Romanos 9:1-33
1 Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo
2 de que tengo una gran tristeza y un continuo dolor en el corazón:
3 porque desearía yo mismo ser separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los que son mis familiares según la carne.
4 Ellos son israelitas de los cuales son la adopción, la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas.
5 De ellos son los patriarcas; y de ellos, según la carne, proviene el Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 No es que haya fallado la palabra de Dios; porque no todos los nacidos de Israel son de Israel,
7 ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos, sino que en Isaac será llamada tu descendencia.
8 Esto quiere decir que no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios; más bien, los hijos de la promesa son contados como descendencia.
9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no solo esto, sino que también cuando Rebeca concibió de un hombre, de Isaac nuestro padre,
11 y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal — para que el propósito de Dios dependiese de su elección,
12 no de las obras sino del que llama — , a ella se le dijo: “El mayor servirá al menor”,
13 como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Acaso hay injusticia en Dios?. ¡De ninguna manera!
15 Porque dice a Moisés: Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y me compadeceré de quien me compadezca.
16 Por lo tanto, no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios quien tiene misericordia.
17 Porque la Escritura dice al faraón: Para esto mismo te levanté, para mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra.
18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia; pero a quien quiere, endurece.
19 Luego me dirás: “¿Por qué todavía inculpa? Porque, ¿quién ha resistido a su voluntad?”.
20 Antes que nada, oh hombre, ¿quién eres tú para que contradigas a Dios? ¿Dirá el vaso formado al que lo formó: “¿Por qué me hiciste así?”.
21 ¿O no tiene autoridad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso común?
22 ¿Y qué hay si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira que han sido preparados para destrucción?
23 ¿Y qué hay si él hizo esto para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria,
24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de entre los judíos sino también de entre los gentiles?
25 Como también en Oseas dice: Al que no era mi pueblo llamaré pueblo mío, y a la no amada, amada.
26 Y será que, en el lugar donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”, allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías proclama con respecto a Israel: Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, el remanente será salvo.
28 Porque el Señor ejecutará su palabra pronto y con vigor sobre la tierra.
29 Y como dijo antes Isaías: Si el Señor de los Ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, habríamos llegado a ser como Sodoma y seríamos semejantes a Gomorra.
30 ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, quienes no iban tras la justicia, alcanzaron la justicia — es decir, la justicia que procede de la fe —
31 mientras que Israel, que iba tras la ley de justicia, no alcanzó la ley.
32 ¿Por qué? Porque no era por fe, sino por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 como está escrito: He aquí pongo en Sion una piedra de tropiezo y una roca de escándalo; y aquel que cree en él no será avergonzado.
CAPITULO 9
LA APLICACION DE LAS VERDADES PRECEDENTES A LA CONDICION Y EL DESTINO DEL PUEBLO ELEGIDO—LA ELECCION—LA VOCACION DE LOS GENTILES. Bien consciente del hecho de que se le tenía por traidor de los intereses más caros de su pueblo (Hechos 21:33; Hechos 22:22; Hechos 25:24), el apóstol da comienzo a esta división de su tema, protestando sus sentimientos verdaderos con extraordinaria vehemencia.
1, 2. Verdad digo en Cristo—como embebido del espíritu de aquel que lloró sobre la impenitente Jerusalén condenada (comp. cap. 1:9; 2 Corintios 12:19; Filipenses 1:8) dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo—es decir, “mi conciencia, ahora vivificada, iluminada y bajo el directo influjo del Espíritu Santo.” Que tengo gran tristeza—o “que tengo mucha pena e incesante angustia de corazón”, por cuanto la amarga hostilidad de su nación hacia el glorioso Evangelio, y la terrible consecuencia de su incredulidad, está pesando continuamente sobre su espíritu.
