EL EVANGELIO SEGUN SAN MARCOS
INTRODUCCION
Que el segundo Evangelio fué escrito por Marcos, es reconocido universalmente, aunque no hay unidad en cuanto a cuál Marcos fué. La gran mayoría de los críticos entienden que el escritor fué "Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos", de quien leemos en Los Hechos, (12:12) y quien fué "el sobrino de Bernabé" (Colosenses 4:10). Pero no se ha dado ninguna razón para sostener esta opinión, tocante a la cual la tradición, aunque antigua, no es uniforme, y uno no puede sino maravillarse de que tan fácilmente sea aceptada por Wetstein, Hug, Meyer, Ebrard, Lange, Ellicott, Davidson, Tregelles, etc. Alford hasta llega a decir que "es universalmente creído que éste era la misma persona que Juan Marcos de los Evangelios". Pero la opinión de Grocio, así como también de Schleiermacher, Campbell, Burton y Da Costa es diferente; y los motivos por los cuales se juzga que eran dos personas distintas, nos parecen a nosotros incontestables. De "Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos," dice Campbell, en su Prefacio a este Evangelio, "una de las primeras cosas que aprendemos, es que acompañó a Pablo y a Bernabé en sus viajes apostólicos, cuando éstos dos andaban juntos (Hechos 12:25; Hechos 13:5). Cuando más tarde se suscitó una disputa entre Pablo y Bernabé acerca de este Marcos, hasta el punto de que los dos tuvieron que separarse, Marcos acompañó a su tío Bernabé, y Silas fué a acompañar a Pablo. Cuando Pablo se reconcilió con Marcos, lo que sucedió probablemente poco después, hallamos a Pablo empleando nuevamente la ayuda de Marcos, recomendándole y dando de él un testimonio muy honorable (Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11; Filemón v. 24). Pero no encontramos ninguna sílaba en cuanto a que este Marcos haya atendido a Pedro como su ministro o sirviéndole en forma alguna"; y sin embargo, como veremos pronto, ninguna tradición es más antigua, más uniforme y mejor apoyada por evidencia interna, que la que sostiene que Marcos, en su Evangelio, fué "el intérprete de Pedro", quien, al final de su Primera Epístola habla de él como "Marcos mi hijo" (1 Pedro 5:13), queriendo decir, sin duda, que era su hijo en el evangelio, convertido a Cristo por su ministerio. Y cuando pensamos en lo poco que los apóstoles Pedro y Pablo estuvieron juntos; y en las pocas veces que se encontraban, cuán distintas eran sus tendencias, cuán separadas sus esferas de labor, y en ausencia de toda evidencia del hecho, ¿no hay algo cercano a la violencia en la suposición de que el mismo Marcos fuera compañero íntimo de ambos? "En breve", agrega Campbell, "los relatos dados acerca del asistente de Pablo, y acerca del intérprete de Pedro, no concuerdan sino en el nombre Marcos; circunstancia demasiado insignificante para apoyar que eran una misma persona; especialmente cuando pensamos en lo común que era este nombre en Roma, y lo habitual que era que los judíos de aquella época se tomasen algún nombre romano cuando iban a establecerse allá".
