Lucas 24:1-53
1 Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado.
2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro;
3 pero al entrar no hallaron el cuerpo de Jesús.
4 Aconteció que, estando perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes.
5 Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron: — ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?
6 No está aquí; más bien, ha resucitado. Acuérdense de lo que les habló cuando estaba aún en Galilea,
7 como dijo: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día”.
8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras
9 y, volviendo del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás.
10 Las que dijeron estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo, y las demás mujeres que estaban con ellas.
11 Pero sus palabras les parecían a ellos locura, y no las creyeron.
12 Sin embargo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Cuando miró adentro, vio los lienzos solos y se fue a casa asombrado de lo que había sucedido.
13 He aquí, el mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús que estaba como a once kilómetros de Jerusalén.
14 Iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
15 Sucedió que, mientras iban conversando y discutiendo el uno con el otro, el mismo Jesús se acercó e iba con ellos.
16 Pero sus ojos estaban velados, de manera que no lo reconocieron.
17 Entonces les dijo: — ¿Qué son estas cosas que discuten entre ustedes mientras caminan? Se detuvieron con semblante triste.
18 Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: — ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe las cosas que han acontecido en estos días?
19 Entonces él dijo: — ¿Qué cosas? Y ellos dijeron: — De Jesús de Nazaret, que era un hombre profeta, poderoso en obras y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
20 y de cómo lo entregaron los principales sacerdotes y nuestros dirigentes para ser condenado a muerte, y de cómo lo crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que él fuera el que habría de redimir a Israel. Ahora, a todo esto se añade el hecho de que hoy es el tercer día desde que esto aconteció.
22 Además, unas mujeres de los nuestros nos han asombrado: Fueron muy temprano al sepulcro
23 y, al no hallar su cuerpo, regresaron diciendo que habían visto visión de ángeles, los cuales les dijeron que él está vivo.
24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron.
25 Entonces él les dijo: — ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él.
28 Así llegaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más adelante.
29 Pero ellos le insistieron diciendo: — Quédate con nosotros, porque es tarde y el día ya ha declinado. Entró, pues, para quedarse con ellos.
30 Y sucedió que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y les dio.
31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al otro: — ¿No ardía nuestro corazón en nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos abría las Escrituras?
33 En la misma hora se levantaron y se volvieron a Jerusalén. Hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos,
34 quienes decían: — ¡Verdaderamente el Señor ha resucitado y ha aparecido a Simón!
35 Entonces ellos contaron las cosas que les habían sucedido en el camino, y cómo se había dado a conocer a ellos al partir el pan.
36 Mientras hablaban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: — ¡Paz a ustedes!
37 Entonces ellos, aterrorizados y asombrados, pensaban que veían un espíritu.
38 Pero él les dijo: — ¿Por qué están turbados, y por qué suben tales pensamientos a sus corazones?
39 Miren mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpen y vean, pues un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que yo tengo.
40 Al decir esto, les mostró las manos y los pies.
41 Y como ellos aún no lo creían por el gozo que tenían y porque estaban asombrados, les dijo: — ¿Tienen aquí algo de comer?
42 Entonces le dieron un pedazo de pescado asado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.
44 Y les dijo: — Estas son las palabras que les hablé estando aún con ustedes: que era necesario que se cumplieran todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras,
46 y les dijo: — Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día;
47 y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones comenzando desde Jerusalén.
48 Y ustedes son testigos de estas cosas.
49 He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre ustedes. Pero quédense ustedes en la ciudad hasta que sean investidos del poder de lo alto.
50 Entonces él los llevó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
51 Aconteció que al bendecirlos, se fue de ellos y era llevado arriba al cielo.
52 Después de haberlo adorado, ellos regresaron a Jerusalén con gran gozo
53 y se hallaban continuamente en el templo, bendiciendo a Dios.
EL ANUNCIO ANGELICO A LAS MUJERES DE QUE CRISTO ESTA RESUCITADO—LA VISITA DE PEDRO AL SEPULCRO VACIO. Véanse las notas acerca de Marco 16:1, y Mateo 28:1.
