2 Corintios 5:1-21
1 Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda temporal, se deshace, tenemos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.
2 Pues en esta tienda gemimos deseando ser sobrevestidos de nuestra habitación celestial;
3 y aunque habremos de ser desvestidos, no seremos hallados desnudos.
4 Porque los que estamos en esta tienda gemimos agobiados, porque no quisiéramos ser desvestidos sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Pues el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado la garantía del Espíritu.
6 Así vivimos, confiando siempre y comprendiendo que durante nuestra estancia en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor.
7 Porque andamos por fe, no por vista.
8 Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor.
9 Por lo tanto, estemos presentes o ausentes, nuestro anhelo es serle agradables.
10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo.
11 Conociendo, entonces, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pues a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a sus conciencias.
12 No nos recomendamos otra vez ante ustedes, sino que les damos ocasión de gloriarse por nosotros con el fin de que tengan respuesta frente a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.
13 Porque si estamos fuera de nosotros, es para Dios; o si estamos en nuestro juicio, es para ustedes.
14 Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron.
15 Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación:
19 que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación.
20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!
21 Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él.
LA ESPERANZA (cap. 4:17, 18) DE GLORIA ETERNA EN EL CUERPO RESUCITADO. De ahí surge su ambición de ser aceptado en el próximo juicio del Señor. De ahí también su empeño de tratar abiertamente con los hombres, como con Dios, en la predicación; dando así a los corintios de qué gloriarse acerca de él en oposición a sus adversarios. Su motivo predominante es el amor transformador de Cristo, por medio de quien Dios ha obrado la reconciliación entre sí y los hombres y ha encomendado al apóstol el ministerio de la reconciliación.
1. Porque—Señalando el motivo de su afirmación (cap. 4:17) de que las aflicciones conducen a la gloria abundante. sabemos—seguramente (cap. 4:14; Job 19:25). si—Porque no todos morirán, pues muchos serán “transformados” sin pasar por la “corrupción” (1 Corintios 15:51). Si esta entrega diaria a la muerte (cap. 3:11) terminara en la misma muerte. terrestre—no lo mismo que terreno (1 Corintios 15:47). Está en contraste con “en los cielos”. casa … de nuestra habitación—más bien, “nuestra casa de esta habitación”, o “casa del tabernáculo”. “Casa” expresa más permanencia que la que pertenece al cuerpo; por esto se agrega la calificación “del tabernáculo” (que da a entender que es móvil, no estacionario), (cf. Job 4:19; 2 Pedro 1:13). Esto pues, corresponde al tabernáculo en el desierto. Su armazón de madera y sus cortinas se gastaron con el tiempo cuando Israel vivía en Canaán, y fué sustituído por un templo fijo. El templo y el tabernáculo en todo lo esencial eran iguales: tenían la misma arca, la misma nube de gloria. Tal es la relación entre el cuerpo “terrestre” y el cuerpo de la resurrección. El Espíritu Santo está entronizado en el cuerpo del creyente como en un santuario (1 Corintios 3:16). Así como el arca salía primero al desmantelarse el tabernáculo en el desierto, así el alma (que, como el arca, es rociada con la sangre de la expiación, y es el depósito sagrado en el santuario más interior, 2 Timoteo 1:12) en la disolución del cuerpo; luego fueron quitadas las coberturas, correspondientes a la carne; y finalmente, la armazón y tablas, respondiendo a los huesos, que son los últimos en disolverse (Números cap. 4). Pablo, como fabricante de carpas, usa una imagen tomada de su oficio (Hechos 18:3). se deshiciere—término suave para la muerte, en el caso de los creyentes. tenemos—en perspectiva asegurada de posesión, tan cierta como si estuviera en nuestras manos, “guardada en los cielos” para nosotros. El tiempo es el presente (cf. Juan 3:36; Juan 6:47 “tiene”) de Dios un edificio—más bien “de parte de Dios”. Edificio firme, no un tabernáculo o tienda temporal. “Nuestra” está en contraste con “de parte de Dios”. Aunque nuestro cuerpo actual es “de parte de Dios” también, sin embargo no viene nuevo y perfecto de sus manos, como sucederá con nuestro cuerpo resucitado. no hecha de manos—en contraste con casas hechas por mano de hombre (1 Corintios 15:44). Así el cuerpo de Cristo es señalado, en contraste con el tabernáculo levantado por Moisés (Marco 14:58; Hebreos 9:11). Esta “casa” no puede ser sino el cuerpo resucitado, en contraste con la “casa terrestre de nuestra habitación”, nuestro cuerpo actual. El estado intermedio no se toma en cuenta directamente. Una coma debería separar “eterna” y “en los cielos”.