3. Porque deseara yo mismo ser apartado de Cristo por (en favor de] mis hermanos … parientes según la carne—Al sentirse tan separado de su nación, parece darse cuenta aun más clara de la relación natural entre él y ellos. Para explicar el aparente deseo aquí expresado como demasiado fuerte para que lo diga o piense un cristiano, algunos traducen el verbo por “deseaba,” haciéndolo referir a su anterior estado no iluminado: sentido de la frase demasiado suave; otros sin razón suavizan el sentido de la palabra “apartado,” que en el original griego, significa “ser maldecido.” Esta traducción da el verdadero sentido del original, y la dificultad se desvanece cuando se entiende que el lenguaje debe expresar “emociones fuertes e indistintas más bien que ideas definidas” [Hodge], para revelar cómo las emociones embargaban al apóstol en su anhelo por la salvación de su pueblo, lo cual nos hace recordar la idea similar tan noblemente expresada por Moisés, en Éxodo 32:32.
4. Que son israelitas—Véase el cap. 11:1; 2 Corintios 11:22; Filipenses 3:5. de los cuales es la adopción—Es verdad que, en comparación con la nueva dispensación, en la antigua se incluía una minoría en proceso de aprendizaje, que aún estaba bajo servidumbre (Gálatas 4:1); sin embargo, comparada con el estado de los paganos circunvecinos, la elección de Abrahán y su simiente fué una verdadera separación de ellos para formar una familia de Dios (Éxodo 4:22; Deuteronomio 32:6; Isaías 1:2; Jeremias 31:9; Oseas 11:1; Malaquías 1:6). y la gloria—significando aquella “gloria de Jehová,” “la señal visible de la presencia divina en medio de ellos,” que reposaba sobre el arca y llenaba el tabernáculo durante todas sus peregrinaciones por el desierto; la que en Jerusalén siguió dejándose ver en el tabernáculo y en el templo, y sólo dejó de aparecer cuando, con el cautiverio, el templo fué derribado y empezó a ponerse el sol de la antigua dispensación. Esta era lo que los judíos llamaban la “shekinah.” y el pacto—Mejor dicho, “los pactos de la promesa” (Efesios 2:12), a los cuales los gentiles antes de Cristo eran extranjeros; lo que significa el pacto hecho con Abrahán y sus renovaciones sucesivas (véase Gálatas 3:16). y la data de la ley—o “dádiva de la ley” en el monte Sinaí, y su posesión de ella desde entonces, lo que los judíos consideraban con razón su peculiar honra (Deuteronomio 26:17, Deuteronomio 26:19; Salmo 147:19; Romanos 2:17). y el culto [de Dios]—o del santuario, denotando todo el servicio religioso divinamente constituído en la celebración del cual se sentían tan acercados a Dios. y las promesas—las grandes promesas abrahámicas, sucesivamente desenvueltas, y que tuvieron su cumplimiento sólo en Cristo; véase Hebreos 7:6; Gálatas 3:16, Gálatas 3:21; Hechos 26:6.
5. Cuyos son los padres—aquí se hace referencia, probablemente a los tres grandes padres del pacto, Abrahán, Isaac y Jacob, cuyos nombres Dios condescendió a usar unidos al suyo para identificarse. (Éxodo 3:6, Éxodo 3:13; Lucas 20:37). y de los cuales [el privilegio más eminente de todos, y como tal, nombrado al último] es [el] Cristo según la carne (véase nota, cap. 1:3), el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, Amén—Para deshacerse del brillante testimonio aquí dado en favor de la suprema divinidad de Cristo, se han adoptado varios expedientes: (1) O colocando un punto ortográfico después de “carne,” haciendo que la frase que lo sigue sea una doxología tributada al Padre, o bien, poniéndolo después de “cosas,” con el mismo fin. [Erasmo, Locke, Fritzsche, Meyer, Jowett, etc.] Pero es fatal para esta opinión, como Socino mismo admite, el hecho de que en otras doxologías de las Escrituras la palabra “bendito” precede al nombre de Dios en quien se invoca la bendición (como “Bendito el Dios de