Isaías 6:1-13
1 En el año que murió el rey Uzíasa, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo.
2 Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban.
3 El uno proclamaba al otro diciendo: — ¡Santo, santo, santo es el SEÑOR de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!
4 Los umbrales de las puertas se estremecieron con la voz del que proclamaba, y el templo se llenó de humo.
5 Entonces dije: — ¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios impuros y habitando en medio de un pueblo de labios impuros, mis ojos han visto al Rey, al SEÑOR de los Ejércitos.
6 Entonces voló hacia mí uno de los serafines trayendo en su mano, con unas tenazas, un carbón encendido tomado del altar.
7 Y tocó con él mi boca, diciendo: — He aquí que esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y tu pecado ha sido perdonado.
8 Entonces escuché la voz del Señor, que decía: — ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: — Heme aquí, envíame a mí.
9 Y dijo: — Ve y di a este pueblo: “Oigan bien, pero no entiendan; y miren bien, pero no comprendan”.
10 Haz insensible el corazón de este pueblo; ensordece sus oídos y ciega sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se vuelva a mí, y yo lo sane.
11 Yo dije: — ¿Hasta cuándo, Señor? Y él respondió: — Hasta que las ciudades queden desoladas y sin habitantes, y no haya hombres en las casas, y la tierra quede devastada;
12 hasta que el SEÑOR haya echado lejos a los hombres y sea grande el abandono en medio de la tierra.
13 Pero aunque quede en ella la décima parte, volverá a ser consumida como la encina o el roble de los cuales, después de ser derribados, aún les queda el tronco. Su tronco es la simiente santa.
VISION DE JEHOVA EN SU TEMPLO. Isaías está en la parte exterior, cerca del altar, enfrente del templo. Se supone que se abren las puertas del santuario y que el velo que oculta el lugar santísimo se descorre, presentándose a la vista del profeta una visión del Señor, quien se le presenta a manera de un monarca oriental, asistido por serafines, como sus ministros de estado (1 Reyes 22:19), y revestido de un manto flotante con cola (símbolo de dignidad en el Oriente) que llena el templo. Esta afirmación de que Isaías había visto a Dios, fué el pretexto, según la tradición, para que lo aserrasen, en el reinado de Manasés (tradición no confirmada por el cap. 1:1; véase la Introducción) (Hebreos 11:37). En el caso de los otros profetas, las visiones ocurren con frecuencia; pero en el de Isaías ocurre sólo esta vez, la que se singulariza por su claridad y sencillez. En el año que murió el rey Uzzías—Sea de muerte literal o civil, cuando, a causa de su lepra, dejó de ejercer sus funciones de rey [Chaldee] (2 Crónicas 26:19) en 754 a. de C. [Calmet]. Según la cronología común, en 758. No se trata del comienzo de las profecías de Isaías, sino de su elevación a un grado superior en el ministerio profético; el v. 9 y siguientes tienen el tono de uno que ya conocía por experiencia la obstinación de aquel pueblo. Señor—aquí significa Adonai; en el v. 5, Jehová. Se insinúa que el que habla en el v. 10, según Juan 12:41, es Jesucristo. Isaías sólo pudo haber “visto” al Hijo, no a la divina Esencia (Juan 1:18). Las palabras del v. 10 se atribuyen por S. Pablo al Espíritu Santo (Hechos 28:25). De donde se infiere que aquí está sobrentendida la Trinidad como una unidad, como también en la triple repetición de la palabra “Santo” (v. 3). Isaías menciona el manto, el templo y los serafines, mas no la forma de Dios. Sea de ello lo que fuere, la escena era diferente de la usual Shechinah. Esta se manifestaba sobre el propiciatorio; mientras que aquélla apareció sobre un trono; la Shechinah se manifestaba en forma de nube y de fuego; de esta otra no se especifica ninguna forma. Sobre la primera estaban los querubines; sobre la segunda los serafines. La primera no tenía ningún ropaje; la segunda tiene un amplio manto y cola.