Acerca del evangelista Marcos, pues, como persona distinta del compañero de viaje de Pablo, todo lo que sabemos de su historia personal, es que fué un convertido, como hemos visto, del apóstol Pedro. Pero en cuanto a su Evangelio, la tradición acerca de la parte que tuvo Pedro en la composición del mismo es tan antigua, tan uniforme y tan notablemente confirmada por las evidencias internas, que tenemos que considerarla como un hecho establecido. "Marcos", dice Papías (según el testimonio de Eusebio, Historia Eclesiástica, 3:39), "siendo intérprete de Pedro, escribió correctamente, aunque no en orden, todo cuanto recordaba de lo que fué dicho o hecho por Cristo; porque él no fué un oidor ni un seguidor del Señor, sino después, como he dicho, lo fué de Pedro, quien arreglaba los discursos para ser usados, pero no según el orden en que fueron pronunciados por el Señor". Al mismo efecto escribe Ireneo (Contra Herejías, 3:1): "Mateo publicó un Evangelio, mientras que Pedro y Pablo predicaban y fundaban la iglesia en Roma; y después de la partida (o fallecimiento) de ellos, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos dió por escrito las cosas que eran predicadas por Pedro". Clemente de Alejandría es todavía más preciso, en un mensaje conservado para nosotros por Eusebio (Historia Eclesiástica, 6:14) : "Habiendo Pedro predicado la Palabra en Roma, y hablado del Evangelio por el Espiritu Santo, muchos de los que estaban presentes exhortaron a Marcos, quien había sido por mucho tiempo seguidor de él, y que se acordaba de lo que había dicho, a que escribiera lo que había sido pronunciado; y habiendo preparado su Evangelio, lo entregó a los que se lo habían pedido; lo cual, cuando Pedro llegó a saberlo, ni se lo prohibió decididamente ni lo estimuló a hacerlo." El testimonio propio de Eusebio, sin embargo, según otros relatos, es aglo diferente: Que los oyentes de Pedro fueron tan conmovidos por su predicación, que no dieron descanso a Marcos, como seguidor de Pedro, hasta que consintió en escribir su Evangelio como memorial de las enseñanzas de Pedro; y "que el apóstol, cuando supo por revelación lo que había sido hecho, se agradó del celo de aquellos hombres y sancionó la lectura del escrito (es decir, del Evangelio de Marcos) en las iglesias" (Historia Eclesiástica, 2:15). Y al asentar en otra de sus obras un aserto similar, dice que "Pedro, por exceso de humildad, no se creía preparado para escribir el Evangelio; pero Marcos a quien conocía tan bien y quien fué su discípulo, se dice que escribió sus relatos de las enseñanzas de Jesús. Pedro da testimonio a estas cosas él mismo; porque todas las cosas relatadas por Marcos son, según se dice, memorias de los discursos de Pedro". No creemos necesario ir más lejos, hasta Orígenes, quien dice que Marcos compuso su Evangelio "según Pedro le guiaba", o "según el dirigía, quien en su Epístola lo llama su hijo", etc., ni hasta Jerónimo, quien es sólo un eco de Eusebio.
Esta seguramente es una cadena notable de testimonios; la cual, confirmada como lo es por evidencia interna tan sorprendente, puede considerarse como que establece el hecho de que el segundo Evangelio fué compuesto en su mayor parte de materiales facilitados por Pedro. En la obra "Four Witnesses" de Da Costa, el lector hallará esta evidencia interna detallada completamente, aunque no todos los ejemplos son igualmente convincentes. Pero si el lector se refiere a nuestros comentarios sobre Marco 16:7 y Juan 18:27, tendrá evidencia convincente de la contribución de Pedro a este Evangelio.
Nos resta referirnos, en pocas palabras, a los lectores para quienes fué, en primera instancia, designado, y a la fecha del mismo. Que no fué para judíos sino gentiles, es evidente por el gran número de explicaciones de usanzas, opiniones y lugares judíos, las cuales para un judío habrían sido superfluas, pero que eran muy necesarias para un gentil. Como ejemplo de estas explicaciones véanse los pasajes en los caps. 2:18; 7:3, 4; 12:18; 13:3; 14:12; 15:42. Acerca de la fecha de este Evangelio, de la cual nada de seguro se sabe, si podemos confiar en la tradición referida por Ireneo, que opina que fué escrito en Roma "después de la partida de Pedro y Pablo", y si por el término "partida" hemos de entender su muerte, podemos fecharlo entre los años 64 y 68; pero con toda probabilidad esto es demasiado tarde. Sería probablemente más aproximado a la verdad el fecharlo como ocho o diez años más temprano.