Israel,” Salmo 68:35; “Bendito el Señor Dios, el Dios de Israel,” Salmo 72:18). Además, cualquier doxología semejante en este pasaje sería “sin sentido y fría en extremo;” por cuanto el tema triste que está por tratarse sugeriría todo menos una doxología, aunque fuese en relación con la encarnación de Cristo. [Alford.] (2) o haciendo que el pronombre relativo “de los cuales” se refiera a “los padres,” y no a los israelitas, es decir: “de los cuales los padres es Cristo según la carne.” [Crellius, Whiston, Taylor, Whitby.] Pero éste es un expediente sin fundamento, frente a toda la autoridad de los manuscritos. También es conjetura de Grocio y de otros que la palabra “Dios” debiera ser omitida del texto. Resulta pues que no tenemos nada de doxología, sino una mera declaración de una verdad: que mientras que Cristo es “de” la nación israelita “según la carne,” él es en otro respecto “Dios sobre todos, bendito por los siglos.” (En 2 Corintios 11:31 la misma frase griega que aquí se traduce “el cual es,” se usa en el mismo sentido; y véase el cap. 1:25, en el griego.) En esta interpretación del pasaje, como un testimonio de la suprema divinidad de Cristo, además de los padres ortodoxos, están de acuerdo algunos de los más eruditos críticos modernos. [Bengel, Tholuck, Stuart, Olshausen, Philippi, Alford, etc.] No empero que la palabra de Dios haya faltado—“caído por tierra” “fracasado;” véase Lucas 16:17, griego. no todos los que son de Israel son Israelitas—Aquí el apóstol emprende el profundo tema de la ELECCION, cuyo desarrollo sigue hasta el fin del capítulo once. Vale decir: “No penséis que yo llore la pérdida total de Israel; porque eso significaría que Dios faltó a la promesa que le hizo a Abrahán; pero no todos los que pertenecen a la simiente natural de ‘Israel’, y llevan dicho nombre, son el Israel de la irrevocable elección de Dios.” Las dificultades que rodean este tema no se hallan en la enseñanza del apóstol, la que es bien clara, sino en las verdades mismas, la evidencia de las cuales, tomadas por sí solas, es aplastante, pero cuya armonía perfecta está más allá de la comprensión humana en su actual condición. El gran origen de error aquí reposa en la inferencia apresurada (como de Tholuck y otros) de que, por cuanto el apóstol toma en consideración, al fin de este capítulo, el llamamiento de los gentiles en conexión con el rechazo de Israel, continuando este tema al través de los dos siguientes, la elección de que se trata en este capítulo es la nacional, y no la personal, y por consiguiente, es una elección solamente para gozar de ventajas religiosas y no de eterna salvación. En tal caso, el argumento del v. 6, donde comienza el tema de la elección, sería éste: “La elección de Abrahán y su simiente no ha fracasado, porque aun cuando Israel ha sido rechazado, los gentiles han ocupado el lugar de él; y Dios tiene el derecho de elegir a la nación que él quiera para que goce de los privilegios de su reino visible.” Pero en lugar de que sea así, los gentiles ni se mencionan sino hacia el fin del capítulo; por lo tanto, el argumento es, que “no todo Israel es rechazado, sino sólo una porción de él, siendo el remanente el Israel que Dios ha escogido en el ejercicio de su soberano derecho.” Y que la elección no es para gozar de privilegios externos, sino para eterna salvación, aparecerá de lo que sigue.
7-9. Ni por ser simiente de Abraham, son todos hijos—Es decir, “no corre la elección por la línea de la descendencia física; de otro modo, Ismael, el hijo de Agar, y aun los hijos de Cetura, serían incluídos, lo que no es el caso.” mas [la verdadera elección son aquellos de la simiente de Abrahán que Dios incondicionalmente escoge, así como está ejemplificado en la promesa]: En Isaac te será llamada simiente—(Génesis 21:12).
