desearon ver al uno y mismo Cristo que nosotros vemos plenamente en espíritu. “Como Simeón estuvo ansiosamente deseando anteriormente y quedó tranquilo en paz sólo cuando hubo visto a Cristo, así todos los santos del Antiguo Testamento vieron a Cristo sólo veladamente y como si estuviese ausente—ausente no en el poder y la gracia, sino por cuanto no estaba aún manifiesto en carne” [Calvino]. Los profetas, como individuos, tuvieron que reflexionar sobre el sentido figurado y de largo alcance de sus profecías; porque sus palabras, como profetas, en su función pública, no eran propias de ellos tanto como del Espíritu, que hablaba por ellos y en ellos: así opinó Caifás. Un testimonio notable de la inspiración verbal; las palabras que los autores inspirados escribieron son palabras de Dios, que expresan la mente del Espíritu, las cuales los escritores mismos escudriñan, para encontrar el hondo sentido precioso, lo mismo que hacen los lectores creyentes. El verbo (inquirir) indica que tenían indicaciones de seguir en búsqueda. de la gracia que había de venir—a saber, la gracia del Nuevo Testamento: arras de “la gracia” de la perfecta “salvación” “para ser traída con la (segunda) revelación de Cristo”. Los creyentes del Antiguo Testamento también poseían la gracia de Dios: eran hijos de Dios, pero eran como menores de edad, así como siervos; mientras que nosotros gozamos los plenos privilegios de hijos adultos.
11. escudriñando—“con referencia a qué tiempo o qué suerte de tiempo”. Así lo expresa el griego. Este qué expresa el tiempo en absoluto; qué cuál había de ser la era de la venida del Mesías; qué suerte de tiempo, qué eventos y rasgos caracterizarían el tiempo de su venida. La conjunción o infiere que algunos de los profetas, si no podían como individuos descubrir el tiempo preciso escudriñaron los rasgos y eventos característicos del tiempo. El griego por “tiempo” aquí es la sazón, la época, el tiempo propio en los propósitos de Dios. el Espíritu de Cristo … en ellos—(Hechos 16:7, Versión Moderna: “el espíritu de Jesús”; Apocalipsis 19:10.) Así Justino Mártir dice: “Jesús fue aquel que apareció y se comunicó con Moisés, Arahán y los demás patriarcas”. Clemente de Alejandría lo llama “el Profeta de profetas, y Señor de todo el espíritu profético.” significaba—“daba intimación.” prenunciaba—“testificaba de antemano los padecimientos (ordenados) para el Cristo”, o en respecto a Cristo. “Cristo”, el ungido Mediador, cuyos padecimientos fueron el precio de nuestra “salvación” (vv. 9, 10), el cual es el conducto de “la gracia que había de venir a nosotros”. las glorias—de su resurrección, de su ascensión, de su juicio y reino venideros, las consecuencias necesarias de los padecimientos. después de ellas—(Apocalipsis 3:18; Apocalipsis 5:1). Puesto que “el Espíritu de Cristo” es el espíritu de Dios, Cristo es Dios. Es sólo porque el Hijo de Dios había de ser nuestro Cristo que se reveló a sí mismo y por sí al Padre en el Antiguo Testamento, y que por el Espíritu Santo, que procede eternamente del Padre y del Hijo, habló a los profetas.
