Hechos 7:1-60
1 Entonces el sumo sacerdote preguntó: — ¿Es esto así?
2 Y él respondió: — Hermanos y padres, oigan. El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia, antes que habitase en Harán,
3 y le dijo: “Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que te mostraré”.
4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán. Después que murió su padre, Dios le trasladó de allá a esta tierra en la cual ustedes habitan ahora.
5 Pero no le dio heredad en ella, ni siquiera para asentar su pie; aunque prometió darla en posesión a él y a su descendencia después de él, aun cuando él no tenía hijo.
6 Así Dios le dijo que su descendencia sería extranjera en tierra ajena y que los reducirían a esclavitud y los maltratarían por cuatrocientos años.
7 “Pero yo juzgaré a la nación a la cual sirvan”, dijo Dios, “y después de esto saldrán y me rendirán culto en este lugar”.
8 Dios le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac y le circuncidó al octavo día. Lo mismo hizo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9 »Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto. Pero Dios estaba con él;
10 le libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría en la presencia del faraón, rey de Egipto, quien le puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
11 Entonces vino hambre y gran tribulación en toda la tierra de Egipto y en Canaán, y nuestros padres no hallaban alimentos.
12 Pero al oír Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.
13 La segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos. Así el linaje de José fue dado a conocer al faraón.
14 Y José envió e hizo venir a su padre Jacob y a toda su familia, que eran setenta y cinco personas.
15 Así descendió Jacob a Egipto, donde él y nuestros padres terminaron su vida.
16 Y fueron llevados a Siquem y puestos en el sepulcro que Abraham compró a precio de plata, de los hijos de Hamor en Siquem.
17 »Como se acercaba el tiempo de la promesa, la cual Dios había asegurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto
18 hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José.
19 Con astucia este rey se aprovechó de nuestro pueblo y maltrató a nuestros padres, haciéndoles exponer a la muerte a sus bebés para que no sobrevivieran.
20 En aquel tiempo nació Moisés y era agradable a Dios. Él fue criado tres meses en la casa de su padre;
21 pero cuando fue expuesto a la muerte, la hija del faraón lo recogió y lo crió como a hijo suyo.
22 Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso en sus palabras y hechos.
23 »Cuando cumplió cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
24 Al ver que uno era maltratado lo defendió, y matando al egipcio, vengó al oprimido.
25 Pensaba que sus hermanos entenderían que Dios les daría liberación por su mano, pero ellos no lo entendieron.
26 Al día siguiente, él se presentó a unos que estaban peleando y trataba de ponerlos en paz diciendo: “¡Hombres, son hermanos! ¿Por qué se maltratan el uno al otro?”.
27 Entonces, el que maltrataba a su prójimo le rechazó diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernador y juez sobre nosotros?
28 ¿Acaso quieres tú matarme como mataste ayer al egipcio?.
29 Al oír esta palabra, Moisés huyó y vivió exiliado en la tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
30 »Cuarenta años después, un ángel le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza.
31 Cuando Moisés lo vio, se asombró de la visión; pero al acercarse para mirar, le vino la voz del Señor:
32 “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Pero Moisés, temblando, no se atrevía a mirar.
33 Le dijo el Señor: “Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es tierra santa.
34 He mirado atentamente la aflicción de mi pueblo en Egipto. He oído el gemido de ellos y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, y te enviaré a Egipto”.
35 »A este mismo Moisés, al cual habían rechazado diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernador y juez?, Dios le envió por gobernador y redentor, por mano del ángel que le apareció en la zarza.
36 Él los sacó, haciendo prodigios y señales en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años.
37 Este es el mismo Moisés que dijo a los hijos de Israel: Dios les levantará un profeta como yo de entre sus hermanos.
38 Este es aquel que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y el que recibió palabras de vida para darnos.
39 Nuestros padres no quisieron serle obedientes; más bien, le rechazaron y en sus corazones se volvieron atrás a Egipto,
40 diciendo a Aarón: Haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le habrá acontecido.
41 Entonces, en aquellos días hicieron un becerro y ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaban en las obras de sus manos.
42 Pero Dios se apartó de ellos y los entregó a que rindieran culto al ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas: ¿Acaso me ofrecieron víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, oh casa de Israel?
43 Más bien, llevaron el tabernáculo de Moloc y la estrella de su dios Renfán, las imágenes que hicieron para adorarlas. Por tanto, les transportaré más allá de Babilonia.
