Juan 19:1-42
1 Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó.
2 Los soldados entretejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo vistieron con un manto de púrpura,
3 y venían hacia él y le decían: — ¡Viva el rey de los judíos! Y le daban bofetadas.
4 Pilato salió otra vez y les dijo: — He aquí, se lo traigo fuera para que sepan que no hallo ningún delito en él.
5 Entonces Jesús salió llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: — ¡He aquí el hombre!
6 Cuando lo vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron diciendo: — ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Les dijo Pilato: — Tómenlo ustedes y crucifíquenlo porque yo no hallo ningún delito en él.
7 Los judíos le respondieron: — Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, él debe morir porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
8 Cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo aún más miedo.
9 Entró en el Pretorio otra vez y le dijo a Jesús: — ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta.
10 Entonces le dijo Pilato: — ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y tengo autoridad para crucificarte?
11 Respondió Jesús: — No tendrías ninguna autoridad contra mí si no te fuera dada de arriba. Por esto, el que me entregó a ti tiene mayor pecado.
12 Desde entonces Pilato procuraba soltarle. Pero los judíos gritaron diciendo: — Si sueltas a este, no eres amigo del César. Todo aquel que se hace rey se opone al César.
13 Cuando Pilato oyó estas palabras, llevó a Jesús afuera y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado El Enlosado, y en hebreo Gabata.
14 Era el día de la Preparación de la Pascua, y como el mediodía. Entonces dijo a los judíos: — He aquí su rey.
15 Pero ellos gritaron diciendo: — ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! Pilato les dijo: — ¿He de crucificar a su rey? Respondieron los principales sacerdotes: — ¡No tenemos más rey que el César!
16 Y con esto, entonces, lo entregó a ellos para que fuera crucificado.
17 y él salió llevando su cruz hacia el lugar que se llama de la Calavera, y en hebreo Gólgota.
18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús estaba en medio.
19 Pilato escribió y puso sobre la cruz un letrero en el cual fue escrito: JESÚS DE NAZARET, REY DE LOS JUDÍOS.
20 Entonces muchos de los judíos leyeron este letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad y el letrero estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.
21 Los principales sacerdotes de los judíos le decían a Pilato: — No escribas: “Rey de los judíos” sino: “Este dijo: ‘Soy rey de los judíos’ ”.
22 Pilato respondió: — Lo que he escrito, he escrito.
23 Cuando los soldados crucificaron a Jesús tomaron los vestidos de él e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Además, tomaron la túnica pero la túnica no tenía costura; era tejida entera de arriba abajo.
24 Por esto se dijeron uno al otro: — No la partamos; más bien echemos suertes sobre ella para ver de quién será. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi vestidura echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofas y María Magdalena.
26 Cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien amaba de pie junto a ella, dijo a su madre: — Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al discípulo: — He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: — Tengo sed.
29 Había allí una vasija llena de vinagre. Entonces pusieron en un hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.
30 Cuando Jesús recibió el vinagre, dijo: — ¡Consumado es! Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
31 Entonces los judíos, por cuanto era el día de la Preparación y para que los cuerpos no quedaran en la cruz en el sábado (pues era el Gran Sábado), rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y fueran quitados.
32 Luego los soldados fueron y quebraron las piernas al primero, y después al otro que había sido crucificado con él.
33 Pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas;
34 pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y salió al instante sangre y agua.
35 El que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero. Él sabe que dice la verdad para que ustedes también crean.
36 Porque estas cosas sucedieron así para que se cumpliera la Escritura que dice: Ninguno de sus huesos será quebrado.
37 También otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le permitiera quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Por tanto, él fue y llevó su cuerpo.
39 También Nicodemo, que al principio había venido a Jesús de noche, fue llevando un compuesto de mirra y áloes como de treinta y cuatro kilos.
40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias, de acuerdo con la costumbre judía de sepultar.
41 En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo en el cual todavía no se había puesto a nadie.
42 Allí, pues, por causa del día de la Preparación de los judíos y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
JESUS ANTE PILATO—AZOTADO—TRATADO CON OTRAS SEVERIDADES E INSULTOS—ENTREGADO Y LLEVADO A SER CRUCIFICADO.
1-3. tomó Pilato a Jesús, y le azotó—con la esperanza de apaciguar así a los judíos. Véase la nota acerca de Marco 15:15. “Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala,… y convocan toda la cohorte” (Marco 15:16)—el cuerpo de la cohorte militar radicada allí, para tener parte en la coronación cómica que estaba por realizarse. los soldados entretejieron de espinas una corona, y pusiéronla sobre su cabeza—en burla de una corona regia. y le vistieron de una ropa de grana—en burla de la púrpura imperial; “desnudándole” primero de su ropa exterior (Mateo 27:28). La “ropa de grana” tal vez fué aquella con la cual Herodes lo adornó cuando lo mandó de vuelta a Pilato (Lucas 23:11). “Una caña en su mano derecha” (Mateo 27:29), en burla del cetro real. “Hincando la rodilla delante de él, le burlaban” (Mateo 27:29).