5. ¿Por qué buscáis, etc.—¡Pregunta sorprendente! no “al resucitado”, sino “al Viviente” (cf. Apocalipsis 1:18); y la sorpresa en ella expresada da a entender la incongruencia en que aun estuviera él allí, como si, a pesar de que él se sometió a la muerte, “fuera imposible ser detenido de ella” (Hechos 2:24).
6. en Galilea—a la cual estas mujeres mismas pertenecían, cap. 23:55.
7. Diciendo, etc.—¡Qué notable es oír a los ángeles citando toda una oración de Cristo a sus discípulos, mencionando dónde fué pronunciada, y admirándose de que no estuviese fresca en la memoria de ellas, como sin duda lo estaba en la de ellos! (1 Timoteo 3:16, “visto de ángeles”, y 1 Pedro 1:12).
10. Juana—Véase el cap. 8:1-3.
12. Pedro, etc.—Véase la nota acerca de Juan 20:1, etc.
13-35. CRISTO APARECE A DOS QUE IBAN A EMMAUS.
13. dos de ellos—uno fué Cleofas (v. 18), y quién sería el otro es una conjetura. Emmaús—como siete millas y media (como doce kilómetros y medio) de Jerusalén. Ellos probablemente vivían allí, y volvían a casa después de la Pascua.
14-16. hablando entre sí—cambiaban opiniones e impresiones entre sí, pesando de nuevo todos los hechos, como están detallados en los vv. 18-24.
15. Jesús se llegó—viniendo desde atrás de Jerusalén los alcanzó.
16. los ojos … embargados—En parte el Señor “apareció en otra forma” (Marco 16:12). y en parte parece que había alguna operación en la visión de ellos; pero seguramente, como ellos no creían que estuviera vivo, su presencia como compañero de viaje era la última cosa que esperarían
17-24. ¿Qué pláticas, etc.—Las palabras dan a entender la discusión ansiosa que había aparecido en su manera de ser.
18. no has sabido, etc.—Si él no conocía los acontecimientos en Jerusalén durante los últimos días, tendría que ser peregrino; y si los conocía, ¿cómo podría suponer que ellos estuviesen hablando de otra cosa? Como si sintiera algún alivio en tener sobre quién descargar sus pensamientos y sentimientos, este discípulo relata los hechos principales en su propio estilo desalentado, y esto era precisamente lo que deseaba el Señor.
21. nosotros esperábamos, etc.—Ellos esperaban la prometida liberación por mano de él, mas en el sentido corriente de ella, y no por su muerte. sobre todo esto—no sólo parecía su muerte dar el golpe fatal a sus esperanzas, sino que hacía dos días que estaba muerto ya, y éste era el tercer día. Es verdad, agregan, que algunas mujeres nuestras nos dieron una gran sorpresa, contándonos de una visión de ángeles que tuvieron esta mañana junto al sepulcro vacío, los cuales dijeron que estaba él vivo, y algunos de los nuestros que fueron allá, confirmaron el informe de ellas; mas a él mismo no vieron. Un cuento lastimoso, es verdad, que sale de nuestro desaliento más profundo.
25-27. insensatos—insensibles, sin entendimiento. ¿No era necesario que el Cristo—el Mesías, dando su título con artículo definido. padeciera … entrara—es decir, entrando por la puerta del sufrimiento (y sufriendo “estas cosas”, y tal muerte) a su gloria. “Vosotros creéis en la gloria; pero estos mismos sufrimientos son la puerta predicha de entrada a ella.”
27. Moisés, y de todos los profetas, etc.—Aquí nuestro Señor nos enseña tanto la reverencia que se debe al Antiguo Testamento, como el tema principal de él, que es Cristo mismo.