10-13. Y no sólo esto; mas también Rebeca, etc.—Se podría pensar que había razón natural por qué preferir al hijo de Sara, por ser ella la verdadera y la primera esposa de Abrahán, excluyendo así el hijo de la esclava, y los hijos de Cetura, su segunda esposa. Pero no podía haber tal razón en el caso de Rebeca, esposa única de Isaac, porque se eligió a Jacob en lugar de Esaú, siendo los dos hijos de la misma madre, y se eligió el menor en preferencia al mayor, y antes del nacimiento de los dos, y en consecuencia antes que hubiesen hecho bien o mal ni el uno ni el otro, para que hubiese tal base de preferencia: y todo fué para demostrar que la sola base de la distinción estaba en la incondicional elección de Dios: “No de obras, sino del que llama.”
14. ¿Pues qué diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera—Esta es la primera de dos objeciones hechas a la doctrina que se acaba de exponer, de que Dios escoge a uno y rechaza al otro no a causa de las obras de ellos sino en el ejercicio de su propio beneplácito: que “esta doctrina es incompatible con la justicia de Dios.” La respuesta a esta objeción sigue hasta el v. 19, donde hallamos una segunda objeción.
15. Mas [“porque”] a Moisés dice (Éxodo 33:19): Tendré misericordia del que tendré [“tengo”] misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré [“me compadezco”]—Es decir: “No hay injusticia en el hecho de que Dios escoja a quien quiere, porque a Moisés le dice expresamente que él tiene derecho a hacerlo.” Pero es digno de notar que esto se expresa en forma positiva más bien que en la negativa: no se dice: “no tendré misericordia sino de los que quiero”; sino “tendré misericordia de quien quiero.”
16. Así que no es del que quiere [de quien tiene el deseo interno], ni del que corre [de quien hace el esfuerzo activo]—(comp. 1 Corintios 9:24, 1 Corintios 9:26; Filipenses 2:16; Filipenses 3:14). Estas dos cosas son indispensables para la salvación; pero la salvación no se debe ni a la una ni a la otra, sino que depende “de Dios, quien tiene misericordia.” Comp. nota, Filipenses 2:12 : “Desarrollad vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios el que en vosotros obra tanto el querer como el hacer, según su buena voluntad.”
17. Porque la Escritura dice de Faraón [nótese aquí en qué luz contempla el apóstol la Escritura]: Que para esto mismo te he levantado [te levanté]—El apóstol había demostrado que Dios reclama para sí el derecho a escoger a quien quiere; aquí usa un ejemplo para enseñar que Dios también castiga a quien quiere. Pero “Dios no hizo malo a Faraón; solamente se retuvo de hacerlo bueno haciendo uso de su gracia especial. [Hodge.] para mostrar en ti mi potencia—No fué porque Faraón fuese peor que otros por lo que se le trató de esta manera, sino “para que él llegase a ser un monumento de la justicia penal de Dios, y con este propósito Dios dispuso que el mal que estaba en él fuese manifestado en esta forma determinada.” [Olshausen.] y que mi nombre sea anunciado por toda la tierra—“Este es el principio sobre el que se aplica todo castigo, para que sea conocido el verdadero carácter de Dios como Legislador. Esta es de todas las finalidades, en lo que a Dios toca, la suprema, la más importante; en sí misma la más digna, y en sus resultados la más benéfica.” [Hodge.]
18. De manera que [el resultado es entonces que] del que quiere tiene misericordia, y al que quiere, endurece—abandonándolo judicialmente a la influencia endurecedora del pecado mismo (Salmo 81:11; Romanos 1:24, Romanos 1:26, Romanos 1:28; Hebreos 3:8, Hebreos 3:13), y de los incentivos que le rodeaban para obrar el pecado (Mateo 24:12; 1 Corintios 15:38; 2 Tesalonicenses 2:17).
