1 Samuel 10:1-27
1 Entonces Samuel tomó un frasco de aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl y lo besó diciéndole: — ¿No te ha ungido el SEÑOR como el soberano de su heredad?
2 »Hoy, cuando te hayas apartado de mí, hallarás a dos hombres junto al sepulcro de Raquel en Zelzaj, en la frontera de Benjamín. Ellos te dirán: “Las asnas que fuiste a buscar han sido halladas. Y he aquí que tu padre ha dejado de lado el asunto de las asnas y está preocupado por ustedes, diciendo: ‘¿Qué haré acerca de mi hijo?’”.
3 »Cuando sigas de allí más adelante y llegues a la encina de Tabor, saldrán a tu encuentro tres hombres que suben a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan y el tercero una vasija de vino.
4 Después que te hayan saludado, te darán dos panes, los cuales tomarás de sus manos.
5 De allí irás a la colina de Dios donde está el destacamento de los filisteos. »Sucederá que cuando hayas entrado en la ciudad, allí encontrarás a un grupo de profetas descendiendo del lugar alto, precedidos de liras, panderos, flautas y arpas; y ellos profetizando.
6 Entonces el Espíritu del SEÑOR descenderá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos; y serás cambiado en otro hombre.
7 »Y sucederá que cuando te hayan acontecido estas señales, haz lo que te venga a mano, porque Dios está contigo.
8 Después descenderás antes que yo a Gilgal. Y he aquí que yo descenderé hacia ti para ofrecer holocaustos y sacrificios de paz. Espera siete días hasta que yo vaya a ti y te indique lo que has de hacer.
9 Aconteció que cuando Saúl volvió la espalda para apartarse de Samuel, Dios le transformó el corazón; y todas estas señales se cumplieron aquel día.
10 Cuando llegaron a la colina, he aquí que un grupo de profetas venía a su encuentro. Y el Espíritu de Dios descendió sobre él con poder, y él profetizó en medio de ellos.
11 Sucedió que cuando todos los que lo conocían antes vieron cómo profetizaba en medio de los profetas, los del pueblo se decían unos a otros: — ¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿También está Saúl entre los profetas?
12 Un hombre de allí respondió diciendo: — ¿Y quién es el padre de ellos? Así, pues, se originó el refrán: “¿También está Saúl entre los profetas?”.
13 Saúl cesó de profetizar y llegó al lugar alto.
14 Y un tío de Saúl les preguntó a él y a su criado: — ¿A dónde fueron? Él respondió: — Fuimos a buscar las asnas; y como vimos que no aparecían, acudimos a Samuel.
15 El tío de Saúl dijo: — Declárame, por favor, qué les ha dicho Samuel.
16 Y Saúl respondió a su tío: — Nos declaró expresamente que las asnas habían sido halladas. Pero del asunto del reino, no le declaró nada de lo que Samuel le había hablado.
17 Entonces Samuel convocó al pueblo delante del SEÑOR, en Mizpa,
18 y dijo a los hijos de Israel: — Así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: “Yo saqué a Israel de Egipto, librándolos de mano de los egipcios y de mano de todos los reinos que los oprimieron.
19 Pero ustedes han desechado hoy a su Dios, quien los libra de todas sus desgracias y angustias, y han dicho: “¡No! Más bien, constituye un rey sobre nosotros’. Ahora pues, preséntense delante del SEÑOR por sus tribus y por sus millares”.
20 Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y fue tomada la tribu de Benjamín.
21 Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por sus clanes, y fue tomado el clan de Matri, y de este fue elegido Saúl hijo de Quis. Y lo buscaron, pero no lo pudieron hallar.
22 Entonces consultaron otra vez al SEÑOR: — ¿Aún ha de venir aquí ese hombre? Y el SEÑOR respondió: — He aquí que está escondido entre el equipaje.
23 Ellos corrieron y lo trajeron de allí. Y una vez en medio del pueblo, era más alto que todos, de los hombros para arriba.
24 Samuel dijo a todo el pueblo: — ¿Han visto al que el SEÑOR ha elegido? ¡De veras que no hay nadie como él en todo el pueblo! Y todo el pueblo gritaba diciendo: — ¡Viva el rey!
25 Luego Samuel explicó ante el pueblo el proceder de un rey, y lo escribió en un rollo que guardó delante del SEÑOR.
26 Entonces Samuel despidió a todo el pueblo, cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él algunos hombres valerosos cuyos corazones Dios había tocado.
27 Pero unos perversos dijeron: “¿Cómo nos va a librar este?”. Ellos lo tuvieron en poco y no le llevaron un presente. Pero él calló.
SAMUEL UNGE A SAUL, Y LE CONFIRMA POR LA PREDICCION DE TRES SEÑALES.
1. Tomando entonces Samuel una ampolla de aceite. Esta era (Jueces 9:8) la ceremonia de investidura del oficio real que se acostumbraba entre los hebreos y otras naciones orientales. Pero había dos unciones para el puesto de rey: la una en privado, por el profeta (cap. 16:13), que significa sólo una insinuacion profética de que la persona alcanzaría tal dignidad, y la instalación pública y formal (2 Samuel 2:4; 2 Samuel 5:3) era hecha por el sumo sacerdote, y tal vez con el aceite sagrado, aunque esto no se sabe con exactitud. El primero de una dinastía era así ungido, pero sus herederos no, a menos que fuera disputada la sucesión (1 Reyes 1:39; 2 Reyes 11:12; 2 Reyes 23:30; 2 Crónicas 23:11). besólo—Este saludo, como se explica por las palabras que lo acompañan, era un acto de homenaje respetuoso, una señal de felicitación al nuevo rey (Salmo 2:12).