28-31. hizo como que iba, etc.—Cf. Marco 6:48; Génesis 18:3, Génesis 18:5; Génesis 32:24. le detuvieron, etc.—Si no fuera por esto, todo el propósito de la entrevista se habría perdido; pero no había de perderse, porque el que quería ser “detenido”, había despertado en el corazón de sus compañeros de viaje un anhelo, que no sería acallado fácilmente. Y ¿no se repite esto todavía en las entrevistas del Salvador con sus discípulos amantes?
30. tomando el pan, bendijo … abiertos los ojos—El hombre desconocido primero los sorprendió al tomar el lugar de dueño de casa en la mesa, pero siguiendo a aquel acto que reproducía toda la escena de la última Cena, un despertar de asociaciones y recuerdos hizo que conocieran a su visitante, y él quedó manifiesto ante su mirada sorprendida como SU SEÑOR RESUCITADO. Ellos iban a seguir mirándolo, y tal vez a abrazarlo, pero en aquel momento se fué. Bastó.
32-34. Ellos ahora se cuentan mutuamente cómo ardía su corazón—se encendía—dentro de ellos, al oír su conversación y sus exposiciones de la Escritura. “¡Ah! esto explica todo: No entendíamos el calor de luz, amor, gloria espontáneos que arrebataban nuestro corazón; pero ahora entendemos.” No pueden descansar; ¿cómo podrían?; tienen que volver en seguida a Jerusalén para contar las noticias. Hallan a los once apóstoles, mas antes que tuviesen ocasión de contar su historia, son saludados con la noticia conmovedora: “Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.” ¡Inteligencia más afectuosa y preciosa es ésta! El único de los once a quien apareció el Señor solo, fué a Pedro, quien le había negado tan vergonzosamente. Lo que pasó en aquella entrevista nunca sabremos aquí. Probablemente fué demasiado sagrado para ser publicado. Véase la nota acerca de Marco 16:7. Los dos de Emmaús ahora relatan lo que les había acontecido, y mientras así cotejaban notas de las apariciones de su Señor, ¡he aquí! él mismo se presenta entre ellos. ¡Qué aliento para aquellos discípulos tristes, que dudaban, pero eran fieles de corazón!
36-53. JESUS APARECE A LOS DISCIPULOS REUNIDOS—SU ASCENSION.
36. él se puso en medio—Véase la nota acerca de Juan 20:19.
37, 39. espíritu—el alma de su Señor muerto, mas no él mismo en cuerpo. (Hechos 12:15; Mateo 14:26).
38. suben pensamientos—más bien, “razonamientos”; es decir, si estaba resucitado o no; si éste era él mismo.
39-43. Mirad mis manos, etc.—cariñosamente ofreciéndoles una demostración tanto ocular como tangible de la realidad de su resurrección. el espíritu ni tiene carne—dicho importante acerca de los “espíritus”. carne ni huesos—No dice “carne y sangre”; porque la sangre es la vida del cuerpo animal y corruptible (Génesis 9:4). que “no pueden heredar el reino de Dios”, 1 Corintios 15:50; sino “carne y huesos”, dando a entender la identidad, mas con la diversidad de leyes, del cuerpo de la resurrección. Véase la nota acerca de Juan 20:24.
41. no creyéndolo aún ellos de gozo—Pero sí, creían; de otro modo, no se hubieran regocijado. [Bengel] Pero les parecía demasiado bien para ser verdad. (Salmo 126:1).
42. panal de miel—vianda frugal, antiguamente.
43. comió delante de ellos—es decir, les permitía verle comer; no por su necesidad personal, sino para el convencimiento de ellos.
44-49. Estas son las palabras, etc.—“Ahora comprendéis lo que os parecía tan obscuro, cuando os decía que “matarían al Hijo del hombre y que resucitaría” (cap. 18:31-34). estando aún con vosotros—expresión llamativa, que da a entender que él ahora, como el Salvador muerto y resucitado, virtualmente está desunido de esta escena de la mortalidad, y de todo trato ordinario con sus discípulos mortales. la ley … los profetas … salmos—Las tres divisiones judías de las Escrituras del Antiguo Testamento.