2. Y por esto también—Griego, “Porque también en esto”, o “en éste (cap. 8:10). Alford entiende, “en este” tabernáculo. El v. 4, que parece paralelo, favorece esto. Pero el paralelismo es suficientemente exacto al hacer que “en éste gemimos” se refiera generalmente a lo que acaba de decirse (v. 1), es decir, que no podemos conseguir nuestra “casa en los cielos” sin que fuera disuelta nuestra “habitación terrestre” primero por medio de la muerte. “Gemimos” (Romanos 8:23) bajo las debilidades actuales del cuerpo y por estar expuestos a la muerte. deseando ser sobrevestidos—es decir, por hallarnos vivos, cuando Cristo venga de nuevo, y así evitar la disolución en la muerte (vv. 1, 4), y tener sobrepuesto nuestro cuerpo celestial en el terrestre. Los gemidos de los santos son prueba de la existencia del deseo de gloria celestial, deseo que no puede ser implantado por Dios en nosotros de balde, como destinado a chasco. habitación—Palabra griega distinta de la del v. 1. Tiene referencia más precisa al habitante que la palabra general para “casa” (v. 1). celestial—Este domicilio es “del cielo” en su origen, y ha de ser traído a nosotros por el Señor en su segunda venida “del cielo” (1 Tesalonicenses 4:16). Por lo tanto, este “domicilio”, o “habitación”, no es el cielo mismo.
3. Puesto que, etc.—Nuestro “deseo” se realizará si la venida del Señor nos halla con vida. Tradúzcase: “Puesto que en verdad habremos sido hallados vestidos (con nuestro cuerpo natural, cf. v. 4), no seremos hallados desnudos” (privados de nuestro cuerpo actual).
4. Porque—Resumiendo desde v. 2. agravados; porque no quisiéramos—más bien, “agravados, en que no deseamos ser desnudados (de nuestro cuerpo actual) sino sobrevestidos” (con nuestro cuerpo celestial). para que lo mortal, etc.—más bien, “que la parte mortal (nuestro cuerpo mortal) sea absorbida (tragada y transformada) por la vida”. Los creyentes se acobardan no ante las consecuencias de morir, sino ante el mero acto de morir; especialmente al creer en la posibilidad de hallarse vivos en la venida del Señor (1 Tesalonicenses 4:15); y así en la posibilidad de tener su cuerpo mortal absorbido en el inmortal sin pasar por la muerte. La fe no nos quita todo nuestro sentimiento natural, sino que lo subordina al sentimiento más elevado. Las Escrituras no presentan ninguna sanción al desprecio del cuerpo expresado por los antiguos filósofos.
5. el que nos hizo—nos formó mediante la redención, justificación y santificación. para esto mismo—para que fuese tragado en vida (v. 4), lo mortal de nuestro ser. la prenda del Espiritu—(Nota, cap. 1:22). Es el Espíritu (como “las primicias”) quien crea en nosotros el deseo con gemidos de nuestra liberación y gloria venideras (Romanos 8:23).
6. Tradúzcase como el griego: “Teniendo, pues, nosotros siempre valor y sabiendo”, etc. El había pensado haber hecho el verbo a este nominativo, “quisiéramos” (más bien, “satisfechos”. pero se aparta del tema al mencionar “confiados” (vv. 6, 7), toma de nuevo la misma palabra en forma diferente en v. 8 (en presente del indicativo), es decir, como una afirmación: “Confiamos (tenemos valor) y más quisiéramos.” “Confiando … confiamos” podrá ser un idiotismo hebraico para hacer énfasis; como Hechos 7:34, griego: “Habiendo visto, he visto la aflicción …”, por decir: “Seguramente he visto”. siempre—en medio de todas las aflicciones. Bengel hace el contraste entre “confiados siempre” y “confiados”, especialmente por la perspectiva de estar “ausentes del cuerpo”, etc. Confiamos siempre como también más que nunca en la esperanza de una feliz partida. entre tanto que estamos … peregrinamos ausentes—Tradúzcase como el griego: “Mientras habitamos nuestra casa en el cuerpo, estamos ausentes de nuestro hogar en el Señor”. La figura de una “casa” se retiene (cf. Filipenses 3:20; Hebreos 11:13; Hebreos 13:14).