3. Y decían: ¡Salve, Rey de los Judíos—haciéndole homenaje burlón, en la forma usada al acercarse a los emperadores. “Y escupiendo en él, tomaron la caña, y le herían en la cabeza” (Mateo 27:30). El mejor comentario sobre estos detalles es cubrirnos la cara, de vergüenza.
4, 5. Pilato salió otra vez fuera, y díjoles: He aquí, os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él—y, azotándole y permitiendo que los soldados hicieran burla de él, he hecho bastante para satisfacer vuestra exasperación, todo cuanto se puede esperar de parte de un juez. Y salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana. Y díceles Pilato: He aquí el hombre—No hay por qué pensar que el desprecio haya dictado este dicho. Claramente se ve que había una lucha en el pecho de este hombre miserable. No sólo le repugnaba entregar a un hombre inocente al mero clamoreo popular, sino, como es evidente por lo que sigue, el sentimiento de ansiedad acerca de las pretensiones misteriosas de Jesús estaba empezando a atormentar su pecho, y el objeto de esta exclamación suya parece haber sido el de promover la misericordia de los judíos. Pero sea lo que sea el sentido que él daba a las palabras, éstas han sido apropiadas ardientemente por toda la cristiandad, y guardadas para siempre en su corazón, como una sublime expresión de su admiración tranquila y extasiada de su Señor sufriente.
6, 7. como le vieron los príncipes de los sacerdotes … dieron voces—encendiéndose nuevamente su rabia diabólica a la vista de Jesús—Crucifícale, crucifícale—Véase la nota acerca de Marco 15:14. Díceles Pilato: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen—¡como si esto lo librara a él de la responsabilidad del hecho, quien, entregándolo, incurrió en toda la responsabilidad!
7. Respondiéronle los Judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios—Como fracasaron sus acusaciones criminales, abandonan aquel punto, y como Pilato estaba echando sobre ellos toda la responsabilidad, ellos se refugian en su propia ley judaica, según la cual, como él pretendió igualdad con Dios (véanse las notas acerca de los caps. 5:18 y 8:59), debería morir; insinuando que era el deber de Pilato aun como gobernador civil, proteger la ley de ellos de semejante insulto.
8-11. Y como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo—el nombre “el Hijo de Dios”, el sentido elevado que le daban sus acusadores, el diálogo que él ya había tenido con Jesús, y el sueño de su esposa (Mateo 27:19), todo esto estaba agitándose en el pecho del miserable.
9. Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú?—fuera de toda duda una pregunta referente no a su misión sino a su origen personal. Mas Jesús no le dió respuesta—Ya había dicho bastante; el tiempo para responder a tal pregunta estaba pasado; el gobernador débil y vacilante ya está al punto de ceder.
10. Entonces dícele Pilato: ¿A mí no me hablas?—El “mí” es la palabra enfática en la pregunta. Recurre a la dignidad oficial, la que sin duda tendía a debilitar el funcionamiento de su conciencia. ¿no sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?—dicho para influir en él al mismo tiempo por el temor y por la esperanza.
11. Ninguna potestad tendrías contra mí—ni para crucificar, ni para soltar, ni para hacer otra cosa alguna contra mí. [Bengel]. si no te fuese dado de arriba—“Tú das demasiada importancia a tu potestad, Pilato; contra mí esa potestad no es dada, sino la que te es dada por medida por decreto divino especial, para fin especial”. por tanto, el que a ti me ha entregado (Caifás, mas él sólo como representante de las autoridades judías como cuerpo) mayor pecado tiene—como teniendo mejores oportunidades y más conocimiento en tales asuntos.
12-16. Desde entonces—especialmente desde este discurso, que parece que le llenó de temor, y aumentó su ansiedad. procuraba Pilato soltarle—es decir, ganar el consentimiento de ellos para hacerlo, porque lo habría podido hacer una vez antes bajo su propia autoridad. mas los Judíos daban voces—viendo la ventaja suya, y no tardos en valerse de ella. Si a éste sueltas, no eres amigo de César, etc.—“Esto fué equivalente a una amenaza de acusación ante el emperador, la cual sabemos era muy temida por oficiales como procuradores. especialmente por hombre del carácter de Pilato y Félix. También esto es la consumación de perfidia y desvergüenza de los gobernantes judíos, quienes, con el propósito de destruir a Jesús, se rebajaban para fingir celo por un principe extranjero”. Véase el v. 15. [Webster y Wilkinson.]
