Ezequiel 37:1-28

1 La mano del SEÑOR vino sobre mí; me llevó fuera por el Espíritu del SEÑOR y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.

2 Me hizo pasar junto y alrededor de ellos, y he aquí que eran muchísimos sobre la superficie del valle. Y he aquí que estaban muy secos.

3 Entonces me preguntó: — Oh hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y respondí: — Oh SEÑOR Dios, tú lo sabes.

4 Entonces me dijo: — Profetiza a estos huesos y diles: “Huesos secos, oigan la palabra del SEÑOR.

5 Así ha dicho el SEÑOR Dios a estos huesos: ‘He aquí, yo hago entrar espíritu en ustedes, y vivirán.

6 Pondré tendones sobre ustedes, haré subir carne sobre ustedes, los cubriré de piel y pondré espíritu en ustedes; y vivirán. Y sabrán que yo soy el SEÑOR’”.

7 Profeticé, pues, como se me ordenó; y mientras yo profetizaba, hubo un ruido. Y he aquí un temblor, y los huesos se juntaron, cada hueso con su hueso.

8 Miré, y he aquí que subían sobre ellos tendones y carne, y la piel se extendió encima de ellos. Pero no había espíritu en ellos.

9 Entonces me dijo: — Profetiza al espíritu. Profetiza, oh hijo de hombre, y di al espíritu que así ha dicho el SEÑOR Dios: “Oh espíritu, ven desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vivan”.

10 Profeticé como me había mandado, y el espíritu entró en ellos y cobraron vida. Y se pusieron de pie: ¡un ejército grande en extremo!

11 Luego me dijo: — Oh hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. He aquí que ellos dicen: “Nuestros huesos se han secado. Se ha perdido nuestra esperanza. Somos del todo destruidos”.

12 Por tanto, profetiza y diles que así ha dicho el SEÑOR Dios: “He aquí, oh pueblo mío, yo abriré sus sepulcros. Los haré subir de sus sepulcros y los traeré a la tierra de Israel.

13 Y sabrán que soy el SEÑOR, cuando yo abra sus sepulcros y los haga subir de sus sepulcros, oh pueblo mío.

14 Pondré mi Espíritu en ustedes, y vivirán. Los colocaré en su propia tierra, y sabrán que yo, el SEÑOR, lo dije y lo hice”, dice el SEÑOR.

15 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

16 “Tú, oh hijo de hombre, toma una vara y escribe sobre ella: ‘Para Judá y los hijos de Israel, sus compañeros’. Toma después otra vara y escribe sobre ella: ‘Para José (vara de Efraín) y toda la casa de Israel, sus compañeros’.

17 Luego únelas, la una con la otra, para que sean una sola; y serán una sola en tu mano.

18 Y cuando los hijos de tu pueblo te pregunten: ‘¿No nos enseñarás qué significan para ti estas cosas?’,

19 les dirás que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘He aquí, yo tomo la vara de José (que está en la mano de Efraín) y las tribus de Israel, sus compañeros, y la pondré junto con la vara de Judá. Los haré una sola vara, y serán una sola en mi mano’.

20 “Las varas sobre las cuales escribas estarán en tu mano, ante la vista de ellos.

21 Y les dirás que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘He aquí, yo tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron; los reuniré de todas partes y los traeré a su propia tierra.

22 Haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de Israel, y todos ellos tendrán un solo rey. Nunca más serán dos naciones ni nunca más estarán divididos en dos reinos.

23 No se volverán a contaminar con sus ídolos ni con sus cosas detestables ni con ninguna de sus transgresiones. Yo los salvaré de todas sus rebeliones con que han pecado, y los purificaré. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

24 “‘Mi siervo David será rey sobre ellos, y habrá un solo pastor para todos ellos. Andarán según mis decretos; guardarán mis estatutos y los pondrán por obra.

