Mateo 23:1-39
1 Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos,
2 diciéndoles: “Los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés.
3 Así que, todo lo que les digan háganlo y guárdenlo; pero no hagan según sus obras, porque ellos dicen y no hacen.
4 Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no las quieren mover ni aun con el dedo.
5 Más bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Ellos ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de sus mantos.
6 Aman los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas,
7 las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí.
8 “Pero ustedes, no sean llamados Rabí; porque uno solo es su Maestro, y todos ustedes son hermanos.
9 Y no llamen a nadie su Padre en la tierra, porque su Padre que está en los cielos es uno solo.
10 Ni los llamen Guía, porque su Guía es uno solo, el Cristo.
11 Pero el que es mayor entre ustedes será su siervo;
12 porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
13 “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cierran el reino de los cielos delante de los hombres. Pues ustedes no entran, ni dejan entrar a los que están entrando.
14
15 “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorren mar y tierra para hacer un solo prosélito y, cuando lo logran, le hacen un hijo del infierno dos veces más que ustedes.
16 “¡Ay de ustedes, guías ciegos! Pues dicen: ‘Si uno jura por el santuario, no significa nada; pero si jura por el oro del santuario, queda bajo obligación’.
17 ¡Necios y ciegos! ¿Cuál es más importante: el oro o el santuario que santifica al oro?
18 O dicen: ‘Si uno jura por el altar, no significa nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre el altar, queda bajo obligación’.
19 ¡Ciegos! ¿Cuál es más importante: la ofrenda o el altar que santifica a la ofrenda?
20 Por tanto, el que jura por el altar, jura por el altar y por todo lo que está sobre él.
21 Y el que jura por el santuario, jura por el santuario y por aquel que habita en él.
22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado sobre él.
23 “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque entregan el diezmo de la menta, del eneldo y del comino; pero han omitido lo más importante de la ley, a saber: el juicio, la misericordia y la fe. Era necesario hacer estas cosas sin omitir aquellas.
24 ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito pero tragan el camello!
25 “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpian lo de afuera del vaso o del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno.
26 ¡Fariseo ciego! ¡Limpia primero el interior del vaso para que también el exterior se haga limpio!
27 “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque son semejantes a sepulcros blanqueados que, a la verdad, se muestran hermosos por fuera; pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda impureza.
28 Así también ustedes, a la verdad, por fuera se muestran justos a los hombres; pero por dentro están llenos de hipocresía e iniquidad.
29 “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edifican los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos de los justos,
30 y dicen: ‘Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas’.
31 Así dan testimonio contra ustedes mismos de que son hijos de aquellos que mataron a los profetas.
32 ¡ Colmen también ustedes la medida de sus padres!
33 “¡Serpientes! ¡Generación de víboras! ¿Cómo se escaparán de la condenación del infierno?
34 Por tanto, miren; yo les envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos los matarán y crucificarán, y a otros los azotarán en sus sinagogas y perseguirán de ciudad en ciudad,
35 de manera que venga sobre ustedes toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien mataron entre el santuario y el altar.
36 De cierto les digo, que todo esto recaerá sobre esta generación.
37 “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta a sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
38 He aquí, su casa les es dejada desierta,
39 porque les digo que desde ahora no me verán más hasta que digan: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.
LA DENUNCIACION DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS—LA LAMENTACION DE JESUS SOBRE JERUSALEN, Y SU DESPEDIDA DEL TEMPLO. (Pasajes paralelos, Marco 12:38; Lucas 20:45). Este discurso largo y terrible, con excepción de unos pocos versículos en Marcos y Lucas, aparece sólo en Mateo. Pero como es una repetición extensa de las denunciaciones pronunciadas hacía tiempo en la mesa de un fariseo, y relatadas por Lucas (Lucas 11:37), podemos tomar ambos relatos juntos en la exposición.
La Denunciación de los Escribas y Fariseos (vv. 1-36). Los doce primeros versículos fueron dirigidos más inmediatamente a los discípulos, y los demás, a los escribas y fariseos.