13. Entonces Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal—para poder pronunciar sentencia contra el Preso, sobre este cargo, tanto más solemnemente—en el lugar que se dice Lithóstrotos—(un pavimento mosaico, usado mucho por los romanos), y en hebreo Gabbatha—por ser elevado.
14. Y era la víspera de la Pascua—el viernes, día antes del descanso sabático. y como la hora de sexta—La verdadera lección es probablemente, “la hora tercera”, o Lucas 9 de la mañana, lo que concuerda mejor con toda la serie de acontecimientos, como también con los otros evangelistas. Entonces dijo a los Judíos: He aquí vuestro Rey—Habiendo resuelto en su mente ceder a los judíos, toma cierta venganza de ellos por esta ironía, que sabía que los molestaria. Esto sólo despierta de nuevo su grito que lo destruye.
15. ¿A vuestro Rey he de crucificar?… No tenemos rey sino a César—“Algunos de los que gritaron así, murieron miserablemente en rebelión contra César, cuarenta años más tarde. Pero esta actitud convenía a su propósito actual”. [Alford.]
16. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado, etc.—Véase la nota acerca de Marco 15:15.
17-30. LA CRUCIFIXION Y MUERTE DEL SEÑOR JESUS.
17. Y llevando su cruz—Véase la nota acerca de Lucas 23:26—salió—Véase Hebreos 13:11, “fuera del real”; “fuera de la puerta”. Al llegar al lugar, “le dieron a beber vinagre mezclado con hiel (vino mezclado con mirra, Marco 15:23); y gustando, no quiso beberlo”, Mateo 27:34. Este brebaje era estupefactivo, y era dado a los reos inmediatamente antes de su ejecución, para amortiguar el sentido de dolor. Pero nuestro Señor quiso morir con todas sus facultades despejadas, y en plena sensibilidad a todos sus sufrimientos.
18. le crucificaron, y con él otros dos—“malhechores” (Lucas 23:33), “ladrones” (Mateo 27:38; Marco 15:27, más bien, “asaltantes”). uno a cada lado, y Jesús en medio—recurso infernal, para indicar que él era el peor de los tres. Pero en esto, como en otros muchos hechos de ellos, “se cumplió la Escritura, que dice (Isaías 53:12): Y con los inicuos fué contado” (Marco 15:28), aunque la predicción va más hondo. “Y Jesús decía (probablemente mientras era clavado en la cruz) [Olshausen]: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34); y otra vez fué cumplida la Escritura que dijo: “Habiendo … orado por los transgresores” (Isaías 53:12), aunque esto también va más hondo. Véase Hechos 3:17; Hechos 13:27; y cf. 1 Timoteo 1:13. A menudo tenemos ocasión de notar cómo nuestro Señor es el primero en cumplir sus propios preceptos, proveyendo así la interpretación correcta y el modelo perfecto de ellos. (Véase la nota acerca de Mateo 5:44). ¡Qué pronto fué visto en “su mártir Esteban”, que aunque él había dejado la tierra en persona, su Espíritu quedó atrás, y lo mismo, en algunas facciones más hermosas, pudo ser reproducido en sus discípulos! (Hechos 7:60). Y ¡qué debe el mundo en todos los siglos a estas pocas palabras, donde y como fueron éstas pronunciadas!
19-22. Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz … JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS … escrito en hebreo—o sirocaldeo, el idioma del país—en griego—el idioma corriente—y en latín—el idioma oficial. Estas eran las lenguas principales del mundo, y esto aseguró que todos los espectadores pudiesen leerlo. Picados por esto, los eclesiásticos judíos pidieron que fuese cambiado en forma de expresar, no su verdadera dignidad, sino una falsa pretensión a ella. Pero Pilato creyó haberles concedido bastante; y como había querido expresamente picar e insultarlos por este título, por haberle inducido a obrar en contra de su propio sentido de justicia, les negó absolutamente su petición. Y así, en medio de las pasiones encontradas entre sí, desde la cruz misma, en las principales lenguas de la humanidad, y en circunstancias que arrojaron sobre ella una luz lóbrega aunque grandiosa, fué proclamada la verdad que atrajo a los magos a su pesebre, y que todavía será reconocida por todo el mundo.
23, 24. Y como los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte)—a los cuatro que la clavaron en la cruz, a quienes pertenecían como propina. la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba—“Tal vez mostrando mucho arte y trabajo tan necesarios para producir tal prenda, la obra probablemente de una o más de las mujeres que le servían en tales cosas, Lucas 8:3.” [Webster y Wilnkinson.]