7. andamos—en nuestra carrera cristiana aquí en la tierra. no por vista—Griego. “no por apariencia”. Nuestra vida se gobierna por fe en nuestra esperanza eterna; no por la apariencia engañosa de las cosas presentes. [Tittm., Sinónimos]. Cf. “aparentemente” en la Versión de los Setenta, por “apariencia”, Números 12:8 Wahl apoya la Versión Inglesa (como también la de Valera). Cap. 4:18 también la confirma (cf. Romanos 8:24; 1 Corintios 13:12). Dios ha establecido en esta vida la fe para el gran deber nuestro, y en la venidera, la vista como nuestra recompensa [South] (1 Pedro 1:8).
8. más quisiéramos—lit., “bien contentos”. Tradúzcase también: “de partir de nuestra casa en el cuerpo, e ir a nuestro hogar con el Señor”. Preferiríamos hallarnos con vida a la venida del Señor, y ser sobrevestidos con nuestro cuerpo celestial (vv. 2-4). Pero dándonos cuenta, en efecto, de que la permanencia en el cuerpo es una separación de nuestro hogar verdadero “con el Señor”, preferimos aun la disolución por medio de la muerte, de suerte que en el estado intermedio incorpóreo podamos ir a estar “con el Señor” (Filipenses 1:23). “Estar con Cristo” (el estado incorpóreo) se distingue de la venida de Cristo para llevarnos a estar con él en alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 4:14, “con el Señor”). Tal vez los espíritus incorpóreos de los creyentes tienen plena comunión invisible con Cristo; mas no el reconocimiento mutuo el uno con el otro, mientras no sean vestidos de sus cuerpos visibles en la resurrección (cf. 1 Tesalonicenses 4:13), cuando reconocerán los unos en los otros la imagen perfecta de Cristo.
9. Por tanto—con una “confianza” tan segura de ser bendecides, sea que muramos antes, o estemos vivos a la venida de Cristo. procuramos—lit., “hacemos que sea nuestra ambición”; la única ambición legítima. o ausentes, o presentes—sea que nos hallemos presentes en el cuerpo, o ausentes de él cuando él venga.
10. parezcamos—más bien, “seamos manifestados”, es decir, en nuestro carácter verdadero. Así en Colosenses 3:4; cf. 1 Corintios 4:5. En todo tiempo, aun ahora, somos manifestados a Dios; entonces seremos manifestados al universo inteligente reunido y a nosotros mismos; porque el juicio será no sólo para asignar a cada uno su porción o destino, sino para vindicar la justicia de Dios, de suerte que ella será manifestada a todas sus criaturas y aun a la conciencia del pecador mismo. reciba—su recompensa de gracia proporcionada a “lo hecho en el cuerpo” (cap. 9:6-9; Joel 1:8). Aunque la salvación es por medio de la gracia solamente, independiente de las obras, los salvados pueden tener recompensa mayor o menor, según hayan vivido y trabajado más o menos por Cristo. De modo que hay lugar para la “ambición” santa (Nota, v. 9; Hebreos 6:10). Este versículo evita que los corintios supongan que todos participen de la casa “de los cielos” (vv. 1, 2). Habrá un juicio escrutador que separará a los buenos de los malos, según sus hechos respectivos, tomándose en cuenta el motivo de los hechos y no el mero acto externo; la fe y el amor a Dios son los únicos motivos reconocidos por Dios como sanos y buenos (Mateo 12:36; Mateo 25:35). por medio del cuerpo—El griego podrá ser “por la instrumentalidad del cuerpo”. Cf. Romanos 2:27. La justicia requiere que substancialmente el mismo cuerpo que ha sido el instrumento del pecado de los creyentes, sea el objeto de castigo Una prueba, pues, de la identidad esencial del cuerpo natural y el de la resurrección.
