Mateo 9:1-38
1 Habiendo entrado en la barca, Jesús pasó a la otra orilla y llegó a su propia ciudad.
2 Entonces le trajeron un paralítico tendido sobre una camilla. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: — Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
3 He aquí, algunos de los escribas dijeron entre sí: — ¡Este blasfema!
4 Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: — ¿Por qué piensan mal en sus corazones?
5 Porque, ¿qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate y anda”?
6 Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra — entonces dijo al paralítico — : ¡Levántate; toma tu camilla y vete a tu casa!
7 Y se levantó y se fue a su casa.
8 Cuando las multitudes vieron esto, temieron y glorificaron a Dios, quien había dado semejante autoridad a los hombres. El llamamiento de Mateo
9 Pasando de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: “¡ Sígueme!”. Y él se levantó y lo siguió.
10 Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa, he aquí muchos publicanos y pecadores que habían venido estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Y cuando los fariseos lo vieron, decían a sus discípulos: — ¿Por qué come su maestro con los publicanos y pecadores?
12 Al oírlo, Jesús les dijo: — Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
13 Vayan, pues, y aprendan qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque yo no he venido para llamar a justos, sino a pecadores.
14 Entonces los discípulos de Juan fueron a Jesús y dijeron: — ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente pero tus discípulos no ayunan?
15 Jesús les dijo: — ¿Pueden tener luto los que están de bodas mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán.
16 Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo, porque el parche tira del vestido y la rotura se hace peor.
17 Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
18 Mientras él hablaba estas cosas, he aquí vino un hombre principal y se postró delante de él diciéndole: — Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
20 Y he aquí una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
21 porque ella pensaba dentro de sí: “Si solamente toco su vestido, seré sanada”.
22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: — Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado. Y la mujer fue sanada desde aquella hora.
23 Cuando Jesús llegó a la casa del principal y vio a los que tocaban las flautas y a la multitud que hacía bullicio,
24 les dijo: — Apártense, porque la muchacha no ha muerto, sino que duerme. Y se burlaban de él.
25 Cuando hubieron sacado a la gente, él entró y la tomó de la mano; y la muchacha se levantó.
26 Y salió esta noticia por toda aquella tierra.
27 Mientras Jesús pasaba de allí, lo siguieron dos ciegos clamando a gritos y diciendo: — ¡Ten misericordia de nosotros, hijo de David!
28 Cuando él llegó a la casa, los ciegos vinieron a él. Y Jesús les dijo: — ¿Creen que puedo hacer esto? Ellos dijeron: — Sí, Señor.
29 Entonces les tocó los ojos diciendo: — Conforme a la fe de ustedes les sea hecho.
30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Entonces Jesús les encargó rigurosamente diciendo: — Miren que nadie lo sepa.
31 Pero ellos salieron y difundieron su fama por toda aquella tierra.
32 Mientras aquellos salían, he aquí le trajeron un hombre mudo endemoniado.
33 Y tan pronto fue echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las multitudes se maravillaban diciendo: — ¡Nunca se ha visto semejante cosa en Israel!
34 Pero los fariseos decían: — Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
35 Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
36 Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dijo a sus discípulos: “A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos.
38 Rueguen, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
LA CURACION DE UN PARALITICO. (Pasajes paralelos, Marco 2:1; Lucas 5:17). Parece que este incidente sigue inmediatamente en orden de tiempo a la curación del leproso (cap. 8:1-4). Para su exposición, véase el comentario sobre Marco 2:1.
9-13. EL LLAMAMIENTO DE MATEO Y LA FIESTA DADA POR EL. (Pasajes paralelos, Marco 2:14; Lucas 5:27). El Llamamiento de Mateo (v. 9).