12. No sólo les fue revelado el futuro a ellos, sino también esto, que dichas revelaciones del futuro les fueron dadas no para ellos mismos, sino para el bien de nosotros de los tiempos del evangelio. Esto, lejos de desanímarlos, los alentó más para testificar abnegadamente en el Espíritu para el bien parcial de su propia generación (sólo de creyentes), y para el pleno beneficio de la posteridad. Contrástese en tiempos evangélicos, Apocalipsis 22:10. No que sus profecías fuesen desoídas con las instrucciones espirituales tocantes al Redentor, por su propia generación, sino que la plena luz no había de ser dada antes de que el Mesías viniese; fué para el bien de ellos que tuvieron esta “revelación”, para que no se desanimasen por no descubrir claramente a pesar de su investigación y búsqueda todos los pormenores de la “salvación venidera.” A Daniel le fue revelado el tiempo (Daniel 9:25). Nuestros inmensos privilegios están así expuestos por el contraste con los de ellos, no obstante que tuvieron honor grande de que el Espíritu hablara en ellos; y esto como incentivo a aun mayor consagración de nuestra parte que la que ellos mismos hubieran manifestado (v. 13). para nosotros—los manuscritos más antiguos dicen “vosotros”, como en el v. 10. Este versículo expresa que nosotros los cristianos podemos entender las profecías con la ayuda del Espíritu, en la parte más importante, es decir, hasta donde han sido ya cumplidas. por el Espíritu Santo enviado—en Pentecostés. Manuscritos posteriores dicen: “en el Espíritu …”; Los evangelistas hablando por el Espíritu Santo eran testigos infalibles. “El Espíritu de Cristo” estaba en los profetas (v. 11), pero no manifiestamente, como en el caso de la iglesia cristiana y sus primeros predicadores, “enviado del cielo”. ¡Cuán favorecidos somos nosotros, al ser servidos, en cuanto a la “salvación”, por los profetas y asimismo por los apóstoles, anunciando éstos como en efecto cumplidas las mismas cosas que aquéllos predijeron! en las cuales—cosas “que ahora os son anunciadas” por los predicadores evangelistas, a saber, “los padecimientos de Cristo v las glorias que habían de seguir” (vv. 11, 12). ángeles—superiores aun a los profetas. Los ángeles, como tampoco nosotros mismos, no poseen un conocimiento intuitivo de la redención. “Mirar” es lit., aquí en el griego: “encorvarse para mirar profundamente hasta el fondo de una cosa”. Véase nota sobre el mismo vocablo en Santiago 1:25. Como los querubines se encorvaban sobre el propiciatorio, emblema de la redención, en el lugar santísimo, así los ángeles contemplan fijamente y anhelan profundizar “el gran misterio de la piedad, Dios manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles”. Su “ministerio a favor de los herederos de la salvación” naturalmente los predispone a compenetrarse de este misterio que refleja tal gloria sobre el amor, justicia, sabiduría y poder del Dios y Señor suyo y nuestro. Lo pueden conocer sólo por su manifestación en la iglesia, puesto que ellos no tienen la porción directa en él que tenemos nosotros. “Los ángeles tienen sólo el contraste entre el bien y el mal, sin el poder de la conversión del pecado a la justicia: presenciando dicha conversación en la Iglesia, anhelan informarse del conocimiento de los medios por los cuales se efectúa” [Hofman en Alford].
13. Por lo cual—Viendo que los profetas ministraron a vuestro favor en estos altos privilegios evangélicos, en que ellos mismos no participaron plenamente, aunque los escudriñaron, y vieron que hasta los ángeles deseaban “mirarlo”, ¡cuán fieles y vigilantes debierais vosotros ser respecto a ellos! los lomos … ceñidos—refiriéndose a las palabras de Cristo mismo (Lucas 12:55), una figura sugerida por la manera en que los israelitas comían la pascua, atada la larga ropa exterior a la cintura con un cinturón, como en preparación para viajar. Los obreros, los corredores, luchadores, y guerreros (como figuras típicas de los cristianos) así se ceñían, tanto para acortar el ropaje de modo que no impidiera la acción, como para ceñir y fortificar el cuerpo para la acción. El creyente debe tener la mente (sus poderes intelectuales) preparada y presta siempre para la venida de Cristo. “Reunid la potencia de vuestro espíritu” [Hensler]. Con templanza, eso es, sujeción propia espiritual, para que uno no sea derrotado por las seducciones del mundo y de la carne, y con la “perfecta esperanza” de la revelación (aparición) de Cristo, es la verdadera manera de “ceñir los lomos de la mente (entendimiento)”. perfectamente—para que no haya nada deficiente en vuestra esperanza, ninguna caída de vuestra confianza. Si se tradujera “hasta el fin” (teleios), podría hacer alusión a “el fin” (telos) del v. 9, el fin de vuestra fe y esperanza, a saber, “la gracia que os es traída en (así dice el griego) la revelación de Cristo”. Como la gracia será entonces perfeccionada, así debéis esperar perfectamente. “Esperad” es repetición del v. 3; las dos apariciones no son sino dos etapas de la gran revelación de Cristo que abarca el Nuevo Testamento del principio al fin.