11. del temor del Señor—“el terror del Señor”, según la Versión Inglesa: el juicio venidero, tan lleno de terrores para los incrédulos [Estio]. Ellicott y Alford, según Grocio y Bengel. traducen: “El temor del Señor”. (cf. 7:1; Eclesiastés 12:13; Hechos 9:31; Romanos 3:18; Efesios 5:21). persuadimos—Los ministros deberían usar los terrores del Señor para persuadir a los hombres, mas no para excitar su enemistad (Judas v. 23). Bengel y Alford explican: “Persuadimos a los hombres” (por nuestra vida entera, v. 13). es decir, de nuestra integridad como ministros. Pero se habría expresado esto después de “persuadimos”, si éste hubiese sido el sentido. La conexión parece ser la siguiente: El había sido acusado de buscar agradar a los hombres para ganarlos y dice, pues (cf. Gálatas 1:10): “Es como sabiendo el terror (o temor) del Señor, que persuadimos a los hombres; pero (sea que los hombres que escuchen nuestra predicación, reconozcan nuestra sinceridad o no), somos hechos manifiestos a Dios como que obramos por tal motivo (cap. 4:2); y confiamos también ser manifiestos en vuestras conciencias”. Los que son “manifestados” así, no necesitan tener “terror” ninguno de ser “manifestados ante el tribunal de juicio” (v. 10).
12. pues—en el griego. El motivo por qué deja la manifestación de su sinceridad a la conciencia de ellos (cap. 3:1), es decir, el no querer “recomendarse” a ellos otra vez. ocasión de gloriaros—(Cap. 1:14)—es decir, en cuanto a nuestra sinceridad. en las apariencias—Griego, “rostro” (cf. 1 Samuel 16:7). Los maestros falsos se gloriaban en su apariencia externa, y en sus recomendaciones externas (cap. 11:18), su saber, elocuencia, sabiduría, riquezas, no en la religión vital dentro de su corazón. Su conciencia no atestigua su sinceridad interna, como la mía (cap. 1:12).
13. si loqueamos—más bien como el griego, “hemos loqueado”. El contraste está entre el único hecho entendido por el tiempo pasado del verbo, “si hemos loqueado”, y el estado habitual entendido por el presente, “si estamos en seso”. loqueamos—La acusación hecha por Festo contra él (Hechos 26:24). El santo entusiasmo con el cual él hablaba de lo que Dios efectuaba por su ministerio apostólico, a muchos les parecía locura jactanciosa. en seso—humillándome ante vosotros, y no usando mi poder y privilegio apostólicos. para Dios … para vosotros—El ensalzamiento de su posición no era para su gloria, sino para la de Dios. El que Pablo se rebajara, fué para acomodarse a las debilidades de ellos, a fin de ganarlos para Cristo (1 Corintios 9:22).
14. Porque—Explicando el que “loqueara” con entusiasmo: el amor de Cristo para con nosotros (en su muerte por nosotros, la prueba más perfecta de él, Romanos 5:6), que a la vez produce en nosotros amor hacia él, y no mero “terror” (v. 11). nos constriñe—con poder irresistible nos limita al grande y único objeto para excluírse toda otra consideración. El griego da a entender el acto de comprimir forzadamente las energías en un solo canal. El amor es celoso de todo objeto rival que cautive al alma (cap. 11:1-3). pensando esto—lit., “habiendo juzgado esto”: dando a entender el tiempo aoristo del gerundio un juicio formado en su conversión y siempre considerado como una verdad ya establecida. Que si—es decir, “puesto que”. Pero los manuscritos más antiguos omiten el “si”. “Que uno murió por “todos” (griego, “a favor de todos”). Así la cláusula siguiente será: “Luego todos (lit. “los todos”, es decir, por quienes él “murió”) son muertos”. El que él muriera es lo mismo como si todos ellos muriesen; y en hacerlo así, ellos murieron al pecado y a sí mismos, para poder vivir para Dios su Redentor, de quien son desde ahora (Romanos 6:2; Gálatas 2:20; Colosenses 3:3; 1 Pedro 4:1).