19. La segunda objeción a la doctrina de la soberanía divina: Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja [“se queja”]? ¿quién resistirá [“resiste;” es el tiempo perfecto con fuerza del presente] a su voluntad?—Es decir: “Esta doctrina es incompatible con la responsabilidad humana.” Si Dios escoge y rechaza, perdona y castiga, a quienes le place, ¿por qué se culpa a aquellos que, rechazados por él, no pueden menos que pecar y perecer? Esta objeción demuestra tan conclusivamente como la anterior, la verdadera naturaleza de la doctrina objetada, a saber, que la elección y la no elección a la eterna salvación viene antes que toda diferencia de carácter personal. Esta es la única doctrina que pudiera sugerir la objeción aquí dictada, y a esta doctrina la objeción es plausible. ¿Cuál es pues la contestación del apóstol? Es doble. Primero: “Es una irreverencia y presunción de parte de la criatura acusar al Creador.”
20, 21. Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques [“tú que altercas”] con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho [“me hiciste”] tal [Isaías 45:9]? ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza?—“La objeción se funda en la ignorancia o mala comprensión de la relación existente entre Dios y sus pecaminosas criaturas, quienes suponen que él está bajo obligaciones de extender su gracia a todos, en vista de que no está bajo obligaciones para con ninguno. Mas por cuanto todos son pecadores y han perdido todo derecho a la misericordia de Dios, compete perfectamente pues a Dios perdonar a unos sí y a otros no, hacer un vaso para honra y otro para deshonra. Pero hay que tener en cuenta que Pablo no habla aquí del derecho de Dios sobre sus criaturas como criaturas, sino como criaturas pecaminosas: como él mismo intima claramente en los siguientes versículos. El contesta a la cavilación de una criatura pecaminosa contra Dios, y lo hace demostrando que Dios no está obligado a dar su gracia a nadie, sino que es tan soberano como quien forma el barro.” [Hodge.] Pero segundo: “No hay nada injusto en tal soberanía.”
22, 23. ¿Y qué, si Dios, queriendo [pensando] mostrar la ira [su santo desagrado contra el pecado], y hacer notoria su potencia [de castigarlo], soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira—es decir, “destinados a la ira;” así como la expresión “vasos de misericordia,” que se usa en seguida, significa “vasos destinados a la misericordia;” véase Efesios 2:3, “hijos de la ira.” preparados para muerte [“destrucción”]—Fué bien observado por Stuart que “las dificultades que tales palabras envuelven no han de desaparecer con sólo suavizar el lenguaje de un texto, ya que nos encontramos con otros muchos que son del mismo tenor; y aun cuando nos deshiciéramos de la Biblia misma, mientras reconozcamos a un Dios omnipotente y omnisciente, no podríamos aminorar en absoluto las dificultades que tales textos plantean.” Nótese, sin embargo, que si Dios, como el apóstol enseña, expresamente “se propuso manifestar su ira y dar a conocer su poder” (haciendo uso de la ira), no podría hacerlo sino castigando a algunos y perdonando a otros; y si la elección entre las dos clases no había de basarse, como nuestro apóstol enseña, en las obras propias de ellos sino en el beneplácito de Dios. la decisión debió corresponder finalmente a Dios. Con todo, aun en el necesario castigo de los malos, como Hodge observa, lejos de proceder con indebida severidad, el apóstol quiso que se notase que Dios “soportó con mucha mansedumbre” a aquellos que fueron objeto de su justo desagrado. Y para hacer notorias las riquezas de su gloria … para con los vasos de misericordia—Aquí se describe aquella “gloriosa exuberancia de la misericordia divina” que se manifestó en escoger y en hacer los preparativos eternos para la salvación de los pecadores.
24. Los cuales también ha llamado … a nosotros—No sólo nos preparó de antemano, sino que también oportunamente en realidad “nos llamó”. no sólo de los Judíos …—Mejor: “No de entre los judíos solamente, sino también de entre los gentiles.” Aquí por vez primera en este capítulo se introduce la vocación de los gentiles; todo lo anterior tenía que ver, no con la sustitución de los gentiles llamados en lugar de los judíos rechazados, sino con la elección de una porción y con el rechazo de otra porción del mismo Israel. Si el rechazo de Israel hubiese sido total, la promesa de Dios a Abrahán no hubiera sido cumplida por haber sido sustituídos los gentiles en lugar de ellos; pero siendo sólo parcial el rechazo de Israel, la conservación de un “residuo”, en la que la promesa se confirmó, no fué sino “de acuerdo con la elección de gracia.” Y ahora, por primera vez, el apóstol nos dice que junto con este electo remanente de Israel, es el propósito de Dios “sacar de entre los gentiles un pueblo para su nombre” (Hechos 28:14); y dicho tema, ahora propuesto, continúa hasta el fin del capítulo once.