24. No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes, etc.—Salmo 22:18. Que una predicción tan específica, distinguiéndose una pieza de vestimenta de otras, y anunciándose que mientras que aquéllas serían repartidas entre varios, ésta sería dada por suerte a una persona, que tal predicción fuese cumplida no sólo al pie de la letra, sino por un grupo de militares paganos, sin mediación ni de amigos ni de enemigos del Crucificado, seguramente es digno de contarse entre las maravillas de esta escena la más maravillosa de todas. Ahora vienen las burlas, y de cuatro partes diferentes:—(1) “Y los que pasaban, le decían injurias, meneando sus cabezas”, en ridiculez, Salmo 22:7; Salmo 109:25; cf. Jeremias 18:16; Lamentaciones 2:15. “Tú, el que derribas el templo, y en tres días lo reedificas. sálvate a ti mismo: si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”, Mateo 27:39; Marco 15:29. “Es evidente que aquel dicho de nuestro Señor, o más bien esta perversión de él (porque no pretendió derribar, sino reedificar el templo destruído por ellos) había exasperado grandemente el sentimiento que los sacerdotes y fariseos habían podido suscitar contra él. Se refiere a él como el hecho principal presentado en testimonio contra él en el proceso (cf. Hechos 6:13), como una ofensa por la cual él merecía sufrir. Y es muy notable que ahora, mientras el dicho recibía su verdadero cumplimiento, fuera hecho más público y más impresionante por la proclamación insultante de sus enemigos. De ahí la importancia dada a ello después de la resurrección, cap. 2:22.” [Webster y Wilkinson] (2) “De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciendo con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no puede salvar”. Había una verdad profunda en esta mofa, como en las otras; porque ambas cosas no pudo hacer, como había “venido para dar su vida en rescate por muchos”. Sin duda, esto añadió al reproche un aguijón desconocido. “Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él”. No; no creerían; porque aquellos se negaron a reconocer la evidencia de la resurrección de Lázaro y de la de Jesús mismo, estaban ya fuera del alcance de todas las posibles pruebas externas. “Confió en Dios: líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios”, Mateo 27:41. Véase Salmo 18:19; Deuteronomio 21:14. Os damos gracias, sacerdotes, escribas y ancianos, por este testimonio triple, que vosotros, sin saberlo, prestasteis a nuestro Cristo: primero, a su confianza habitual en Dios: rasgo en su carácter tan marcado y palpable, que aun vosotros fundáis en ella vuestra impotente burla; entonces, a su identidad con el Sufridor del Salmo 22, cuyas palabras idénticas (v. 8) os apropiáis sin daros cuenta, mostrándoos así herederos al funesto oficio y a la maldad impotente de los enemigos del Mesías; y finalmente, al verdadero sentido de aquel título augusto que él tomó para sí, “El Hijo de Dios”, el cual él interpretó correctamente al mismo principio (véase la nota acerca del cap. 5:18) como una pretensión a esa unidad de naturaleza con él, y cariño a él, que tiene un hijo para con su padre. (3) “Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Lucas 23:36. Insolentemente ofrecen compartir con él su vinagre, o vino agrio, la bebida usual de los soldados romanos, pues era como la hora de su comida de mediodía. En la mofa de los soldados tenemos una de aquellas coincidencias involuntarias que tan sorprendentemente comprueban estos documentos históricos. Mientras que los eclesiásticos se burlan de él por llamarse “el Cristo, el Rey de Israel, el Escogido, el Hijo de Dios”, los soldados, a quienes toda fraseología semejante era mera jerigonza judía, hacen burla de él como pretendiente a la realeza (“Rey de los judíos”), puesto y dignidad que les tocaba comprender. (4). “Lo mismo también le zaherían los ladrones que estaban crucificados con él”, Mateo 27:44; Marco 15:32. No ambos, sin embargo, como algunos comentadores creen que tenemos que entender estas palabras; como si algún cambio repentino viniera al ladrón penitente, que le cambiase de un burlador insensible en peticionario humilde. El plural “ladrones” no quiere decir, necesariamente, más que el lugar o la clase desde donde vino esta última y más cruel burla; o en otras palabras: “No sólo vinieron las burlas de los que pasaban, de eclesiásticos, la soldadesca, sino aun de sus compañeros en sufrimientos”, un modo de hablar que nadie creería que quisieran decir necesariamente los dos ladrones. Cf. Mateo 2:20, “Muertos son los que procuraban la muerte del niño”, queriendo decir Herodes; y Marco 9:1, “Hay algunos de los que están aqui”, donde es casi seguro que se quiere decir solo Juan, el más joven y el último sobreviviente de los apóstoles. Y ¿es concebible que este ladrón penitente primero hubiera ultrajado al Salvador, y luego, al cambiar repentinamente sus opiniones respecto a Cristo, se hubiese vuelto contra su compañero en el suplicio y compañero en burla, no sólo con acrimonia, sino en lenguaje de asombro de que el otro fuese capaz de semejante conducta? Además, hay una tranquilidad profunda en todo lo que dice, extremadamente diferente de lo que esperaríamos de uno que fuera el sujeto de una revolución mental tan repentina y tan total. En cuanto a la escena misma, véase la nota acerca de Lucas 23:29.