1. Entonces habló Jesús a las gentes—“a las multitudes”—y a sus discípulos, 2. Diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos—como intérpretes de la ley de Moisés. Los maestros judíos se ponían en pie para leer, pero se sentaban para explicar las Escrituras, como se verá cotejando Lucas 4:16 con el v. 20.
3. Así que, todo lo que—es decir, “todo lo que” al estar sentados en aquella silla y enseñando de aquella ley—os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo—Las palabras “así que” son, como se verá, de grande importancia, pues limitan aquellos mandatos que él quisiera que ellos obedeciesen, a lo que los escribas sacaban de la misma ley. Al pedir la obediencia implícita a tales mandatos, él quisiera que sus discípulos reconociesen la autoridad con que los escribas enseñaban aun más allá de las obligaciones de la ley misma, lo cual es de veras un principio importante; pero el que denunciaba las tradiciones de tales maestros (cap. 15:3), no podría arrojar su escudo protector sobre tales tradiciones. Webster y Wilkinson hacen notar que la advertencia de guardarse de los escribas, es dada por Marcos y Lucas sin atenuación alguna; pero Mateo repite sólo la orden de respetarlos y obedecerlos, indicando por este hecho para quiénes fué escrito especialmente este Evangelio, y el deseo del escritor de reconciliar a los judíos.
4. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover—Lucas (11:46): dice: “mas vosotros ni aun con un dedo tocáis”. Se refiere no tanto a lo fastidioso de los ritos legales, aunque eran bastante fastidiosos (Hechos 15:10), como al rigor cruel con que se exigía que se cumpliesen, y esto por hombres vergonzosamente inconsecuentes en su propia vida personal.
5. Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres—Cualquier bien que hagan, o el celo que manifiesten al hacerlo, tiene un solo propósito: el aplauso humano. porque ensanchan sus filacterias—tiras de pergamino con textos bíblicos escritos, llevados en la frente, el brazo y el costado, a la hora de la oración. y extienden los flecos de sus mantos—franjas en su ropa exterior (Números 15:37).
6. Y aman los primeros asientos—los lugares más prominentes, de más honor. en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas—Véase el comentario sobre Lucas 14:7.
7. Y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabbí, Rabbí—Es el espíritu, más bien que la letra, lo que debe recibir todo el énfasis; aunque la violación de la letra, que nace del orgullo espiritual, ha hecho daño incalculable en la iglesia de Cristo. La reiteración de la palabra “Rabbi”, muestra cómo regalaba el oído y alimentaba el orgullo espiritual de aquellos eclesiásticos.
8. Mas vosotros, no queráis ser llamados Rabbí; porque uno es vuestro Maestro—“vuestro Guía, vuestro Señor”.
9. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos, etc.—Interpretar estos mandatos como una condenación de todo título por el cual los dirigentes de las iglesias se distinguen del rebaño que gobiernan, es virtualmente condenar el gobierno mismo; y en efecto, quien interpreta así estos mandatos está en contra de todo el tenor del Nuevo Testamento y del sano criterio cristiano. Pero cuando nos hayamos guardado contra estos extremos, tengamos cuidado en retener el espíritu completo de esta advertencia contra aquella ambición por una superioridad eclesiástica que ha causado ruina y escándalo entre los ministros de Cristo en todos los siglos. (Tocante al uso de la palabra “Cristo” aquí, véase el comentario sobre el cap. 1:1).
11. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo—Esto quiere decir, que el que es el mayor, mostrará que es el mayor al ser el servidor de todos; como en el cap. 20:27, comparado con Marco 10:44.
12. Porque el que se ensalzare, será humillado—Véase el comentario sobre Lucas 18:14. Lo que sigue, fué dirigido más directamente a los escribas y fariseos.
13. Mas ¡ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres—Aquí son acusados de cerrar el cielo delante de los hombres; en Lucas 11:52 son acusados de lo que es peor, de quitar la llave de la ciencia; esta llave significa, no la llave para abrir la ciencia, sino la ciencia como la única llave para abrir el cielo. Un conocimiento correcto de la palabra revelada de Dios es vida eterna, como dice nuestro Señor (Juan 17:3 y 5:39); pero este conocimiento ellos lo quitaron al pueblo sustituyéndolo por sus miserables tradiciones.
14. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque coméis las casas de las viudas, etc.—Valiéndose de la condición indefensa y del carácter crédulo de las “viudas”, urdían la manera para posesionarse de las propiedades de ellas, mientras que con sus “largas oraciones” las hacían creer que ellos estaban inmunes a la tentación de adquirir “torpes ganancias”. Por lo tanto, mucho “más grave juicio” los espera. ¡Qué descripción tan viva del clero romanista, quienes son los sucesores legítimos de aquellos escribas!
15. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito—del paganismo. Tenemos evidencia de esto en los escritos de Josefo. y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros—Será condenado tanto por la hipocresía que aprendería a practicar en la nueva religión, como por la hipocresía que practicaba en la religión que ha dejado.
16. ¡Ay de vosotros, guías ciegos!—Expresión sorprendente de los efectos funestos de su enseñanza errónea. Nuestro Señor aquí y en algunos versículos siguientes, condena las distinciones sutiles que ellos hacían en cuanto a la santidad de los juramentos, distinciones inventadas sólo para promover sus propios propósitos avarientos. que decís: Cualquiera que jurare por el templo es nada—no ha contraído obligación—mas cualquiera que jurare por el oro del templo—queriendo decir no el oro que adornaba el templo, sino el Corbán, el oro apartado para usos sagrados (véase el comentario sobre el cap. 15:5). deudor es—es decir, no le pertenece más para su uso propio, aunque las necesidades del padre lo requieran. Sabemos quiénes son los sucesores de estos hombres.
19. ¡Necios y ciegos! porque, ¿cuál es mayor, el presente, o el altar que santifica al presente?—(Véase Éxodo 29:37).
20-22. Pues el que jurare por el altar, etc.—Véase el comentario sobre el cap. 5:33-37.
23. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino—Lucas (11:42) dice: “y la ruda, y toda hortaliza”. Ellos fundaban esta práctica en Levítico 27:30, que interpretaban inflexiblemente. Nuestro Señor expresamente nombra estos productos insignificantes de la tierra como ejemplos de cosas de las cuales ellos con tanta escrupulosidad, exigían la décima parte. y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe—Lucas (Levítico 11:42) dice: “el juicio y la caridad de Dios”, siendo variada tal vez la expresión por nuestro Señor en dos ocasiones diferentes. En ambas hace referencia a Miqueas 6:6, donde el profeta hace que toda religión aceptable consista en tres elementos: “hacer juicio, y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios”; el tercer elemento presupone tanto “la fe” de Mateo como “la caridad” de Lucas. Véase la nota sobre Marco 12:29, Marco 12:32. La misma tendencia de absorber los deberes mayores en los menores asecha a los hijos de Dios; pero ésta es la característica de los hipócritas. esto era menester hacer, y no dejar lo otro—No es necesario que un conjunto de deberes nos libre de cumplir con otros; pero hay que notar cuidadosamente lo que dice nuestro Señor tocante a los deberes mayores : “Esto era menester hacer”; y en cuanto a los menores meramente dice: “no dejar lo otro”.
24. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito—Era costumbre, dice Trench, de los judíos estrictos, colar su vino, su vinagre y otras bebidas, por medio de lienzos o gasas, para que sin saberlo no tragasen algún insecto impuro y así pecasen (Levítico 11:20, Levítico 11:23. Levítico 11:41, Levítico 11:42), como lo hacen hoy día los budistas de Ceilán e Hindostán. A esta costumbre se refiere aquí nuestro Señor. mas tragáis el camello—el animal más grande que conocían los judíos, así como el “mosquito” era el más pequeño; ambos eran impuros según la ley.
25. mas de dentro están llenos de robo—En Lucas (Levítico 11:39) la misma palabra se traduce “rapiña”.
26. ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio!—Lucas (Levítico 11:40) dice: “Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de dentro?” Es decir: “¿Aquél a quien pertenece la vida exterior, y con derecho exige la sujeción de dicha vida a sí mismo, tendrá menos derecho a la vida interior?” Este es un ejemplo notable de la habilidad de nuestro Señor para sacar ilustraciones claras de grandes verdades, usando objetos e incidentes familiares en la vida diaria. A estas palabras registradas por Lucas, Jesús agrega las siguientes, que encierran un principio de inmenso valor: “Empero de lo que os resta, dad limosna; y he aquí todo os será limpio” (Lucas 11:41). Como la avaricia de estos hipócritas era uno de los aspectos más prominentes de su carácter (Lucas 16:14), nuestro Señor los invita a manifestar una limpieza interior de carácter, y entonces lo exterior de ellos, gobernado por esto, sería hermoso ante los ojos de Dios y por lo sucias que tuviesen las manos por las tareas de este mundo de trabajo, comerían su pan con manos limpias (Véase Eclesiastés 9:7).
27. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados—(Cf. Hechos 23:3). La tarea de blanquear los sepulcros, como dice Lightfoot, era hecha en cierto día de cada año, no como una limpieza ceremonial, sino como las palabras siguientes parecen dar a entender, para hermosearlos. que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad—¡Qué manera tan poderosa de presentar la acusación de que con toda la ostentación de ellos, sus corazones estaban llenos de corrupción! (Cf. Salmo 5:9; Romanos 3:13). Pero nuestro Señor, dejando a un lado la figura, en seguida exhibe la iniquidad de ellos en colores naturales.
31. Así que, testimonio dáis a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas—es decir: “Sois testigos de que habéis heredado, y voluntariamente os habéis servido del espíritu que poseía a vuestros padres, el cual odiaba la verdad y mataba a los profetas”. Con respeto v honra fingidos, ellos reparaban y hermoseaban los sepulcros de los profetas, y gimiendo hipócritamente decían: “Si hubiéramos vivido en los días de ellos, ¡cuán distintamente habríamos tratado a los profetas!”, mientras que con su actitud testificaban para sí mismos que eran hijos de los que mataron a los profetas, acusándose diariamente de una semejanza exacta en espíritu y carácter a aquella clase de personas cuyos hechos fingían lamentar. En Lucas 11:44, nuestro Señor da un giro distinto a esta figura del sepulcro: “sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben”. Así como uno sin saberlo podría caminar sobre un sepulcro y de esta manera contraer una contaminación ceremonial, así el exterior plausible de los fariseos evitaba que el pueblo se diese cuenta de la contaminación que contraían al tener contacto con semejantes gentes.
33. ¡Serpientes, generación de víboras! ¿cómo evitaréis el juicio del infierno?—Al recordar Jesús, al fin de su ministerio las palabras que pronunció Juan el Bautista al comienzo del suyo, parecería que nuestro Señor quisiese insinuar que la única diferencia entre la condenación ahora y entonces era: que ahora ellos estaban maduros para su condenación, y que en aquel entonces no lo estaban.
34. Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas—El “Yo” es enfático: “Yo estoy enviando”, es decir “estoy por enviar”. En Lucas 11:49, es notable la variación: “Por tanto, la sabiduría de Dios también dijo: Enviaré a ellos profetas. etc.” Precisamente lo que significa “la sabiduría de Dios” aquí, es un tanto difícil de resolver definitivamente. Nos parece simplemente el anuncio en el alto lenguaje de la antigua profecía, de un propósito de la sabiduría divina de enviar un último grupo de mensajeros a quienes el pueblo rechazaría, y rechazándolos, llenaría la copa de su iniquidad. Considerando que Lucas dice: “la sabiduría de Dios los enviará” y Mateo dice: “Yo Jesús los envío”, este lenguaje puede referirse a un solo enviador de profetas, es decir, al Señor Dios de Israel ahora en la carne. Aquí, los enviados son evidentemente mensajeros evangélicos, pero son Ilamados aquí por los nombres judíos familiares de “profetas, y sabios, y escribas”, cuyos equivalentes eran los servidores inspirados y dotados del Señor Jesús. En Lucas (Lucas 11:49) se hace referencia a ellos como “profetas y apóstoles”.
