Juan 17:1-26
1 Jesús habló de estas cosas y, levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,
2 así como le diste autoridad sobre todo hombre para que dé vida eterna a todos los que le has dado.
3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado.
4 Yo te he glorificado en la tierra, habiendo acabado la obra que me has dado que hiciera.
5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu misma presencia con la gloria que yo tenía en tu presencia antes que existiera el mundo.
6 “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Tuyos eran, y me los diste; y han guardado tu palabra.
7 Ahora han conocido que todo lo que me has dado procede de ti
8 porque les he dado las palabras que me diste, y ellos las recibieron y conocieron verdaderamente que provengo de ti, y creyeron que tú me enviaste.
9 “Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo sino por los que me has dado; porque tuyos son.
10 Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos.
11 Ya no estoy más en el mundo pero ellos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre que me has dado, para que sean uno así como nosotros lo somos.
12 Cuando yo estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre que me has dado. Y los cuidé, y ninguno de ellos se perdió excepto el hijo de perdición para que se cumpliera la Escritura.
13 Pero ahora voy a ti y hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos.
14 “Yo les he dado tu palabra, y el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
15 No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del maligno.
16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17 Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad.
18 Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo.
19 Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.
20 “Pero no ruego solamente por estos sino también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos;
21 para que todos sean uno así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 Yo les he dado la gloria que tú me has dado para que sean uno, así como también nosotros somos uno.
23 Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado como también a mí me has amado.
24 “Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
25 Padre justo, el mundo no te ha conocido pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste.
26 Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos”.
LA ORACION INTERCESORA. Véase la nota acerca del cap. 14:1. Si no hubiera sido escrita esta oración, qué lector reverencial no habría exclamado: “¡Ojalá que hubiera podido oír semejante oración tal como se hizo en aquella ocasión, la que dió término a todo su ministerio pasado y formó el punto de transición a las escenas negras que siguieron inmediatamente!” Pero aquí está, y con tal comprobación de los labios del que la pronunció, que nos parece oírla de él mismo, más bien que leerla de la pluma de su fiel historiador.
1-3. Estas cosas habló Jesús, y levantados los ojos al cielo—“Juan rara vez describe los gestos y las miradas de nuestro Señor, como aquí. Pero ésta fué una ocasión cuya impresión fué indeleble, y la mirada hacia arriba no podía ser olvidada”. [Alford]. Padre, la hora es llegada—Véase la nota acerca del cap. 13:31, 32. glorifica a tu Hijo—Pon la honra sobre tu Hijo, aprobándolo, sosteniéndolo, y llevándolo al través de aquella “hora”. dado la potestad de toda carne—Véanse las notas acerca de Mateo 11:27; Mateo 28:18. que dé vida eterna a todos los que le diste—Véase la nota acerca del cap. 6:37-40.
3. Esta empero es la vida eterna: que te conozcan, etc.—Esta vida eterna, pues, no es la mera existencia consciente sin fin, sino una vida de conocimiento y trato con Dios en Cristo. (Job 22:21). el solo Dios verdadero—el único Dios personal viviente; en contraste glorioso igualmente con el politeísmo pagano, el naturalismo filosófico, y el panteísmo místico. y a Jesucristo, al cual has enviado—Este es el único lugar donde nuestro Señor se da este nombre compuesto, después tan común en las predicaciones y escritos apostólicos. Aquí se usan los términos en su significación estricta—“Jesús”, porque “salva a su pueblo de sus pecados”; “Cristo”, como el ungido con la plenitud inmensurable del Espíritu Santo para el ejercicio de sus funciones salvadoras (véase la nota acerca de Mateo 1:16); “al cual has enviado”, con la abundancia de poder y autoridad divinos para salvar. “La misma yuxtaposición aquí de Jesucristo con el Padre es una prueba, por inferencia, de la divinidad de nuestro Señor. El conocer a Dios y una criatura no podría ser vida eterna, y tal asociación del uno con la otra sería inconcebible”. [Alford.]