15. los que viven—en la vida presente (cap. 4:11, “nosotros los que vivimos”) [Alford]; o, los que así están endeudados a él por la vida del alma como por la del cuerpo. [Menoquio]. murió—El no agrega, “y resucitó por ellos”, frase no hallada en el lenguaje de Pablo [Bengel]. El murió en lugar de ellos, y resucitó por el bien de ellos “por (el efectuar) su justificación” (Romanos 4:25). y para ser Señor de ellos (Romanos 14:7). Ellicott y Alford unen “por ellos” tanto con “murió” como con “resucitó”. Así como la muerte de Cristo es nuestra muerte, así su resurrección es nuestra resurrección; pero el griego dice: “aquel que por ellos murió, y resucitó”. ya no—Griego, “todavía no”; ahora que la muerte de él por ellos se ha efectuado, que ellos saben que su muerte los salva de la muerte eterna, y su vida resucitada les trae vida espiritual y eterna.
16. De manera que—en consecuencia de nuestro juicio fijo (v. 14). de aquí adelante—desde que conocimos el amor constrictivo de Cristo en su muerte por nosotros. a nadie conocemos según la carne—es decir, según sus relaciones meramente mundanas y externas (cap. 11:18; Juan 8:15; Filipenses 3:4), como distintas de lo que uno es según el Espíritu, como “criatura nueva” (v. 17). Por ejemplo, las distinciones externas de judío o gentil, rico o pobre, esclavo o libre, instruído o ignorante, se pierden de vista en la vida superior de aquellos que están muertos en la muerte de Cristo y vivos con él en la vida nueva de su resurrección (Gálatas 2:6; Gálatas 3:28). aun si a Cristo conocimos según la carne—Pablo, cuando era judío, había esperado un Mesías que reinara temporal y no espiritualmente. (El dice “Cristo”, no Jesús; porque no había conocido personalmente a Jesús en los días cuando Jesús había estado en el mundo físicamente, mas había buscado a Cristo, o el Mesías). Cuando ya se había convertido, ya no “consultó con carne y sangre” (Gálatas 1:16). El tuvo esta ventaja sobre los Doce que, como uno nacido fuera de tiempo, nunca había conocido a Cristo sino en su vida celestial. A los Doce convenía que “Cristo se fuera” para que viniera el Consolador y así pudiesen conocer a Cristo en su aspecto superior y espiritual como también en su poder vivificador, y no meramente “según la carne”, en el aspecto carnal de él (Romanos 6:9; 1 Corintios 15:45; 1 Pedro 3:18; 1 Pedro 4:1). Sin duda los cristianos judaizantes en Corinto se jactaban de la ventaja meramente carnal (cap. 11:18) de pertenecer a Israel, la nación de Cristo, y de haberle visto en la carne, y por esto pretendían tener una superioridad sobre otros por tener una conexión más íntima con él (v. 12; cap. 10:7). Pablo aquí manifiesta que la verdadera pretensión debería ser la de conocerle espiritualmente como criaturas nuevas (vv. 15, 17), y que las relaciones externas con él nada aprovechaban (Lucas 18:19; Juan 16:7, Juan 16:22; Filipenses 3:3). Esto está puesto a la mariolatria y la transubstanciación de los romanistas. Aquí se usan dos verbos distintos para “conocer”; el primero (“a nadie conocemos”) quiere decir “tratar personalmente a alguien”, el segundo (“conocimos a Cristo”) es reconocer o estimar. La estimación de Pablo de Cristo, o del Mesías esperado, fué carnal, mas ahora ya no lo es.
17. De modo que—unido con las palabras del v. 16, “empero ahora ya no le conocemos” (según la carne). Así como Cristo ha entrado en su nueva vida celestial mediante su resurrección y ascensión, así todos los que están “en Cristo” (es decir, unidos a él por fe como el pámpano está EN la vid) son nuevas criaturas (Romanos 6:9). “Nuevas” en el griego da a entender una naturaleza nueva bien distinta de cualquier cosa antes existente y no meramente reciente, lo que se expresa por una palabra griega diferente (Gálatas 6:15). criatura—lit., “creación”, y así la criaturá resultante de la creación (cf. Juan 3:3, Juan 3:5; Efesios 2:10; Efesios 4:23; Colosenses 3:10). Así como nosotros estamos “en Cristo”, así “Dios estaba en Cristo” (v. 19): de ahí que él es Mediador entre Dios y nosotros. las cosas viejas—las opiniones egoístas, carnales (cf. v. 16) acerca de nuestras personas, de otras personas y de Cristo. pasaron—espontáneamente, como la nieve de la primavera [Bengel] ante el sol que avanza. he aquí—dando a entender una alusión a Isaías 43:19, y 65:17.