9. Y pasando Jesús de allí—es decir, del escenario de la curación del paralítico en Capernaum, hacia la costa del mar de Galilea, cerca de la cual se hallaba la ciudad. Marcos (Lucas 2:13), como de costumbre, relata la escena con más detalles: “Y volvió a salir a la mar, y toda la gente venía a él, y los enseñaba”—o, “seguía enseñándolos”. “Y pasando”, vió a un hombre … el cual se llamaba Mateo—el escritor de este Evangelio quien, con extraordinaria modestia, relata aquí la historia de su propio llamamiento. En Marcos y Lucas se llama Leví, que parece ser su nombre de familia. En sus listas de los doce apóstoles, sin embargo, Marcos y Lucas le dan el nombre de Mateo, el cual parece ser el nombre por el cual era conocido como discípulo. Mientras que él oculta su nombre de familia, tiene cuidado de no dejar olvidado su empleo: las asociaciones odiosas con las cuales pondría en contraste la gracia que le llamó de aquella ocupación para convertirlo en un apóstol. (Véase Nota, cap. 10:3). Marcos (2:14) nos dice que era “hijo de Alfeo”, el mismo nombre, probablemente, que tenía el padre de Santiago el Menor. Creemos con certeza que Mateo había, por lo menos, oído hablar del Señor antes de esta entrevista. Se han suscitado, desde una época muy temprana, dudas innecesarias acerca de la identidad de Leví y Mateo. Ningún jurado, que tuviera la evidencia delante de sí que tenemos en los Evangelios, titubearía en dar un veredicto unánime de identidad. sentado al banco de los públicos tributos—como publicano, según Lucas (5:27) lo llama. Se trata del lugar donde se recibían los tributos, la casilla en donde estaba sentado el cobrador. Como estaba al lado del mar, lo que cobraba Mateo podría ser el impuesto sobre los pasajes y la carga de los barcos. (Véase Nota, cap. 5:46). y dícele: Sígueme—Palabras encantadoras éstas, de labios de aquel que siempre las usaba para conmover y cambiar el corazón de las personas a quienes eran dirigidas. Y se levantó, y le siguió—Lucas (5:28) dice que “dejó todas las cosas” para seguir a Jesús.
La Fiesta (v. 10-13),
10. Y aconteció que estando él sentado a la mesa en casa—La modestia de nuestro evangelista aparece clara aquí. Lucas dice (v. 29) que “hizo Leví gran banquete”, mientras que Mateo sólo dice: “estaba sentado a la mesa en casa” (en una casa); Lucas y Marcos dicen que se trata de “la casa de Levi”, mientras que Mateo sólo dice que estaba “sentado a la mesa en casa”. Si esta fiesta fué hecha entonces, o más tarde, es asunto de importancia en lo que se refiere al orden de los acontecimientos, en el cual los armonistas no están acordes. Es probable que la fiesta no se realizara sino hasta más tarde; porque Mateo, quien debería saber qué sucedió en su casa al estar sentado el Señor a su propia mesa, nos dice que la visita de Jairo, gobernador de la sinagoga, ocurrió en aquel momento (v. 18). Pero por Marcos y Lucas sabemos que esta visita de Jairo no fué hecha sino hasta después del regreso del Señor del país de los gadarenos, en un período posterior. (Véase Marco 5:21, sig. y Lucas 8:40, sig). Concluímos, pues, que la fiesta no fué hecha en la novedad de su discipulado, sino después de que Mateo hubo tenido tiempo para estar algo establecido en la fe, cuando, regresando a Capernaum, su compasión por sus viejos amigos, quienes habían tenido su propia vocación y carácter, le hizo juntarlos para que tuviesen una oportunidad para oír las palabras de gracia que salían de la boca de su Maestro, si por ventura experimentasen un cambio semejante. he aquí que muchos publicanos y pecadores—Lucas dice, “grande compañia” (v. 29)—que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos—En todos los casos semejantes, la palabra traducida en nuestra versión “se sentaron”, debe ser: “se reclinaron”, con referencia a la costumbre antigua de recostarse en camitas para comer.
11. Y viendo esto los fariseos—“y escribas”, agregan Marcos y Lucas; “murmuraban” dice también Lucas (Lucas 5:30), dijeron a sus discípulos—no atreviéndose a hacer la pregunta a Jesús mismo—¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?—(Véase el comentario sobre Lucas 15:2).
12. Y oyéndolo Jesús, les dijo—a los escribas y fariseos, a quienes él habló, aunque ellos habían evitado dirigirse a él. Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos—Es decir: “Vosotros os creéis sanos; mi misión, pues, no es para vosotros. La responsabilidad del médico es para con los enfermos; por esto yo como con los publicanos y pecadores”. ¡Cuántos corazones quebrantados y cuántas almas enfermas por causa del pecado, han sido sanados por estas palabras incomparables!
