LA EPISTOLA DEL APOSTOL PABLO A LOS GALATAS
INTRODUCCION
Es concluyente la evidencia interna y externa de que Pablo es el autor de esta Epístola. El estilo es característicamente paulino. El sobrescrito y las alusiones al apóstol de los gentiles en la primera persona, al través de la epístola, establecen la misma verdad (cap. 1:1, 13-24; 2:1-14). Su paternidad literaria es también sostenida por el testimonio unánime de la iglesia primitiva: véase Ireneo, adversus Hereses 3:7, 2 (Gálatas 3:19); Policarpo (Filipenses, cap. 3) cita Gálatas 4:26 y 6:7; Justino Mártir, o quienquiera que haya escrito la Oratio ad Grecos, hace alusión a Gálatas 4:12 y 5:20.
La Epístola fué dirigida a "LAS IGLESIAS DE GALACIA" (cap. 1:2), distrito de Asia Menor que lindaba con Frigia, Ponto, Bitinia, Capadocia y Paflagonia. Los habitantes (galogrecos, contraído a gálatas, otra forma del nombre celtas) eran galos de origen provenientes de la región de Francia, quienes habían invadido el Asia Menor después de haber saqueado a Delfos, cerca del año 280 a. de C., y por fin se habían establecido en las partes céntricas, por ello llamadas Galogrecia o Galacia. Su carácter, como aparece en esta epístola, está en completa consonancia con el que atribuyen a la raza gálica todos los escritores. Julio César, Bella Galla, 4:5, "La debilidad de los galos consiste en que son inconstantes en sus resoluciones, amantes del cambio, y no puede confiarse en ellos". Así opina también Thierry [citado por Alford], quien los describe como "francos, impetuosos, impresionables, eminentemente inteligentes; pero al mismo tiempo extremadamente cambiables, inconstantes, amigos de la apariencia, perpetuamente rencillosos, fruto de la excesiva vanidad". Ellos recibieron a Pablo al principio con todo gozo y amabilidad, pero pronto vacilaron en su lealtad al evangelio y a él, y atendían tan ávidamente ahora a los maestros judaizantes como antes a él (cap. 4:14-16). El apóstol mismo había sido el primer predicador del evangelio entre ellos (Hechos 16:6; Gálatas 1:8; Gálatas 4:13 [Véase Nota sobre este versículo: "por enfermedad de la carne yo os prediqué al principio": dando a entender que la enfermedad le detuvo entre ellos], cap. 4:19); y probablemente entonces había fundado iglesias, las cuales en su visita subsecuente él "fortaleció" en la fe (Hechos 18:23). Su primera visita fué alrededor del año 51 d. de C., durante su segundo viaje misionero. Josefo, Antiguedades, 16:62, testifica que muchos judíos residían en Ancira de Galacia. Entre éstos y los hermanos de ellos, sin duda, como en cualquier otra parte, él comenzó su predicación. Y aunque subsiguientemente la mayoría en las iglesias eran gentiles (cap. 4:8, 9), sin embargo, éstos pronto se dejaron influir por maestros judaizantes, y casi fueron persuadidos a someterse a la circuncisión (cap. 1:6; 3:1, 3; 5:2, 3; 6:12, 13). Acostumbrados como lo habían estado los gálatas, cuando eran paganos, al culto místico de Cibeles (prevaleciente en las regiones vecinas de Frigia) y a las doctrinas teosofistas relacionadas con ese culto, pronto fueron llevados a creer que los plenos privilegios del cristianismo sólo podían ser alcanzados por medio de un detallado sistema de simbolismo ceremonial (cap. 4:9-11; 5:7-12). Ellos aun prestaron oídos a la insinuación de que Pablo mismo observaba la ley entre los judíos, aunque persuadía a los gentiles a renunciar a ella, y que su propósito era mantener a sus convertidos en un estado subordinado, excluídos de los plenos privilegios del cristianismo, los cuales eran disfrutados sólo por los circuncidados (cap. 5:11; 4:16, comp. cap. 2:17); y que al "hacerse todas las cosas a todos los hombres", era un adulador interesado (cap. 1:10) que se proponía formar un partido para sí mismo: más aún, que él falsamente se representaba a sí mismo como un apóstol divinamente comisionado por Cristo, cuando él no era nada más que un mensajero enviado por los Doce y la iglesia de Jerusalén, y que su enseñanza difería ahora de la de Pedro y Jacobo, "columnas" de la iglesia, y por lo tanto no debería ser aceptada.