18. todo esto—griego, “todas estas cosas”; todos nuestros privilegios en esta nueva creación (vv. 14, 15). nos reconcilió—es decir, nos restauró (“el mundo”, v. 19) a su favor satisfaciendo las exigencias de la justicia con nosotros. Nuestra posición jurídicamente considerada a los ojos de la ley ha sido cambiada, no como si la mediación de Cristo hubiese efectuado un cambio en el carácter de Dios, ni como si el amor de Dios fuera producido por medio de la mediación de Cristo; sino que la mediación y el sacrificio de Cristo fueron una provisión del amor de Dios y no la causa motivadora de aquel amor (Romanos 8:32). La sangre de Cristo fué el precio pagado a expensas de Dios mismo, y fué exigida para reconciliar el ejercicio de la misericordia con la justicia, no como separados de él, sino como atributos eternamente armoniosos en el único y mismo Dios (Romanos 3:25). La palabra griega “reconciliar” se usa recíproca o reflexivamente como en la conjugación hebrea hithpahel, apaciguar, conseguir el favor de. Mateo 5:24 : “Vuelve en amistad con tu hermano”; es decir, tomar medidas de suerte que él sea reconciliado contigo, como tú con él, según se comprueba en el contexto. Diallágethi, sin embargo (Mateo 5:24), dando a entender reconciliación mutua, es distinto de katallágethi aquí, como esta palabra se refiere al cambio de actitud obrado en uno de los dos partidos. La manera en que Dios reconcilia el mundo a sí mismo se da a entender (v. 19), es decir, “no imputándoles sus pecados”. Dios no reconcilia meramente el mundo a sí subsiguientemente, persuadiéndole a desechar su enemistad contra él, sino en primera instancia lo hace satisfaciendo su propia justicia y su justa enemistad con el pecado (Salmo 7:11). Cf. 1 Samuel 29:4 : “Volvería a la gracia de su señor”; no quitando su propia ira con su señor, sino la ira del señor contra él. [Arzobispo Magee, Expiación]. La reconciliación de los hombres con Dios mediante el rechazo de su propia enemistad, es la consecuencia de que Dios abandonó su justa enemistad contra los pecados de ellos, y sigue en v. 20. y nos dió—a nosotros, los ministros del evangelio (vv. 19, 20).
19. Dios estaba en Cristo reconciliando—es decir, Dios estaba al lado de Cristo (en virtud de la intervención de Cristo) reconciliando, etc. “Estaba reconciliando” da a entender el tiempo cuando el acto de la reconciliación estaba siendo efectuado (v. 21), es decir, cuando Dios, “al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros”. El tiempo imperfecto perifrástico, “estaba … reconciliando”, en lugar del imperfecto simple (en griego), “reconciliaba”, podrá dar a entender también el propósito continuo de Dios, desde antes de la fundación del mundo, de reconciliar el hombre a sí mismo, la caída del cual era prevista. La expresión “EN Cristo” en lugar de “por Cristo” puede ser que se use para dar a entender adicionalmente que Dios estaba EN Cristo (Juan 10:38; Juan 14:10), y así por Cristo (el Dios hombre) estaba reconciliando, etc. La palabra griega “por”, o por medio de Cristo, v. 18, es diferente. “En” aquí tiene que significar en la persona de Cristo. La palabra griega katallαsson da a entender “cambiando”, o alterando el estado judicial de un estado de condenación a un estado de justificación. La expiación o reconciliación es la eliminación de la barrera a la paz y la aceptación por un Dios santo, barrera que su justicia interpuso contra el pecado. El primer paso hacia la restauración de la paz entre nosotros y Dios fué de parte de Dios (Juan 3:16). El cambio, pues, a efectuarse ahora tiene que ser de parte del hombre ofensor, estando ya el ofendido, Dios, reconciliado. Es el hombre, no Dios, quien ahora tiene que ser reconciliado y dejar su enemistad contra Dios (Romanos 5:10). (“Hemos recibido la reconciliación”, no puede querer decir, “Hemos recibido el apartamiento de nuestra propia enemistad”). Cf. Romanos 3:24. el mundo—todos los hombres (Colosenses 1:20; 1 Juan 2:2, Joel 2:2). La manera de la reconciliación es “no imputando a los hombres sus pecados”, sino imputándolos a Cristo. No hay incongruencia en que un padre se sienta ofendido con aquel hijo a quien ama, y al mismo tiempo ofendido con él cuando le ama. De modo que, aunque Dios amaba a los hombres que había creado, sin embargo, se sentía ofendido con ellos cuando pecaban y dió a su Hijo para que sufriera por ellos, a fin de que por la obediencia del Hijo pudiera ser reconciliado con ellos [reconciliarlos a sí mismo, es decir, restaurarlos con justicia a su favor] [Obispo Pearson, Credo]. puso en nosotros—en nuestras manos. “Nosotros”, los ministros del evangelio.