44 »En el desierto, nuestros padres tenían el tabernáculo del testimonio, como lo había ordenado Dios, quien ordenaba a Moisés que lo hiciera según el modelo que había visto.
45 Habiendo recibido el tabernáculo, nuestros padres, junto con Josué, lo introdujeron en la posesión de las naciones que Dios expulsó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David.
46 Este halló gracia delante de Dios y pidió proveer un tabernáculo para el Dios de Jacob.
47 Pero Salomón le edificó casa.
48 »No obstante, el Altísimo no habita en casas hechas por mano, como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificarán?, dice el Señor. ¿Cuál será el lugar de mi reposo?
50 ¿No hizo mi mano todas estas cosas?.
51 »¡Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo. Como sus padres, así también ustedes.
52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus padres? Y mataron a los que de antemano anunciaron la venida del Justo. Y ahora han venido a ser sus traidores y asesinos.
53 ¡Ustedes que han recibido la ley por disposición de los ángeles, y no la guardaron!
54 Escuchando estas cosas, se enfurecían en sus corazones y crujían los dientes contra él.
55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo y puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba de pie a la diestra de Dios.
56 Y dijo: — ¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios!
57 Entonces gritaron a gran voz, se taparon los oídos y a una se precipitaron sobre él.
58 Le echaron fuera de la ciudad y le apedrearon. Los testigos dejaron sus vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
59 Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba diciendo: — ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!
60 Y puesto de rodillas clamó a gran voz: — ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Y habiendo dicho esto, durmió.
CAPITULO 7
LA DEFENSA Y EL MARTIRIO DE ESTEBAN. En esta larga defensa Esteban abarca una esfera mucho más amplia y trata menos directamente el punto presentado por sus acusadores que lo que podríamos haber esperado. Parece que su objeto fué mostrar (1) que lejos de menospreciarla, reverenciaba profundamente la historia de la antigua dispensación y estaba íntimamente versado en toda ella; y (2) que al resistir al surgimiento del reino del evangelio, ellos no hacían sino seguir los pasos de sus antepasados, y que toda la historia de su nación era poco menos que un continuo yerro con respecto a los altos designios de Dios hacia la humanidad caída, y una constante rebelión contra ellos.
2. El Dios de la gloria—Una magnífica apelación, muy adecuada para el comienzo de su discurso, a fin de asegurar la devota atención de su auditorio. Aquí no se refiere a aquella gloria visible que acompañó a muchas de las manifestaciones divinas, sino a la gloria de aquellas manifestaciones mismas, de las cuales ésta era considerada la fundamental por todos los judíos. Se trata, pues, de la gloria de la salvación por la gracia. apareció a nuestro padre Abraham,… antes que morase en Charán, y le dijo, etc.—Aunque este primer llamamiento, hecho a Abrahán, no se menciona expresamente en Génesis, está claramente enseñado en Génesis 15:7 y en Nehemías 9:7; y los escritores judíos hablan de él en los mismos términos. muerto su padre, le traspasó a esta tierra—Aunque Abrahán estuvo en Canaán antes de la muerte de Tare, se dice aquí que su establecimiento en la tierra prometida fué posterior, ya que éste no dependía del traslado de la familia, sino que era un arreglo entre Jehová y Abrahán mismo.
6. cuatrocientos años—Usando números redondos, como en Génesis 15:13, Génesis 15:16 (véase nota, Gálatas 3:17).
7. después de esto saldrán y me servirán en este lugar—Aquí se combinan la promesa a Abrahán (Génesis 15:16) y la dada a Moisés (Éxodo 3:12), siendo el objeto de Esteban el hacer solamente un rápido resumen de los hechos principales.
8. el pacto de la circuncisión—Es decir, el pacto del cual la circuncisión era la señal. y así—de acuerdo con los términos de este pacto, sobre el cual Pablo razona en Gálatas cap. 3. los doce patriarcas—así llamados en su carácter como fundadores de las doce tribus de Israel.
9. Y los patriarcas, movidos de envidia, vendieron a José para Egipto; mas Dios era con él—Aquí Esteban da su primer ejemplo de la oposición de Israel a los propósitos de Dios, a pesar de la cual y por medio de la cual, aquellos propósitos se cumplieron.
14. setenta y cinco personas—Según Génesis 46:27, en la versión de los Setenta (la Septuaginta), la cual Esteban sigue, y que incluye los cinco hijos y nietos de José.