25-27. Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas—Esto debe leerse “Clopas”, el mismo que “Alfeo”, Mateo 10:3. El “Cleopas” de Lucas 24:18 fué persona distinta.
26. Y como vió Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice a su madre: ¡MUJER, HE AHI TU HIJO!
27. Después dice al discípulo: ¡HE AHI TU MADRE!—¡Qué olvido de sí mismo, qué amor filial, y a la “madre” y al “hijo” qué palabras de despedida! desde aquella hora el discípulo la recibió consigo—o, a su hogar consigo; porque Zebedeo su padre y Salomé su madre todavía vivían, y ésta estaba aquí presente (Marco 15:40). Véase la nota acerca de Mateo 13:55.—Ahora ocurrió la obscuridad sobrenatural, mencionada por los otros historiadores, mas por Juan no. “Y desde la hora de sexta fueron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona”, Mateo 27:45. Ningún eclipse ordinario del sol habría podido ocurrir en esta época, pues era de luna llena, y este obscurecimiento duró como doce veces el tiempo de algún eclipse ordinario. Véase Éxodo 10:21, Éxodo 10:23. Sin duda, la intención divina del portento fué la de investir ésta, la más negra de todas las tragedias, de una lobreguez expresiva de su verdadero carácter. “Y cerca de la hora de nona, Jesús exclamó con grande voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabachtaní? Esto es: Dios mío, Dios mio, por qué me has desamparado?” Mateo 27:46. Así como la obscuridad empezó a la hora sexta, la segunda de las horas de oración de los judíos, así continuó hasta la hora de nona, la hora del sacrificio vespertino, y aumentando probablemente en densidad, y llegando a su lobreguez más profunda en el momento de este grito misterioso, cuando la llama del único gran “Sacrificio Vespertino” estaba ardiendo lo más fuerte. Las palabras vinieron bien al caso. Son las palabras iniciales del Salmo 22, que está lleno de las últimas “aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas” (l Pedro 1:11). “Padre” fué el grito en la primera oración que él hizo en la cruz, porque las cosas entonces no habían llegado a lo peor. Pero en esta crisis, “Padre” no sale de sus labios, porque la luz del rostro de su Padre estaba entonces misteriosamente eclipsada. Recurre, pues, a un título expresivo de su relación oficial, el cual, aunque más bajo y más distante en sí, sin embargo, cuando asido en fe pura y clara era poderoso en sus derechos, y rico en asociaciones salmódicas. Y ¡qué ardor se expresa por la reduplicación de este título! Pero en cuanto al grito mismo, nunca se le comprenderá completamente. Un abandono absoluto de parte del Padre ni hay que pensar; mas seguramente se expresa un eclipse total del sentido palpado de la presencia de Dios. Expresa sorpresa, como bajo la experiencia de algo no sólo nunca conocido antes, sino inexplicable sobre la base que hasta entonces había subsistido entre él y Dios. Es una pregunta que los perdidos no pueden pronunciar. Èllos están abandonados, pero saben por qué. Jesús está desamparado, pero no sabe y ruega saber por qué. Es, pues, el grito de la inocencia consciente, mas de una inocencia ineficaz de atraer, en aquel momento, la menor señal de aprobación de parte del Juez invisible; inocencia cuyo único reconocimiento en aquel momento estaba en la espesa lobreguez alrededor, la cual no hacía sino reflejar el horror de la grande obscuridad que envolvía su propio espíritu. Había en efecto una causa para ello, y también él lo sabía; el “por qué” no debe ser llevado a un extremo que excluya esto. Tenía que gustar esta la más amarga de las pagas del pecado aquel “quien no hizo pecado”. Pero eso no es el asunto ahora. En él no hubo causa alguna (cap. 14:30), y él se refugia en este hecho glorioso. Cuando ningún rayo de luz lo alumbra desde arriba, él de su propio pecho prende una luz. Si Dios no lo reconoce a él, él se reconocerá a sí mismo. Sobre la roca de su lealtad inmaculada al cielo se plantará, hasta que vuelva la luz del cielo a su espíritu. Y está pronta para venir. Mientras está hablando todavía, la fiereza de la llama está empezando a disminuir. Un incidente y un insulto más, y la experiencia de otro elemento predicho de sufrimiento, y la victoria es suya. El incidente éste y el insulto de él resultante, es el malentendido del grito, porque dificilmente podemos suponer que fuera otra cosa. “Algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama éste”, Mateo 27:47.