14. De sobriedad de espíritu y perseverancia de esperanza, pasa a obediencia, santidad y reverencial temor. Como hijos—indicando su presente carácter real de “renacidos” (vv. 3, 22). obedientes—Griego, “hijos de obediencia”; hijos de los cuales la obediencia es su característica natural y predominante, como el niño es de la misma naturaleza de la madre y del padre. Comp. en contraste, Efesios 5:6, “los hijos de desobediencia”. Comp. el v. 17, “invocáis por Padre”, de quien sois “hijos”. Teniendo la obediencia de la “fe” (v. 22) así como la de la práctica (vv. 16, 18). “La fe es la obediencia suprema, porque se desempeña a las órdenes supremas”. [Lutero.] no conformándoos—La moda (Griego, squema) externa es pasajera y meramente superficial. La “forma”, o conformación en el Nuevo Testamento es algo más profundo, más perfecto y esencial. los deseos que antes teníais—las características de vuestro estado de ignorancia de Dios: tanto de judíos como de gentiles. La santificación se describe primero negativamente (v. 14, “no conformándoos …” desvistiéndoos el viejo hombre, la forma exterior, así como la conformación interna); luego positivamente (v. 15, vistiéndoos el nuevo. Comp. Efesios 4:22, Efesios 4:24). Los “deseos” o concupiscencias manan del original “nacimiento en pecado” (herencia de nuestros primeros padres, los que por deseo voluntario trajeron el pecado al mundo), el que siempre, desde que el hombre quedó distanciado de Dios, trata de llenar con cosas terrenales el vacío que siente en su ser; las formas múltiples que asume la concupiscencia congénita se llaman en el plural concupiscencias. En el regenerado, en cuanto concierne al nuevo hombre, que constituye su ego verídico, “el pecado” ya no existe; pero en la carne, el viejo hombre existe. Por eso surgen los conflictos, continuados sin interrupción al través de la vida, en los que el nuevo hombre generalmente prevalece y al fin vencerá completamente. Pero el hombre natural no conoce lucha alguna sino la de sus concupiscencias una con otra, o bien con la ley, sin poder para vencerlas.
15. Lit., “Sino (antes) según la norma de aquel que os llamó y que es (cuya característica es de ser) santo, sed (griego, llegad a ser) vosotros también santos.” Dios es nuestro gran modelo. La llamada (vocación) de Dios es el motivo a que Pedro apela frecuentemente en sus epístolas. Todo aquel que engendra, engendra un vástago que se le asemeja. [Epifanio]. “Que los hechos del hijo demuestren similitud con los del Padre” [Agustín]. conversación—comportamiento, curso de vida; la conducta de uno, como distinta de su naturaleza íntima, a la que exteriormente debe corresponder. Los cristianos ya son santos a Dios por la consagración; deben serlo también en su conducta externa y en su comportamiento en todo sentido.
16. La escritura es la verdadera fuente de toda autoridad en asuntos de doctrina y práctica. sed … por que yo soy—Es conmigo que tenéis que haberos. Vosotros sois míos. Por tanto absteneos de la corruptela gentílica. Somos demasiado propensos a tener respeto para los hombres [Calvino]. Yo soy la fuente de la santidad, siendo santo en mi esencia, sed pues celosos para ser participantes de la santidad, para que seáis como yo también soy [Dídimo]. Dios es esencialmente santo; la criatura es santa en cuanto sea santificado por Dios. Dios, quien da el mandamiento de ser santo, está dispuesto a dar también el poder de obedecerle, es decir, por medio de la santificación del Espíritu (v. 2).