Su PROPOSITO, entonces, al escribir esta epístola, fué (1) defender su autoridad apostólica (cap. 1:11-19; 2:1-14); (2) contrarrestar la mala influencia de los judaizantes entre los creyentes de Galacia (caps. 3 y 4), y mostrar que la doctrina de ellos destruía la esencia misma del cristianismo al rebajar su espiritualidad a un sistema ceremonial exterior; (3) exhortar para el fortalecimiento de los creyentes de Galacia, en la fe en Cristo y en los frutos del Espíritu (caps. 5 y 6). El ya había testificado cara a cara contra los maestros judaizantes (cap. 1:9; 4:16; Hechos 18:23); y ahora que él ha oído de la continua y creciente preponderancia del mal, escribe con su propia mano (cap. 6:11; una tarea que generalmente delegaba a un amanuense) esta epístola para enfatizar su oposición al mismo. El esbozo que da en ella de su carrera apostólica, confirma y ensancha la narración en Los Hechos, y muestra su independencia de humana autoridad por eminente que ésta fuese. Su protesta contra Pedro en el cap. 2:14-21, refuta la invención, no sólo de la supremacía papal, sino aun de la de aquel apóstol; y muestra que Pedro, salvo cuando era especialmente inspirado, era falible como los demás hombres.
Hay mucho en común entre esta epístola y la dirigida a los Romanos, con respecto al tema de la justificación solamente por la fe, y no por la ley. Pero la Epístola a los Romanos trata el tema de un modo didáctico y lógico, sin ninguna referencia especial; mientras que esta epístola lo trata de una manera controversial, y con referencia especial a los judaizantes en Galacia.
El ESTILO combina los dos extremos: la severidad (cap. 1; 3:1-5) y la ternura (cap. 4:19, 20), que son las características de un hombre de fuertes emociones, y ambas igualmente bien apropiadas para tratar a una gente tan impresionable como lo eran los gálatas. El comienzo es abrupto, como convenía a la urgencia de la cuestión y a la magnitud del peligro. Un tono de pesadumbre, también, es aparente, tal como debía esperarse en la carta de un maestro de corazón ardiente, quien acababa de enterarse de que aquellos a quienes él amaba, estaban abandonando sus enseñanzas para adoptar las de los pervertidores de la verdad, y estaban también prestando oídos a calumnias contra él mismo.
El TIEMPO de su redacción fué después de la visita a Jerusalén relatada en Los Hechos 15:1 y siguientes, es decir, en el año 50 d. de C., si esa visita es, como parece probable, la misma que se menciona en el cap. 2:1, etc. Además, como el cap. 1:9 ("como antes hemos dicho") y el cap. 4:16 ("¿Heme [Alford] pues hecho vuestro enemigo?" a saber, en mi segunda visita, aunque al visitaros por primera vez fuí bien recibido por vosotros) se refieren a su segunda visita (Hechos 18:23), esta epístola debe haber sido escrita después de la fecha de esa visita (otoño del año 54 d. de C.). El cap. 4:13: "Sabéis que … os anuncié el evangelio al principio" (griego, "en la primera vez"), da a entender que Pablo, al escribir esta carta, ya había estado dos veces en Galacia; y el cap. 1:6: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo", da a entender que él escribió no mucho después de haber dejado Galacia por segunda vez; probablemente en la primera parte de su residencia en Efeso (Hechos 18:23; Hechos 19:1, etc., desde el otoño del 54 hasta la fecha de Pentecostés en el 57). [Alford]. Conybeare y Howson, por la semejanza entre esta epístola y la dirigida a los Romanos, y por la misma línea de argumentación en ambas, que ocupaba la mente del apóstol, piensan que no fué escrita hasta que estuvo en Corinto (Hechos 20:2), durante el invierno del 57 y 58, desde donde escribió su Epístola a los Romanos; y ciertamente, según la teoría de su redacción más temprana desde Efeso, parece improbable que las dos Epístolas a los Corintios, tan diferentes, se interpusieran entre aquéllas tan semejantes como lo son las Epístolas a los Gálatas y a los Romanos; o que la Epístola a los Gálatas se interpusiera entre la Segunda a los Tesalonicenses y la Primera a los Corintios. La decisión entre las dos teorías descansa en las palabras "tan pronto". Si éstas no son consideradas inconsecuentes, con poco más de tres años que hubieran transcurrido desde su segunda visita a Galacia, el argumento de la semejanza a la Epístola a los Romanos me parece terminante. Esta Epístola a los Gálatas parece que fué escrita por la urgencia de la ocasión, ya que le habían llegado noticias en Corinto desde Efeso de la judaización de muchos de sus convertidos gálatas, y a fin de mantener los grandes principios de la libertad cristiana y la justificación por la fe solamente. La Epístola a los Romanos es una exposición más deliberada y sistemática de las verdades centrales de la teología, redactadas subsiguientemente al escribir a una iglesia con la cual él no estaba personalmente relacionado. Véase nota, cap. 1:6, por el punto de vista de Birk. Paley (Horae Paulinae) hace notar cuán perfectamente está adaptada la dirección del argumento a las circunstancias históricas bajo las cuales se escribió la Epístola. Es así como a los Gálatas, quienes pertenecían a iglesias que Pablo había fundado, les habla con autoridad; a los Romanos, de quienes no era personalmente conocido, les habla enteramente por medio de argumentos.