28-30. Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas—eso es, el momento para el cumplimiento de la última de ellas; tiempo había llegado para ése también, en consecuencia de la sed abrasadora que el estado calenturiento de su físico había ocasionado (Salmo 22:15). para que la Escritura (Salmo 69:21) se cumpliese, dijo: Sed tengo—“Y estaba allí un vaso lleno de vinagre” (Véase la nota acerca del ofrecimiento del vinagre de los soldados); ellos—“uno de ellos”, Mateo 27:48—hinchieron una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la boca—Aunque el tallo de esta planta no pasa de los treinta centímetros de largo, serviría para alcanzar la esponja hasta la boca del Señor, pues el pie de los crucificados no estaba muy alto desde la tierra. “Los otros decían; Deja”—es decir, según parecería, “Deja aquel servicio obsequioso”—“veamos si viene Elías a librarle”, Mateo 27:49. Esta fué la última crueldad que él había de sufrir, pero fué una de las insensibles. “Jesús, clamando a gran voz”, Lucas 23:46. Esta “gran voz”, mencionada por tres de los historiadores, no da a entender, como sostienen algunos intérpretes, que las fuerzas de nuestro Señor estuvieran tan lejos de ser agotadas que él no necesitara morir entonces, y que entregase su vida antes de que la naturaleza lo requiriese, simplemente porque era el tiempo señalado. Fué de veras el tiempo señalado, mas tiempo en que él fuera “crucificado por flaqueza” (2 Corintios 13:4), y la naturaleza estaba llegando a su extremo agotamiento. Pero aun así como sus propios santos moribundos, especialmente los mártires de Jesús, algunas veces han tenido tales centellos de la gloria venidera inmediatamente antes de dar su último suspiro, como para proporcionarles una fuerza para dar expresión a sus sentimientos, la cual ha asombrado a los circunstantes, así esta “gran voz” del Redentor moribundo no fué nada más que el espíritu triunfante del Vencedor, que recibía el fruto de su labor a ser alcanzado ya, y que vigorizaba los órganos de habla para una expresión extática de sentimientos sublimes (no tanto en las palabras inmediatamente siguientes de rendición tranquila, en Lucas, como en el grito final, registrado sólo por Juan): “PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU”, Lucas 23:46. Sí, han pasado las tinieblas, y la verdadera luz brilla ahora. Su alma ha salido de entre sus horrores misteriosos; “Dios mío” no se oye más, pero en luz despejada encomienda sublime en las manos de su Padre el espíritu infinitamente precioso, usando aquí también las palabras de aquellos Salmos incomparables (Lucas 31:5) que siempre estaban en sus labios. “Así como el Padre recibe el espíritu de Jesús, así Jesús recibe el de los fieles”. Hechos 7:59. [Bengel.] Y ahora viene el poderoso grito final.
30. Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, dió el espíritu—¿Qué está consumado? La Ley es cumplida, como nunca antes, ni después, en su “obediencia hasta la muerte, aun muerte de cruz”; la profecía mesiánica es cumplida; la redención es cumplida; “El ha acabado la transgresión, y hecho reconciliación por la iniquidad, e introducido la justicia eterna, y sellado la visión y profecía, y ungido un lugar santísimo”. El ha inaugurado el reino de Dios y dado nacimiento a un mundo nuevo.
31-42. LA SEPULTURA DE CRISTO.
31-37. víspera de la Pascua—en viernes en la tarde. para que los cuerpos no quedasen—por la noche, contra la ley mosaica. Deuteronomio 21:22. en el sábado, pues era el gran día del sábado—el primer día de los panes ázimos, y, por concurrir con el sábado ordinario semanal, la época más solemne del año eclesiástico. De ahi su celo especial de que la ley no fuese infringida. rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas—para apurar su muerte, lo que se hacía en tales casos con cachiporras.
33. Mas cuando vinieron a Jesús, como le vieron ya muerto—Habiendo en el caso de él elementos de sufrimiento desconocidos a los malhechores, los cuales podrían naturalmente acelerar su muerte, aunque siempre era lenta en tales casos, para no mencionar los sufrimientos anteriores de Jesús. no le quebraron las piernas—un dato de inmensa importancia, como mostrando que la realidad de su muerte era visible a aquellos cuya obligación era comprobarla. El otro propósito divino por ello servido aparecerá luego.