2. estaban—no quiere decir precisamente que estaban de pie, sino que lo asistían [Maurer], manteniéndose en el aire con las alas extendidas. serafines—en ninguna otra parte se aplica este nombre a los ángeles que asisten a Dios, sino a las serpientes ardientes y voladoras (llamadas así, no por tener alas, sino por moverse rápidamente) que mordieron a los israelitas (Números 21:6), llamadas así por la venenosa inflamación que causaban con sus mordeduras. Seraf (en hebreo) significa arder, lo que denota ardiente celo, deslumbrante brillantez (2 Reyes 2:11; 2 Reyes 6:17; Ezequiel 1:13; Mateo 28:3) y rapidez de parte de los serafines, similar a la de la serpiente, para servir a Dios. La forma de Satán, semejante a la serpiente (Najash), al aparecerse a la mujer, quizás tenga alguna relación con su forma original de un “seraf” de luz. La cabeza de la serpiente era el símbolo de la sabiduría en Egipto (cf. Números 21:8; 2 Reyes 18:4). Los serafines, con seis alas y una faz, difícilmente pueden ser identificados con los querubines, que tenían cuatro alas (los del templo sólo tenían dos y cuatro rostros (Ezequiel 1:5). (Mas cf. con Apocalipsis 4:8.) El “rostro” y los “pies” denotan forma humana; algo de una forma serpentina (acaso la cabeza de un basilisco, como en los templos de Tebas), puede haberse incluído; de ahí que el querub se compusiese de varias formas de animales. La voz seraf, sin embargo, acaso provenga de una raíz que significa: a la semejanza de un príncipe aplicada en Daniel 10:13 a Miguel [Maurer]; del mismo modo que querub proviene de una raíz que significa noble cambiando la m en b). dos—sólo dos alas de las seis estaban dispuestas para volar al punto para servir a Dios; dos velaban sus rostros, como indignos de mirar al Santo Dios o de penetrar en sus secretos consejos, que ellos cumplían (Éxodo 3:6; Job 4:18; Job 15:15), dos cubrían sus pies, o más bien todas las partes inferiores de sus personas—práctica observada en la presencia de los monarcas orientales, como señal de reverencia (cf. Ezequiel 1:11, sus cuerpos). El servicio del hombre a fortiori consiste en una espera reverente, más bien que en un servicio activo prestado a Dios
3. (Apocalipsis 4:8). Aquí se halla implícita la Trinidad (véase la nota sobre “Señor”, v. 1). La santidad de Dios es el principio fundamental de todas las profecías de Isaías. toda la tierra—El hebreo es más enfático, la plenitud de toda la tierra es su gloria (Salmo 24:1; Salmo 72:19.
4. los quiciales de las puertas—más exacto, los cimientos de los umbrales. casa—el templo. de humo—la nube de la Shechinah (1 Reyes 8:10; Ezequiel 10:4).
5. muerto—(Éxodo 33:20.) El mismo efecto se produjo en otros por la presencia de Dios (Jueces 6:22; Jueces 13:22; Job 42:5; Lucas 5:8; Apocalipsis 1:17). labios—apropiado al contexto que describe las alabanzas de los labios, cantados antifonalmente (Éxodo 15:20; v. 3) por los serafines; apropiado asimismo al oficio de hablar como un profeta de Dios, oficio que estaba a punto de serle conferido a Isaías (v. 9). visto—no a Jehová mismo, en sentido estricto (Juan 1:18; 1 Timoteo 6:16); pero sí el símbolo de su presencia.
6. hacia mí—el serafín estaba en el templo, Isaías fuera de él. un carbón encendido—liter., una piedra caliente, usada, como en algunos países en nuestros días, para asar carne, como la carne de los sacrificios. El fuego era símbolo de purificación, puesto que elimina la escoria de los metales (Malaquías 3:2). del altar—de los holocaustos, situado en el atrio de los sacerdotes delante del templo. El fuego que ardía sobre él fué encendido por Dios la primera vez (Levítico 9:24), y mantenido continuamente ardiendo.
7. boca … labios—Cf. la nota del v. 5. La boca fué tocada, por ser ésta la parte que había de emplear el profeta después de su consagración como tal. De ahí que las “lenguas de fuego” descansasen sobre los discípulos (Hechos 2:3) cuando eran consagrados para hablar en varias lenguas acerca de Jesús. culpa—la consciente indignidad para desempeñar su oficio como mensajero de Dios. limpio—liter., cubierto, es decir, expiado, no por algún efecto físico del fuego para limpiarlo del pecado, sino en relación con el altar de los sacrificios, del cual, el Mesías, que es quien comisiona aquí a Isaías, había de ser en su muerte el antitipo. De donde se infiere que sólo por virtud del sacrificio se puede perdonar el pecado.
8. enviaré … por nosotros—El cambio de número indica la Trinidad (cf. Génesis 1:26; Génesis 11:7). Aunque éste no es argumento seguro para fundamentar esta doctrina, pues el plural puede ser una mera indicación de majestad, concuerda con la verdad probada en otro lugar ¿A quién … quién—lo cual indica que pocos estarían dispuestos a realizar el sacrificio que la presentación de tan desagradable mensaje para los judíos, requeriría de parte del mensajero (cf. 1 Crónicas 29:5). Heme aquí—prontitud de celo ahora que ha sido especialmente habilitado para ello (v. 7; cf. 1 Samuel 3:10; Hechos 9:6).