17. si—es decir, “puesto que invocáis por Padre …” pues todos los regenerados oran como hijos, diciendo: “Padre nuestro, que estás en los cielos”. sin acepción de personas—(Hechos 10:34; Romanos 2:11; Santiago 2:1), que juzga sin aceptar a judío sobre el gentil (2 Crónicas 19:7; Lucas 20:21; dicho propiamente de un juez que no tiene prejuicios con respecto a personas). El Padre juzga por medio del Hijo, que ejerce su autoridad delegada (Juan 5:22). Esto señala la unidad armoniosa y completa de la Trinidad. obra—la obra de cada hombre es una unidad completa, sea buena o mala. Las obras particulares de cada uno son manifestaciones del carácter general de su obra completa de la vida, que indica si fue de fe y amor, por los que solamente podemos agradar a Dios y evitar la condenación. conversad—conducíos, partaos. peregrinación—El estado objetivo de los judíos en su dispersión es emblemático del estado peregrino de todos los creyentes en este mundo, ausentes de nuestra verdadera patria. temor—el reverencial, no el servil. El que es vuestro Padre es también vuestro Juez: pensamiento que bien puede inspirar el temor reverencial. Observa Theophylact: Un doble temor se menciona en las escrituras: (1) el elementario, que produce en uno la seriedad; (2) el perfectivo: siendo éste el motivo por el cual Pedro les urge a que sean obedientes. El temor no es incompatible con la certidumbre, sino con la seguridad carnal: el temor produce la vigilante precaución para no ofender a Dios y apostatar. “El temor y la esperanza manan de la misma fuente: el temor evita que abandonemos la esperanza” [Bengel]. Aunque el amor no tiene en si temor, sin embargo, en nuestra actual condición de imperfecto amor, éste necesita que el temor lo acompañe como principio subordinado. Este temor ahoga todos los demás temores. El creyente teme a Dios, y así no tiene a otro alguno que temer. No temer a Dios es la mayor bajeza e insensatez. De él manaba el coraje de los mártires, más bien que de humano valor.
18. Otro motivo del temor reverencial y vigilante (v. 17) de desagradar a Dios, es la consideración del alto precio de nuestra redención del pecado. Nótese que somos nosotros, no el cielo, los que somos comprados con la sangre de Cristo. No se díce en las escrituras que la sangre de Cristo compre el cielo para nosotros; el cielo es la “herencia” (v. 4) que nos es dada a nosotros como hijos de Dios. redimidos—Siendo el oro y la plata en sí mismos aptos para la corrupción (v. 7: “el oro que perece;” comp. las palabras de Pedro mismo en Hechos 3:6, una coincidencia), a nadie pueden librar de la muerte espiritual y corporal; son pues de demasiado poco valor. Comp. el v. 19 en contraste: “la sangre de Cristo …” Los israelitas eran rescatados por medio siclo cada uno (Éxodo 30:12 : comp. Números 3:44), que se destinaba para la compra del cordero para el sacrificio diario. Pero el Cordero que redime a los israelitas espirituales lo hace “sin dinero y sin precio”. Entregada por el pecado a la justicia de Dios, la Iglesia de los primogénitos es redimida del pecado y de la maldición por la preciosa sangre de Cristo (Mateo 20:28; 1 Timoteo 2:6; Tito 2:14; Apocalipsis 5:9). En todos estos textos está la idea de la sustitución, la entrega de uno por otro por vía de rescate o de equivalente. El hombre “está vendido bajo pecado” como esclavo: encerrado bajo la condenación de la maldición. El rescate fue, pues, pagado al Juez, justamente airado, y fue aceptado por Dios como satisfacción vicaria por nuestro pecado, por cuanto fue su amor tanto como su justicia lo que lo predeterminó. Un israelita vendido esclavo por deuda podía ser redimido por uno de sus hermanos. Como. pues, no podíamos rescatarnos a nosotros mismos, Cristo asumió nuestra naturaleza a fin de hacerse nuestro pariente más cercano y hermano, y ser así nuestro Goel o Redentor. La santidad es el fruto natural de la redención de “nuestra vana conversación”; porque aquel por el cual somos redimidos es el mismo para el cual somos redimidos. “Sin la justa abolición de la maldición, o no podría haber liberación, o—cosa imposible—la gracia de Dios y su justicia deberían hallarse en conflicto” [Steiger]; mas ahora, Cristo habiendo llevado la maldición de nuestro pecado, liberta de ella a los que son hechos hijos de Dios por su Espíritu. vana—autoengañadora, irreal, y sin provecho: que promete el bien que no produce. Comp. la conducta de los gentiles, Hechos 14:15; Romanos 1:21; Efesios 4:17; la de los filósofos humanos, 1 Corintios 3:20; la de los judíos desobedientes, Jeremias 4:14. conversación—comportamiento. Para saber lo que el pecado es, debemos saber lo que costó. de nuestros padres—las tradiciones judaicas. “La piedad humana es una vana blasfemia, y el mayor pecado que puede el hombre cometer” [Lutero]. Hay un solo Padre a quien imitar (v. 17); comp. Mateo 23:9, la misma antítesis [Bengel].