17. Mas como se acercaba el tiempo de la promesa—es decir, el tiempo de su cumplimiento. el pueblo creció y multiplicóse en Egipto—Por más de doscientos años no habían llegado a más de setenta y cinco personas; ¡cuán prodigiosamente debe haber sido su multiplicación durante los últimos dos siglos, ya que seiscientos mil hombres aptos para la guerra, aparte de las mujeres y niños, salieron de Egipto!
20. En aquel mismo tiempo—de la más profunda depresión. nació Moisés—el libertador destinado. agradable a Dios—“hermoso” (Éxodo 2:2); “hermoso a Dios”, tal vez “divinamente hermoso”. poderoso en sus dichos—Aunque era defectuoso en el habla (Éxodo 4:10), sus mensajes, de los que hay memoria en las Escrituras, corroboran esto plenamente. y hechos—Con referencia probablemente a acontecimientos en su vida temprana que no se han conservado por escrito. Si hemos de creer a Josefo, su habilidad fué reconocida antes de que saliera de Egipto.
23-27. En los vv. 23, 30 y 36, la vida de Moisés se representa como abarcando tres períodos de cuarenta años cada uno: los escritores judíos dicen lo mismo; y aunque esto no se expresa especialmente en el Antiguo Testamento, su edad de 120 años al morir (Deuteronomio 34:7), está de acuerdo con ello. le vino voluntad de visitar a sus hermanos—Su corazón suspiraba de amor hacia ellos como el pueblo escogido de Dios, y palpitaba al sentir el llamamiento divino para ponerlos en libertad. hiriendo al Egipcio, vengó al injuriado—En el calor de su indignación, probablemente yendo más lejos de lo que había sido su intención. Pero él pensaba que sus hermanos entendían, etc.—El quizá imaginó que ésta era una ocasión apropiada para despertarlos y reunirlos bajo su dirección, anticipando así su obra, sin haber sido enviado para ello. mas ellos no lo habían entendido—Habiendo pensado que el espíritu de ellos congeniaría con el suyo, tuvo que soportar la humillación de hallar que no era así. Esto proporciona a Esteban otro ejemplo de lo torpe que era Israel para apreciar y estar de acuerdo con los propósitos divinos de amor.
26. Y al día siguiente, riñendo ellos se les mostró—Aquí no se trata de un israelita y un egipcio, sino de dos hombres de Israel mismo que pelean entre sí. Moisés, dolorido por el espectáculo, se interpone como mediador; pero su intervención, no autorizada, es resentida por el ofensor, el cual Esteban identifica con la nación misma (v. 35), así como la interposición misma del Mesías había sido desdeñada.
28. ¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al Egipcio?—Moisés había pensado que nadie le había visto, pero ahora que da manifiesto que estaba equivocado.
29. A esta palabra Moisés huyó, etc.—Porque “oyendo Faraón este negocio, procuró matar a Moisés” (Éxodo 2:15).
30. un ángel le apareció—Más bien, “el Angel” del pacto, quien inmediatamente se llama a sí mismo JEHOVA (comp. v. 38).
35. A este Moisés, al cual habían rehusado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez? etc.—Aquí, nuevamente, “La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo” (Salmo 118:22).
37. Este es el Moisés, el cual dijo … Profeta … a él oiréis—La cita tiene por objeto hacer recordar a estos oyentes que reverenciaban a Moisés, el gran testimonio de su fiel legislador de que él mismo no era el último y propio objeto de la fe del pueblo, sino solamente un humilde precursor y pequeño modelo de aquel a quien se debía absoluta sumisión.
38. en la congregación—Griego, ekklesνa, “iglesia”—el cuerpo colectivo del pueblo elegido de Dios; término que se ha usado para designar el cuerpo de fieles en el evengelio, o porciones de él. en el desierto con el ángel que le hablaba … y con nuestros padres—Moisés estaba tan cerca del Angel del Pacto, de quien recibió todas las instituciones de la antigua dispensación, como estaba del pueblo, al cual fielmente transmitía los oráculos vivientes y entre el cual estableció las instituciones prescriptas. Por medio de este encomioso testimonio acerca de Moisés, Esteban refuta la acusación principal por la cual era encausado.
39. Al cual nuestros padres no quisieron obedecer, etc.—Aquí él muestra que el más profundo deshonor que se podía hacer a Moisés, provenía de la nación que ahora profesaba el más grande celo por su honor. se apartaron de corazón a Egipto—En esto Esteban quería hacer ver a sus oyentes la trayectoria hacia abajo en que ellos mismos estaban entrando.