9. Oíd bien—hebreo, oyendo oíd, esto es, aunque oigáis las amonestaciones del profeta repetidas veces, ya estáis sentenciados, a causa de vuestra perversa voluntad (Juan 7:17), para no entender. En su revelación Dios ha dado bastante luz para guiar a los que sinceramente desean saber, a fin de que puedan hacer su voluntad; también ha dejado tinieblas bastante densas para confundir a los ciegos voluntarios (cap. 43:8). Tal es lo que hizo Jesús al pronunciar sus parábolas (Mateo 13:14). ved por cierto—O: Aunque veáis repetidas veces, sin embargo, etc.
10. Engruesa el corazón—(Salmo 119:70). “Vuélvelo más endurecido mediante tus amonestaciones” [Maurer]. Este resultado no es el fruto de la verdad misma, sino del corrupto estado de sus corazones; por eso Dios los abandona aquí judicialmente (cap. 63:17). Gesenius usa los imperativos como futuros: “Proclamad la verdad, y el resultado de tal proclamación será el que se volverán tanto más endurecidos” (Romanos 1:28; Efesios 4:18); pero tal exposición no define tan bien como la primera el designio de Dios de abandonar a los pecadores al endurecimiento judicial (Romanos 11:8; 2 Tesalonicenses 2:11). En la primer cláusula el orden es: el corazón, los oídos, los ojos; en la segunda es al revés: los ojos, los oídos, el corazón. La corrupción fluye del corazón y penetra en los oídos y los ojos (Marco 7:21); pero al través de los ojos y los oídos, la sanidad llega al corazón (Romanos 10:17) [Bengel]. (Jeremias 5:21; Ezequiel 12:2; Malaquías 7:11; Hechos 7:57; 2 Timoteo 4:4). En Mateo 13:15, las palabras están citadas en el modo indicativo, está engrosado (Versión de los Setenta), no en el imperativo, engruesa; la Palabra de Dios en cuanto al futuro es tan segura como si ya se hubiese cumplido. El ver con los propios ojos no convencerá a la voluntad que se opone a la verdad (cf. Juan 11:45; Juan 12:10). “Uno tiene que amar las cosas divinas para entenderlas” [Pascal], sea sanado—de su enfermedad espiritual (cap. 1:6; Salmo 103:3; Jeremias 17:14).
11. ¿Hasta cuándo—continuará este miserable estado de endurecimiento de la nación que la conducirá a su destrucción? Hasta—(cap. 5:9), cumplida primeramente en la cautividad de Babilonia, y más plenamente en la dispersión cuando la ciudad capital fué tomada por el romano Tito.
12. (2 Reyes 25:21.) la desamparada—esto es, el abandono de los domicilios por parte de sus habitadores (Jeremias 4:29).
13. y volverá, bien que habrá sido asolada—mejor: Pero volverá a ser abandonada, para ser consumida; si una décima parte sobreviviere a la primera destrucción, será destruída por una segunda (cap. 5:25; Ezequiel 5:1, Ezequiel 5:12). [Maurer y Horsley]. En la Versión Inglesa “volverá”, se refiere al residuo de pobres dejado en el país a raíz de la deportación a Babilonia (2 Reyes 24:14; 2 Reyes 25:12), quienes después huyeron de miedo a Egipto (2 Reyes 25:26), y regresaron posteriormente de allá con otros que habían huído a Moab y a Edom (Jeremias 40:11. Estos sufrieron ulteriores juicios divinos. olmo—mejor, terebinto (cap. 1:29). en la tala queda el tronco—mejor: “Como el terebinto o la encina que cuando son cortados (Job 14:7), el tronco subsiste, así la simiente santa (Esdras 9:2) será la vitalidad de aquella tierra”. Las semillas de la vitalidad todavía existen en aquella tierra y en el esparcido pueblo de Judea, las que sólo aguardan la vuelta de la primavera del favor de Dios para brotar (Romanos 11:5, Romanos 11:23). Según Isaías, no todo Israel está destinado a la salvación, sino tan sólo el residuo elegido. Dios muestra inmutable severidad hacia el pecado, pero también fidelidad a su pacto al preservar un residuo, y precisamente es para éste para quien Isaías reserva el legado de la segunda parte de su libro (caps. 40-66).