25. Como también en Oseas dice: Llamaré al que no era mi pueblo, pueblo mío; y a la no amada, amada—Este pasaje es citado, pero no literalmente, de Oseas 2:23, y se relaciona inmediatamente, no a los gentiles, sino al reino de las diez tribus; pero como éstos se habían sumido al nivel de los paganos que no eran “pueblo de Dios,” y en tal sentido “no amados,” el apóstol lícitamente lo aplica a los gentiles, como “alejados de la república de Israel y extranjeros a los pactos de la promesa” (así 1 Pedro 2:10). Y será [otra cita de Oseas 1:10], que en el lugar donde les fué dicho: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente—La expresión, “en el lugar … allí,” parece indicada para dar mayor énfasis al benéfico cambio aquí anunciado, de la exclusión divina a la admisión divina para gozar de los privilegios del pueblo de Dios.
27-29. También [“pero”] Isaías clama—La expresión “clama” denota un testimonio solemne dado con claridad [Juan 1:15; Juan 7:28, Juan 7:37; Juan 12:44; Hechos 23:6; Hechos 24:41]. tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena de la mar, las reliquias [esto es, el residuo solamente] serán salvas: Porque palabra [“cuenta”] consumadora y abreviadora en justicia—El ajuste de cuentas está por terminarse y acortarse en justicia.” porque palabra [“cuenta”] abreviada, hará el Señor sobre la tierra—Isaías 10:22 según la Versión de los Setenta. El sentido dado a estas palabras por el apóstol, podrá parecer diferente del que quiso darle el profeta. Pero la identidad de su sentimiento de ambos lugares aparecerá en seguida, si entendemos aquellas palabras del profeta, “la destrucción acordada (‘decretada’) rebosará justicia,” en el sentido de que mientras que un residuo de Israel sería conservado para volver del cautiverio, “la consumación decretada” de la impenitente mayoría sería “repleta de justicia”, o manifestaría ilustremente la justa venganza de Dios contra el pecado. La “cuenta abreviada” parece significar el rápido cumplimiento de su palabra, tanto en desechar una porción como en salvar la otra. Y como antes dijo Isaías—Esto es, probablemente, en una parte anterior de su profecía, a saber Isaías 1:9. Si el Señor de los ejércitos—o “de Sabaot.” El vocablo es hebreo, pero aparece así en la epístola de Santiago (Santiago 5:4), y de allí se ha naturalizado en nuestra fraseología cristiana. no nos hubiera dejado simiente—que significa un “residuo”; pequeño al principio, pero que en su debido tiempo sería simiente abundante (comp. Salmo 22:30, Isaías 6:12); Como Sodoma habríamos venido a ser—Si no fuese por la preciosa simiente, el pueblo escogido hubiera sido como las ciudades de la llanura, tanto en la degeneración de carácter como en el destino merecido.
30, 31. ¿Pues qué diremos?—“¿Cuál pues es el resultado de todo esto?” El resultado es muy diferente de lo que uno hubiera pensado: Que los gentiles que no seguían justicia, han alcanzado (“alcanzaron”) la justicia … la justicia que es por la fe—Como hemos visto que la justicia que es por la fe es la justicia que justifica (véase nota, cap. 3:22), este versículo debe significar que “los gentiles, siendo extraños a Cristo, eran indiferentes en cuanto a su relación con Dios, y habiendo abrazado el evangelio tan luego como les fué predicado, experimentaron la bienaventuranza de la condición de justificados.” Mas Israel que seguía la ley de justicia, no ha llegado a la ley de justicia—La palabra “ley” se usa aquí, pensamos, en el mismo sentido como en el cap. 7:23, para denotar “un principio de acción:” es decir, que “Israel, aunque sincera y constantemente trató de alcanzar la aceptación de Dios, sin embargo falló.”