25 Habitarán en la tierra que di a mi siervo, a Jacob, en la cual habitaron sus padres. En ella habitarán para siempre, ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Y mi siervo David será su gobernante para siempre.

26 Haré con ellos un pacto de paz; será un pacto eterno con ellos. Los multiplicaré y pondré mi santuario entre ellos para siempre.

27 Mi tabernáculo estará junto a ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

28 Y cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre, sabrán las naciones que yo, el SEÑOR, santifico a Israel’ ”.

CAPITULO 37

Vv. 1-28. LA VISION DE HUESOS SECOS REVIVIFICADOS, SIMBOLO DE LA MUERTE Y RESURRECCION DE ISRAEL. Tres etapas er el avivamiento de Israel se presentan al ojo del profeta. 1. El nuevo despertamiento del pueblo, la resurreción de los muertos (cap. 37:1-14). 2. La reunión de los miembros de la comunidad, antes hostiles, cuyas contiendas habían afectado todo el cuerpo (cap. 37:15-28). 3. La comunidad así restaurada es bastante fuerte para hacer frente a los ataques de Gog, etc. (caps. 38 y 39). [Ewald.]

1. sacóme en espíritu—Los asuntos tratados, pues, no fueron literales, sino en visión. un campo—más bien, “el valle”; probablemente aquél que está al lado del Quebar (cap. 3:22); el valle representa la Mesopotamia, el escenario de la residencia de Israel en su estado de muerte nacional.

2. secos—blanqueados por el largo contacto con la atmósfera.

3. ¿vivirán estos huesos?.. tú lo sabes—dando a entender que, hablando humanamente, no podrían; pero la fe deja la cuestión de la posibilidad en manos de Dios, con quien nada es imposible (Deuteronomio 32:39). Es símbolo de la fe cristiana que cree en la futura resurrección de los muertos, a pesar de todas las aparentes dificultades en contra, porque Dios lo ha dicho (Juan 5:21; Romanos 4:17; 2 Corintios 1:9).

4. Profetiza—Proclámales la palabra vivificadora de Dios. A causa de este poder innato de la palabra de Dios para efectuar sus propósitos, se dice que los profetas hacen aquello que profetizan como pronto para hacerse (Jeremias 1:10).

5. yo hago entrar espíritu en vosotros—así Isaías 26:19, que contiene la misma visión, se refiere primariamente a la restauración de Israel. Véase en cuanto a la renovación de la tierra y todas sus criaturas finalmente por Dios mediante su espíritu, Salmo 104:30. viviréis—volveréis nuevamente a la vida.

6. y sabréis que yo soy Jehová—por la misma prueba de mi divinidad que daré en hacer revivir a Israel.

7. un ruido—de los huesos como se juntaban en sus relaciones mutuas. Tal vez se refiere al decreto de Ciro o al ruido de la demostración de los judíos como motivo de su liberación y regreso. los huesos se llegaron—lit., “vosotros huesos os juntasteis” como en Jeremias 49:11 (en hebreo), “vosotras las viudas en mí se confiarán”. La segunda persona coloca la escena vívidamente ante la vista, porque toda la escena de la resurrección es una profecía en actividad para comunicar más palpablemente la profecía en palabra (v. 21).

8. Hasta aquí se estaban uniendo sólo como esqueletos feos. El próximo paso, el de cubrirlos, con éxito, de tendones, piel y carne, les da hermosura; pero todavía no había en ellos “espíritu”, aliento, de vida. Esto puede dar a entender que Israel más tarde, como fué el caso en la restauración de los cautivos de Babilonia, volverá a Judea inconverso en el principio (Malaquías 13:8). Un hombre puede asumir todas las apariencias de vida espiritual, y sin embargo no tenerla, y así estar todavía muerto delante de Dios.