34. Empero uno de los soldados—para tener la plena seguridad del hecho—le abrió el costado con una lanza—haciendo una herida honda y ancha, como es evidente por el cap. 20:27, 29. Si hubiera quedado la vida, tendría que haber huído ahora—y luego salió sangre y agua—“Ahora se sabe bien que el efecto de una agonía intensa y de larga duración es frecuentemente el de producir una secreción de linfa incolora dentro del pericardio (la membrana que envuelve el corazón), la cual linfa en muchos casos llega a una cantidad considerable” [Webster y Wilkinson]
35. Y el que lo vió, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis—Esta manera solemne de referirse a su propio testimonio en este asunto, no tiene referencia a lo que dice en su Epístola acerca de que Cristo “vino por agua y sangre” (1 Juan 5:6, Joel 5:6), sino que tiene por objeto el llamar la atención tanto al cumplimiento de las Escrituras en estos detalles y a la evidencia innegable que él estaba dando, de la realidad de la muerte de Cristo, y por consiguiente, la realidad de su resurrección; tal vez también para hacer frente a la tendencia creciente, en las iglesias asiáticas, de negar la realidad del cuerpo de nuestro Señor, o que “Jesucristo es venido en carne”. (1 Juan 4:1).
36. que se cumpliese la Escritura: Hueso no quebrantaréis de él—La referencia es al cordero pascual, en cuanto al cual esta ordenanza era estricta, Éxodo 12:46; Números 9:12. (Cf. 1 Corintios 5:7). Mas aunque hemos de ver aquí el cumplimiento de una ordenanza muy típica, hallaremos, al buscar más hondo, en ella una notable interposición divina para proteger el cuerpo sagrado de Cristo de la menor indignidad después que él hubo terminado la obra a él encomendada. Se había permitido toda indignidad imaginable antes de esto, hasta el momento de su muerte. Pero tan pronto como hubo terminado ésta, se ve que una mano invisible ha impedido que las cachiporras de los soldados brutos toquen aquel templo de la Divinidad. Muy distinta de tal violencia fué la lanzada en su costado, por la cual daría gracias al soldado no sólo Tomás el dudador, sino creyentes inteligentes en todos los siglos, para quienes la certeza de la muerte y la resurrección de su Señor es la vida misma de su cristianismo.
37. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron—La cita es de Malaquías 12:10; no tomada como de costumbre de la Versión Septuaginta (la versión griega corriente), que aquí está mal traducida, sino directamente del hebreo. Y hay una exactitud notable en la elección de palabras por el profeta y por el evangelista por “taladrar”. La palabra en Zacarías quiere decir atravesar con lanza, jabalina, espada o arma semejante. En este sentido se usa en todas las diez veces, donde se usa. además de aquí. Cuán apta fué esta palabra para expresar la acción del soldado romano, es evidente; y nuestro evangelista usa la palabra que corresponde exactamente, lo que no hace la Versión Septuaginta. Muy distinta es la otra palabra por “taladrar” en el Salmo 22:16; “Horadaron mis manos y mis pies”. La palabra en este caso quiere decir horadar con lesna o a martillazos. ¡Cuán notables estas exactitudes!
38-40. José de Arimatea—“un hombre rico”, Mateo 27:57, cumpliendo así Isaías 53:9; “senador noble [miembro del Sanhedrín, y de buena condición] que también esperaba el reino de Dios” (Marco 15:43), “varón bueno y justo, (El cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos)” (Lucas 23:50, había llegado a disentir y protestar en consejo abierto contra la condenación del Señor); “el cual también había sido discípulo de Jesús” (Mateo 27:57). el cual era discípulo de Jesús, mas secreto por miedo de los Judíos—“Osadamente entró a Pilato” (Marco 15:43); lit., “tomando coraje entró”. Marcos solo, como es su costumbre, menciona la osadía que esto exigía. Este acto sin duda lo identificaría por primera vez con los discípulos de Cristo. Maravilloso de veras es que un hombre que, mientras vivía Jesús, meramente no consintió en condenarlo, no teniendo valor de sostener su causa por algún acto positivo, ahora que él está muerto, y su causa aparentemente muerta con él, se hiciera valiente para entrar personalmente al gobernador y pedir permiso para bajar y enterrar el cuerpo. Pero si éste es el primer caso no es el último, de que un Cristo aparentemente muerto ha despertado una simpatía que no pudo inspirar el Cristo vivo. El heroísmo de la fe generalmente es despertado por circunstancias desesperadas, y no raramente desplegado por los que antes eran los más tímidos, y apenas conocidos como discípulos. “Y Pilato se maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al centurión, preguntóle si era ya muerto”. Pilato apenas pudo creer lo que le había