4, 5. Yo te he glorificado en la tierra—más bien, “yo te glorifiqué”, porque la cosa se concibe ahora como pasada. he acabado [“acabé”] la obra que me diste que hiciese—es muy importante retener en la traducción el tiempo pretérito simple, usado en el original, de otra manera se podría pensar que la obra ya “acabada” fuera sólo la que él había hecho antes de pronunciar aquella oración; mientras que se notará que nuestro Señor habla por todo como más allá del escenario actual (v. 12, etc.), y así habrá que entenderse como incluída en su “obra acabada” su “salida, la cual había de cumplir en Jerusalem”. Ahora pues—en cambio. glorifícame tú—Los pronombres en los vv. 4, 5. “yo te glorifiqué”, “glorifícame tú”, están colocados en el original en tal forma, cada uno al lado del otro, como para mostrar que lo que el Señor quiere expresar aquí es una perfecta reciprocidad de servicios del Hijo al Padre primero, y después del Padre al Hijo a su vez. con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese—cuando “en el principio … el Verbo era con Dios” (cap. 1:1), “el unigénito Hijo … en el seno del Padre” (cap. 1:18). Con esta gloria preexistente, que él ocultaba en la tierra, pide ser investido de nuevo, siendo hecho el diseño del velo de su gloria, no simplemente como antes, sino ahora en la naturaleza nuestra.
6-8. De orar por si mismo pasa ahora a orar por sus discípulos. He manifestado [“manifesté”] tu nombre—su carácter entero para con la humanidad. a los hombres que del mundo me diste—Véanse las notas acerca del cap. 6:37-40. han conocido verdaderamente que salí de ti—Véase la nota acerca del cap. 16:30, 31.
9-14. Ruego por ellos—no como individuos meramente, sino como representantes de todos los tales en toda edad siguiente (véase la nota acerca del v. 20). no ruego por el mundo—porque los discípulos le habían sido dados “del mundo”, de entre el mundo, (v. 6) y ya habían sido transformados en lo contrario al mundo. Las cosas pedidas para ellos, en efecto, son aplicables sólo a los tales.
10. todas mis cosas son tus cosas, y tus cosas son mis cosas—lit., “Todas las cosas mías son tuyas, y las cosas tuyas son mías”. (Sobre este uso del género neutro, véanse las notas acerca del cap. 6:37-40). La comunidad absoluta de propiedad entre el Padre y el Hijo es expresada aquí tan claramente como pueden hacerlo las palabras. (Véase la nota acerca del v. 5).
11. ya no estoy en el mundo (véase la nota acerca del v. 4), mas éstos están en el mundo—por decir, “Aunque mis luchas están terminadas, las de ellos no; aunque yo he pasado del escenario de la lucha, no puedo separarme en espíritu de ellos, quienes quedan atrás y sólo están entrando en su gran conflicto”. Padre santo—expresión que no usa en otra parte. “Padre” es su término acostumbrado, pero aquí está prefijado “santo”, porque la súplica se dirige a aquella perfección en la naturaleza del Padre, para que “guarde” a los creyentes de ser contaminados por la atmósfera perversa del “mundo” dentro de la cual ellos todavía están guárdalos por tu nombre—más bien, “en tu nombre”; en el ejercicio de aquel carácter benigno y santo por el cual era conocido el Padre. para que sean una cosa—Véase la nota acerca del v. 21.
12. yo los guardaba en tu nombre—actuando como tu representante en la tierra. ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición—“No se da aquí a entender que el hijo de perdición fuese uno de aquellos que el Padre había dado al Hijo, sino más bien lo contrario, cap. 13:18.” [Webster y Wilkinson.] Es así como en Lucas 4:26, donde no hemos de suponer que la mujer de Sarepta (en Sidón) fuese una de las viudas de Israel, ni que Naamán el siro fuera uno de los leprosos en Israel, aunque el lenguaje—el mismo que aquí—parece expresarlo. hijo de perdición—condenado a ella. (2 Tesalonicenses 2:3; Marco 14:21).
13. Hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos—en otras palabras: tal como conviene más al santuario íntimo que al escenario del conflicto; pero yo estoy hablando así “en el mundo”, para que mi gozo, el gozo que yo experimento sabiendo que tales intercesiones han de ser hechas a favor de ellos por su Señor ausente, pueda ser gustado por los que ahora las escuchan, y por todos los que más tarde han de leer el registro de ellas.