19. preciosa—de inestimable valor. El orden griego es: “Con preciosa sangre, como de un cordero sin mancha (en sí) y sin contaminación (contraída por el contacto con otros), (la misma sangre) de Cristo”. Aunque fue verdadero hombre, quedó puro en sí mismo (“sin mancha”), y sin ser infectado por impresión alguna del pecado desde afuera (“sin contaminación”), lo que le hubiera hecho inepto para ser nuestro Redentor propiciador: así el cordero pascual, y toda víctima para el sacrificio, así también, la Iglesia, la Esposa, por su unión con él. Como la redención de Israel del poder de Egipto requirió la sangre del cordero pascual, así nuestra redención del pecado y de la maldición requirió la sangre de Cristo; “preordinado” él (v. 20) desde la eternidad, así como el cordero pascual era elegido anticipadamente en el día diez del mes.
20. La preordinación eternal hecha por Dios, del sacrificio redentor de Cristo, y el completamiento del mismo “en estos postrimeros tiempos por amor de nosotros”, constituyen otra obligación que se nos impone de mantener una conducta santa, considerando cuán grandes cosas se han hecho así para nosotros. El lenguaje de Pedro en la historia corresponde al de aquí (Hechos 2:23), una coincidencia impensada y marca de la genuinidad. La redención no fue una consideración tardía, ni remedio de un mal imprevisto, ideado al momento de su aparición. La preordinación del Redentor por Dios refuta la calumnia de que, sobre la teoría cristiana, hubo un período Deuteronomio 4 años de nada, salvo un Dios airado. Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo. manifestado—en su encarnación, en la plenitud del tiempo. Existió desde la eternidad antes que fuese manifestado. en los postrimeros tiempos—1 Corintios 10:11 : “los fines de los siglos”. Esta última dispensación, compuesta de “tiempos” marcados por grandes cambios, pero reteniendo una unidad general, se extiende desde la ascensión de Cristo hasta su venida para juzgar.