35. hasta la sangre de Zacarías, hijo de Barachías, al cual matasteis entre el templo v el altar—Como no hay ningún dato de algún asesinato en los tiempos de Jesús que corresponda a esta descripción, probablemente la alusión no es a un asesinato en esa época. sino al mencionado en 2 Crónicas 24:20, ya que este es el último caso registrado y el más apto para servir como ilustración. Así como las últimas palabras de Zacarías fueron: “El Señor lo requiere,” así aquí los fariseos son advertidos de que el Señor lo requerirá de aquella generación.
36. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación—Así como fué sólo en la última generación de ellos cuando fué “cumplida la maldad del Amorrheo”, (Génesis 15:16), y entonces las abominaciones de todas las edades fueron de una vez completa y terriblemente vengadas, así la maldad de Israel fué permitida que se acumulara de edad en edad, hasta que en aquella generación llegó a su clímax, y toda la venganza del cielo cayó de una sola vez sobre su cabeza condenada. En la primera Revolución Francesa se ejemplificó el mismo terrible principio, y la cristiandad no ha quedado libre todavía de los efectos de este principio.
La Lamentación de Jesús sobre Jerusalén, y su Despedida del Templo (vv. 37-39).
37. ¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! etc.—¡Cuán inefablemente grande y emocionante es esta apóstrofe! Es el mismo corazón de Dios que se derrama a través de la carne y el habla humanas. Es esta encarnación de la vida y el amor más íntimos de la Deidad, la que ruega a los hombres, sangra por ellos y se levanta sólo para extender sus brazos hacia ellos y ganarlos de nuevo por el poder de esta historia de amor sin igual que ha vencido a este mundo, la cual todavía “traerá a todos a él”, (Juan 12:32), y hermoseará y ennoblecerá a la humanidad misma. “Jerusalén” aquí no quiere decir la mera ciudad o sus habitantes, ni debe ser vista meramente como la metrópoli de la nación, sino como el centro de su vida religiosa: la “ciudad de sus solemnidades”, (Isaías 33:20), a donde subían las tribus para alabar el santo nombre de Jehová; y en aquel momento la ciudad estaba llena de ellos. Aquí se hace referencia a toda la familia de Dios, que es apostrofada por un nombre caro a todos los judíos, nombre que les recuerda todo lo que era distintivo y precioso en su religión. La intensa emoción que buscaba salida en este discurso, se nota primero, por la reduplicación de la primera palabra: “¡Jerusalén, Jerusalén! y después, en el cuadro que él pinta de la ciudad: “que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti!”: ¡No estando contenta sólo con despreciar los mensajes divinos de misericordia, no puedes permitir que aun vivan los mensajeros! Cuando añade: “¡cuántas veces quise juntar tus hijos!”, se refiere seguramente a algo más que a las seis o siete veces que él visitó y enseñó en Jerusalén cuando estuvo en la tierra. Sin duda se refiere a “los profetas”, a quienes ellos mataron, “que fueron enviados a ella”, y a quienes ellos “apedrearon”. Pero ¿a quiénes habría él deseado juntar tantas veces?: “Tus hijos”, es decir, los hijos de la Jerusalén que odiaba la verdad, despreciaba la misericordia y mataba a los profetas. Compárese con esto aquella frase conmovedora incluída en la gran comisión misionera: “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalem” (Lucas 24:47). ¡Qué aliento para los quebrantados de corazón que por tanto tiempo y tan obstinadamente han estado en rebelión con Dios! Pero todavía no hemos llegado al corazón de esta lamentación. “Quise juntar tus hijos” dice Jesús, “como la gallina junta sus pollos debajo de las alas”. ¿Fué alguna vez un cuadro imaginario tan sencillo como éste, investido con gracia y sublimidad tales al toque de