42. y los entregó—judicialmente. como está escrito en el libro de los profetas—Aquí los doce profetas menores son contados como uno. La cita es de Amós 5:25. ¿Me ofrecisteis … sacrificios—La respuesta es “Sí”; pero así como no lo hubieseis hecho; porque ni me ofrecisteis a mí solamente, ni siempre, ni con un perfecto y voluntario corazón.
43. Antes, trajisteis el tabernáculo de Moloch—De dos clases de idolatría se acusa a los israelitas: la del becerro de oro y la de los cuerpos celestes. Moloch y Remfán eran deidades que representaban aparentemente los poderes divinos atribuídos a la naturaleza, bajo diferentes aspectos. os transportaré, pues, más allá de Babilonia—la bien conocida región de la cautividad de Judá; mientras que “Damasco” es la palabra usada por el profeta (Amós 5:27), a donde fueron llevadas las diez tribus.
44. Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto—lo que agravaba la culpa de aquella idolatría a que se entregaron, aun cuando tenían constantemente en medio de ellos las señales de la presencia divina.
45. El cual recibido, metieron también nuestros padres con Josué—habiendo recibido la custodia del tabernáculo por sucesión de los antepasados, lo trajeron a la tierra prometida. en la posesión—más bien, “al tomar posesión de (el territorio) de los gentiles.” hasta los días de David—porque hasta entonces Jerusalén continuó en posesión de los jebuseos. Pero el objeto de Esteban, al mencionar a David, era pasar del tabernáculo que él erigió al templo que su hijo edificó en Jerusalén; y esto sólo para mostrar con sus propias Escrituras (Isaías 66:1), que aun aquel templo, magnífico como era, no era el propio lugar de la morada de Jehová sobre la tierra, como sus oyentes y las naciones se habían inclinado a imaginar. (Cuál debía ser aquel lugar de morada, deja que lo deduzca del proteta referido el “que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2).
51. Duros de cerviz,… vosotros resistís siempre al Espíritu Santo, etc.—Se ha pensado que síntomas de impaciencia e irritabilidad en sus oyentes indujeron a Esteban a acortar su bosquejo histórico. Empero, como no podría haberse arrojado mucho más luz sobre la obstinación de Israel en los períodos subsiguientes de su historia nacional y según el testimonio de sus propias Escrituras, debemos ver este pasaje como el resumen de toda la historia israelita que incluye: grosura de corazón, sordera espiritual, resistencia continua al Espíritu Santo, hasta en el mismo concilio ante el cual Esteban se estaba defendiendo.
52. ¿A cuál de los profetas, etc.—La hostilidad mortal hacia los mensajeros de Dios, cuya alta misión era hablar de “el Justo”, aquel bien conocido título profético del Mesías (Isaías 53:11; Jeremias 23:6, etc.) y esta hostilidad consumada por la traición y muerte del Mesías mismo, por parte de aquellos ahora sentados en juicio contra el predicador, son las características aun más negras del genio nacional referido en estas palabras candentes.
53. Que recibisteis la ley por disposición [“por el establecimiento” u “ordenación”, es decir, por el ministerio] de ángeles, y no la guardasteis—Esta palabra final tiene la intención de silenciar a aquellos reverenciadores de la ley y hacerlos convictos de alta desobediencia a ella, agravada por la manera solemne en que ellos recibieron esa ley.
54. Y oyendo estas cosas, regañaban de sus corazones, etc.—Si le hubieran podido responder, ¡cuán distinto hubiera sido su estado de ánimo!
55. Mas él, estando lleno de Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vió la gloria de Dios—¡A vosotros, los que podéis transferir a la tela escenas tales como ésta, en la cual la fiereza del infierno hace muecas horribles usando como instrumentos a los hombres, mientras que éstos están siendo condenados por su propio débil prisionero, y ven que el cielo brilla desde su faz y se abre de lleno ante su vista, yo os envidio! porque yo no hallo palabras para pintar lo que, en la majestad del texto divino, es descrito con tal sencillez. “Pero ¿cómo pudo Esteban, en la cámara del Concilio, aun ver el cielo? Supongo que esta pregunta jamás ocurrió sino a críticos de alma estrecha, uno de los cuales [Meyer] conjetura que Esteban lo vio al través de la ventana, y otro, de mejor molde, que la escena tuvo lugar en uno de los patios del templo” [Alford]. Ya que la visión fué contemplada sólo por Esteban, hay que considerar los cielos abiertos como una revelación a su brillante y radiante espíritu. y a Jesús que estaba a la diestra de Dios—¿Por qué “estaba”, es decir, “en pie”, y no sentado, la postura en la cual el glorificado Salvador es representado en todas las otras instancias? Claramente, para expresar el ávido interés con que él observaba desde los cielos la escena que se desarrollaba en aquella cámara del concilio, y para expresar el pleno flujo de su Espíritu que en ese momento él estaba ocupado en derramar dentro del corazón de su heroico testigo, hasta que irradiara en el brillo del propio rostro de él.