9. al espíritu—o, “viento” que es la misma palabra en hebreo. Pero evidentemente aquí se habla de “el Espíritu de vida”, porque es distinto de los “cuatro vientos” desde donde lo llama. de los cuatro vientos—indicando que Israel ha de ser juntado desde los cuatro cabos de la tierra (Isaías 43:5; Jeremias 31:8), así como fueron “esparcidos a todos los vientos” (cap. 5:10; 12:14; 17:21; véase Apocalipsis 7:1, Apocalipsis 7:4).

10. ¡Si semejante honor Dios concede a la palabra divina, aun en boca de un hombre, cuánto más cuando está en la boca del Hijo de Dios! (Juan 5:25). Aunque este capítulo no prueba directamente la verdad de la resurrección de los muertos, la prueba en efecto indirectamente; porque presupone el hecho futuro como hecho reconocido por los judíos creyentes, y así fué hecha el símbolo de su restauración nacional (así Isaías 25:8; Isaías 26:19; Daniel 12:2; Oseas 6:2; Oseas 13:14; véase Nota, v. 12).

11. Nuestros huesos se secaron—(Salmo 141:7), explicado por “nuestra esperanza está perdida” (Isaías 49:14); nuestro estado nacional está tan lejos de poder resucitar, como lo es para los huesos sin meollo el reanimarse. somos del todo talados—es decir, en cuanto nos toque a nosotros. No hay en nosotros nada que dé esperanza, como rama seca “talada” del árbol, o como un miembro cortado del cuerpo.

12. pueblo mío—en antítesis a “del todo talados” (v. 11). La esperanza que está del todo desvanecida, si se consideran a sí mismos, es para ellos segura en Dios, porque él los mira como pueblo suyo. Su relación pactada con Dios garantiza que él no permitirá que la muerte reine en ellos permanentemente. Cristo hace que el mismo principio sea la base sobre la cual descansa la resurrección literal. Dios había dicho: “Yo soy el Dios de Abraham”, etc.; Dios, tomando como suyos los patriarcas, se obliga a hacer para ellos todo cuanto puede hacer su omnipotencia: siendo él el Dios siempre viviente, es necesariamente el Dios, no de los muertos, sino de personas vivientes, es decir, de aquellos cuyos cuerpos, su amor pactado le constriñe a resucitar nuevamente. El puede, y porque puede, lo hará, tendrá que hacerlo. [Fairbairn.] Los llama “mi pueblo” al recibirlos en su favor; pero “tu pueblo”, al dirigirse a su siervo, como si quisiera alejarlos de sí (cap. 13:17; 33:2; Éxodo 32:7). de vuestras sepulturas—en primer lugar, de entre vuestro estado políticamente muerto en Babilonia, finalmente de todos los países (véase cap. 6:8; Oseas 13:14). Los judíos consideraban las tierras de su cautiverio y dispersión como sus “sepulturas”; su restauración había de ser como “vida de entre los muertos” (Romanos 11:15). Antes, los huesos estaban en la llanura abierto (vv. 1, 2); ahora, en las sepulturas, es decir, algunos judíos estaban en las sepulturas del verdadero cautiverio, otros libres pero dispersos. Ambos igualmente estaban muertos nacionalmente.