nuestro Señor? Pero ¡qué exquisita la figura misma que incluye protección, descanso, calor y toda suerte de bienestar en aquellas criaturas pobres, indefensas y dependientes, al refugiarse y ampararse bajo las alas amplias y bondadosas de la madre ave! Si al andar errantes, fuera del alcance de la llamada materna, son alcanzados por la tormenta o atacades por el enemigo, ¿qué pueden hacer más que debilitarse y caer en el primer caso, o dejarse despedazar en el segundo? Pero si pueden llegar a tiempo al lugar de seguridad, bajo el ala materna, en vano tratará el enemigo de sacarlos de allí. Porque alzándose con fuerza, inflamándose con furia y olvidándose a si misma completamente en favor de su cría, ella dejaría correr la última gota de su sangre y perecería en defensa de sus preciosos pollos, antes que cederlos a las garras del enemigo. ¡Qué figura tan significante de lo que Jesús es y hace a favor de los seres humanos! Bajo su gran ala protectora él había querido juntar a Israel. Con relación a esta figura véase Deuteronomio 32:10; Rut 2:12; Salmo 17:8; Salmo 36:7; Salmo 61:4; Salmo 63:7; Salmo 91:4; Isaías 31:5; Malaquías 4:2. Los antiguos rabinos tenían una expresión hermosa para los prosélitos del paganismo: decían que ellos habían “entrado bajo las alas de la Shekinah”. Para el significado de esta última palabra, véase la nota sobre el v. 38. Pero ¿cuál fué el resultado de todo este amor tierno y poderoso? La respuesta es: “No quisisteis”. ¡Qué misteriosa la resistencia a aquel amor tan paciente! Y ¡qué misteriosa la voluntad para sacrificarse por ellos! La solemne dignidad de la voluntad, como está, aquí expresada, podría hacer reteñir los oídos.
38. He aquí vuestra casa—el templo, sin duda; pero la casa de ellos ahora, y no de Jehová. Véase el comentario sobre el cap. 22:7. os es dejada desierta—“deshabitada”, es decir, el huésped divino ya no la habita. Pero ¿quién es él? Oiganse las palabras siguientes:
39. Porque os digo—y éstas son sus últimas palabras a la nación impenitente. Véase lo tocante a las primeras palabras en el comentario sobre Marcos cap. 13.—que desde ahora no me veréis—¿Qué quiere decir Jesús? ¿Que él mismo era el Señor del templo, y que éste se quedó desierto cuando él lo dejó finalmente? Así es. ¡Ahora está sellada tu suerte, oh Jerusalén, porque la gloria se ha ido de ti! Aquella gloria que antes era visible en el lugar santísimo, por encima del propiciatorio, cuando en el día de expiación la sangre típica de expiación era derramada sobre él y en frente de él; aquella gloria llamada por los judíos la Shekinah, o la Morada, por ser el pabellón visible de Jehová: aquella gloria que vió Isaías (cap. 6) en visión, y que era, según dice el discípulo amado, la gloria de Cristo (Juan 12:41). Aunque la Shekinah nunca fué visible en el segundo templo, Hageo predijo que: “La gloria de aquesta casa postrera será mayor que la de la primera” (Hageo 2:9), porque “vendrá a su templo el Señor” (Malaquías 3:1), no en una nube resplandeciente, sino en carne humana. Sin embargo, la manifestación había de ser breve y repentina, porque las palabras que estaba pronunciando ahora, habían de ser sus últimas dentro de los límites del templo. hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor—es decir, cuando aquellas “Hosannas al Hijo de David” con que las multitudes le dieron la bienvenida en la ciudad, en vez de causar indignación a los escribas y fariseos (cap. 21:15), saldrán de las bocas de toda la nación, como alegre aclamación a su Mesías una vez traspasado, pero finalmente reconocido. Que tal ocasión vendrá, es evidente por lo que dicen Malaquías 12:10; Romanos 11:26; 2 Corintios 3:15, etc. En qué sentido ellos “lo verán” puede entenderse por Malaquías 2:10; Ezequiel 37:23; Ezequiel 39:28, etc.