32, 33. ¿Por qué? Porque la seguían no por fe, mas como por las obras de la ley—Creyeron que así se obtendría pero estaban errados; y puesto que se alcanza solamente por la fe, fracasaron en su empeño. por lo cual [es dudoso que la partícula así traducida estuviese en el texto original] tropezaron en la piedra de tropiezo—Mejor dicho: “contra la piedra de tropiezo,” la cual es Cristo. Pero en esto hicieron solo Como está escrito (Isaías 8:14; Isaías 28:16). He aquí,… etc.—En este versículo hallamos dos predicciones mesiánicas combinadas, cosa no poco común en las citas del Antiguo Testamento. La predicción así combinada, reúne en una las dos clases de personas de las que trata el apóstol: aquellos para los cuales el Mesías no es sino una piedra de tropiezo, y aquellos que lo tienen por la principal Piedra del Angulo de todas sus esperanzas. Así interpretado, este capítulo no presenta dificultades serias, a no ser que surjan del tema mismo, cuyas profundidades son insondables; mientras que con respecto a toda otra interpretación del mismo, la dificultad de darle alguna explicación compatible y digna es a nuestro juicio insuperable. Nótese (1) Hablar y obrar “en Cristo”, con la conciencia no sólo iluminada sino también bajo la operación eficaz del Espíritu Santo, no es cosa extraña a los sobrenaturalmente inspirados, y debiera ser una experiencia apetecida de todo creyente (v. 1). (2) La gracia no destruye los sentimientos naturales, sino que los eleva e intensifica, y esto los cristianos debieran tratar de demostrarlo (vv. 2, 3). (3) El pertenecer a la iglesia invisible de Dios y gozar de sus santas prerrogativas, es un don de la soberana misericordia de Dios, y debiera ser considerado con gratitud reverente (vv. 4, 5). (4) Sin embargo, las más sagradas distinciones y privilegios externos nada valdrán para la salvación si el corazón no se somete a la justicia de Dios (vv. 31-33). (5) ¿Qué clase de personas debieran ser los “elegidos de Dios”: en humildad, al recordar que él los ha salvado y llamado, no conforme a sus obras, sino conforme a su propósito y gracia para con ellos en Cristo Jesús, antes de que el mundo fuese (2 Timoteo 1:9); en gratitud, porque “¿Quién te distingue? o ¿qué tienes que no hayas recibido?” (1 Corintios 4:7); en santo celo por nosotros mismos, recordando que “Dios no puede ser burlado; y que todo lo que sembrare el hombre, eso también segará” (Gálatas 6:7); en diligencia, para “hacer segura nuestra vocación y elección” (2 Pedro 1:10); pero en la confianza de que “a los que Dios predestina, y llama, y justifica, oportunamente también los glorifica” (cap. 8:30). (6) En cuanto a todos los temas que por su naturaleza estén más allá de la comprensión humana, sería sabio de nuestra parte el asentar como indisputable lo que Dios dice en su palabra y su proceder para con los hombres, aun cuando ello contradiga las conclusiones del mejor ejercicio de nuestro limitado juicio (vv. 14-23). (7) La sinceridad en la religión, o el deseo de ser salvo, acompañado de esfuerzos asiduos para hacer lo bueno, resultará fatal como base de nuestra confianza delante de Dios, a menos de que se acompañe con un sometimiento implícito a su plan revelado de salvación (vv. 31-33). (8) Al rechazar una gran masa del pueblo elegido y al introducir a multitudes de gentiles extranjeros, era la voluntad de Dios que los hombres conociesen el proceder divino, el cual el juicio del gran día revelará más claramente: cuando “los últimos serán primeros y los primeros últimos” (Mateo 20:16).