13. Andad pues, y aprended qué cosa es [Oseas 6:6]: Misericordia quiero, y no sacrificio—es decir, el preferir una cosa a la otra. El término “sacrificio”, o sea la parte principal de la ley ceremonial, se usa aquí para representar a una religión de adherencia a meros reglamentos; mientras que “misericordia” expresa tal compasión por los caídos que procura levantarlos. El deber de guardarnos separados de los contaminados, en el sentido de “no comunicar con las obras infructuosas de las tinieblas”, es bien obvio; pero entender esto como una prohibición de tener el contacto con ellos como cosa necesaria para su rescate, es abusar del mandato. Esto era lo que hacían los que practicaban una religión farisaica, y esto es lo que el Señor aquí descubre. porque no he venido a llamar justos, sino pecadores [a arrepentimiento]—Las palabras entre paréntesis son de autoridad dudosa aquí, y aun más lo son en Marco 2:17, pero en Lucas 5:32, son incontables. He aquí la declaración del Señor despojado de su semejanza retórica. “Los justos”, son los sanos; “los pecadores”, los enfermos. Cuando Cristo “llamó” a éstos, como a Mateo, y probablemente a algunos de aquellos publicanos y pecadores a quienes Mateo había invitado para que le conocieran, lo hizo para sanarlos de sus enfermedades espirituales, es decir, para salvar sus almas. A “los justos”, como aquellos miserables fariseos arrogantes, “envió vacíos”.
14-17. DISCURSO SOBRE EL AYUNO. Para su exposición, véase el comentario sobre Lucas 5:33.
18-26. LA MUJER CON FLUJO DE SANGRE SANADA—LA HIJA DE JAIRO LEVANTADA. (Pasajes paralelos, Marco 5:21; Lucas 8:40). Para su exposición, véase el comentario sobre Marco 5:21).
27-34. DOS CIEGOS Y UN ENDEMONIADO MUDO SANADOS. Estos dos milagros son relatados por Mateo solamente. Dos Ciegos Sanados (v. 27-31).
27. Y pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos—oyendo, sin duda, como se expresa en un caso más tarde, “que Jesús pasaba” (Marco 20:30), dando voces y diciendo: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David—Es extraordinario notar que en los otros únicos casos en la Escritura en que personas ciegas pidieron a Jesús la restauración de la vista y la consiguieron, se dirigieron a él llamándolo por el título mesiánico tan bien conocido de “Hijo de David” (Marco 20:30) ¿Pudiera ser que la fe de ellos descansara en tan grandes promesas como la siguiente: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos” (Isaías 35:5)? De ser así, la petición hecha a Jesús para que cumpliera su función predicha como el Consolador de Israel, debe haber sido de grande significación para él.
28. Y llegado a la casa—Parece que Jesús tardó su respuesta para probar su fe y su paciencia, vinieron a él los ciegos—lo que sin duda deseaba él, y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dicen: Sí, Señor—Sin duda, el propósito de nuestro Señor fué no sólo poner la fe de ellos a prueba por medio de esta pregunta, sino hacerla más profunda, aumentar la expectativa de su curación, y así prepararlos a recibirla; y el reconocimiento sincero de su poder, expresado con tanta sencillez, muestra cuán completamente el Señor había conseguido su propósito.
29. Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho—No quiso decir: “Recibid una curación proporcionada a vuestra fe”: sino, “Recibid esta curación concedida a vuestra fe”. De este modo ellos llevarían consigo, en su visión restaurada, un sello precioso de la fe que trajo la curación de su Señor compasivo.
30. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente—La expresión es muy fuerte, indicando gran seriedad.
31. Mas ellos salidos, divulgaron su fama por toda aquella tierra—(Véase el comentario, sobre el cap. 8:4). Un Endemoniado Mudo Sanado (v. 32-34).
32. Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado—La mudez en este caso no era natural, sino el efecto de estar poseído por un demonio.
33. Y echado fuera el demonio, el mudo habló—Los pormenores de este caso no se dan. El propósito principal era el efectuar la restauración instantánea de las facultades naturales, al ser quitada la opresión maligna de ellas, así como describir el asombro popular, y el efecto que causó este milagro en otra clase de personas, y las gentes se maravillaron, diciendo: Nunca ha sido vista cosa semejante en Israel—refiriéndose, probablemente, no sólo a este caso, sino a todos aquellos despliegues milagrosos del poder de sanar, los que parecían prometer una nueva era en la historia de Israel. Probablemente querían por este lenguaje indicar, con la mayor prudencia, su inclinación a considerar a Jesús como el Mesías prometido.