20. os rogamos—Tal actitud de “rogar” es poco común en el caso de los “embajadores”, quienes generalmente prestan mucha atención a su propia dignidad (cf. cap. 10:2; 1 Tesalonicenses 2:6). Reconciliaos con Dios—Algunas versiones tienen “vosotros” en caso nominativo, el cual no está en el original, y en las versiones hace una impresión errónea, como si fuese enfático, vale decir: Dios está reconciliado con vosotros, sed vosotros reconciliados con Dios. El griego más bien expresa, que Dios era el RECONCILIADOR en Cristo … que esta reconciliación tenga el efecto deseado. Sed reconciliados con Dios; es decir, permitid que Dios os reconcilie a él (v. 18, 19).
21. Algunos manuscritos introducen este versículo con “porque”, omitido en los manuscritos más antiguos. El gran motivo por el cual deberían ser reconciliados con Dios, es decir, la maravillosa expiación en Cristo provista por Dios, se expresa sin el “porque” como parte del mensaje de reconciliación (v. 19). hizo—se entiende como sujeto “Dios”. pecado—no una ofrenda por el pecado, lo que destruiría la antítesis de “justicia” y haría que se usara “pecado” en otros sentidos dentro de la misma oración: no persona pecaminosa, lo que sería falso y exigiría en la antítesis “hombres justos”, y no “justicia”; sino “pecado”, es decir, el que llevó el pecado (vicariamente) colectivo de todos los hombres del pasado, del presente y del futuro. El pecado del mundo es uno; por lo tanto el número singular se usa, y no el plural, aunque sus manifestaciones son múltiples (Juan 1:29). “He aquí el Cordero de Dios, que quita EL PECADO del mundo”. Cf. “Hecho por nosotros maldición”, Gálatas 3:13. por nosotros—Griego, “a favor de nosotros”. Cf. Juan 3:14, siendo representado Cristo por la serpiente de bronce, la forma, mas no la sustancia de la vieja serpiente. Con su muerte en la cruz terminó de llevar el pecado por nosotros. no conoció pecado—por experiencia personal (Juan 8:46). [Alford]. Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22; 1 Juan 3:5, Joel 3:5. fuésemos hechos—No la misma palabra griega como la anterior “hizo”. Más bien, “viniésemos a ser”. justicia de Dios—No meramente justos, sino la justicia misma; no solamente justicia, sino la justicia de Dios, porque Cristo es Dios y lo que él es, lo somos nosotros (1 Juan 4:17, Joel 4:17), y él es “hecho de Dios para nosotros justicia”. Así como nuestro pecado es traspasado a él, así la justicia de él a nosotros (en que él había cumplido toda la justicia de la ley por nosotros todos, como nuestro representante [Jeremias 23:6, 1 Corintios 1:30]. El inocente fué castigado voluntariamente como si fuera culpable, para que el culpable fuese recompensado gratuitamente, como si fuera inocente (1 Pedro 2:24). “Tales somos nosotros a los ojos de Dios el Padre, así como es el mismo Hijo de Dios” [Hooker]. en él—por virtud de nuestra posición por él y en unión a él. [Alford].