21. por él—Comp. “La fe que es por (medio de) él”. Hechos 3:16. Por Cristo, por medio de su Espíritu, que tenemos en su resurrección y ascensión, que nos capacíta para creer. Este versículo excluye a todos los que no “por él creen en (eis con el acusativo) Dios”, incluye a todos los que de toda edad y de todo clima creen en Dios. Lit., “son creyentes en Dios”. Creer en Dios expresa una confianza íntima: “creyendo para amar a Dios, entrar en él, asiéndose de él, incorporados en sus miembros. Por esta fe el impío es justificado, de modo que de aquí en adelante la fe misma empieza a obrar en amor” [P. Lombardo]. Creer sobre (Gr. epí, o el locativo) Dios, expresa la confianza que se fundamenta en Dios, que reposa sobre él. “La fe en (Griego, “en” con el locativo) su sangre” (Romanos 3:25), denota que su sangre es el elemento en que la fe tiene su lugar propio y permanente. Comp. con esto, Hechos 20:21 : “el arrepentimiento para con (eis con el acusativo) Dios y la fe hacia (eis con el acusativo) Cristo”: donde hay un solo artículo para determinar ambos sustantivos, arrepentimiento y fe, lo que los une inseparablemente formando una sola verdad; donde hay arrepentimiento, allí hay fe; cuando uno conoce a Dios el Padre espiritualmente, entonces debe conocer al Hijo, por el cual solo podemos llegar al Padre. En Cristo tenemos vida: si no tenemos la doctrina de Cristo, no tenemos a Dios. El único camino vivo a Dios es por Cristo y su sacrificio. el cual lo resucitó—La resurrección de Jesús por Dios es el fundamento especial de nuestro “creer:” (1) porque por ella Dios declaró abiertamente su aceptación de su Hijo como nuestro sustituto; (2) porque por ella y su glorificación él ha recibido poder, es decir, el Espíritu Santo, para impartir “fe” a sus elegidos: el mismo poder que nos faculta para creer en aquel que lo resucitó. Nuestra fe no debe ser sólo en Cristo, sino también por Cristo y por medio de Cristo. “Puesto que en la resurrección de Cristo y en su consiguiente dominio está fundada nuestra seguridad, allí la fe y la esperanza encuentran su apoyo”. [Calvino]. para que vuestra fe y esperanza sea en Dios—el objeto y el efecto de la resurrección de Cristo por Dios. Declara Pedro lo que fué en efecto el resultado y hecho, no es una exhortación, salvo sólo de manera indirecta. Vuestra fe surge de la resurrección; vuestra esperanza, del hecho de que Dios “le ha dado gloria”. (Comp. el v. 11, “las glorias”). Acordaos de que Dios levantó y glorificó a Jesús para el ancla de vuestra fe y esperanza en Dios, y conservad vivas así estas gracias. Aparte de Cristo ni hubiéramos podido sino tener miedo y no creer ni esperar en Dios. Comp. vv. 3, 7-9, 13, sobre la esperanza en su relación con la fe; el amor se introduce en el v. 22.
22. purificado … verdad—Griego, “En la (vuestra) obediencia de (vale decir a) la verdad” (evangélica de la salvación), vale decir, en el hecho de haber creído vosotros. La fe purifica el corazón dándole el único motivo puro, el amor a Dios (Hechos 15:9. Romanos 1:5), “obediencia a la fe”. por el Espíritu—frase omitida de los manuscritos más antiguos. El Espíritu Santo es el Purificador al impartir la obediencia de la fe (v. 2; 1 Corintios 12:3). en amor—Griego, “para amor”, el resultado propio de la purificación de vuestros corazones por la fe. “¿A qué fin debemos llevar una vida pura? ¿Para así ser salvados? No: sino para esto: para poder servir a nuestro prójimo” [Lutero]. caridad (amor) hermanable—Griego, “filadelfia”, amor fraterno. Es distinto del amor común. “El cristiano ama primero a los que están en Cristo: y luego a todos los que pueden estarlo, es decir, a todos los hombres, así como Cristo, hombre, murió por todos, y así espera que todos lleguen a ser sus hermanos cristianos.” [Steiger]. Bengel observa que aquí como en 2 Pedro 1:5, el “amor fraternal” es precedido por las gracias purificaderas, o sea, “fe, conocimiento y piedad”, etc. El amor a los hermanos es la evidencia de nuestra regeneración y justificación por la fe. sin fingimiento—comp. el 2:1, 2: “dejando … fingimientos … sin engaño”. amaos unos a otros—Cuando la purificación por fe para el amor de los hermanos ha formado el hábito, entonces siguen los actos, de modo que el amor es a la vez hábito y hecho entrañablemente—Griego, “intensamente” con todos los poderes en tensión (4:8). “Constantemente”, Hechos 26:7. puro—omitido de los manuscritos más antiguos, “amor de corazón”.