34. Mas los Fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios—Esta parece ser la primera murmuración acerca de una teoría en cuanto a tales milagros, la cual vino a ser la manera fija de calumniarlos, teoría que sería ridícula si no fuese tan tétrica, debido a que fué originada por la perversidad más negra. (Véase Nota, cap. 12:24, sig.).
9:35-10:5. TERCER VIAJE POR GALILEA—MISION DE LOS DOCE APOSTOLES. Como la Misión de los Doce presupone la elección previa de ellos, de la cual nuestro evangelista no da cuenta, y que no sucedió sino en una fecha posterior en la vida pública de nuestro Señor, se introduce aquí dicha misión fuera del lugar que le corresponde, el cual debe ser después del relato que se encuentra en Lucas 6:12.
Tercer Viaje por Galilea (v. 35)—y probablemente el último.
35. Y rodeaba Jesús por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y todo achaque [en el pueblo]—Las palabras entre paréntesis son de autoridad más que dudosa aquí, y fueron introducidas probablemente del cap. 4:23. El lenguaje aquí es tan idéntico al que se usa al relatar el primer viaje (cap. 4:23), que podemos suponer que la obra efectuada en ambas ocasiones fué muy semejante. Esta jira se efectuó con el solo objeto de preparar mejor el terreno, y hacer una nueva siembra de la simiente preciosa. (Véase nota, cap. 4:23). A estos fructíferos viajes del Redentor, “con salud en sus alas”, sin duda se refirió Pedro, cuando, en su discurso a la familia de Cornelio, habló de “cómo le ungió Dios” (a Jesús de Nazareth) “de Espíritu Santo y de potencia; el cual anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos del diablo; porque Dios era con él” (Hechos 10:38).
Jesús, Compadeciéndose de las Multitudes, Pide que se Ruegue a Dios su Ayuda (v. 36-38). Jesús regresa de su gira de predicación y curaciones, y el resultado, como al fin del primer viaje, es la congregación alrededor de él de una multitud vasta v variada. Después de toda una noche pasada en oración, había llamado a sus discípulos más inmediatos, y de entre ellos había elegido a los doce; entonces, bajándose de la montaña donde esto aconteció, dirige a las multitudes que le esperaban más abajo aquel discurso que tiene una semejanza tan estrecha con el Sermón del Monte que muchos críticos lo toman por el mismo (Véase Nota sobre Lucas 6:12; y las Notas Introductorias sobre el cap 5). Poco después de esto, según parece, y al ver que las multitudes no se apartaban de él, fué conmovido Jesús por la condición miserable y desesperada de ellas.
36. Y viendo las gentes, tuvo compasión de ellas; porque estaban derramadas—El término,, “derramadas”, difícilmente tiene autoridad alguna. La verdadera lección sin duda, es “eran hostigadas”, y esparcidas—más bien, “echadas aquí y allá”, “abandonadas” y “descuidadas”. como ovejas que no tienen pastor—se hallaban en una condición lastimosa, cansadas e inclinadas por causa de la fatiga corporal; eran una masa desorganizada que dejaban ver su desdicha por ser víctimas de la dirección farisaica. Sus almas descuidadas habían sido atraídas por Jesús y ahora dependían de él. Esto despertó la compasión del Redentor.
37. Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha—Sus ojos sin duda se dirigieron inmediatamente a los campos judíos, pero él sabía que éstos serían ampliados para abarcar el vasto campo del “mundo” (cap. 13:38) lleno de almas que necesitaban ser recogidas a él. mas los obreros pocos—hombres divinamente capacitados y llamados a cosecharlas.
38. Rogad, pues, al Señor de la mies—al Gran Señor y Dueño de todo. Compárese Juan 15:1 : “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador”. que envíe obreros a su mies—La palabra traducida “enviar”, correctamente entendida quiere decir “empujar”; pero este sentido enfático desaparece en algunos lugares, como en el v. 25, y en Juan 10:4 : “ha sacado fuera todas las propias”. (Véase el comentario sobre el cap. 4:1).