15-19. No ruego que los quites del mundo—porque esto, aunque conseguiría para ellos la seguridad de sus personas, dejaría al mundo sin la bendición que ha de producir su testimonio, sino que los guardes del mal—todo mal en el mundo y del mundo.
16. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo—Véase la nota acerca del cap. 15:18, 19. Esto se repite aquí, para preparar el camino para la petición que sigue.
17. Santifícalos—Así como la petición, “Guárdalos” era negativa, pidiendo protección del elemento venenoso que rodeaba y presionaba su naturaleza renovada, así esta petición, “Santifícalos”, es positiva, pidiendo el progreso y el perfeccionamiento de su santificación ya empezada. en tu verdad—la verdad revelada de Dios, como el medio o elemento de la santificación: un dicho de inmensa importancia. tu palabra es verdad—Cf. cap. 15:3; Colosenses 1:5; Efesios 1:13.
18. Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado [“los envié”] al mundo—Así como la misión de ellos era la de llevar a cabo los propósitos de la misión de su Señor, así nuestro Señor habla de la autoridad en ambos casos como coordinada.
19. Y por ellos yo me santifico [consagro], para que también ellos sean santificados (consagrados)—“La única diferencia entre la aplicación del mismo término a Cristo y a los discípulos es, que, aplicado a Cristo, quiere decir sólo ‘consagrar’; mientras que, aplicado a los discípulos, quiere decir ‘consagrar’ con la idea adicional de una santificación previa, pues nada sino lo que es santo, puede ser presentado como una ofrenda. Toda la obra de sacrificio de los discípulos aparece aquí como el solo resultado de la ofrenda de Cristo”. [Olshausen]. en verdad—Aunque falta aquí el artículo, no hemos de traducir, como algunos, “santificados verdaderamente;” porque la referencia parece clara a “la verdad” mencionada en el v. 17. (Véase allí).
20-23. Mas no ruego solamente por éstos—Esta explicación muy importante, pronunciada en condescendencia a los oyentes y lectores de esta oración en todos los tiempos, se entiende no sólo de lo que sigue, sino de toda la oración. sino también por los que han de creer en mí—La mayoría de los mejores manuscritos dicen “los que creen”, viéndose todo tiempo futuro como presente, mientras que el presente se ve como pasado e ido.
21. Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa—La presencia en los creyentes del Espíritu del Padre y del Hijo es el único vínculo perfecto de unión, haciendo una unidad viviente, primero, todos los creyentes entre sí; entonces, esta unidad en una más elevada todavía, con el Padre y el Hijo. (Nótese, que Cristo nunca se mezcla a sí mismo con sus discípulos como se asocia con el Padre, sino que dice: “Yo en ellos y ellos en nosotros”). para que el mundo crea que tú me enviaste—Entonces la gran impresión sobre el mundo en general, de que la misión de Cristo es divina, ha de ser hecha por la unidad de sus discípulos. Claro, entonces, tiene que ser algo que sea visible o perceptible al mundo. ¿Qué es, entonces? No será ciertamente una unidad superficial, mecánica de maquinaria eclesiástica. Porque así como aquélla puede existir y hasta cierto punto existe entre las iglesias occidentales y orientales, con poco del Espíritu de Cristo, sí, con mucho de lo cual el Espíritu de Cristo no puede morar, y así en vez de convencer al mundo más allá de su círculo, de la divinidad del evangelio, esa clase de unión engendra la incredulidad dentro de su propio seno. Pero el Espíritu de Cristo, iluminando, transformando y reinando en los corazones de los discípulos genuinos de Cristo, acercándolos entre sí como miembros de una familia, e incitándolos a una cooperación afectuosa para el bien del mundo; esto es lo que, cuando suficientemente ardiente y extenso, impondrá al mundo el convencimiento de que el cristianismo es divino. Sin duda, cuanto más desaparezcan de entre los cristianos las diferencias, cuanto más puedan ellos ponerse de acuerdo en asuntos de menor importancia, tanto mayor impresión en el mundo se podrá esperar. Pero la impresión no es absolutamente dependiente de esto; porque la unidad viviente y cariñosa a veces se ve más palpablemente aun en medio de diferencias menores, y