16. un palo—aludiendo a Números 17:2, la vara de tribu. La unión de los dos palos fué una profecía objetiva de la unión fraternal que ha de unir las diez tribus y Judá. Así como su separación bajo Jeroboam fué cargada del mal más grande para el pueblo del pacto, así el primer resultado de hallarse unidos por el espíritu de Dios es que estén unidos unos con otros bajo el Rey del pacto, el Mesías hijo de David. A Judá y a los hijos de Israel sus compañeros—es decir, Judá, y además de Benjamín y Leví, aquellos que se habían unido a él de Efraín, Manasés, Simeón, Aser, Zabulón, Issacar, como teniendo el templo y el sacerdocio legítimo dentro de sus términos (2 Crónicas 11:12, 2 Crónicas 11:16; 2 Crónicas 15:9; 2 Crónicas 30:11, 2 Crónicas 30:18). Estos se identificaron con Judá después del traslado de las diez tribus, y volvieron con Judá desde Babilonia, y así serán asociados con esa tribu en la restauración futura. A José, palo de Ephraim—los descendientes de Efraín tuvieron la primacía, no sólo sobre los demás descendientes de José (véase v. 19), sino sobre las diez tribus de Israel del norte. Por 400 años, durante el período de los jueces, junto con Mannasés y Benjamín, sus tribus dependientes, Efraín antes habían tenido la primacía: Silo fué su capital religiosa; Siquem su capital civil. Dios había transferido la primogenitura de Rubén, porque éste había deshonrado el lecho de su padre, a José, cuyo representante fué hecho Efraín, aunque el menor (Génesis 48:19; 1 Crónicas 5:1). Por la importancia de Efraín, se le agrega Israel como “sus compañeros”. El “toda” en este caso—“toda la casa de Israel”—y no en el caso de Judá, que sólo tiene agregados como “compañeros” “los hijos de Israel” (es decir, algunos de ellos, aquellos que siguieron las fortunas de Judá), da a entender que el grueso de las diez tribus no volvieron en la restauración desde Babilonia, mas es distinto de Judá, hasta la futura unión en la gran restauración.

18. Dios no explica la profecía simbólica, mientras los judíos no fuesen despertados, por el tipo, para consultar al profeta.

19. La unión efectuada en la restauración desde Babilonia incluyó comparativamente pocos de las diez tribus de Israel; un cumplimiento completo en lo futuro habrá que buscarse. el palo de José … en la mano de Ephraim—Efraín, de los descendientes de José, había ejercido el gobierno entre las diez tribus: aquel gobierno, simbolizado por el “palo”, ahora había de serle quitado y hecho uno con el otro, el gobierno de Judá, en la mano de Dios. pondrélos—el “palo de José” lógicamente necesitaría el singular “lo”; pero Ezequiel expresa el sentido, es decir, los de las diez tribus que estaban sujetas al “palo”. con él—es decir, con Judá, o con el “palo” de Judá.

22. los haré una nación—(Isaías 11:13; Jeremias 3:18; Oseas 1:11). un rey—no Zorobabel, quien no era rey ni en hecho ni en nombre, y quien gobernaba sólo a pocos judíos, y por sólo pocos años; mientras que el Rey aquí mencionado reina para siempre. Se quiere decir el MESIAS (cap. 34:23, 24). La unión de Judá e Israel bajo el Rey Mesías simboliza la unión de judíos y gentiles bajo Cristo, en parte ahora, pero perfectamente en lo futuro (v. 24; Juan 10:16).

23. (Cap. 36:25). de todas sus habitaciones—(Cap. 36:28, 33). Yo los trasladaré del escenario de sus idolatrías a morar en su tierra propia y para no servir más a ídolos.

24. David—(Notas, cap. 34:23, 24).

25. para siempre—(Isaías 60:21; Joel 3:20; Amós 9:15).

26. pacto de paz—mejor que el viejo pacto legal, porque es un pacto de gracia (cap. 34:25; Isaías 55:3; Jeremias 32:40). los asentaré—los pondré en ubicación establecida, y no estarán más inestables como hasta ahora. mi santuario—el templo de Dios: espiritual en el corazón de todo verdadero seguidor del Mesías (2 Corintios 6:16); y, en algún sentido literal, en el Israel restaurado (caps. 40-44).

27. en ellos mi tabernáculo—como estaba predicho (Génesis 9:27); Juan 1:14, “La palabra … habitó entre nosotros” (lit., “estableció su tabernáculo para morar” entre nosotros); primero, en humillación; más tarde, en gloria manifestada (Apocalipsis 21:3).

28.—(Cap. 36:23). santifico a Israel—lo aparté como santo para mí e inviolable (Éxodo 19:5).

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