2. Hoy, después que te hayas apartado de mí—El propósito de estas predicciones específicas de lo que se encontraría en el camino, y el número y los pequeños detalles de lo que llamaría su atención, fué el de confirmar la confianza de Saúl en el carácter profético de Samuel, y llevarlo a dar pleno crédito a lo que le había sido revelado como la palabra de Dios. sepulcro de Rachel—Cerca de Beth-lehem (véase Génesis 35:19). Selsah—o Zela, ahora Beit-Jala, en las cercanías de aquella ciudad.
3. la campiña—O el alcornoque de Tabor, no la célebre montaña, porque estaba lejos. tres hombres que suben a Dios en Beth-el—Evidentemente para ofrecer sacrificios allí, pues el arca y el tabernáculo todavía no estaban en lugar fijo, y Dios no había declarado el lugar permanente que elegiría. Los cabritos eran para el sacrificio, los panes para la ofrenda y el vino para las libaciones.
5. collado de Dios—Probablemente, Geba (cap. 13:3), así llamado por la escuela de profetas establecida allí. La compañía de profetas era, sin duda, el alumnado de este seminario, que tal vez había sido instituído por Samuel, y en el cual las principales materias enseñadas eran un conocimiento de la ley, y de salmodia con música instrumental, que es llamada “profetizar” (aquí y en 1 Crónicas 25:1, 1 Crónicas 25:7).
6. el Espíritu de Jehová te arrebatará—lit., se lanzará sobre ti, dotándote repentinamente de capacidad y disposición para obrar de una manera muy superior a tu carácter y hábitos anteriores; y en vez de la sencillez, ignorancia y cortedad de campesino; mostrarás una energía, sabiduría y magnanimidad dignas de un príncipe.
8. bajarás delante de mí a Gilgal—Esta, según Josefo, fué una regla fija para la observancia de Saúl, mientras él y el profeta venían; que en toda gran crisis, como una incursión hostil al país, él volvería a Gilgal, donde quedaría siete días, para dar tiempo a que Samuel y las tribus de ambos lados del Jordán llegaran.
9. como tornó él su hombro para partirse de Samuel, mudóle Dios su corazón—Influyendo en él estas palabras de Samuel como también el cumplimiento de estas señales, fué vencido el desgano de Saúl de tomar sobre sí la onerosa carga. Se pasa por alto el cumplimiento de las dos primeras señales, pero el de la tercera es relatado detalladamente. El espectáculo de un hombre más bien apto para cuidar el ganado de su padre que para tomar parte en los ejercicios sagrados de los jóvenes profetas, un hombre sin previa enseñanza ni gusto reconocido, entrando con ardor de espíritu, y acompañando hábilmente las melodías de la banda sagrada, fué un fenómeno tan extraordinario que dió origen a este proverbio: “¿Está Saúl entre los profetas?” (véase cap. 19:24). El espíritu profético había venido sobre él; y para Saúl fué una evidencia tan personal y experimental de la verdad de la palabra de Dios que le había sido comunicada, como la que los convertidos al cristianismo tienen en sí por el poder santificador del evangelio.
12. ¿Y quién es el padre de ellos?—La Versión de los Setenta dice: “¿Quién es el padre de él?”, refiriéndose a Saúl, hijo de Cis.
17. Samuel convocó el pueblo a Jehová en Mizpa—colina como una torre, de 158 metros de altura. Allí se celebraban las asambleas nacionales de los israelitas. Habiendo señalado un día para la elección de un rey, Samuel, después de acusar al pueblo de rechazar una institución de Dios y de reemplazarla con una suya propia, procedió al nombramiento del nuevo monarca. Como era de suma importancia que el nombramiento estuviese bajo la dirección divina, la decisión se hizo por medio de suerte milagrosa, pasándose sucesivamente las tribus, las familias y los individuos, hasta que se halló a Saúl. Saúl debe haberse ocultado por modestia innata o por excitación nerviosa producida por las circunstancias. Cuando fué puesto a la vista, vieron que poseía todas las cualidades físicas que un pueblo rudo desearía en sus soberanos; y la exhibición de estas cualidades ganó para el príncipe también la opinión favorable de Samuel. Sin embargo, en medio del entusiasmo nacional, la profunda piedad y el genuino patriotismo del profeta tomaron la precaución de explicar “el derecho del reino”, es decir, los derechos y privilegios reales con las limitaciones a que estaban sujetos; y para que la constitución fuese ratificada con toda la solemnidad debida, la carta magna de esta monarquía constitucional fué escrita y guardada “delante de Jehová”; es decir, archivada en la custodia de los sacerdotes, junto con los demás archivos de la nación.
26. Saúl también se fué a su casa en Gabaa—Cerca de Gabaa; éste era el lugar de su residencia (véase Jueces 20), como 8 kilómetros al norte de Jerusalem. fueron con él el ejército, el corazón de los cuales Dios había tocado—Hombres que temían a Dios, y que consideraban un deber de conciencia ser leales a su rey. Estos son contrarios a “los impíos” (v. 27). o “hijos de Belial”.
27. los impíos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y tuviéronle en poco, y no le trajeron presente—En los países orientales, el honor del soberano y el esplendor de su casa real se apoyan no en una tarifa fija de impuestos, sino en los obsequios traídos en ciertas épocas por oficiales y hombres de recursos, desde todas partes del reino, según las riquezas del individuo, las cuales tienen un valor reconocido. Ese fué el tributo que rehusaron llevar los opositores de Saúl, y por falta del cual él no pudo establecer su reino por un tiempo. Pero “él disimuló”, soportando el insulto con prudencia y magnanimidad, cualidades muy útiles en el principio de su gobierno.