dicho José: que “hacía tiempo que estaba muerto”, y antes de entregar el cuerpo a los amigos de Jesús, quiso verificar con el centurión la realidad del hecho, puesto que el centurión tenía la obligación de atender a la ejecución. “Y enterado del centurión” de que era como José había dicho, “dió”—más bien, “hizo obsequio de”—“el cuerpo a José” (Marco 15:44); impresionado posiblemente por la calidad del peticionante, y por la petición, en contraste con el espíritu del otro partido y el grado humilde al cual, según se le había hecho creer, pertenecían los seguidores de Jesús. Posiblemente estaría él dispuesto a mostrar que no iba a llevar este desagradable asunto más lejos. Pero, sean cuales sean los motivos de Pilato, dos objetos benditos fueron así asegurados: (1). La realidad de la muerte del Señor fué atestiguada por el hombre más competente de todos los demás, para resolver el asunto, y seguramente libre de todo prejuicio: el oficial que estaba en servicio, confiando en el testimonio del cual, Pilato entregó el cuerpo, (2) El Redentor muerto, librado así de la mano de sus enemigos, y encomendado por la autoridad política suprema al cuidado de sus amigos, fué así protegido de indignidades ulteriores; cosa muy conveniente en efecto, ya que está terminada su obra, mas imposible, según podemos ver nosotros, si sus enemigos hubiesen tenido libertad de hacer con él según su voluntad. ¡Cuán maravillosos son aun los pormenores más pequeños de esta historia incomparable!
39. también Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche—“Esta observación corresponde al aspecto secreto del discipulado de José, ya mencionado, y llama la atención a la semejanza de su carácter y conducta anteriores. y al cambio notable que ahora había sucedido.” [Webster y Wilkinson]. trayendo un compuesto de mirra y áloes, como cien libras—una cantidad inmensa, que indica lo grande de su amor, pero parte de ello probablemente destinado a formar una capa sobre la cual había de descansar el cuerpo. (Véase 2 Crónicas 16:14) (Meyer)
40. Tomaron pues el cuerpo de Jesús, y envolviéronlo en lienzos con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar—la mirra y áloes mezclados y pulverizados en los pliegues, y el cuerpo entero, así ungido, fué envuelto en esta cubierta externa de “sábana limpia”. (Mateo 27:59). Si los amigos del Señor hubiesen tenido el más mínimo motivo para creer que todavía estuviera en él la chispa de vida, ¿habrían hecho ellos esto? Por otra parte, si se pudiera concebir que ellos estaban equivocados, ¿habría podido alguno quedar envuelto en esta forma durante el período que él estuvo en el sepulcro, o todavía quedaría la vida? ¡Imposible! Cuando, pues, él salió de la tumba, podemos decir con la más absoluta certidumbre: “Ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. (1 Corintios 15:20). No hay que maravillarse, pues, de que los eruditos como los ignorantes estuviesen dispuestos a morir por el nombre del Señor Jesús; porque semejantes evidencias irresistibles son para los sinceros. (No se hace mención de ungimiento en esta operación. Sin duda fué un entierro apresurado, por temor a interrupciones, y porque estaba cerca del sábado, parece que las mujeres habían fijado esto como su tarea propia, tan pronto como hubiera “pasado el sábado” [Marco 16:1]. Pero como el Señor consideró que María sin pensarlo “se había anticipado a ungir su cuerpo para la sepultura” allí en Betania [Marco 14:8], aquél fué el único ungimiento, en el sentido estricto, que él recibió.).
41, 42. Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo—La elección de esta tumba fué dictada, de parte de ellos, por la doble circunstancia de parte que estaba cerca y de que pertenecía a un amigo del Señor; y como era necesario sepultarlo pronto, aun ellos se impresionaron por la providencia que había provisto el sepulcro. Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús—Pero hubo algo en favor de aquel sepulcro, algo que probablemente no les llamaría la atención; pero Dios sí lo había considerado: no el hecho de estar “cavado en una peña” (Marco 15:46), accesible sólo por la entrada, lo que sin duda los impresionaría por su seguridad y conveniencia; sino que era “sepulcro nuevo” (v. 41), “en el cual ninguno había aún sido puesto” (Lucas 23:53); y (Mateo 27:60) dice que José le puso “en su sepulcro nuevo, que habia labrado en la peña”, sin duda para su propio uso, aunque el Señor tuvo para él un uso superior. Así como entró en Jerusalén cabalgando en un asno “sobre el cual ningún hombre habia subido”, así ahora descansará en una tumba donde ningún hombre había sido puesto antes, para que por estos ejemplos se vea que en todas las cosas él era “separado de los pecadores”.