56. veo … al Hijo del hombre, etc.—Esta es la única ocasión cuando labios humanos llaman EL HIJO DEL HOMBRE a nuestro Señor después de su ascensión (Apocalipsis 1:13; Apocalipsis 14:14, no son casos similares). ¿Y por qué se llama así en esta ocasión? Esteban, lleno del Espíritu Santo, hablando ahora no de por sí (v. 55) sino enteramente por el Espíritu, es guiado a repetir las idénticas palabras con que Jesús mismo, ante el mismo concilio, había predicho su glorificación (Mateo 26:64), asegurándoles que esa exaltación del HIJO DEL HOMBRE, la que al fin, para angustia de ellos, contemplarán ya había comenzado y perduraba.
57. Dando grandes voces … arremetieron unánimes contra él, etc.—Para hombres de su hechura y temperamento, las últimas palabras seráficas de Esteban sólo podían llevar las cosas al extremo, aunque esto sólo revelaba el espíritu diabólico que ellos respiraban.
58. Y echándolo fuera de la ciudad—Según Levítico 24:14; Números 15:35; 1 Reyes 21:13, y véase Hebreos 13:12. le apedreaban—“procedieron a apedrearlo”. El apedreamiento mismo se relata en el versículo siguiente. y los testigos—cuyas manos debían ser puestas primero sobre el criminal (Deuteronomio 17:7). pusieron sus vestidos—los mantos sueltos exteriores de ellos, para que fuesen cuidados. a los pies de un mancebo que se llamaba Saulo—¡Cuán emocionante es ésta, la primera presentación a nosotros de uno al cual el cristianismo, ya sea tal como se desarrolló en el Nuevo Testamento o como está establecido en el mundo, debe más quizás que a todos los otros apóstoles juntos! Aquí lo hallamos teniendo ya tal vez un asiento en el Sanedrín, contando con unos treinta años de edad, en medio de este asesinato tumultuoso de un distinguido testigo de Cristo, no sólo consintiendo en su muerte (cap. 8:1), sino también tomando su parte en la nefanda obra.
59. invocando él y diciendo: Señor Jesús, etc.—No fué acertada la traducción en inglés donde se agrega la palabra “Dios”: “invocando a Dios”; como si, al dirigirse al Hijo, no estuviera realmente invocando al Padre. El sentido es perfectamente claro sin la palabra agregada: “invocando y diciendo: Señor Jesús”, siendo Cristo la persona invocada y saludada por nombre (comp. cap. 9:14). Aun Grocio, De Wette, Meyer, etc., reconocen esto, añadiendo varios otros ejemplos de directa oración a Cristo; y Plinio, en su bien conocida carta al emperador Trajano (año 110 o 111), afirma que era parte del servicio regular de los cristianos cantar, en acentos alternados, un himno a Cristo como a Dios. Señor Jesús, recibe mi espíritu—Al presentar a Jesús la misma e idéntica oración que él en la cruz había ofrecido a su Padre, Esteban rinde a su glorificado Señor un culto absoluto en la forma más sublime y en el momento más solemne de su vida. En esta entrega de su Espíritu a Jesús, Pablo más tarde siguió sus pisadas con una confianza tranquila y triunfante de que con él estaría guardado seguro por la eternidad (2 Timoteo 1:12)
60. clamó a gran voz—con algo de la acumulada energía de su agonizante Señor (véase nota. Juan 19:16). Señor—es decir, Señor Jesús, sin duda, a quien acababa de dirigirse a él como Señor. no les imputes este pecado—Comparando ésta con la casi idéntica plegaria de su agonizante Salvador, se verá cuán ricamente este mártir de Jesús había embebido el espíritu de su Maestro, en su forma más divina. durmió—lo cual nunca se dijo de la muerte de Cristo. Véase nota. 1 Tesalonicenses 4:14. ¡Cuán esplendoroso este relato de este primer martirio por el nombre de Cristo, en medio de todas las tinieblas de sus perpetradores, y cuántos han sido animados por él a una fidelidad similar aun hasta la muerte!