45. les abrió el sentido, etc.—declaración de valor indecible; que expresa, de la una parte, el acceso inmediato de Cristo al espíritu humano y su poder absoluto sobre él, para el ajuste de su visión y su rectificación permanente para el discernimiento espiritual (de lo cual es imposible concebir una evidencia más fuerte de su propia divinidad); y, de la otra parte, haciendo seguro que la manera de interpretar el Antiguo Testamento, el cual empleaban los apóstoles (véanse los Hechos y las Epístolas), tiene la sanción directa de Cristo mismo.
46. fué necesario que el Cristo—Véase la nota acerca del v. 26.
47. comenzando de Jerusalem—(1). Como la metrópolis y el corazón del reino de Dios entonces existente: “al judío primeramente”, Romanos 1:16; Hechos 13:46; Isaías 2:3 (véase la nota acerca de Mateo 10:6). (2). Como el gran depósito y laboratorio de todo el pecado y crimen de la nación, proclamando así para todo el tiempo que hay misericordia en Cristo para el principal de los pecadores. (Véase la nota acerca de Mateo 23:37). testigos—Cf. Hechos 1:8, Hechos 1:22.
49. enviaré—el tiempo presente, para intimar lo cercano. la promesa de mi Padre—es decir. “lo que mi Padre ha prometido”; al Espíritu Santo, del cual Cristo es el Dispensador autorizado. (Juan 14:7; Apocalipsis 3:1; Apocalipsis 5:6). investidos—dando a entender, como manifiestan los pasajes paralelos (Romanos 13:14; 1 Corintios 15:53; Gálatas 3:27; Colosenses 3:9), el que estén tan penetrados y afectados por “poder” sobrenatural consciente (en el sentído pleno de aquella palabra) como para sellar con autoridad divina todo el ejercicio de su oficio apostólico, incluyendo, naturalmente, su pluma tanto como su boca.
50-53. hasta Bethania—no la aldea misma, sino sobre la falda del monte de Olivos.
51. bendiciéndolos, se fué de ellos, etc.—¡Dulce intimación! ¡El Amor encarnado, Amor crucificado, Amor resucitado, ahora en alas para el cielo, esperando sólo aquellas brisas que iban a llevarlo al cielo, se va en bendiciones, para que en el carácter del Amor glorificado y entronizado, continúe sus bendiciones, mas en forma superior, hasta volver de nuevo! Y si los ángeles fueron tan conmovidos cuando él nació para esta escena de lágrimas y muerte, ¡qué habría sido su éxtasis al darle la bienvenida y al atenderle “sobre todos los cielos” a la cámara del trono, y al conducirle a la diestra de la Majestad en las alturas! Tienes derecho eterno, oh Salvador, a ese lugar augusto. El esplendor de la gloria del Padre, envuelto en nuestra naturaleza, lo ha ganado bien, porque él derramó su alma hasta la muerte, y llevó cautiva la cautividad, recibiendo dones para los hombres, si, para los rebeldes, para que Dios pudiera morar entre ellos. “Tú eres el Rey de la gloria, oh Cristo”. “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria”. Aun así cambiarás tú estos cuerpos viles nuestros, para que sean semejantes a tu propio cuerpo glorioso; y entonces con alegría y regocijo serán traídos, y entrarán al palacio del Rey.
52. después de haberle adorado—seguramente en el sentido más estricto de la adoración. volvieron a Jerusalem—como se les mandó hacer; pero sólo después de haber mirado, como extasiados, a la bóveda azul en la cual él había desaparecido, se les aparecieron dos seres resplandecientes, quienes les aseguraron que Cristo volvería otra vez de la manera que ellos lo habían visto ir al cielo. (Véase la nota acerca de Hechos 1:10). Esto los hizo regresar, no con frustración por la partida de él, sino “con gran gozo”. estaban siempre en el templo—es decir, todos los días en las horas regulares de oración hasta el día de Pentecostés.