23. La fraternidad cristiana surge de nuestro nuevo nacimiento de una simiente imperecedera, la palabra permanente de Dios. Esta es la consideración aquí puntualizada para llevarnos a practicar el amor fraternal. Como la relación natural da origen al afecto natural, así la relación espiritual da origen al amor espiritual y por tanto permanente, así como la semilla de que nace es permanente, y no transitoria como lo son las cosas terrenales. de … de … por—“La palabra de Dios” no es el material del nuevo nacimiento espiritual, sino el medio. Por medio de la palabra el hombre recibe la incorruptible simiente del Espíritu Santo, y así viene a ser “renacido”: Juan 3:3, “nacido de agua y del Espíritu”; habiendo una sola preposición griega con los dos sustantivos, se enseña la íntima conexión del signo y la gracia, o sea el nuevo nacimiento significado. La Palabra es el instrumento remoto y anterior: el bautismo, el instrumento próximo y sacramental. La palabra es el instrumento en relación con el individuo; el bautismo, en relación con la iglesia como sociedad (Santiago 1:18). Nacemos de nuevo del Espíritu, pero no sin el uso de medios, sino por la palabra de Dios. La palabra no es el principio engendrador mismo, sino sólo aquello por lo cual éste obra: el vehículo del misterioso poder germinante [Alford]. que vive y permanece para siempre—Es porque el Espíritu de Dios la acompaña, que la palabra lleva en sí el germen de la vida. Los así renacidos viven y permanecen para siempre, en contraste con los que siembran para la carne. “El evangelio lleva fruto incorruptible, no obras muertas, porque es en sí incorruptible” [Bengel]. Porque aun cuando la voz y el habla se desvanecen, el corazón queda aún, la verdad comprendida en la voz. Ella se arraiga en el corazón, y es viviente; sí, y es Dios mismo. A Moisés dice (Éxodo 4:12): “Yo seré en tu boca” [Lutero]. “El evangelio nunca dejará de ser, aunque su ministerio cesará” [Calvino]. La permanente gloria de la resurrección siempre está relacionada con nuestra resurrección por el Espíritu. La regeneración, que principia con la renovación del alma del hombre, en la resurrección se efectúa en el cuerpo, y luego en toda la naturaleza.
24. La prueba textual de que la palabra de Dios vive para siempre, en contraste con la debilidad del hombre. Si nacierais de nuevo de la carne, de simiente corruptible, pereceríais también de nuevo “como la hierba”; pero dado que aquella de la cual habéis recibido la vida permanece eternamente, así también ella os hará eternos. carne—el hombre en su naturaleza meramente terrena. como—omitido de los manuscritos más antiguos: “todo hombre es hierba”. del hombre—los manuscritos más antiguos dicen: “gloria de ella”, de la carne. Dicha “gloria” la comprenden la sabiduría, la potencia, las riquezas, el honor, la hermosura, arte, virtud y justicia del hombre natural (sinónimo de “la carne”), todo transitorio (Juan 3:6), pero no absolutamente, pues la gloria del hombre, en su verdadero ideal realizado en Cristo, es eterna. secóse—No bien existe, deja de existir. cayó—la flor; el texto recibido: “su flor”, de la hierba. “La hierba” es la carne; “la flor,” la gloria de la carne.
25. (Salmo 119:39.) ésta es la palabra, etc.—Es eterno lo que nace de simiente incorruptible (v. 24): vosotros habéis recibido la simiente incorruptible, la palabra (v. 25); por tanto habéis nacido para la eternidad, y estáis ya destinados para vivir eternamente (vv. 22, 23). No tenéis que ir lejos para buscar la palabra; entre vosotros está, eso es, el bendito mensaje del evangelio que os predicamos. No dudéis que el evangelio predicado por Pablo y abrazado por vosotros mismos es la verdad eterna. Así la unidad del credo de Pablo y de Pedro aparece. Véase mi Introducción, la que demuestra que Pedro escribe a algunas de las iglesias entre las que Pablo ministró y a las cuales escribió.