a pesar de ellas que donde no hay tales diferencias que prueben el poder de su unidad más honda. Sin embargo, mientras esta fraternidad viva en Cristo no se manifieste de manera potente para destruir el sectarismo, el egoísmo, la carnalidad y apatía que corroen el corazón del cristianismo en todas las secciones visibles de él, en vano esperaremos que el mundo se impresione hondamente por él. Será cuando “el Espíritu sea derramado sobre nosotros desde lo alto”. como Espíritu de verdad y amor, y sobre todas partes del territorio cristiano por igual, disolviendo diferencias y animosidades, encendiendo asombro y vergüenza por la esterilidad pasada, provocando anhelos de afecto universal y ansias por un mundo sumido en maldad, incorporándose formas palpables y medidas activas: será entonces cuando podremos esperar que sea producido el efecto aquí anunciado. ¿No deberían meditar sobre estas cosas los cristianos? ¿no debería estar en ellos “la misma mente que estaba también en Cristo Jesús” sobre estos asuntos? ¿no debería ser suya la oración de él? (Los que así hablan, muchas veces son los más responsables por las divisiones que existen. Sí, debemos estar unidos “en Cristo”, pero no en fórmulas sacerdotales o eclesiásticas, no bajo la dominación clerical. La unión o unidad en Cristo tendrá que ser también de libertad en Cristo. Nota del Trad.)
22. Y yo, la gloria que me diste [“has dado”] les he dado; para que sean una cosa como también nosotros somos una cosa—La última cláusula explica el sentido de la primera. No es la gloria futura del estado celestial, sino el secreto de aquella unidad actual de que se acaba de hablar; la gloria, pues, de la presencia en los creyentes del Espíritu de Cristo; la gloria de un estado aceptado, de un carácter santo, de toda gracia.
23. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa—Véase la nota acerca del v. 21.
24-26. Padre … quiero—La majestad de este estilo de hablar es bien clara. Ninguna crítica despreciable será capaz de deshacerlo sino en los lectores superficiales y pervertidos. ellos estén también conmigo—Véase la nota acerca del cap. 14:3. para que vean mi gloria que me has dado—(Véase la nota acerca del v. 5. ¡Cristo considera que para nosotros será gloria suficiente que nos sea permitido ver y contemplar para siempre la gloria de él! Esta es “la visión beatífica”; pero no será mera visión, porque “seremos semejantes a él, porque le veremos como él es”. 1 Juan 3:2, Joel 3:2.
25. Padre justo, el mundo no te ha conocido [“no te conoció”] mas yo te he conocido [“yo te conocí”], y éstos han conocido [“conocieron”] que tú me enviaste—Así como antes dijo Jesús “Padre Santo”, cuando quería ostentar aquella perfección ante los discípulos (v. 11), así aquí lo llama “Padre justo”, porque está invocando su justicia, para hacer una distinción entre aquellas dos clases diametralmente contrarias, “el mundo”, de la una parte, que no “quiso conocer al Padre”, aunque éste fué traído tan cerca en el Hijo de su amor, y, de la otra parte, él mismo, quien reconoció y poseía al Padre, y aun sus discípulos, quienes reconocieron su misión como de parte del Padre.
26. yo les he manifestado [“les manifesté”] tu nombre—en su ministerio pasado. y manifestarélo—todavía en medida más grande, por el don del Espíritu Santo en Pentecostés y durante todas las edades sucesivas. para que el amor con que me has amado [“amaste”] esté en ellos, y yo en ellos—Este amor eterno del Padre, reposando primero en Cristo, por su Espíritu es comunicado a todos los que creen en él y establece morada permanente en ellos; y “él estando en ellos y ellos en él” (cap. 15:5), son “un espíritu”. “Con este pensamiento sublime el Redentor termina su oración por sus discípulos, y en ellos por los creyentes durante todas las edades. El ha resumido en los últimos momentos que tiene para conversación con los suyos, los sentimientos más sublimes y gloriosos jamás pronunciados por labios mortales. Pero apenas hubo muerto el sonido de la última palabra, cuando pasa con los discípulos sobre el arroyo Cedrón a Getsemaní, y el amargo conflicto continúa. La semilla del mundo nuevo tendrá que ser sembrada en la muerte, para que desde ahí brote la vida”. [Olshausen.]