Números 17:1-13

1 Entonces el SEÑOR habló a Moisés diciendo:

2 “Habla a los hijos de Israel y toma doce varas, una vara por cada casa paterna, de todos sus dirigentes de casas paternas. Escribe el nombre de cada uno en su vara,

3 y en la vara que corresponde a Leví escribe el nombre de Aarón; pues habrá una vara para cada jefe de su casa paterna.

4 Pondrás estas varas en el tabernáculo de reunión, delante del testimonio, donde yo me encontraré con ustedes.

5 Y sucederá que florecerá la vara del hombre que yo escoja. Así quitaré de sobre mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra ustedes”.

6 Moisés habló a los hijos de Israel, y todos sus dirigentes le dieron varas, una vara por cada dirigente de cada casa paterna, doce varas en total. Y la vara de Aarón estaba entre sus varas.

7 Luego Moisés puso las varas delante del SEÑOR en el tabernáculo de reunión.

8 Y sucedió que al día siguiente Moisés entró en el tabernáculo de reunión y vio que la vara de Aarón, de la casa de Leví, había brotado, echado botones, dado flores y producido almendras maduras.

9 Entonces Moisés llevó de delante del SEÑOR todas las varas a los hijos de Israel. Ellos las vieron y tomaron cada uno su vara.

10 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: “Vuelve a poner la vara de Aarón delante del testimonio, para que sea guardada como señal para los rebeldes. Así harás cesar sus quejas contra mí, para que ellos no mueran”.

11 Moisés hizo como le mandó el SEÑOR; así lo hizo.

12 Entonces los hijos de Israel hablaron a Moisés diciendo: “¡He aquí que perecemos! ¡Estamos perdidos! ¡Todos nosotros estamos perdidos!

13 Cualquiera que se acerque al tabernáculo del SEÑOR, morirá. ¿Acabaremos pereciendo todos?”.

LA VARA DE AARON FLORECE.

2. Habla a los hijos de Israel—La controversia del pueblo con Moisés y Aarón acerca del sacerdocio, fué de tal naturaleza y magnitud que exigía un arreglo decisivo y autoritario. Para quitar toda duda y acellar toda murmuración en el porvenir acerca del poseedor del oficio, se obró un milagro de un carácter notable y duración permanente, y en la manera en que se efectuó se hizo que todo el pueblo tuviera un interés directo y especial. toma de ellos una vara por cada casa de los padres,… doce varas—Como los príncipes, que eran los hijos mayores de cada familia principal, y cabezas de sus tribus, habrían podido presentar los mejores derechos al sacerdocio, si aquella dignidad sagrada hubiera de ser repartida entre las tribus, ellos eran escogidos, y siendo doce en número—la familia de José contada una sola vez—Moisés ordenó que el nombre de cada uno fuese inscrito, una práctica tomada de los egipcios, en la vara o bastón oficial del puesto. Se usó el nombre de Aarón, en preferencia al de Leví, porque este procedímiento habría abierto la puerta de la controversia entre los levitas; y como había de haber sólo una vara para el jefe de cada tribu, la designación expresa. de una vara para Aarón, le indicó para ser jefe de aquella tribu, como también de la división o familia de la tribu a la cual debería pertenecer la dignidad sacerdotal. Estas varas tenían que ser puestas en el tabernáculo cerca del arca (comp. v. 10 y Hebreos 9:4), donde fué prometida una señal que resolvería para siempre la disputa.

6. la vara de Aarón estaba entre las varas de ellos—o una de las doce, o, como suponen muchos, una décimotercera en medio. (Hebreos 9:4). Las varas eran de palos secos, probablemente viejas, siendo transmitidas de un jefe de familia al jefe siguiente.

8. el día siguiente vino Moisés al tabernáculo—Entró, como tenía privilegio de hacer en esta ocasión por mandato especial de Dios; y allí contempló el espectáculo notable de la vara de Aarón, la cual, según Josefo, era un palo de almendro, y que llevaba fruto en tres grados de desarrollo al mismo tiempo: brotes, flores y fruta.

10. Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio, para que se guarde por señal a los hijos rebeldes—Porque, si después de todas las advertencias y juicios, apoyados por milagros, todavía se rebelase el pueblo, pagarían seguramente la pena, con la muerte.

12, 13. He aquí nosotros somos muertos, perdidos somos—Una exclamación de temor, tanto por el recuerdo de juicios anteriores, como por recaídas futuras, en el pecado de murmuración. el que se acercara al tabernáculo de Jehová—i. e., más cerca de lo que debe; un error en que muchos pueden caer. ¿Alcanzará la justicia de Dios a toda ofensa pequeña? ¿Todos seremos destruídos? Algunos, sin embargo, consideran esta exclamación como síntoma de nuevo descontento, más bien que la indicación de un espíritu reverencial y sumiso. Temamos y no pequemos.

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